INVESTIGACIONES Y EXPERIENCIAS EN ECONOMÍA SOLIDARIA: MÉXICO-COLOMBIA

INVESTIGACIONES Y EXPERIENCIAS EN ECONOMÍA SOLIDARIA: MÉXICO-COLOMBIA

Ramón Rivera Espinosa (Coordinador)
Universidad Autónoma Chapingo

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CAPACIDADES EMPRENDEDORAS: ESTADO DEL CONOCIMIENTO

Dra. María de Lourdes Morales Flores,
 Dr. Gerardo Arturo Limón Domínguez,
 Dr. José Marcos Bustos Aguayo

Resumen

El desempleo es un tema central en la agenda de los países con economías desarrolladas y países emergentes en su crecimiento económico. Empero, las ofertas laborales están transformando los estilos de vida de los trabajadores ya que el 63% de los puestos laborales están confinados a una oficina manipulando un ordenador. El mercado laboral definido como un escenario de oportunidades, capacidades y responsabilidades ha sido planteado, desde la Teoría de las Representaciones Sociales, la Teoría de Habitus Discursivos, la Teoría de Campos de Poder, la Teoría del Capital Humano y la Teoría de Capacidades Económicas, como un ámbito por excelencia de desarrollo humano, local y sustentable. Sin embargo, el énfasis puesto en las capacidades humanas como instrumentos de inserción laboral ha confinado a las relaciones humanas como un elemento secundario en la organización lucrativa. En ese sentido, el objetivo del presente trabajo es discutir la heterogeneidad de las capacidades asumiendo que están vinculadas con las categorías sociopsicológicas. Tal ejercicio permitirá anticipar los ejes de discusión en torno a los cuales las capacidades son consideradas como instrumentos de desarrollo no sólo personal, sino grupal.
Palabras claves; representaciones sociales, habitus discursivos, campos de poder, capitales sociales y capacidades laborales.

Abstract

The labor market is defined as a range of opportunities, capabilities and responsibilities has been raised from the Theory of Social Representations, Discourse Theory Habitus, Field Theory of Power, Human Capital Theory and the Theory of Economic Capabilities, as an area of human excellence, local, and sustainable development. However, the emphasis on human capabilities as instruments of employment has been confined to human relationships as a child in the nonprofit organization. In this sense, the objective of this paper is to discuss the heterogeneity of capabilities providing that are linked with socio-psychological categories. Such an exercise will anticipate the axes of discussion about which capabilities are considered as instruments not only personal, but group.

Keywords; social representations, discursive habitus, fields of power, social capital and job skills

Introducción

¿Cuál es la relación entre el espíritu emprendedor y las representaciones sociales, habitus discursivos, campos de poder, capitales sociales y capacidades económicas?

El Emprendedurismo supone representaciones, habitus, campos y capitales  en torno a la producción, comercialización y formación empresarial. En cierto sentido, la objetivación y anclaje, procesos esenciales de las representaciones sociales, explican la trasformación de saberes y conocimientos en sentido común, más precisamente, heurísticos desde los cuales la lógica de oferta y demanda se desvanece en afectos o sentimientos acerca de orientar tiempo y dinero a la producción.

Empero, no sólo los conocimientos son trastocados por fuerzas emprendedoras, sino además ajustados a la dinámica local. En este sentido, el discurso entre otros elementos, es el medio para construir predisposiciones en torno al mercado laboral.

Se trata de un proceso en el que los símbolos, significados y sentidos son categorizados en imágenes que impactan la interpretación y acción personal, aunque tal proceso se disemina a los grupos y organizaciones. Esto hace posible la distinción social de un sector emprendedor en alusión a la comunidad, pero incluso en referencia a los demás grupos agricultores de la región huasteca.

A nivel discursivo, no sólo es posible diferenciar los símbolos o significados en sus ámbitos temporales o espaciales, sino además anticipar la diversidad de expectativas que se generan luego de que una actividad empresarial se ha erigido como un sello distintivo de una comunidad en clara alusión a la industria, el comercio, el turismo o las pobreza, marginación, vulnerabilidad o exclusión. Tales dimensiones se condensan en propensión o aversión al futuro ya que mientras las representaciones sociales se conectan con el pasado y el futuro, generan predisposiciones de riesgo en torno a los cuales se planifica una siembra y cosecha. 
El objetivo del presente trabajo es exponer las relaciones entre representaciones, habitus, campos y capitales a fin de diversificar las capacidades relativas al emprendimiento. Para tal propósito se parte del supuesto según el cual la objetivación y anclaje del mercado laboral local determina la formación de habilidades y conocimientos. En este proceso, los habitus, campos y capitales juegan un papel preponderantemente mediador de las representaciones ya que se establecen en el núcleo histórico de las mismas.

