ANUARIO DE ARTE Y ARQUITECTURA

ANUARIO DE ARTE Y ARQUITECTURA

José Luis Crespo Fajardo. Coordinador
Universidad de Cuenca

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Sobre lo sostenible de lo natural en el arte: La necesidad del reciclaje conceptual y de las prácticas artísticas mediante la idea de permacultura

Miguel Ranilla Rodríguez
Universidad Complutense de Madrid

Resumen
En el presente artículo se desarrolla una definición de sostenibilidad aplicada a las prácticas artísticas, en tanto en cuanto, la artes plásticas han agotado sus recursos y han poblado el mundo de inmundicia y tesón diogénico; tanto en lo que a objetual se refiere como en lo conceptual. Hemos talado sin explotar sosteniblemente los árboles que  arquitectónicamente pilaban el cielo soñado por el arte. Ahora, solo quedan cadáveres y desierto. Hemos explotado sus recursos y debemos poblar la tierra con nuevas propuestas ya que de otro modo, estaremos abocados a la catástrofe.

Al final de texto se plantea una propuesta, usar la permacultura como concepto para una  posible reedificación del arte demolido. Buscar su sinergia y tratar de lavar la cara a un rostro hoy en día marchito. Volver a escuchar, comprender y mirar la naturaleza de las cosas nos dará la opción de entender que opciones nos quedan para seguir hablando de arte y no de catástrofe. 

Palabras Clave: Sostenibilidad, arte, permacultura, demolición, basura.

Abstract
In this article a definition of sustainability applied to the artistic practices is developed, as long as the plastic arts have exhausted their resources and have filled the world with filth and diogenic tenacity. Both on an objectual and conceptual dimension. We have cut down the trees that were the architectural base to the sky dreamt by the art, without making a sustainable use of them. There is only corpses and desolation left now. We took advantage of earth's resources and we must fill it up with new proposals, as on the contrary we will be heading for a catastrophe.

At the end of the text a proposal is presented: to use the permaculture as a concept for a possible  rebuilding of the demolished art. To try and clean a face that is withered today and to find its synergy. Listen, understand and see again the nature of things, will give us the opportunity to take into consideration the options that we have left to still talk about art and not of catastrophe. 

Keywords: Sustainability, art, permaculture, demolition, trash.

1. Estado de la cuestión de lo sostenible

La agricultura natural no necesita maquinaria ni productos químicos y muy poco desherbaje. El Sr. Fukuoka no labra el suelo ni utiliza compost. No retiene el agua en sus campos de arroz a lo largo de la estación de crecimiento tal como lo han hecho durante siglos los cultivadores de arroz en Oriente a lo largo del mundo. El suelo de sus campos no ha sido labrado desde hace veinticinco años, y sin embargo sus rendimientos se equiparan a los de las explotaciones (…) más productivas (Fukuoka, 1978, p. 2).

            Hoy en día la sostenibilidad es algo que preocupa a una parte de la humanidad, sin duda, el crecimiento «maltusiano» de la explotación de recursos crece en detrimento a su estupidez. Algo, que sin duda establece un punto clave en el siguiente texto. 

            Nos situamos en el panorama actual en el cual el agotamiento de los recursos esenciales, la emisión de gases y el efecto invernadero que producen, la urbanización masiva sin orden, la destrucción de los ecosistemas,  la producción de residuos contaminantes y, especialmente la pérdida de diversidad biológica y cultural que conllevan a la pobreza, la violencia y los enfrentamientos, nos hablan, del mundo que se ha creado. Un mundo despiadado en el que la importancia del amasamiento de dinero es lo que prima por encima de la propia vida.

