IMPACTO ECONÓMICO DE LA RECOLECCIÓN DE RESIDUOS SÓLIDOS RECICLABLES EN TEPIC, NAYARIT

IMPACTO ECONÓMICO DE LA RECOLECCIÓN DE RESIDUOS SÓLIDOS RECICLABLES EN TEPIC, NAYARIT

Ana Griset Tapia Ibarra
María de Lourdes Montes Torres
Claudia Estela Saldaña Durán
Eduardo Meza Ramos

Universidad Autónoma de Nayarit

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El contexto de la informalidad

A principios de los años 70’s con el surgimiento del enfoque anti-pobreza, dos planteamientos emergieron para enfrentar la creciente pobreza. El primero urgía a los gobiernos a crear y expandir el empleo, para elevar de manera sostenida los ingresos reales de los sectores trabajadores. En correspondencia con esta meta, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) propuso un programa a nivel mundial que ponía al empleo como objetivo principal de las políticas de desarrollo, identificaba a los trabajadores pobres como el grupo que requería atención especial, y el sector informal como la solución. El segundo planteamiento, fue conocido como el de las necesidades básicas, definido por la OIT, como “el esfuerzo por satisfacer el nivel de vida mínimo que una sociedad debe proponerse lograr para los grupos más pobres” 1 (Murguialday Martínez, 2005).
Por otro lado, apareció por primera vez la noción doble formal/informal en la literatura académica, como resultado de un estudio llevado a cabo en Ghana por Keith Hart, en el que se introduce la noción de oportunidades de ingresos formales e informales para estudiar la ocupación del medio urbano de dicho país, de forma particular entre los estratos poblacionales con menor ingreso y múltiples ocupaciones, haciendo una distinción entre lo formal y lo informal a partir de la identificación del primero como el empleo asalariado, y del segundo como el empleo de cuenta propia 2 (Salas, 2006).
Por otra parte, Portes y Haller (2004) citando a Feige, 1990 y Castells y Portes, 1989, argumentan que el sector informal abarca "las acciones de los agentes económicos que no se adhieren a las normas institucionales establecidas o a los que se niega su protección", incluyendo "todas las actividades generadoras de ingresos no reguladas por el Estado en entornos sociales en que sí están reguladas actividades similares". Dentro del mercado laboral en México, estas actividades han generado un crecimiento desbordante en la economía informal, con la proliferación de puestos de trabajo precario, de muy baja productividad, realizado por individuos que cuentan con un escaso o nulo capital físico y un bajo nivel de calificación, viéndose obligados a inventarse distintos medios de supervivencia (Samaniego, 2008).
En este contexto, y de acuerdo a Ramales y Díaz 3, en México la adopción de las políticas económicas neoliberales de los últimos 25 años han propiciado el crecimiento del empleo informal; y el crecimiento de la economía centrada en el comercio externo ha favorecido básicamente las actividades del sector maquilador y sector industrial que se caracterizan por su precariedad, dadas las difíciles condiciones de trabajo y las bajas remuneraciones y la falta de la generación de fuentes de trabajo, debido a la existencia de una crisis de larga duración, caracterizada por un reducido crecimiento del Producto Interno Bruto y la incapacidad para generar los empleos suficientes que la población demanda cada año.
Uniéndose a esta discusión Rodríguez-Oreggia (2007), tomando de referencia cifras de INEGI, argumenta que se espera que en los próximos años se incorporen cerca de diez millones de trabajadores al mercado laboral, además de los ocho millones inactivos esperando entrar a dicho mercado. Partiendo de estas cifras, en México se pueden manejar cifras redondeadas y decir que hay aproximadamente 29 millones de personas ocupadas; de ellas, 15 millones trabajan en el sector formal y 14 millones de personas labora en el sector informal. Esto representa el 48.3% del total de personas empleadas, que es una cifra muy alta (Algunas estimaciones indican que la participación ha sido en promedio del 54.0% de la población económicamente activa en áreas urbanas durante el periodo 1994-2002) de cualquier manera, los diversos cálculos hablan de una enorme cantidad de trabajadores ubicados en la llamada informalidad (Campos, 2008).
Partiendo de la perspectiva de la informalidad existen dos visiones contrapuestas que identifican el origen de la informalidad en la pobreza, o las que la identifican simplemente con la elusión de costos. Para la primera visión, las actividades informales son de supervivencia o de subsistencia; para la segunda, se trata de llegar a un umbral de rentabilidad o de obtención de beneficios evitando el cumplimiento de normas que imponen obligaciones onerosas (Daza, 2005).
Partiendo de la primera visión, existen diversas actividades desempeñadas dentro del marco de la informalidad, pero la que se analizará, es la relacionada a la recolección de residuos sólidos urbanos reciclables, partiendo del contexto latinoamericano, y que en el sistema de manejo de los residuos sólidos municipales participan diversos agentes; uno de los cuales se conforma por recolectores informales que no forman parte de la plantilla oficial de empleados públicos encargados del aseo de las ciudades (Castillo J., 2007).

