CUESTIONES

Francisco Javier Contreras H.

HAY SACERDOTES QUE NO SON PADRES

Hay sacerdotes que también son pastores y padres; y hay sacerdotes que sólo son eso, sacerdotes, sin ser pastores ni padres espirituales de nadie.
Para ser sacerdote se estudia, para ser pastor o padre espiritual de alguien, no se puede estudiar; eso se es de otra manera: es una virtud o un don que sólo Dios da a quien quiere o a quien se la pide.
Un sacerdote es un administrador de sacramentos. Él aprende en un seminario que tal o cual sacramento se logra de equis forma y se administra a las personas que cumplen tal y tal condición; y se procede para ello, de acuerdo con un protocolo o rito determinado. Y quien actúa 100% de acuerdo a las normas o cánones, entonces es un buen sacerdote; pero hasta ahí, sólo es un administrador de sacramentos. Es una autoridad en sacramentos, pues sólo él o alguien como él está autorizado para administrarlos: es pues un burócrata de la religión a la que pertenezca.
Hasta aquí, todo lo descrito no tiene nada que ver con la función de un pastor o padre espiritual, pues el sacerdocio es como un trabajo, como una profesión: algo que está normado desde su preparación, sueldo, tiempo de trabajo, edad de jubilación, etc. Nada que ver con un padre.
Para ser un padre, sea de familia o espiritual, no hay una carrera o un estudio que te prepare para ello, aunque quizá algunos cursos determinados te ayuden a mejorar lo que ya sabes hacer; pero de un número determinado de personas que estudie algún tipo de curso de cómo ser mejor padre, a algunos les servirá de mucho lo estudiado, a otros de poco y a otros de nada; porque el principal ingrediente para ser un buen padre es que te duelan los hijos: que los ames; a quien no le preocupen los hijos, todo lo que estudie le saldrá sobrando.
    Por eso mismo, para que un sacerdote se convierta en pastor o padre espiritual de una comunidad, el primer ingrediente es que le duela la gente, que sufra por sus carencias, que desee ayudarlos, que desee orientarlos. A quien le duela la gente, lo que haya estudiado y su autoridad sacerdotal le servirá para ayudarlos; si no le duele la gente, lo que haya estudiado sólo le servirá para explotarlos, hacerse rico a sus costillas y mandarlos a que peleen sus guerras que nacerán de sus intereses personales, siempre desde luego, con el pretexto de defender la religión.
Alguien que es sólo un sacerdote, no pastor ni padre espiritual, no podría ser misionero, no podría convertir a los paganos; su única función será administrar sacramentos y decir sermones que convencen sólo a los ya convencidos. Un verdadero pastor será aquel que aunque no hable, aunque no proclame, su conducta intachable y ejemplar sirva de constante pregón sobre la permanente presencia de Dios entre nosotros. Un pastor es alguien con quien no temes equivocarte, pues sabes que si es el caso, te lo indicará con ternura de padre y con la comprensión de alguien que ya ha vivido y sobrevivido a semejantes debilidades, y sabe que como él sobresalió, también los demás las remontarán y te orienta con paciencia y prudencia sobre la mejor forma de lograrlo.
Un padre no quiere que su hijo dependa siempre de él. Un padre es un formador, un pastor. Desea que su hijo sea capaz de caminar por sí mismo, y sólo se sabe realizado plenamente como padre, cuando ve que su hijo desea dar sus primeros pasos por sí mismo: sean pasos para caminar en vez de gatear o sean pasos para abrirse camino en la vida. Un padre es sabio cuando sostiene a su hijo sólo lo estrictamente necesario para que no se caiga mientras da sus primeros pasos, pero no lo sostiene tanto que le impida caminar; y es feliz cuando lo ve caminar por sí mismo. Si un padre de familia fuera feliz viendo que permanentemente sus hijos dependen de él, entonces pensaríamos que ese papá tiene algunos tornillos mal acomodados. Un papá que quiera que sus hijos sean siempre niños tiene algo mal en la azotea. La razón de ser de un papá es hacer de su hijo un ser independiente y prepararlo para que sea a su vez otro papá, deseablemente más sabio que él.
Un padre espiritual o pastor de una comunidad, es alguien que desea ver crecer espiritualmente a su grey, no mantenerlos permanentemente niños espirituales, incapaces de caminar por sí mismos. Hay lugares donde después de quinientos años de evangelización, la gente sigue dependiendo del sacerdote para tomar decisiones básicas, o sí este decide meterse en política o en cualquier área ajena al sacerdocio, los feligreses no saben distinguir cual es el campo que legítimamente le corresponde al sacerdote y cual es el campo en el que no debería de meterse. 
Felices las comunidades que tengan por líder religioso a un pastor o padre espiritual; pues crecerán como eso, como comunidades: con identidad propia, sentido de pertenencia al grupo, con solidaridad entre todos; y por ello pronto serán naciones fuertes y poderosas. Tristes los pueblos que tengan por líder religioso a un sacerdote que no sea también pastor y padre, pues nunca crecerán como comunidad, porque lo serán en apariencia, pero en la práctica serán diferentes grupos humanos amontonados físicamente, pero siempre un grupo dominando al otro, y el grupo dominante se escudará en la religión para conservar sus privilegios contra el otro y el grupo jodido mantendrá un rencor permanente contra los dominadores que impedirá que algún día los llegue a amar como a hermanos, y que sentirá una secreta alegría cuando sepa de desgracias que le suceden al dominador. Estos pueblos se conservan permanentemente subdesarrollados, porque espiritualmente son niños. Estos no ocupan que nadie los ataque, solitos se están mordiendo entre ellos, metiéndose zancadilla mutuamente unos a otros, y viviendo siempre de una falsa religiosidad que hace que las personas sean uno en el templo y otro en la vida diaria: jamás se verán entre sí como hermanos, nunca formarán una comunidad: nunca serán iglesia, nunca serán nada.

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