            Como alternativa, vemos que muchas de las organizaciones interesadas en fomentar educaciones relacionadas con las sostenibilidad y las mejoras medioambientales, acaban creando tramas interrelacionares en las que, lamentablemente, dividen sus fuerzas a pesar de su intención y orientan sus intenciones al plano de la economía. Podemos poner como ejemplo las ONG, que comienzan con grandes propósitos pero a medida que se van haciendo fuertes, los gobiernos exigen más a sus servicios y gran parte de sus ingresos se transforman en arancel de cambio por su mera existencia. Es decir, las ONG acaban pagando el tributo y con ello, se embaucan en la política económica que en un momento prístino rechazaban a cambio de solidaridad y que luego, son fieles servidores de la misma. La economía, es la que decide que debe y no debe existir valorando sus beneficios independientemente del daño que ello produzca. Eso, es lo que hoy en día se enmascara con propósitos afables y se llama en su mayoría sostenibilidad; una nueva forma atractiva que adopta el gobierno económico para vender al público una enmascarada ética. Un lobby que opera en las tinieblas.

            A pesar de este denominador común, sucede a parte, que las contribuciones que se han hecho hasta ahora, en «Química verde, Ecología industrial, Educación ambiental, Economía baja en carbono, etc.», siguen siendo insuficientes, y requiere, como siempre pasa, que la economía, acabe integrando y sacando provecho de tales propuestas para que haya una comunión posible. Esta necesidad, requiere de la unificación de las fuerzas y esto, es algo difícil de ver en un mundo hedonista y narcisista, envenenado de ego y de orgullo, borracho de poder y esclavo del dinero. Depredador y ave de rapiña.

            Por tanto, se ha empezado a comprender que dichas contribuciones son del todo insuficientes y que se precisa integrar campos aparentemente tan alejados como por ejemplo, el de la economía y el del estudio de la biodiversidad, pero que tienen en común el referirse a acciones humanas que afectan a la naturaleza. Esta necesidad de integración de conocimientos viene impuesta por la estrecha vinculación de problemas que se potencian mutuamente y que por tanto, no pueden abordarse aisladamente. Con lo que, se produce una digresión de poderes.

            En definitiva, la sostenibilidad, es una nueva política que fomenta una ética mejor que la actual pero de momento, no es algo que podamos decir, Exista. Podemos percibir los enmascarados propósitos de la sostenibilidad.

2. Estado de la cuestión de la destrucción y la acumulación en las artes

            En el apartado anterior, hemos observado cuales son los principales puntos que atañen a la sostenibilidad, si comparamos esto con el mundo de las artes encontraremos un paragón entre ambas. Por un lado, en lo que a la estructura de las artes se refiere, sucede que también el Balrog -demonio de poder- de la economía es la que hace posible que el hecho artístico exista, el arte, como las ONG, existen porque genera un beneficio, un porqué.

            Por otro lado, los estamentos del arte están facetados y luchan en la soledad de la dependencia. Sea en la galerías de alta alcurnia, en los centros culturales apalabrados, en los museos del gobiernos, … Homúnculos que sobreviven gracias a la pleitesía que rinden vendiendo su alma por cuatro monedas, con el doble juego de pensar que hacen algo interesante pero en el fondo, no son más que productos de mercado y los artistas, la moneda de cambio. No hay forma de gobierno más perfecta que aquella que parece darnos la libertad.

            Si los lugares donde el arte se expone, no es tierra fértil, si de los artistas que no hacen más que germinar el lo árido del capital social y de los frutos que dan, que no son más que pretensiones abocadas al añusgamiento: Los objetos artísticos ejercen las transacciones pintorescas de consumo adecuadas para el insulto a su propia integridad. La cantidad de transacciones de poderes interrelacionares que surgen de los intercambios son tal cantidad, que ya nada se puede ver. Todo pasa rápido sin dejar tiempo a la memoria. La acumulación diogénica hace coleccionar sin criterio. Tenemos las Casas del Arte llenas de bolsas de basura y de restos de cosas que ni siquiera algún día fueron algo, y parece, que eso no importa, que lo que importa es la subsistencia económica que plantean. El arte como idea es ya un objeto como cosa. Ya no es arte. En la ética del arte del hoy, industrializado, ya ni siquiera es posible en pensar en sostenibilidad. Es ya un desierto en ahora no cabe esperar que algo germine. Es, el invernadero de las verduras de plástico que tenemos durante todo el año en el supermercado.