La pepena como trabajo informal

La pepena se originó en los países desarrollados debido a la carestía que se produjo en la Segunda Guerra Mundial, que hizo necesaria la recuperación de diversos subproductos 4 de los tiraderos. Poco a poco este método se fue extendiendo a todo el mundo y mientras que en los países desarrollados, con el avance tecnológico, los pepenadores casi han dejado de existir; en los países en desarrollo se ha convertido en una actividad fundamental en el proceso de recolección de productos reciclables. Actualmente, son miles de seres humanos los que viven de y en la basura realizando actividades de pepena, al ver que ésta tiene una riqueza potencial que les permite vivir de la podredumbre de la sociedad moderna (Aguilar Rivero, 1999).
Continuando con Aguilar (1999), clasifica a la pepena en prepepena y pepena, siendo la primera, la actividad de selección de productos reciclables que se da en el trayecto de los residuos hacia su disposición final, es decir, la prepepena se realiza durante el proceso de recolección manual con el trabajador de servicio de limpia que pasa por las calles de la ciudad, pero de igual forma ésta se da con los pepenadores libres que proliferan por las calles buscando en las principales avenidas, mercados, escuelas, etc.; mientras que la pepena, es la actividad de selección de los subproductos que se da en los tiraderos, entierros o rellenos sanitarios.
Bernache et al (1998), definen a las personas dedicadas a la prepepena o pepena como pepenadores, los cuales son personas de clase socioeconómicamente baja que se dedican a recibir la basura, luego la separan y la venden como subproductos: papel, cartón, metales, vidrios, plástico y otros artículos. Normalmente su trabajo no tiene el reconocimiento que debería dado que es considerado indigno o sin mucho sentido, aunque la mayoría de la población no se dé cuenta, su labor es de suma importancia, las autoridades públicas están conscientes de sus acciones y el mérito que tiene su labor.
Por su parte, para Mora (2004), estos grupos conforman sociedades cerradas con sus propios hábitos y costumbres, con sus creencias y sus valores en donde la gente de afuera no puede entrar. Además, los pepenadores han adquirido derechos sobre la basura en virtud de que nadie los ha controlado. Los grupos de pepenadores están bien organizados en los grandes tiraderos y pueden llegar a tener una fuerza significativa. Es importante tener en cuenta que la pepena no es una actividad transitoria o complementaria, sino que se ha venido transformando con el paso del tiempo, en una forma de sobrevivencia, llena de sacrifico individual y lucha colectiva, pero al mismo tiempo envuelta en la corruptela y en el manejo político, robustecida con las crisis económicas y con las relaciones clientelares y corporativas establecidas entre amplios contingentes reclutados del desempleo.
Por otra parte, Villanova (2012), argumenta que los pepenadores que no pertenecen a los rellenos, como los menciona Aguilar (1999) “pepenadores libres”, recorren las calles realizando un trayecto fijo todos los días. Una vez seleccionado el material lo clasifican y luego lo venden a centros de acopio u otros intermediarios que participan en el circuito.

