EL MUNDO PRE-INKA: Sobre el “estado de la cuestión” en Historia  

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Alfonso Klauer

Caminos, chasquis y desarrollo náutico en los Andes

Si ya los ejércitos, administradores y peregrinos habían atravesado gran parte del territorio de los Andes durante el Imperio Chavín, mil años después, hacia el 500 dC, los pueblos y naciones andinas contaban, por consiguiente, con un sistema vial más extenso y mejor acabado.

La red andina de caminos posibilitaba el peregrinaje religioso panandino hacia Pachacámac, por ejemplo, pero también facilitaba el tránsito de los contingentes militares y permitía el intercambio comercial a través de las fronteras entre los pueblos.

Las redes nacionales permitían que los arrieros –y sus tropillas de auquénidos– trasladaran los considerables volúmenes de alimentos que diariamente demandaba el sostenimiento de las cada vez más numerosas poblaciones urbanas en Moche, Pachacámac, Cahuachi y Tiahuanaco. Y permitía el tráfico masivo de mitayos y la circulación de los excedentes necesarios para solventar las obras de diversa índole que disponían los poderes centrales.

Pero la red vial no sólo permitió el flujo de la producción. Facilitó también, ya en ese período, el tránsito rápido de la información que portaban los primeros chasquis del pueblo moche (chimú), cuyo uso y aplicación con seguridad imitaron los pueblos y naciones vecinas. Y, por mediación de éstas, probablemente también las más alejadas, como quizá debió ocurrir con los nazcas y kollas.

Siendo tan clara y elocuente la imagen, y de tanto tiempo atrás la evidencia, resulta patético constatar que la gran mayoría de los peruanos cree, erróneamente –como reiterada y sistemáticamente se lo repiten los más conocidos textos de historia–, que el sistema de correos a pie o chasquis, fue uno de los grandes aportes de la cultura imperial inka.

Se trata, pues, de una errónea e injustificada expropiación a la historia del pueblo moche.

Y de una gratuita y falsa atribución al mitificado Imperio Inka.

No obstante, quizá incluso se esté también cometiendo un error al atribuirle esa innovación al pueblo moche. Porque ciertamente, aún cuando nunca se ha planteado, quizá corresponda aquí –aunque tardíamente – preguntarse: ¿pudo un territorio tan grande como el que alcanzaron a dominar los chavín, manejarse sin un sistema de correo rápido y de señales de emergencia a distancia, con humaredas desde las cumbres de cerros distantes?

Las comunicaciones, sin embargo, ya no sólo eran terrestres. En la costa norte, por lo menos ahí, habían adquirido un notable desarrollo las comunicaciones marítimas. Allí, destacando largamente sobre el resto de los pueblos ribereños, los moche (chimú) hacían gala de lo que bien podemos llamar una gran técnica de construcciones náuticas. Prueba incontrastable de ello la constituyen las imágenes de naves para varios tripulantes, y con bodega y hasta cubierta. Difícilmente puede pensarse que ese despliegue técnico estuvo sólo reservado para la pesca.

inmigrantes que según la leyenda de Naylamp llegaron desde lejanas tierras al norte del Perú? En todo caso, la nueva hipótesis deducida asoma verosímil y consistente con las anteriores.

Entre los ica (nazcas), en cambio, los indicios apenas pueden permitir hablar de una cierta actividad pesquera, aunque importante en el contexto de su economía productiva.

Parece ser éste el primer contexto histórico que da pie a un ensayo de imaginación histórica, retrospectivo–proyectiva esta vez, distinto pues de los que hasta aquí hemos esbozado. Asumamos primero que, a diferencia de la hipótesis sobre el desarrollo naval “importado” que acabamos de plantear para los moche, suponemos que ese desarrollo náutico fue completamente autóctono. ¿Cómo explicar entonces que los ica (nazca), con iguales y milenarios antecedentes, y con extraordinario desarrollo en esta etapa no hubieran llegado a otro tanto?