            Creamos, construimos, acumulamos, desechamos, en la obviedad, consumimos. Somos una gran maquinaria de la producción y la destrucción. Decía Nietzsche que una sociedad tiene que producir basura; los desperdicios son una consecuencia necesaria de la vida. La obra de un artista no es otra cosa que una idea transustanciada en objeto que sirve para proyectar en ella nuestra personalidad (Kaprow, 2007, p. 9). En ello radican las necesidades reales del individuo, sus carencias, su ego y estima que se ahogan en su necesidad de sentirse ser alguien, ser reconocido; pero, el artista ya ha sido coronado como rey del clown, es, un objeto de consumo más. El que apoya la sostenibilidad sin entenderla desde una mirada de ética fashion, es el que busca tranquilizar su conciencia con propósitos capitalistas que le relajen. Mirar desde arriba el mundo y decir: Creo que podemos solucionarlo. Esos, que son los mismos que viajan a países pobres con proyectos pasajeros que nacen desde sus cabezas occidentales en Universidades de ideas racionales. Aquellos que cuando van a la India piensan: pobrecitos, para luego volver a sus casas en las grandes ciudades y contárselo a sus colegas proclamando su ética y buenaventura. Como decía, Norbert Elías, miramos a los vagabundos con compasión y desprecio a la vez, miramos su ruina y rechazamos su situación, nadie quisiera estar en su lugar porque ellos, nos son de los nuestros, están fuera de nuestra sociedad perfecta de arquetipos, máscaras, poder, superficialidad y relaciones cobardes interpersonales Online en donde puedo elegir el avatar que quiera, siempre y cuando, sea el mejor y el que más. En ese mundo, decía Burroughs, «color de rosa de puertas ignoradas». Mundo que deseamos pluscuamperfecto para nosotros y en que de vez en cuando nos acordamos de los que sufren, los mismos que aparecen en las televisiones todos los días mientras cenamos tranquilamente y hacemos zapping sin nos produce demasiado desaliento. Un mundo insostenible que queremos maquillar como el tanatropaxista al cadáver.

            En el arte, si seguimos adentrándonos en este mundo de la inmundicia y por ende del tufo desagradable que desprende, si de los restos que se tiran y del, según la historia de nuestra percepción de los olores, la idea es caminar hacia «desodorar» toda fragancia fuerte. Se trata de reprimir el olfato. En definitiva, esterilizar. Así, es la sociedad, todo debe ser limpio. En los supermercados también vemos los trozos de carne ya perfectamente envasados al vacío que lo que quieren es hacernos olvidar que un día fueron animal muerto y sanguinolento. Que gritaba. Y cuanto más la sociedad desea ocultar el desastre, más grande es la cloaca que subyace. Al caso, Wim Delevoye, mostró una obra en Lion en el año 2003, llamada Cloaca, se trataba de un artefacto encargado de digerir los restos de las comidas de los restaurantes del propio Lion; y su fin, era crear excrementos similares a los humanos. La única pega con respecto a este parecido era que el resultado excrementicio, no olía, significaba esto una esterilización del residuo hasta el nivel de lo aséptico requerido hoy en día por la esterilidad del arte. Y se preguntaba Jean Clair : «¿por qué se ha vuelto común entre los artistas de este fin de siglo usar en sus obras materiales como los cabellos, los pelos, trozos de uñas cortadas, pero además las secreciones y los humores, la sangre, la saliva, los mocos, la orina, el esperma, la sanie, la pus, los excrementos?» (Castro, 2012, p.23). Sin duda es peligroso cuando algo a priori no parece oler y está en mal estado, enfermo. Estamos tácitamente enfermos. La basura, a veces es difícil de ocultar por su olor. El mundo es una gran cloaca y queremos desatascarla o por lo menos, seguir haciendo que funcione, hacerla sostenible.