La recolección informal de residuos sólidos urbanos reciclables

Rogerson, citando a Furedy (1990, 1992 a) y a Hope (1998), afirma que durante la década de 1990 la gestión de los residuos sólidos, re-emergió como un elemento clave en los debates en torno al desarrollo urbano sostenible en el mundo en desarrollo, siendo un tema de especial preocupación el papel y el potencial de la economía informal en la gestión de residuos, por su parte, como señala Beall (1997:70), "En las ciudades del Tercer Mundo, hay legiones de hombres, mujeres y niños que se ganan la vida a partir de la recuperación, clasificación y venta de artículos recuperables de residuos sólidos".
Actualmente, la participación del sector informal en el manejo de los residuos sólidos urbanos (RSU), prácticamente está presente en todos los países en desarrollo, predominantemente en las zonas urbanas, donde existe un mercado para la venta de los subproductos seleccionados. Esta práctica se realizaba en los países europeos; por ejemplo, en Alemania existieron los compradores de hierro viejo durante décadas después de la Segunda Guerra Mundial y actualmente en Lisboa se recuperan los cartones de las tiendas después del cierre en las zonas comerciales (Florisbela y Wehenpohl, 2001).
Los trabajadores insertos en estas actividades son generalmente los más marginados y desprotegidos de todos los estratos laborales, lo que los hace más vulnerables a sufrir violaciones a sus derechos humanos fundamentales, pero son aquellos, que en este momento se encuentran participando de manera activa en la disminución de los residuos sólidos urbanos reciclables, a través de la separación y recolección según su composición física (Castillo J., 2007).
Esta actividad, aunque menospreciada por muchos, es importante ya que evita que toneladas de residuos sólidos urbanos reciclables, lleguen a los rellenos sanitarios, así como la tarea de suministrar las materias primas necesarias por las industrias recicladoras de papel, plástico, aluminio, fierro y vidrio (Florisbela Dos Santos & Wehenpohl, 2001). Estas personas dedicadas a la recolección de residuos sólidos urbanos reciclables, de acuerdo a su composición (papel, vidrio, plástico y aluminio), se denominarán en este estudio como recolectores informales de residuos sólidos urbanos reciclables (RIRSUR), para diferenciarlos de los pepenadores, ya que estos últimos, se dedican a realizar esta misma actividad pero en los rellenos sanitarios.

Los recolectores de residuos sólidos urbanos dentro del contexto informal en América Latina.

En los países de América Latina la recuperación de residuos también se produce, pero por caminos muy diferentes a los usualmente sugeridos; concretamente, en Colombia, Brasil, Argentina y México, en lo relativo a recolección selectiva de desechos y amplios sectores de población en situación de pobreza, son los pobres urbanos los que se dedican a la tarea de recolectar y vender residuos como modo de supervivencia ante la ausencia de otras opciones de empleo en el mercado de trabajo. En este contexto, los “pepenadores” en México, los “hurgadores” en Uruguay, los “basuriegos” en Colombia, los “catadores” en Brasil, los “segregadores” en Perú, los “cirujas” o “cartoneros” en Buenos Aires, constituyen el primer eslabón de una cadena de recuperación y comercialización, que comienza con su actuación, atraviesa una cadena de intermediación de compradores y vendedores y finaliza con la  compra por parte de empresas que actúan en el mercado formal de la producción, y se abastecen, en buena medida, desde esta cadena de recolección y recuperación (Boy & Paiva, 2009).
Debido a su importancia, se abordan de forma particular los casos de Colombia, Brasil, Argentina y México ya que estos cuentan con un importante antecedente en lo referente a la investigación realizada.

El caso de Colombia

Según el análisis de Medina (1999), Colombia es el país más avanzado en materia de reciclaje en América Latina, gracias a los esfuerzos de fundaciones y organismos privados. Entre las principales menciona a La Fundación Social (FS), que trabaja a favor de los recicladores informales, actualmente cuenta con más de 100 cooperativas que agrupan a más de 4,500 familias de recicladores, observándose que las condiciones de trabajo varían de una cooperativa a otra. En algunas, sus miembros utilizan vehículos de tracción humana para transportar los materiales que recuperan, mientras que en otras, usan la tracción animal o motorizada. Algunas cooperativas están situadas en las proximidades de los basureros, otras han establecido rutas específicas, de modo que sus miembros obtienen materiales de los cestos de basura o de desperdicios arrojados en las calles, mientras que otras más participan en programas de separación de materiales en la fuente generadora (viviendas, comercios, oficinas y pequeñas empresas de manufacturas).
Continuando con Medina, argumenta que algunas cooperativas incluso, han firmado contratos con los municipios para la prestación de servicios; en nueve ciudades las cooperativas ofrecen servicios a empresas particulares. En total, los recicladores informales colombianos recuperan y venden más de 300 mil toneladas de materiales reciclables cada año, siendo Recuperar la cooperativa más exitosa, ubicada en Medellín, la cual cuenta con más de 1,000 miembros, entre ellos el 60% mujeres, quienes ganan un promedio de 1.5 veces el salario mínimo vigente y están afiliados al sistema de seguridad social colombiano, reciben préstamos, becas para la continuación o terminación de sus estudios y tienen seguro de vida y contra accidentes. En 1996, Recuperar obtuvo ganancias por 30,000 dólares y el contrato con la ciudad para la recolección, transporte y disposición de residuos le ahorró a la municipalidad 5,000 dólares. Durante el mismo año, Recuperar vendió más de 5,000 toneladas de materiales reciclables. Existen otras organizaciones que también trabajan a favor del reciclaje informal entre ellas se encuentra ENDA-América Latina la cual organiza conferencias, realiza investigaciones sobre el reciclaje, publica los resultados de esos estudios y creó la Escuela Popular de Reciclaje5 . Por otro lado, la Fundación FERBA, creada por empresas privadas colombianas, también apoya la creación de cooperativas y compra materiales directamente de los recicladores o de las cooperativas.

