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Ecuador
El respaldo de la delegación del Ecuador a la propuesta de una acción conjunta tenia una especial importancia para quien estas líneas escribe. Sin ese respaldo, cualquier razonamiento técnico en favor de un Consorcio de Deudores quedaría debilitado ante la evidencia de que: ni en su propio país lo apoyan.
Lastimosamente yo no tenía acceso a la cúpula del gobierno ecuatoriano. Conocía muy someramente al ministro de finanzas o gobernador por Ecuador, sin embargo tenía la impresión de que sobre la voluntad de dicho ministro, más que su interés personal podía pesar el interés colectivo. No obstante cualquier decisión debía consultarse telefónicamente al presidente de la república, quien había asumido ese cargo pocos meses antes a causa de la muerte del presidente titular en un accidente de aviación.
Debido a ese antecedente, el Presidente actuante carecía del respaldo que confiere un triunfo en las urnas. Esa debilidad se agudizaba por otras dos circunstancias: por un lado, la mayoría de los congresistas ecuatorianos se habían pasado a formar parte de la oposición y, por otro lado, los influyentes gremios del sector privado le habían declarado un radical antagonismo. Así, el Presidente estaba acorralado por la necesidad de defender su supervivencia en el cargo.
Bajo esas circunstancias resultaba ilusorio solicitar el apoyo del gobierno ecuatoriano a la idea de formar un Consorcio de Deudores que, desde luego, se preveía que podría recibir un feroz rechazo por parte del poderoso grupo de acreedores.
En base a esos antecedentes decidí esperar hasta el jueves antes de contactar al gobernador. Para ese entonces así yo suponía- algunos delegados latinoamericanos ya se habrían expresado abiertamente en respaldo a la propuesta de que los países deudores conformemos un frente unido.