3. De la Repoblación

Alea jacta est! (César, J.)

         En el cortometraje la isla de las flores (1989), vemos como el proceso de los tomates, que nacen de las industrias agriculturas, pasan por manos de los consumidores, acaban en la basura y finalmente, la basura es deglutida por nuevos consumidores, los pobres que buscan su premio entre colinas de detritus. De este proceso lineal y asquerosamente darwinista  que ejemplifica el pragmatismo y con el que entendemos el mecanismo del pensamiento «racional» occidental, que de la basura, nace un mundo quizás más honesto que aquél que nosotros creemos como mundo. Decía Roberspierre en honor a la Gran Razón, si tienes dos manzanas y tres personas, debes cortarle la cabeza a una de las personas.
        
         El ensayo de Sören Kierkegaard (1843), Temor y temblor, analiza la postura de Abraham instado por Dios a sacrificar a su hijo Isaac: «Cuando se suprime la fe (...) queda únicamente el hecho brutal de que Abraham quiso matar a su hijo» (p.35). Esto nos acerca a la conclusión de la pérdida de sentido común promulgada por la fe, que bien pudiera llamarse La Razón. «Was ist Aufklärung?» -¿Qué es la ilustración?-, postulaba Kant en 1784, la incapacidad de valerse por sí mismo a la hora de tomar decisiones, la autoculpabilidad del no poder pensar uno por sí mismo. Con ello la fe se presenta paradójicamente en la vida del hombre en forma de renuncia moral para acercase a algo más elevado, las decisiones ya no parecen ser tomadas por uno mismo.

         La Ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. «¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tú propia razón!» (Kant, 1784), clamaba el filósofo alemán. En la actualidad, somos educados y «pensados» para ser neo-esclavos; el yugo de una moralidad concertada. Todos iguales en un proceso de homogeneización llamado globalización que tiene como principales agentes virales los mass -media y las redes internautas. El individuo aún más perdido y aislado, se retuerce -como decía Maurice Blanchot (1994)- por hacerse individuo y llorar de su existencia –«en mí hay alguien que sólo se ocupa de deshacer ese mí: ocupación infinita» (p.97). Gilles Lipovetsky, dice que «éste laxismo, nos transforma en narcisistas, demasiado absortos en nosotros mismos, renunciados a militancias religiosas y abandonado de grandes ortodoxias, sus adhesiones siguen la moda, son fluctuantes, sin mayor motivación» (2002, p. 67). Y continúa postulando, «la atracción de lo religioso es inseparable de la desusbtancialización narcisista, del individuo flexible en busca de sí mismo» (p.118).

         Podemos ver como hoy en día esto sucede por ejemplo en el medio de las redes sociales en internet. El angustia de las personas y la soledad de las almas es definido como fracaso; aquel que permanece fuera de la sociedad, como un clochard, es ruina, no está con el resto, es el no-aceptado. Ya Kafka nos mostraba en La Metamorfosis (2008) que todo aquel que no está con Nosotros, está en contra. No existe escapatoria al sistema y a su juicio y moral. Samuel Beckett (2003) en su relato El Despoblador escribía: “Estancia dónde todos los cuerpos van buscando cada cual su despoblador. Bastante amplia para que permitir buscar en vano. Bastante limitada para que toda la escapatoria sea vana” (p.193). Seres que se dedican a caminar para finalmente buscar un nicho en dónde morir. Vida vacía.

            Baudrillard (1969), nos habla de este mundo como «decorado en movimiento en el cual vivimos». Pensar que todo evoluciona cuando sea quizás lo contrario. Llamando ignorante, al erróneamente alabado Darwin. La involución es nuestro sino. Quemar todo, reducirlo a cenizas y cuando ya no quede nada por destruir todo aquello que construimos, contemplar la tierra y el mundo de verdad. Nada más crudo que la verdad.

