AMERICA LATINA ENTRE SOMBRAS Y LUCES

AL MEDIODÍA EMPEZÓ LA HISTORIA

Fecha: Martes 8 de junio de 1982, al mediodía.

Lugar: Downing Street Nº 10, Londres.

Entorno: Thatcher y Reagan se acoplan.

La casa número 10 de la calle Downing en Londres, es una discreta vivienda que en 1732 fue designada residencia oficial del Primer Ministro de Inglaterra. Por lo tanto, en ella se han gestado varios e históricos episodios. Al mediodía del martes 8 de junio de 1982, sus muros eran testigos de un nuevo episodio que se forjaba con las siguientes palabras[1]:

‘Señor Presidente, desde antes de que usted asuma el cargo ya sabíamos que era un amigo en quien podíamos confiar en épocas de peligro, alguien que no mancillará los valores del mundo libre, alguien... que reforzará la paz mundial, alguien que hará lo posible para incentivar la iniciativa y la empresa privada, alguien que desea que el ser humano prospere en libertad, justicia y paz.

Usted ha tenido ese espíritu. Esa es una inapreciable garantía para la causa que nosotros dos compartimos’.

 

Las anteriores palabras eran declamadas por la Primer Ministro  Margaret Thatcher, al dar la bienvenida al Presidente Ronald Reagan en su primera visita oficial a Inglaterra.

La calidez del discurso que irradiaba por sobre la diplomacia   tenía su origen en dos antecedentes: el primero, la inminente victoria de Inglaterra sobre Argentina en la Guerra de las Malvinas; y, el segundo, la genuina y sincera coincidencia entre el pensamiento político y económico de la Primer Ministro y del Presidente ‘desde antes de que usted asuma el cargo’.

El conflicto de las Malvinas se había iniciado dos meses antes, cuando el 3 de abril el ejército argentino invadió las islas que habían permanecido bajo el control y administración de Inglaterra desde 1833. Se podría pensar que la invasión fue planificada con el único propósito de evitar el colapso de la dictadura militar de Argentina que, en esos días, se encontraba acorralada por una huelga general decretada por los poderosos sindicatos obreros. La invasión de las islas en efecto logró revertir la situación política interna. En pocos días, un masivo y eufórico movimiento de masas gritaba en las calles de Buenos Aires su total apoyo al gobierno de la dictadura.

La euforia, sin embargo, solo duraría unas pocas semanas. Al comenzar la invasión el ejercito argentino logró controlar con 10.000 soldados la totalidad del pequeño territorio de las islas. Esta acción se había facilitado por la relativa cercanía de las Malvinas a las costas de Argentina; cercanía que contrastaba con la enorme distancia que Inglaterra tenía que recorrer de norte a sur y a lo ancho de prácticamente todo el océano atlántico, para transportar tropas y pertrechos bélicos.

Mientras transcurría abril, parecía que la distancia decidiría la victoria de Argentina. Sin embargo antes de que terminara ese mes y utilizando todo su poder presidencial, Ronald Reagan comunicó que Estados Unidos oficialmente se declaraba aliado de Inglaterra en esa guerra. Esa declaración, formulada el 30 de abril, confirió a Inglaterra el derecho de usar los territorios e insumos norteamericanos que se requieran para transportar y abastecer a las tropas. Así, en apenas cinco semanas, Inglaterra

logró revertir la situación y forzar la rendición de Argentina. Ese era el antecedente que explicaba el significado real de las palabras de la Primer Ministro al calificar a Reagan como ‘un amigo en quien confiar en épocas de peligro’.

Pero para el resto del mundo, el segundo antecedente –es decir, la genuina coincidencia entre el pensamiento económico de la Primer Ministro y del Presidente- tendría eventualmente un significado mucho más profundo y duradero. Era esa comunión de ideas la que permitiría sincronizar la instalación de una misma tesis económica en los dos lados del Océano Atlántico.

La trascendencia geopolítica que alcanzaba esa coincidencia fue resaltada por el propio Presidente Reagan, quien respondió a la Primer Ministro con las siguientes palabras:[2] 

‘Son días difíciles para nuestros pueblos. Presionados por la recesión e inestabilidad mundial, no podemos depender solo en la marcha de nuestras economías. Juntos y de manera independiente debemos renovar la libertad en nuestro modo de vida. Ya hemos restaurado incentivos y oportunidades en nuestros mercados al reducir los excesivos impuestos y regulaciones.

 

Al atenuar la pesada mano del gobierno, estamos demostrando nuestra fe en los hombres y mujeres de Gran Bretaña y de los Estados Unidos’. 

 

Esa respuesta no solo que reflejaba la coincidencia y simpatía   existente entre los dos personajes, sino que además resumía la política que ya había aplicado Ronald Reagan desde los inicios de su gestión en 1981 cuando, para ‘atenuar la pesada mano del gobierno’, impuso una drástica reducción en el monto de

 

los impuestos que debían pagar las empresas de los estratos económicos más altos.

 

[1] Fuente: The Presidential Library & Museum Bookstore.  Simi Valley, Ca. Doc. 60882. 

 

[2] Fuente: The Presidential Library & Museum Bookstore.  Simi Valley, Ca. Doc. 60882. 

 

Al mediodía empezó la historia

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