El caso de Brasil

Al igual que el caso de Colombia, la formación de cooperativas de catadores6ha ganado popularidad. Tan sólo en Río de Janeiro existen 14 cooperativas con 2,500 miembros. Una de esas cooperativas, Coopamare, recoge 100 toneladas de materiales reciclables cada mes, lo cual equivale a la mitad de lo que el programa de separación municipal de Sao Paulo recoge y a un costo menor. Los miembros de Coopamare ganan 300 dólares al mes, o dos veces el salario mínimo. En comparación, la mitad de los trabajadores brasileños ganan menos de 150 dólares mensuales, mientras que en Porto Alegre, la municipalidad incorporó a los catadores en su programa de reciclaje, lo que redujo costos y sirve al 79 por ciento de los residentes de la ciudad (Medina, 1999).
En Curitiba capital del estado de Paraná, se cuenta con un programa de separación de materiales reciclables, siendo esta la fuente más grande del país. El programa genera por lo menos 800 toneladas de materiales y los catadores, aproximadamente 3,200 toneladas. El programa les pide a los residentes que separen su “basura que no es basura”, la cual es recogida una vez por semana. Para estimular la participación de los residentes se les dan vegetales o boletos de autobús a cambio de sus reciclables. En la recolección de los materiales la municipalidad emplea a individuos desempleados o en rehabilitación por adicción a drogas. Este programa ha sido tan exitoso, que obtuvo un premio internacional del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 1990.
Por lo anterior el PNUMA (2011), dentro de su informe toma de referencia esta actividad como un sector fundamental de la economía, con el fin de orientar el desarrollo y los flujos de capital público y privado hacia este tipo de actividades, presentando a Brasil como un caso de éxito en lo relativo al reciclaje, siendo una tendencia que debería mantenerse a medida que los residuos se convierten en recursos más valiosos.
Por otra parte, un informe presentado por una organización ambientalista estimaba la presencia de entre 500 mil y 800 mil recuperadores en todo el país, de los cuales 40 mil se encontraban en diferentes organizaciones en 2008, mientras que el Movimiento Nacional de Catadores de Materiales Reciclables (MNCMR) tenía registrado en 2005 un total de 35,637  recuperadores, de los cuales 72% se encontraba fuera de asociaciones cooperativas (Villanova, 2012).
Por lo anterior, en Brasil han promovido programas y organizaciones que apoyan el reciclaje y a los recicladores informales, creándose en los últimos años por lo menos 12 programas importantes de separación de materiales reciclables en la fuente generadora en las ciudades de Curitiba, Sao Paulo, Porto Alegre, Santos, Sao José dos Campos y Sao Sebastiáo. Este tipo de programas han sido muy populares en Brasil, y hoy este país tiene mayor número de programas de separación de materiales que cualquier otro país subdesarrollado (Medina, 1999).

