CULTURA SIMBÓLICA II<br>ESTUDIOS

CULTURA SIMBÓLICA II
ESTUDIOS

Sonia Ríos Moyano
Reyes Escalera Pérez

Coordinadores
Universidad de Málaga, España

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Itinerarium mentis ad Deum. La luz en los edificios medievales cristianos e islámicos: un análisis comparativo

Leticia Crespillo Marí

Resumen:
La luz comporta unos valores simbólicos y artísticos de belleza divina que se plasman en los edificios a través de un sistema de iluminación intencionado. Éste confluye con otros elementos como la decoración y su disposición en el espacio transfiriéndoles unas connotaciones que acaban configurando “metáforas visuales” como reflejo de un mundo supremo en la tierra: la catedral gótica cristiana y el palacio andalusí islámico donde el hombre entra en contacto con Dios y viceversa, algo sólo posible a través de un complejo procedimiento constructivo que abarca luz, color, geometría y volumen espacial.

Palabras clave: Arquitectura medieval, luz, Dios, belleza, catedral, palacio, paraíso islámico, Jerusalén Celeste.

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1. Introducción.

La catedral gótica (figs. 1 y 2) se originó como consecuencia de la simbiosis de la experiencia religiosa y la especulación metafísica. Apareció un nuevo estilo propio de la época en el cual se puede observar (aunque con precaución) la influencia de todo el desarrollo de la estética de la luz en la visión del mundo a lo largo de toda la Edad Media. En el islam será en los palacios (fig. 3) donde la geometría, la luz, el color, el agua y los sentidos, acompañados de la naturaleza, configurarían un espacio donde fundir los aspectos de la cultura, la estética y la creencia religiosa. Una concepción de espacio compositivo directo a los sentidos con carácter artístico donde se incorporaría todo en un lenguaje arquitectónico propio, a modo de metáfora visual, sin olvidar que la luz, el color, la proporción etc., se entendían como un reflejo de las cualidades de Alah, pudiendo solo aspirar a ser un eco de su perfección inalcanzable e inconcebible.
En este ámbito el uso de la luz y su aplicación técnica en los espacios arquitectónicos nos desvelan una arquitectura que hay que sentir como contenedora de amplios significados y que, a su vez, está condicionada por una ideología sistematizada, propia del momento histórico y que produce un goce o sentimiento estético. Ya los filósofos antiguos aseguraban que la belleza se encontraba tanto en la naturaleza como en el arte y esto nos permite comprender la traslación del modelo divino al terrenal y de la belleza sensible al espiritual. Una sugestión que encierra tanto la catedral gótica como el palacio andalusí a través de este recurso que contiene una clara finalidad discursiva. Todos estos conceptos, ideas, teorías, lenguajes o significaciones estéticas y filosóficas nos ayudan a comprender estas dos manifestaciones tan similares provenientes a su vez de dos culturas tan diferentes.
Por tanto, el presente artículo propone un análisis comparativo entre las estéticas de la luz cristiana e islámica medieval y su aplicación en la arquitectura dando unas pinceladas a las cuestiones más importantes de la estética de la luz y su aplicación en los espacios arquitectónicos medievales cristianos e islámicos. Una idea de la “luz” como formadora de metáforas visuales y transmisora de contenidos simbólicos que pueden ser similares o no en ambos casos y que intenta construir un camino con el cual poner en contacto a Dios con el hombre y viceversa a través de la propia espiritualidad de la mente.