El Mapa N° 25 –que se presenta bastante más adelante– claramente muestra, en el territorio de la nación ica, la ubicación costeña de los pueblos chincha, pisco, paracas y acarí; y la ubicación mediterránea de los pueblos ica y nazca.

Los paracas, como se recuerda, fueron quienes más antiguamente destacaron entre ellos. (1): ¿No es razonable imaginar que, siglos después, es decir, ya para la época de la que hablamos ahora, el desarrollo naval y marítimo–comercial del conjunto de esa nación habría sido grande, de haber seguido predominando el pueblo paracas, eminentemente ribereño?

La hegemonía, sin embargo, había cambiado de manos y estaba ahora en las de los mediterráneos nazcas.

Corresponde pues traer aquí nuevamente dos de las hipótesis que habíamos planteado cuando hablamos de los sechín: a) su muy posible llegada por mar desde las costas del Pacífico mexicano, y; b) la también muy posible incursión y final fusión de la mayor parte de los sobrevivientes sechín con los predecesores de moches y mochicas luego de la derrota aquéllos por los chavín.

Así, la convergencia de una y otra hipótesis permitiría plantear entonces una tercera.

En efecto, el significativo mayor desarrollo naval que habían alcanzado los moche en la etapa de su historia que venimos revisando, muy superior al del resto de los pueblos de la costa peruana, ¿no tendría una sólida explicación en el importante despliegue náutico que ya varios siglos atrás habrían tenido los poner entonces que, precisamente por su ausencia de vocación marítima, la élite nazca desatendió –y probablemente hasta reprimió – el desarrollo náutico, porque no lo controlaban directamente, y no tenían experiencia personal en ello, y en consecuencia no estaba dentro del conjunto de sus propios y directos intereses?

Mediterráneos como eran, sí estaba en cambio dentro de sus intereses inmediatos el comercio terrestre. Y en efecto harto que lo desarrollaron, enlazándose con ese propósito con sus vecinos chankas, con los lejanos kollas del Altiplano, e incluso hasta con pueblos de la amazonía.

Una y otra hipótesis parecen harto verosímiles, de momento que, cuando siglos más tarde, la hegemonía sobre la nación ica volvió a la costa, pero esta vez a manos de los chincha, éstos efectivamente alcanzaron un sensacional despliegue naval y marítimo–comercial, como habrían de constatar asombrados los inkas, primero, y los conquistadores españoles, después.

No se crea que pretendemos mostrar o insinuar que el desarrollo del transporte terrestre y el complementario del comercio por tierra que hicieron los nazca, es menos importante que el marítimo que podrían haber llevado a cabo los paracas, o que el que efectivamente llevaron a la práctica los chinchas. O, a la inversa, qué este es mejor que aquél. No.

Pero sí pretendemos sugerir que, cuando el modelo de desarrollo histórico–económico –productivo es centralista –aunque sólo lo sea de manera implícita–, sólo termina destacando, selectiva y excluyentemente, la o las actividades económicas en las que la élite hegemónica concentra efectivamente sus intereses: agricultura o pesca, comercio terrestre o comercio marítimo, etc.. Y que, por el contrario, bajo modelos sensatamente descentralistas, en cada sector del territorio, concurrente y complementariamente, se desarrollan las actividades para las que hay vocación natural (agricultura aquí, pesca allá y minería más allá, etc.).

Y, para complementar la propuesta, no es difícil imaginar cuán vulnerable e intrínsecamente frágil –tanto en términos económicos, políticos y hasta militares–, resulta el pueblo o la nación que sustenta su desarrollo en una sola o pocas actividades productivas. Y, por el contrario, cuán más resguardado y sólido resulta aquél que se apuntala en todos los sectores productivos que tiene a su alcance.

Parece pues una verdad de perogrullo, mas hay que decirla explícitamente y con todas sus letras –sobre todo porque en los textos clásicos de la historia del Perú es todavía una monumental omisión–: la descentralización económico–productiva (y la consecuente descentralización poblacional), es invariablemente ventajosa, y el centralismo es en cambio inexorablemente pernicioso.

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