El caso de Argentina

En la ciudad de Buenos Aires la actividad de la recolección informal de residuos ha existido desde tiempos remotos, pero hacia mediados de la década de 1990, toma características particulares que conciernen tanto al modo de realizar la tarea, como a la potencia que adquiere este canal como vehículo de recuperación de desechos, que después de la crisis del 2001, atrajo a una parte considerable de la población; concretamente, para el año 2007, se calculaba que el 97% de los desechos generados en la ciudad de Buenos Aires, se recuperaban por esta vía (Pardo y otros, 2006: 23, Boy & Paiva, 2009).
Esta ciudad, por ser macro generadora de desechos, se convirtió en el centro de la actividad cartonera, siendo la zona céntrica donde suelen concentrase, debido a la alta generación de desechos7 dada la gran cantidad de oficinas y locales comerciales. Posterior a la recolección, los cartoneros venden los residuos a intermediarios que actúan en el sector informal de compraventa de desechos. Para el año 2006 existían en la ciudad de Buenos Aires cerca de 35 depósitos de distintos tamaños y capacidades de compra, muchos de los cuales se proveían de los residuos que les compran a los cartoneros (Boy & Paiva, 2009).
Debido a la gran proliferación de esta actividad, caso parecido al de Brasil en la ciudad de Buenos Aires, la aprobación de la ley 992 en 2003 obligó al gobierno local a realizar un registro de los recuperadores. De este modo, contabilizó un total de 8,153, cifra que sólo comprendía a quienes se habían empadronado en el Registro Único de Recuperadores. El mismo registro sumaba un total de 9,105 empadronados durante 2005 y de 16,579 en 2008. No obstante, sólo aparecían 5,280 como “vigentes”. Estos últimos son aquellos que han renovado su credencial de recuperadores, por lo que puede haber muchos más que no estén inscritos o que su licencia haya vencido pero sigan realizando sus tareas (Villanova, 2012).