1.2. El concepto teológico del arte. La luz como poder de culto.

En este ámbito el uso de la luz y su aplicación técnica en los espacios arquitectónicos nos devela una arquitectura que hay que sentir como contenedora de amplios significados y que, a su vez, está condicionada por una ideología sistematizada, propia del momento histórico y que produce goce o sentimiento estético. Ya los filósofos griegos aseguraban que la belleza se encontraba tanto en la naturaleza como el arte y esto nos permite comprender la traslación del modelo divino al terrenal y de la belleza sensible al espiritual. Todos estos conceptos, ideas, teorías, lenguajes o significaciones estéticas y filosóficas nos ayudan a comprender estas manifestaciones provenientes de dos culturas tan distintas.
La estética medieval (tanto cristiana como islámica) desde sus orígenes, ha estado influenciada por las teorías platónicas, pitagóricas y aristotélicas de la Grecia Clásica, hasta la aparición del concepto cristiano e islámico de la luz como elemento estético, bello y de culto impregnado por el dualismo simbólico-sagrado de las fuentes religiosas Bíblicas, Coránicas etc., (Neoplatonismo, neopitagorismo, escolástica) y esto nos permite conocer en profundidad las distintas visiones místico-religiosas de ambas y su materialización, desde el punto de vista artístico, en sus arquitecturas. Dos tipologías arquitectónicas diferentes (sagrada y profana) donde se consigue el ambiente áulico a través de un sistema de iluminación y decoración donde la ingravidez se muestra como característica principal y la elevación como signo primordial de la metáfora visual en las cuales los vectores visuales ponen en contacto a Dios con el hombre. Ambas serán el camino a la salvación.

2. Correspondencias en torno a la configuración del espacio a partir del uso de la luz en las arquitecturas cristianas e islámicas.

2.1. La luz como imagen simbólica.

En numerosas civilizaciones ya se relacionaba a Dios con la luz como personificación del sol y del bien, remitiendo a metáforas visuales que tienen que ver con la construcción del espacio arquitectónico. El interior gótico se presenta como contraposición a la luz natural, encarnando la idea de Dios. Esta idea se da durante toda la Edad Media hasta el punto de que, en los siglos XII y XIII, será el centro de la reflexión sobre la belleza. La luz simboliza la idea de lo inmaterial que participa de la belleza de Dios en cuanto lo traspasa. La belleza incorpórea es un estadio superior que nos permite conocer “la idea misma” de Dios. Una luz única y singular, filtrada, coloreada, transformada con un mensaje claro: Dios es luz y de esta participan todas las criaturas y elementos del universo, permitiendo su conocimiento profundo a través de las cosas visibles1. En la arquitectura gótica todo conduce a Dios (fulgor, brillo, luminosidad). La luz conmueve y la escenografía que construye conforma un espacio donde explicar a la población como alcanzarlo. Se trata de un mensaje que une realidad religiosa y grandiosidad en pos de un nuevo simbolismo que sobrecoge a las masas. Los elementos de culto ayudarán a la concepción de poder y prestigio. El oro les concede un poder temporal2.
En la arquitectura islámica ocurre igual. En el Corán la luz tiene una profunda significación metafísica y teológica. Posee un origen divino y de esta participa el entorno y el soberano. Esta luz posee una función protectora contra el mal insistiendo en la omnipresencia divina que castiga a los fieles. Los espacios adquieren un significado poético gracias a todos los elementos que participan y que manifiestan esta protección por parte del monarca divino que resplandece como figura solar en el “trono del reino”3 (fig. 4).
La divinidad se expande por todos los niveles del universo a través de la arquitectura, donde el soberano ocupa el lugar central y solar del espacio sacralizando y dominando el ámbito caduco terrenal iluminado por dios. La figura del monarca hace cognoscible lo eterno a través de la metáfora lumínica como atributo del soberano e imagen ideal y perfecta de la creación divina triunfando sobre el mal y el caos, construyendo, a su vez, la metáfora visual del paraíso4. Aquí la luz es natural, lo que nos permite remitirnos a Dios como símbolo misterioso e incognoscible en sí mismo que se percibe a través de la creación y la invasión de los sentidos que eleva al ser humano a un plano superior de la existencia5.
En ambos casos la luz como símbolo de la divinidad es una constante, aunque en el caso islámico también es símbolo del monarca que ejerce de nexo entre el ser supremo y el hombre. Es una cualidad de Dios (todo, indivisible, bello, la multiplicidad de la unidad, natural, sobrenatural, físico y espiritual) y sólo se presenta ante el hombre mediante el conocimiento profundo.