            En el arte oscila entre la inherencia asumida del concepto de consumo, el goce del kitsch y de la pasión por lo fútil y perecedero. Queremos que todo muera para así sentirnos incólumes y pretéritos, longevos, indestructibles, mesiánicos. Así, con el arte y el medio ambiente, buscamos ese mismo Fin, acabar con él para luego pretender reedificarlo. La colección no termina hasta que todo acaba y concluye y una vez que todo parece inexorable a la destrucción final, al infierno de Dante, intentamos recuperarlo pero puede, que ya sea demasiado tarde para ello. Los recursos naturales se agotan, se agotan las opciones.

            Para ello, el proceso requerido de desubstancialización –si se quiere llamar-, requiere una desamortización importante de lo concebido como lógico, quizás por ello lo debieramos llamar absurdo, un pretencioso intento singularmente equivoco de pretender  escapar de lo obvio e imparable. La proxémica nociva del pensamiento, las relaciones orgiásticas de significados llevadas al extremo llegan a producir el colapso en nuestra capacidad de asimilar cierta verdad exiliada de la razón. Según palabras de Fernando Castro (2012), «…entre la profanación (lo trivial) y la sacralización (la vitrina), la diseminación (la vida) y la concentración (la colección), la radicalidad y la promoción, se opera una especie de ida y vuelta en el que la última palabra seguirá siendo la del Medio, que convierte a la anticultura, la cultura y lo escupido, en agua bendita». La sandeces sublimes, la metafísica barata y las falacias inefables de un nihilismo paupérrimo y gris; del citacionismo emblemático; los que no se atan al fetichismo material, se atan al fetichismo del pensamiento cosificado. Al peso. Decadencia semiótica revolucionaria, lo llama Fernando Castro. Grosería del pensamiento y reality show del intelectualoidismo.

            Es difícil franquear los absurdo más absurdo sin caer en él mismo. El absurdo en esencia, es una propuesta de desarticulación.

            La sociedad del espectáculo de Debord a pasado a ser la sociedad del mercado, en la que ya no vivimos de la publicidad y los medios, sino que nos hemos transformado en objetos de consumo y por ende, nuestros pensamientos se aglutinas en perfectas trazas de posturas ideológicas encarriladas que se presentan como un mix, un cóctel a gusto del cliente. Nos vendemos, y nos encanta ser el producto más extraordinario para que en éste pavonearse, seamos la «chica del baile».
El encuentro entre personas, según dice Borriaud es, una elaboración colectiva del sentido.

            Toda religión empieza como crisis de culto. La crisis de existencia, no tiene porqué ser síntoma de sabotaje del culto , al contrario, el suicidio de lo absurdo puede que sea la única vía de escape para ser francos, la honestidad es, esa difícil tarea de una sociedad mentirosa consigo misma, del hombre-objeto transformado en el hombre-objeto-vacío. Y siendo pesimista y catastrófico como Kaprow (2007) decía: «Artistas del mundo, ¡abandonad! ¡No tenéis nada que perder más que vuestras profesiones!» (p.37),  y respondiendo a la pregunta ¿ qué podemos hacer por las artes hoy en día? Cabe la opción de ser llamado cobardía el abandonar pero el retiro quizás nos sirva para mirar desde fuera la situación. Quizás, debamos volver al éxodo, y regresar al campo, volver a la naturaleza y a la vida, intentar contemplar y Buscar el tiempo perdido (Proust, 1997). Debemos regresar al lugar en donde la comunicación existía, a donde las ideas eran reales. En los cultivos precolombinos, la calabaza, la judía, el maíz, convivían juntos, unos aportaban la estabilidad y otros fertilizaban. No eran necesario una mano de química para que todo aquello produjera un hecho sostenible. Su propia relación dialógica y de sinergia era suficiente para establecer una jerarquía de isocefalia. Mirar, es un acto que en el arte se ha proscrito hasta el punto de no ver. Cuando uno mira el arte hoy en día no ve más que terapia de grupo. Rizomas verborréicos de conceptos manidos a-creativos; las palabras que conforman el argot del artista y los temas que trata –redunda-, satélites que giran en torno al planeta perdido. Palabrotas como, transversal, interconexión en red, protesta, rizoma (Deleuze y Guattari, 2010), inefable, otredad, inherencia… y temas como, el cuerpo, la memoria, la falta, la huella, identidad –de quién sea-, lo fantasmagórico, el no lugar y la territorialización, arte urbano –más bien callejero, como los gatos-, grotesco y repugnante, la relaciones de poder y la protesta –laxa-, la tecnocracia y los rayos láser, lo freak, el feminismo, el individualismo y yo mismo,… incluso los outsiders que declaran incluso afirmar cierta acritud y negación a la pertenencia directa grupal artística, están en el ajo de lo predeciblemente perecedero. Lo que nos cuentan los artistas ya no es creativo, ni trascendental, ni profundo, es simplemente vergonzoso. Como decía Fernando Castro, «Los freaks han tomado el mando de las operaciones» (2012, p. 38).