El caso de México

A diferencia de Colombia y Brasil, en México no existen instituciones que trabajen a favor del reciclaje informal, salvo un caso especial. En la ciudad de México, los recicladores trabajan en los basureros (o en los rellenos sanitarios en los que se permiten sus actividades) en general están sujetos a control económico y/o político. Es común en los basureros la existencia de relaciones de clientelismo político, en las cuales los líderes de los “pepenadores” son legitimados por las autoridades al otorgarles concesiones para la recuperación de materiales, esquema bajo el cual los líderes, operan en un mercado monopsoníco8 , que se traduce en precios bajos y explotación de los recicladores (Medina, 1999).
Debido a lo anterior, introducir importantes cambios tecnológicos en los tiraderos produciría efectos drásticos en los miles de pepenadores que viven y trabajan en los tiraderos, de ahí su oposición permanente a los cambios y modificaciones que han propuesto modernizar o tecnificar el destino final de los desechos, los cuales, hasta la fecha, no han podido alterar los mecanismos de explotación que prevalece en su interior, dificultando la búsqueda de organización social de este trabajo que se consideran en la formación de cooperativas de pepenadores, las cuales ofrecen ciertamente mayores posibilidades de que esta actividad constituya una opción laboral valorada socialmente de manera positiva (Castillo, Camarena, & Ziccardi, 1987).
En los tres principales tiraderos de la ciudad de México se encuentra la influencia de la principal organización de pepenadores del D.F.9 , agrupación formada a mediados de la década de los 60’s por el llamado “zar de la basura” Rafael Gutiérrez Moreno. En algunos tiraderos (Santa Catarina y Bordo de Xochiaca) su control es único y absoluto; en otros (Santa Fe, parte baja) controla entre 60 y 80 % de los terrenos y de los pepenadores compartiendo el poder con otros concesionarios de menor tamaño. El promedio de aprovechamiento de la basura en estas condiciones fluctúa entre el 5 y 10% máximo del total que llega a los tiraderos. El precio promedio de la basura seleccionada que se compra a los pepenadores es de 21 pesos por kilogramo, mientras que el precio promedio de los materiales que son vendidos a las industrias es de 60 pesos el kilogramo, existiendo un dócil e incondicional apoyo a los líderes con el fin de que no se les quite su basura y que existe la creencia de que si no protegen al tiradero y a sus organizaciones y dirigentes “personas ajenas” que llegan a los tiraderos, podrían quitarles lo que hasta ahora es su único sustento (Castillo, Camarena, & Ziccardi, 1987).
Además de lo anterior, se estima que existen entre 25 a 30 mil pepenadores en los tiraderos de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, los cuales pueden estar asociados en alguna de las tres organizaciones existentes. Una de ellas se ubica en San Juan de Aragón, y lleva por nombre “Asociación de Selectores de Desechos Sólidos de la Metrópoli A.C.”, la segunda está establecida en Bordo Poniente y se identifica como “Frente Único de Pepenadores A.C.”; y por último la  “Unión de Pepenadores del D.F. Rafael Gutiérrez Moreno A.C.” con ubicación en Santa Catarina. Estas organizaciones que aparentemente operan como cooperativas, no son tales, ya que los pepenadores no son socios y los beneficios no se distribuyen como en una cooperativa. Se trata de una empresa privada informal que prácticamente es propiedad del líder y su entorno no paga impuestos, ni cotiza para el pago de beneficios sociales de su personal (Florisbela Dos Santos & Wehenpohl, 2001).
Por otra parte, a diferencia del resto de los tiraderos del país, en específico de la Ciudad de México, la disposición final de los desechos y su aprovechamiento, como el caso de ciudad Juárez, ha permitido una distribución más justa de los ingresos y una organización eficiente del trabajo. Además, el ejercicio de una gestión colectiva ha eliminado la existencia anterior de formas de caciquismo que por lo general, prevalecen en esta clase de actividades, gracias a la existencia de la organización de los trabajadores seleccionadores de basura, la sociedad cooperativa de seleccionadores de material (SOCODEMA), ya que anteriormente las condiciones de trabajo que prevalecían en el tiradero de Ciudad Juárez antes de la constitución de SOCOSEMA en 1975, eran extremadamente desfavorables para los pepenadores, los cuales percibían bajísimas remuneraciones y soportaban pésimas condiciones de trabajo y de vida, convirtiéndose en ejemplo de una de las alternativas que sugieren la posibilidad de implementar mejores formas de aprovechamiento de la basura como materia prima.  (Castillo, Camarena, & Ziccardi, 1987).
En ese sentido, los resultados de la formación de la cooperativa fueron espectaculares, meses después de haber iniciado operaciones, y una vez que terminó la explotación y los bajos precios fijados por el concesionario anterior, sus miembros vieron multiplicados sus ingresos por diez. Es decir, sus ingresos se incrementaron en un 1000 por ciento debido a la formación de la cooperativa. Sus miembros ahora reciben cursos de administración cooperativa, construyeron una escuela para sus hijos, tienen acceso a cuidado médico y protección legal. La cooperativa tiene acuerdos con fábricas locales con las que obtiene los materiales reciclables que se generan en ellas a cambio de proporcionar servicios de limpieza a las mismas. En caso de no generarse reciclables, a la cooperativa se le paga por sus servicios, y cuando existe fuerte demanda por algún material, la cooperativa compra materiales de recicladores no organizados que han sido recuperados en la misma ciudad o en comunidades cercanas. Para estimular a los residentes para que separen sus materiales reciclables en la fuente de generación, la cooperativa ha realizado campañas de concientización sobre los beneficios económicos y ambientales del reciclaje, y a quienes separan y entregan materiales se les paga por los mismos. Como resultado, los 200 miembros de la cooperativa han alcanzado un nivel de vida más alto y estable que cuando existía el concesionario anterior (Medina, 1999).
En este contexto, se han realizado investigaciones en torno a la recolección informal de residuos sólidos reciclables ya que esta actividad ha despertado gran interés debido a la formación de cadenas de comercialización ejerciendo un importante papel dentro de la sociedad. Tal es el caso de estudio de dos comunidades de Baja California (Mexicali y el Valle de San Quintín en el municipio de Ensenada), donde se identificó que la intensidad de la recuperación va muy ligada al área geográfica, así como del potencial económico de la zona estudiada.
Los resultados obtenidos por Favela, Ojeda, Cruz Garduño y Aguilar (2013), en Baja California, indican que las formas de organización de los pepenadores dentro de los sitios de disposición en Mexicali (Benito Juárez y PASA) así como en San Quintín y Vicente Guerrero; se diferencian según su tipo de organización. Para el caso de la PASA existe un grupo de 382 personas, de las cuales 217 pertenecen a la CTM y las 165 restantes se encuentran bajo el liderazgo de una persona del grupo conocido como los libres. En San Quintín los pepenadores están conformados por personas solas de diferentes edades y familias completas, los cuales están obligados a vender todo lo que recuperan al dueño del predio. En el caso del sitio de disposición  en Vicente Guerrero no se permite el libre acceso, solo se permite la entrada a 4 o 5 pepenadores contratados por un particular a cambio de un salario; y por último, en Benito Juárez no existe control alguno que restrinja la entrada a los pepenadores, lo que  refleja que los pepenadores del Valle de San Quintín, ubicados en la zona rural, ganan menos que los pepenadores  ubicados en la zona urbana de Mexicali. En contraparte a este fenómeno, se observa que la ciudadanía de la zona rural es más propensa a la separación de residuos sólidos reciclables ya que esta actividad les ofrece obtener un ingreso extra; a diferencia de la población de la zona urbano que no se ve atraída por esta actividad ya que sus salarios son más altos a diferencia de los de la zona rural.
De igual manera, existe una investigación relacionada a este singular grupo de personas dedicadas a la recolección informal de residuos sólidos urbanos reciclables en la ciudad de Acapulco, Guerrero, donde este sector no se limita a la separación de materiales que pueden ser reciclables sino que a la par se relacionan con el manejo de los residuos sólidos municipales, siendo muchas veces usados por las autoridades municipales como substituto parcial del sector formal. Este grupo de personas dedicadas a esta actividad son llamados “pechugeros”, estimándose la existencia de 360, los cuales recogen alrededor de 80 toneladas diarias de basura domiciliaria y comercial en 36 colonias, 14 barrios históricos, 13 fraccionamientos y en 7 unidades habitacionales; obteniendo un ingreso promedio de 251 pesos diarios, el cual puede ser variable dependiendo de los viajes realizados al día (Castillo J. , 2007).
Por otra parte, en la ciudad de Tepic, Nayarit; existen alrededor de 300 pepenadores ubicados en el relleno sanitario del Iztete, los cuales se encuentran organizados en dos grupos, uno de ellos es dirigido por Pedro Chacón y otro por “Nuevo Amanecer”; quienes realizan la labor de separación de residuos sólidos reciclables siendo los principales, el plástico, metal y cartón, logrando rescatar un 70 por ciento del total que llega al relleno sanitario, quedando sólo un 30 por ciento confinado en el mismo. Además de lo anterior, tienen la libertad para salir a vender los materiales separados a empresas dedicadas a la compra de éstos, permitiendo que 300 familias obtengan un ingreso entre 100 y 150 pesos diarios por persona (Dirección de Aseo Público de Tepic, 2013).
En esta misma ciudad se realizó una caracterización física, cuantificación y cálculo del valor agregado de los residuos sólidos urbanos confinados en el vertedero del Iztete, la cual fue dirigida por Saldaña, Hernández, Messina y Pérez (2013), con la intención de implementar un sistema integral de residuos sólidos. Debido a que la mayor parte de los residuos que llegan al relleno sanitario son potencialmente recuperables, se calculan ingresos de hasta seis millones de dólares por año derivado de la venta de materiales reciclados; siendo esto posible si se contara con un sistema de gestión integral de residuos sólidos desde su origen en conjunto con la operación de una planta de procesamiento de plásticos; aunado a este beneficio económico se lograría recuperar hasta un 68% de los residuos sólidos urbanos, así como la disminución de costos de operación y prolongación de la vida útil del relleno. Lamentablemente, según datos obtenidos de esta investigación, no existe el interés por parte de la ciudadanía por participar en la separación de residuos propensos a ser reutilizables.