2.2. El sistema de iluminación y la decoración: juegos de luz y color en la construcción del espacio.

La decoración y el sistema de iluminación juegan un papel muy importante en la configuración del espacio transmitiendo una serie de valores. La luz configura la relación construcción-significado, permitiendo comprender la metáfora visual. En la catedral gótica la luz es muy expresiva colmando de color todo el ambiente6. Se trata de una luz artificial conseguida a través de las vidrieras que configura un “muro translúcido metafísico” que invade el interior y que incide en la decoración (oro, piedras preciosas etc.). Con ello se consiguen juegos cromáticos que bañan al fiel ejerciendo presión sobre las almas de manera óptico-sensitiva y confiriendo una dimensión no real relacionada con lo divino. La vidriera es un filtro transformador que consigue transcender más allá del mundo sensible dentro del ámbito sagrado (fig. 5).

La decoración se subordina al sistema iluminativo determinando la disposición interior en un espacio a modo de caja cerrada y de forma novedosa. Los elementos constructivos (bóvedas de crucería, arbotantes, tribunas) permiten la apertura de grandes vitrales eliminando los gruesos muros que se convierten en paramentos translúcidos y las iconografías de las vidrieras se suspenden consiguiendo un efecto de ingravidez.  La idea del espacio juega con la óptica a través de líneas verticales que consiguen el efecto de elevación materializando la idea abstracta en la catedral7. Los vectores longitudinales y verticales muestran el camino a recorrer y la pared ingrávida constituye la base de la estructura diáfana donde el muro desaparece y los elementos se articulan plásticamente para transmitir esa dimensión real y no natural a través de la arquitectura8 (fig. 6).

En el Islam se expresa la idea de “unidad de la existencia” y entre los elementos que participan están la geometría, el ritmo y la luz (indivisible e inalterable) (fig. 7). Se feminiza el espacio y la decoración se usa como metáfora nupcial convirtiendo el espacio en un universo ideal donde el soberano tiene su dominio: el paraíso o vergel. Se trata de una idealización donde la luz se refleja en los elementos decorativos modulando y obteniendo distintas tonalidades. Entre ellos el oro también ejerce un papel importante ya que se asocia a la figura solar (la cual organiza todos los elementos de la escenografía palatina)9.

Toda esta escenografía se nutre de la imaginación y la sugestión y para ello la luz juega a las apariencias obteniendo esa sensación de ingravidez. Muros, columnas, cúpulas, vidrieras coloreadas, fuentes, azulejos coloreados, geometría etc., configuran un universo imaginario representando una arquitectura luminosa, etérea, dinámica y paradisiaca: una arquitectura de luz, agua y palabras sólo sujetas por elementos ornamentales. Pórticos y celosías configuran la iluminación mientras los paramentos disuelven los muros convirtiéndolos en brocados o veladuras que aportan sensación de diafanidad que se completa con la decoración geométrica y vegetal. Los arcos, cirios y lámparas ofrecen también efectos lumínicos manipulables10.

La luz se refleja en las superficies y les da vida. La decoración interior se complementa y eleva la arquitectura ayudada por la caligrafía que hace visible la palabra de dios y que juega con los contrastes de luz y sombra, así como con el brillo colorido de la azulejería. Esto implica una multiplicidad de fines y una flexibilidad del espacio mediante combinaciones estructurales11. La unidad divina se puede descubrir a través del entramado geométrico que se repite de modo lineal. Estos ritmos buscan la ubicuidad de las formas en el tiempo y el espacio (fig. 8). El color es muy expresivo y nos muestran lo aparente del mundo. Todos los elementos (luz, color, geometría) configuran un espacio tridimensional a modo de efecto óptico que pone a su vez de manifiesto la riqueza intrínseca de la luz que transmuta la conciencia corporal en espíritu12.

Por tanto, en ambos casos la disposición interior de los elementos (oro, pinturas, dibujos geométricos, colores) con aspecto tridimensional y volumétrico ayudará a construir el espacio metafórico. La geometría alude a la belleza y a la perfección, así ambas arquitecturas la usan (cúpulas, naves cuadradas, módulos, azulejería, patrones infinitos) que en el caso del Islam son más importantes por la búsqueda de una posible representación apta de la cualidad infinita del Uno o Ser supremo no figurativo. Además, el color se vuelve esencial ayudando a la luz a expresar su esencia y cualidad con sus reflejos y brillos evocando el mundo supremo que se quiere alcanzar y elevando al fiel hacia ese reflejo del mundo supremo construido en la tierra.

3. La configuración simbólica del espacio y el concepto de “tiempo arquitectónico”: La Jerusalén Celeste y el Paraíso Islámico.