4. Conclusiones

            Ya nadie tiene lugar, ni tiempo, ni cara, «…y verás que nada es el hombre/que nada es Dios, que como la nada/soy perfecto, y me escondo/ en la perfecta simetría de la muerte» (Panero, 2002). Debemos edificar nuestro imperio de la nada y sentarnos en nuestro trono de lo fútil, contemplar el pedacito de holograma social e intentar ver tras los cristales esmerilados de la realidad construida (Baudrillard, 1969). Vitelina del néctar olvidado. Castillo de ántrax (Python, 1975). Somos objetos de intercambio que soñamos con el gobierno de un barco abocado al hundimiento en el océano de lo impersonal y en el naufragio de una existencia estéril. «Baile Fantasmal de una sociedad traumatizada» (Le Barre, 1990).

            Las artes plásticas en su contemporaneidad muestran su cara más lamentable y han encontrado el atroz refugio en lugares tan inhóspitos y grises como galerías, museos, centros culturales, etc. que aceptan a cualquier mequetrefe y sus pretensiones con tal de no contar nada de Interés y de hacer toda esta pantomima más llevadera. Templos de lo nimio en dónde nada se dice porque nada se tiene que decir. El único anhelo del artista del hoy, ser reconocido, adquirir capital social pertinente. Surge entonces una sistémica relacional que tiene como consecuencia más trágica, el intercambio simbólico fútil. Se forman corrillos de patio de colegio debatiendo los aspectos más reiterados de un arte ausente, y se crean objetos llamados artísticos que son de una factura más que discutible. Basura. El mundo es una gran cloaca y pensamos en decorarla por fuera pensando en que será síntoma de reconstrucción, queremos hacer de un mundo cancerígeno un hecho sostenible, otros, piensan que la sostenibilidad es algo positivo que limpiará el cielo que tornará azul y los pájaros volverán a cantar entre bancales de aguas regadas del manantial de lo ético mientras volvemos a recordar los sabores que un día se nos brindaron. Estas utopías nacen de un mundo de la economía, que dice, desea modificar el daño hecho, mientras tanto, el curso de la vida, ineluctable, fluye bajo nuestro pies y corre sobre nuestras cabezas en forma de monóxido. Si uno piensa que se puede cambiar algo, solo debemos esperar sentados. En el arte, sucede lo mismo, pensamos en mundos más perfectos y en denunciar lo más abyecto mientras que estamos hasta las rodillas de barro.

«…giù nel fosso
vidi gente attuffata in uno sterco,
che da li uman privadi parea mosso.
E mentre ch´io là giù con l´occhio cerco,
Vidi un col capo sì di merda lordo,
Che non parea s´era laico o cherco...» 1

(Aliguieri, D. 1999, p. 13).