1 Siendo este nivel mínimo, poder satisfacer las necesidades humanas básicas como comida, vestido, vivienda, combustible, transporte, por un lado, y necesidades sociales como educación, derechos humanos y participación en la vida social, a través del empleo y la inclusión social, por otro.

2 “Informal Income Opportunities and Urban Employment in Ghana”, artículo presentado en una conferencia sobre “Desempleo urbano en África” en el Instituto de Estudios del Desarrollo (IDS) de la Universidad de Sussex, septiembre de 1971, posteriormente publicado en The Journal of Modern África Studies, Vol. 11, Núm. 1, 1973, págs. 61-89.

3 Ramales, M.C. y Díaz, M. (2005), “La economía informal en México, insuficiencias del modelo de desarrollo y exceso de trámites”, en Observatorio de la economía latinoamericana, número 48, septiembre del 2005. En http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/index.htm

4 Un subproducto hace referencia al cartón, papel, plástico y vidrio.

5 Esta escuela ofrece cursos a los recicladores informales sobre aspectos técnicos, económicos y administrativos del reciclaje y publica una revista educativa de historietas que se distribuye entre los recicladores.

6 Modismo utilizado en Brasil para identificar a los recolectores informales o pepenadores.

7 Especialmente papel y cartón.

8 Existencia de un solo comprador, a diferencia de un monopolio, donde existe un solo vendedor.

9 Unión de pepenadores de los tiraderos del D.F. (UPTDF)