CUESTIONES

Francisco Javier Contreras H.

ESTE ES UN TEMA CURIOSO

Este que te voy a platicar, es un tema curioso, porque por un lado pareciera que toda la vida hemos sabido y practicado una religión y damos por sentado ese tema; pero por otro, si te pones a pensar, no sabemos nada del asunto. De chicos íbamos a la iglesia porque nos llevaban los mayores y hacíamos ciertas cosas que se daban por normales y frecuentes y creíamos que con eso cumplíamos con Dios y que ya la habíamos hecho. Pero lo real es que quienes nos enseñaron todo sobre religión, no lo conocían de primera mano, no habían estudiado personalmente La Biblia, no les constaba lo que nos decían; simplemente ellos nos enseñaron costumbres que consideraban buenas porque así se las habían enseñado sus mayores y punto.

Aquí es un asunto como cuando éramos niños y dejamos de serlo. Por ejemplo, si alguien tiene edad de adulto pero actúa como niño, quizá siga siendo niño, un niño grandote si queremos, pero un niño al fin. Un niño de más de cuarenta años, pero un niño en su forma de actuar y de ser. En religión es más o menos lo mismo. El 92 % de los mexicanos le decimos al censo que somos católicos y así aparece en la estadística; pero si eso fuera cierto, no habría tanto crimen en el país, ni corrupción, etc. Con el 92% de la población alineado con Dios, no necesitaríamos cárceles ni policía. Algo no anda bien en estas cuentas: o no es cierto que el 92% de la población somos católicos, o nomás lo somos de a mentiritas. Posiblemente muchos tenemos una religión pero no todos conocemos a Dios; quizá solo unos pocos conocen a Dios.

Aquí es como cuando éramos niños. Tú te acuerdas que si escuchábamos la palabra amor, creíamos que la entendíamos y si alguien nos hubiera preguntado si entendíamos lo que significaba la palabra amor, abríamos dicho que sí; sin embargo, cuando nos enamoramos la primera vez, cuando a la vista de una niña determinada, sentíamos maripositas en el estómago o nos temblaban las piernas, entonces nos dimos cuenta que de la palabra amor, antes no entendíamos ni papa. Ahora era otro rollo que hasta nos podía quitar el sueño. Así es con el conocimiento de Dios, siempre hemos creído que sabemos del tema, pero como no lo hemos visto en persona, ni hemos estudiado con dedicación lo que Él dejó escrito, lo real es que no sabemos nada y si un día lo encontráramos: o no lo reconoceríamos o nos temblarían las piernas; porque sería alguien muy diferente a como nos lo hemos imaginado, porque no sería nuestro amigo sino alguien lejano, ajeno a nosotros, con quien no tendríamos familiaridad.

Y este es el punto. NO SABEMOS NADA DE DIOS, pero creemos que sabemos. No nos hemos dado cuenta que no sabemos que no sabemos. No le buscamos al asunto porque creemos que sabemos lo suficiente como para decir que no me interesa ahondar más en el tema, pero lo real es que en ese asunto andamos en pañales. Y por ello, a muchas personas les pasa que no entienden porqué en la vida las cosas no les salen como quieren, y le dan a un lado y le dan al otro, y pareciera que de ninguna manera le atinan. En La Biblia, en el libro del Profeta Isaías, Dios les dice a la gente de aquel tiempo que cuando llegan al templo a buscarlo, Él se voltea para no verlos, porque lo tienen hasta la madre (lo estoy diciendo con mis propias palabras, ¿ok?), porque a Él no le interesan ceremonias mamilas, sino que piensen en sus hermanos más débiles, que se echen la mano unos a otros, que cada uno ponga sus habilidades al servicio de los demás y no se sirvan de ellas para fregarse unos a otros, etc. El punto es que mientras no seamos capaces de preocuparnos por nuestros hermanos, ni nos arrimemos a buscarlo, porque Él nos vomita (esto es textual).

Aquí el punto es que con Dios no puede uno medio andar: o andas con Él o no andas. O lo sigues o no lo sigues. O eres de su gente o no eres. Él dice, ¡o caliente o frío!, porque a los tibios los vomito (esto es textual y está en el libro del Apocalipsis). ¡Y todo esto no lo sabíamos! Creíamos que la hacíamos con bautizarnos y darnos una vuelta de vez en cuando a la iglesia. Y nunca entendíamos porqué las cosas andaban como andaban. A alguna persona le pasa que le pide ayuda a Dios, y perece que Él no lo escucha, ruega aquí y allá, hace multitud de rezos y peregrinaciones, y parece que Dios no lo escucha, y quizá debiéramos preguntarnos; ¿Será que soy de los tibios? ¿Será que Dios no está contento con mi forma de ser actual? ¿Será que debo cambiar? Te informo que en el salmo 127, Dios dice: “en vano te afanas tanto por buscar el pan, cuando El Señor colma en el sueño a sus amigos”.

Tenemos que hacernos amigos de Dios, y esto no significa ser cucarachas de la iglesia. ¿Entonces que hacer? Tenemos que meternos en serio a buscarlo, a conocerle, a seguirle, a ser su discípulo. Partir de cero. Darnos cuenta que no sabemos nada del asunto y que tenemos que empezar como los niños, haciendo bolitas y palitos para de ahí partir. Tenemos que tomar los evangelios en la mano, y hacer de cuenta que nunca oímos nada de Dios, y partir de cero, como si no supiéramos nada. Necesitamos nacer de nuevo en el plano espiritual. Leer cotidianamente la Biblia y empezar a conocer a Dios, darnos cuenta poco a poco, cómo es Él, qué le gusta y qué no le gusta.

Entonces, al intentar conocerlo, al buscarlo con ahínco, Él se dejará encontrar, (pues Él dijo que “el que busca encuentra”) y nos aceptará como amigos… y de ahí en delante nuestra vida cambiará.

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