                       
            La propuesta como solución al problema del arte, se da en la estructura intrínseca de la permacultura, que pretende su autonomía, su sostenibilidad, su ética, nos ayudar a entender que el arte, debe ser relacional, que para uno poder hacer arte y que no acabe siendo producto de consumo que finalmente contamine el medio –como decía McLuhan: «el medio es el mensaje»-, debemos retomar el sentido de las prácticas artísticas y comprender que su existencia depende de la capacidad ética que intenciona la sostenibilidad en su forma y esencia. Saber conjugar los elementos que hoy en día en el arte viven en un suelo desértico y cuando no, en una ciénaga fangosa viscosa y de moco pegajoso entre apretones de manos, y que finalmente, se licua y forma una masa amniótica líquida, que haciendo referencia a Bauman, produce un mundo líquido imposible de agarrar con las manos y que escapa entre nuestros dedos, fútil y liviano. Un lugar en donde las cosas verdaderas ya no se pueden ver porque el tiempo no espera, y todo a nuestro alrededor se disipa en la niebla de lo fugaz e intangible. De la estupidez de inmediatez y del fracaso social que hace del individuo un ser anacoreta. Para poder entonces ver, acercarnos a las cosas, contemplar de nuevo la vida, primero debemos, como decía Clair (2007) « rebajar hacia el suelo, el órgano olfativo otra vez vecino de los órganos genitales» (p. 38), y desde ahí, contemplar el suelo y observar, si existe aún opción que en él, germinen nuevas ideas o si éste, ha sido arrasado y no ofrece opción de vida alguna ya. Y será entonces cuando volvamos a reencontrarnos con el arte, con un nuevo suelo fértil para poder dar vida a aquello que se marchita. Sea entonces el momento de concederle al arte el propio arte y ponerlo en tela de juicio por su bien, de abandonar a una postura que tenga funcionamiento per se, evitar forzar su existencia ideática. Según palabras de Sontag:

…el repudio de la obra se convierte en una fuente de validez, en un certificado de indiscutible seriedad. Esta seriedad consisten en no interpretar el arte como algo cuya seriedad se perpetúa eternamente como un «fin», como un vehículo permanente para la ambición espiritual. La actitud realmente seria es aquella que interpreta el arte como un «medio» para lograr algo que quizás solo se puede alcanzar cuando se abandona el arte (Sontag, S. 2005, p. 17).

            Si pensamos en los elementos que rodean al arte con el fin de poder transformarlo en una permacultura sostenible se ha de ser taxativo a la hora de conectar los elementos que rodean su existencia, el viento, el agua, la energía, las construcciones,… todos ellos, deberán encontrar la comunión; las galerías, los merchantes, los curators, los artistas. Pero esto, como es sin duda algo hoy en día imposible, debemos esperar a que el arte haga su última función y concluya en su destrucción. No puede crecer trigo limpio sobre una tierra que lleva siendo roturada y quemada durante cientos de años, esa tierra, ya no ofrece la misma sustancialidad. El mundo en que vivimos necesita un balón de oxígeno. Concienciar y preocuparse por el arte y estimar su abandono como la solución loable a su propia «glasnost y perestroika», es sin duda alguna, admirar el arte desde su lado más romántico y sensato. Un mundo, en la economía y el capital social son el santo grial de toda causa mayoritaria y en donde la minoría lúcida claudica ante la mayoría obcecada. En esta tierra, no importa si algo tiene solución si esto no supone reportar Bienes. Exprimimos la naturaleza, el arte, el mundo, hasta su demolición. ¿Qué haremos cuando todo acabe? Cuando todo haya sido mancillado como Justine, y en donde el cuerpo yace ahora entre yerbajos igual que Thousand Yard Stare recuerda el vacío de la obra «Untitled 1531» de Cindy Sherman; del mismo modo que aparece el cuerpo espatarrado en Étant donnes de Duchamp, sosteniendo la lámpara de a medio-gas estoicamente y que dice, queda ya poco que iluminar. Kaprow (2007) nos plantea que la única opción para redimirnos de la actual situación artística, es reemplazar la identidad del artista (Clair, 2007, p. 69) y desnudar la cultura que embarra el mito del arte. Rescatarla de su situación penosa. Aún así, no debemos cejar en el empeño, y si se juzga el arte con semblanza, es por el bien de aquellos que verdaderamente lo aprecian. De ser artista sin querer serlo. Fukuoka, nos habla de encontrar el valor de las cosas sin esperar nada a cambio:

He estado diciendo que todas las cosas son por ningún motivo, que la humanidad es ignorante que nada hay por lo que valga la pena preocuparse, y que todo lo que se hace es un esfuerzo inútil. ¿Cómo puedo decir esto y luego seguir hablando como ahora? Si me lanzo a escribir algo lo único que puedo escribir es que el escribir carece de valor. Esto es muy confuso. (Fukuoka, 1978, p. 55).

            Podemos emplear la permacultura como concepto para repensar el arte. Una de las formas de cultivar de la permacultura consiste en crear montículos con especias en forma de espiral que cobran sentido entre ellas y que establecen la consonancia con el sol, la humedad y demás agentes externos. Es decir, la estructura que gobierna estos cultivos, aprovecha de su rotación, de su ubicación y conexión entre conceptos más allá de meras relaciones forzadas, se establece un diálogo veraz y sensato dentro de la naturalidad, evitando que aquellas relaciones no produzcan más que inconexiones y rizomas que germinan y crecen en bucle sin dar fruto. La permacultura, pretende:

La permacultura es un sistema de diseño para la creación de medioambientes humanos sostenibles (…) En un nivel, la permacultura trata con plantas, animales, construcciones e infraestructuras (agua, energía, comunicaciones). Sin embargo, la permacultura no trata acerca de estos elementos en sí mismos, sino sobre las relaciones que podemos crear entre ellos por la forma en que los ubicamos en el paisaje. (Mollison, B. p. 2). Introducción a la permacultura.

            Las artes hoy en día, han cometido el fallo de en-rizomarse, ya Deleuze y Guattari (2010), establecen el tipo de cultivo viral de la sistémica rizomática, que envuelve la estructura jerárquica y funcional del arte , -«las artes modernas se han convertido en un comentario en sí mismas» (Kaprow, 2007, p. 35)-; con sus museos, centros culturales, galerías y demás locales del lumpen, sus curators, sus merchantes y sus luces de colores, no hacen más que recordarnos que es un espectáculo (Debord, 2005) grotesco y lleno de negritud; «…el turbio lugar en que el museo de arte «moderno» se ha convertido» (Clair, 2007, p. 33). Un circo como en Casanova de Fellini (1976). Personajes estrambóticos de actuaciones viscerales. Enfermo, grimoso, envuelto en niebla pútrida y gris; niebla de Antonioni y de la confusión.

            Tenemos que mirar la naturaleza, su complejidad, su trascendencia. Volver a comer tomates que tienen sabor, lechuga de agua amarga, patatas de invierno, coger castañas entre las espinas, hundir lo pies en los ríos y pasar la mano por lo juncos que se ciernen en escolta a la menta debajo de los alisos, dejémonos de teatros de lo vano y de la apariencia de arte. Pensemos en entender ¿qué es verdaderamente el arte?, y después, repensémoslo. Es el momento de volver a la esencia de las cosas. Lo sostenible, se encuentra en la sensibilidad de mirar desde la catástrofe, de disfrutar con el cataclismo y pensar en lo romántico que verdaderamente ha llegado a ser el arte. Es, el panorama actual donde el arte como la naturaleza, nos escupen a la cara por haberles traicionado. Lo sostenible del arte, se encuentra en su desertización total. Lo sostenible del arte, hoy en día no es sustentable.

Notas

1. «… abajo en la fosa/ vi gentes sumergidas en excrementos/ que parecían venir de letrinas humanas/ Y mientras examinaba el fondo con los ojos/ vi a uno cuya cabeza estaba tan cargada de mierda/ que no podía verse si era laico o clérigo...».

Referencias

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