La catedral es una imagen mística y litúrgica del cielo en la tierra observable a través de la arquitectura como reflejo de la Jerusalén Celeste, tal como la describió San Juan en el Apocalipsis13. Es un edificio sagrado y cósmico hecho a imagen y semejanza (no realista) del mundo supremo que reproduce el universo de forma íntima y matemática. Es una representación cosmológica y espiritual que permite el conocimiento para el que Dios la creó y realizó en el orden del espacio y el tiempo: el hombre llega a lo divino a través de la imagen de este mundo con la ayuda del arte que lo invade todo. El edificio sucede al caos a través de la luz que lo envuelve todo y la geometría muestra la unidad divina múltiple e indivisible: bella en número. El templo se convierte en la revelación divina donde Dios es ordenador interno del mundo (fig. 10). Como Jerusalén Celeste debe deslumbrar como el propio paraíso, pues Dios es luz y belleza que se une a claridad y número reflejando la belleza divina en su perfección14. La obra arquitectónica ilumina el alma del fiel y lo eleva ante cristo: luz del mundo. El control que se ejerce sobre la luz convierte a la catedral en una caja de luz portadora de significados gracias a los nuevos sistemas constructivos elevando al espectador desde la oscuridad ante Dios, convergiendo metafísicamente15.
La arquitectura islámica se concibe desde los sentidos (vista, olfato, oído, tacto) donde libre de cargas se funde con el olor, esencia del lugar puro elevando a un espacio indefinido. La geometría, la luz, agua, color son una referencia constante del vergel (fig. 11). Una concepción sensorial, escenario de estímulos en un espacio concebido como morada con categoría artística y elevada a partir del espacio arquitectónico16. Una arquitectura cargada de emoción, una metáfora donde los contenidos se unen en el vacío y donde la luz ordena el espacio junto a los elementos que transmiten una idea mental y la traducen materialmente (fig. 12). Un arte formado por símbolos que se convierten en vehículo de la ensoñación y la memoria. Es la novia, bella, femenina que se relaciona con el ideal de belleza. El resplandor de la mujer que expresa fertilidad: el vergel. La arquitectura palaciega se representa como símbolo del poder del soberano, transformada en novia virginal. Un espectáculo de luz, sonido, color, perfume donde percibir toda esa armonía abstracta sólo capaz de ser captada por el corazón. Es el arquetipo del modelo supremo: el oasis captado por el intelecto17.

4. Conclusiones.

Tras la realización de este estudio queda patente que el recurso estético de la luz se utiliza con la misma intencionalidad simbólica tanto en la arquitectura cristiana como en la islámica medieval, aunque con pequeños matices diferenciales. Ambas culturas comparten fuentes de origen provenientes de la estética clásica griega fundamentadas, principalmente, en las teorías platónicas, aristotélicas y pitagóricas que junto con los respectivos libros sagrados (Biblia, Corán, etc.) y la poesía pre-islámica, en el caso árabe, conforman las diferentes estéticas de la luz que se desarrollarán posteriormente en el medievo y que influirán de manera determinante en la construcción del mensaje simbólico-religioso y visual a partir de sus respectivos edificios.
La luz como símbolo de la divinidad es una constante en ambas religiones y en ambas arquitecturas. Es una cualidad de Dios (es bello, indivisible y lo es todo, es la multiplicidad de la unidad, lo natural y sobrenatural, lo físico y lo espiritual) y sólo así se presenta ante el hombre para su conocimiento profundo, aunque en el Islam también representa al poderoso soberano como enlace entre lo terreno y lo celestial. La distribución en el interior de los recursos estéticos y constructivos son los que ayudan en ambos casos a conseguir este propósito: oro, pinturas, dibujos geométricos, colores, vidrieras, paramentos, brocados, veladuras, columnas, muqarnas etc., que también dan un aspecto tridimensional y volumétrico al espacio.
Al igual que la luz, la geometría también alude a la belleza y la perfección de la divinidad, por ello, ambas arquitecturas lo aplican a sus edificios por medio del uso de figuras perfectas en el ámbito constructivo (catedral: cúpulas, naves cuadradas, módulos…) o en dibujos y tramas decorativas que invaden el espacio y donde la luz se refleja (palacios: azulejería con patrones infinitos). En el Islam, quizás, se le dé más importancia debido a la búsqueda de una posible representación apta de la cualidad infinita del Uno o Ser superior no figurativa. El color es esencial porque consigue los contrastes necesarios para completar la definición del espacio expresando la esencia y cualidad de la luz con sus brillos y reflejos consiguiendo evocar esa imagen de mundo supremo que se quiere alcanzar y elevando al que lo contempla a un estado espiritual superior.
Tanto la catedral cristiana como el palacio islámico buscan representar un reflejo del mundo supremo en la tierra. El conocimiento profundo de Dios se posibilita gracias a los aspectos visuales que trascienden de las escrituras y de los recursos estéticos y sensitivos de la propia luz que se aplican a la arquitectura, la cual, hace de vehículo trascendente. Se configura un lugar con tiempo simbólico propio en el que Dios entra en contacto con el hombre (su creación) a través de su cualidad de luz invisible, indivisible y eterna donde se produce la reencarnación o, en el caso del Islam, se vuelve al seno materno de la amada obteniendo la salvación y la felicidad eterna en el más allá.
Podemos decir, por tanto, que en ambos casos la luz se utiliza como un recurso de carácter artístico y simbólico. Ésta se aplica a la arquitectura para obtener un vehículo de transmisión del mensaje verdadero, donde Dios, que es luz del mundo cristiano e islámico, atrapa al fiel a través de los sentidos haciendo que trascienda hacia él y lo acoja en su corazón con una meta clara: alcanzar la vida eterna tanto en el reino de los cielos de Cristo como en el vergel islámico de Alá, donde lo eterno sustituye a lo caduco y el tiempo siempre es presente.
Notas:

1 NIETO ALCAIDE, V., La luz, símbolo y sistema visual. Madrid, Edit. Cátedra, 2006, pp. 44-55.
2 DUBY, G., La época de las catedrales 980-1420. Madrid, Cátedra, 2005, pp. 105-106.
3 PUERTA VÍLCHEZ, J.M., Historia del pensamiento estético árabe. Al- Ándalus y la estética árabe clásica. Madrid, Edit. Akal, 1997, pp. 87-88.
4 PUERTA VÍLCHEZ, J.M., “Estéticas de la luz, el tiempo y la apariencia en la arquitectura áulica Andalusí”, en BORRÁS GUALIS, G. M. y CABAÑERO SUBIZA, B. (Coords.), La Aljafería y el arte del Islam occidental en el siglo XI. Zaragoza, Diputación, 2012, pp. 150-160.
5 LOMBA FUENTES, J., “El papel de la belleza en la tradición islámica”, Anales del seminario de la filosofía, nº 17, 2000, p. 50.
6 JANTZEN, H., La arquitectura gótica. Buenos Aires, Edit. Nueva Visión, 1979, pp.78-79.
7 NIETO ALCAIDE, V., op. cit., p. 14-15.
8 Ibíd, pp. 26-37.
9 PUERTA VÍLCHEZ, J.M., “Estéticas de la luz, el tiempo y la apariencia…”, pp. 136-145.
10 Ibíd, pp. 170-172.
11 MICHELL, G., La arquitectura del mundo islámico. Madrid, Alianza Editorial, 1985, pp. 161-163.
12 BURCKHARDT, T., El arte del Islam. Barcelona, Sophia Perennis, 1999, p. 72.
13 Junto al Apocalipsis hay otras fuentes que describen el mundo celestial; el Templo de Salomón o el de Ezequiel también se consideraban como tal, una imagen del cielo.
14 HANI, J., El simbolismo del templo cristiano. Barcelona, Sophia Perennis, 1983, pp. 25-30.
15 CAMILLE, M., Arte gótico. Visiones gloriosas. Madrid, Edit. Akal 2005, pp. 27-45.
16 ALMAGRO VIDAL, A., “Análisis perceptivo de la evolución del espacio en la arquitectura palatina andalusí”, en El concepto de espacio en la arquitectura palatina Andalusí. Tesis doctoral. Granada, 2005, p. 203.
17 PUERTA VÍLCHEZ, J.M., Historia del pensamiento estético árabe…, pp. 56-79.

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