Este ejercicio permitirá discernir escenarios futuros de emprendimiento ya que las relaciones de dependencia existentes permitirán conocer el núcleo central de representación el cual cambia en menor medida con respecto a una representación periférica del mercado laboral.

Marco teórico conceptual

Las capacidades humanas han sido planteadas por la Teoría de Representaciones Sociales (RST por sus siglas en inglés), la Teoría del Habitus Discursivo (DHT), la Teoría de Campos de Poder (PCT), la Teoría del Capital Humano (HCT) y la Teoría de las Capacidades Económicas (ECT) (véase figura 1).
Es posible observar que las capacidades humanas están diversificadas según el enfoque teórico y conceptual de la RST, DFT, DCT, HCT y ECT. Por ello, es indispensable revizar los presupuestos teóricos y conceptuales para esclarecer la relación entre los constructos teóricos. 

Teoría de Representaciones Sociales (RST)

Las representaciones son innovaciones discursivas desde las que el conocimiento científico se disemina en el sentido común y el pensamiento social, aunque ello no sólo es exclusivo de la ciencia, el arte o la cultura en general ya que los símbolos por descubrir o inventar son proclives también a su transformación en interpretaciones de la realidad y más propiamente sentidos discursivos (Caykoylu, Egri, Havlovic & Bradley, 2011). Empero, las representaciones sociales al ser comunicativas se alejan de la cognición individual y se aproximan a las relaciones asimétricas de los grupos. Una vez que la información científica está asequible, los grupos se encargan de socializar sus contenidos. Para tal fin será necesaria una diferenciación entre los grupos a fin de establecer los conflictos que los lleven a anticipar cambios. Los grupos se dividen en minorías y mayorías en torno a información circundante que les permite representar prototipos de comportamiento para construirse una identidad (Fuentes y Sánchez, 2010). En tal escenario, la percepción de justicia disemina la legitimación de las decisiones. Empero, la transferencia de información pública deviene en su incorporación al repertorio de conocimientos personales (Figeiredo, Grau, Gil & García, 2012). Este es así porque la información es un medio de difusión de las relaciones asimétricas entre los grupos e individuos, pero suponer que la dinámica grupal está imbricada al igual que la individual en un objeto de representación que cuando no es social es cultural o por lo menos contextual implica una reducción de los símbolos a expectativas, habilidades o actitudes (Mendoza, Orgambídez & Carrasco, 2010).

Más bien, las representaciones sociales son interpretaciones observables, pero ello no sugiere que estas puedan ser síntomas de percepciones, creencias, motivos o conocimientos ya que son convenciones o discrepancias, pero no pueden ser indicadores de procesos individuales (Gargallo, 2010).

Es por ello que las representaciones sociales facilitan e inhiben la inserción de símbolos en el repertorio cultural individual, pero sobre todo en las imágenes que compartimos o queremos disuadir. Se trata de un núcleo central figurativo y un conjunto periférico de actos concretos en los que los componentes ideológicos son envueltos por una periferia emergente de símbolos comunes y convencionales (Morales, Ariza & Muñiz, 2012).

Al proceso que va de lo abstracto en concreto se le conoce como objetivación y a los símbolos que se incorporan en el repertorio discursivo se le llama anclaje, empero, al ser la representación una organización de los símbolos compartidos por un grupo, la objetivación confina tales símbolos a palabras que tendrán un significado más próximo a la experiencia y estilo de vida del grupo que la adopta, o bien, le asigna imágenes a tales aseveraciones de conocimiento, aunque termina incorporándose como señales perceptuales, rasgos actitudinales o síntomas de disposiciones (Galindo y Echavarría, 2011).

En el caso del anclaje, se trata de un proceso complementario de incorporación de símbolos al archivo perceptual o actitudinal del individuo, pero el anclaje supone una defensa mediante esos mismos símbolos que en el pasado fueron incorporados y que ahora compiten por el control de las decisiones y acciones personales (Gaxiola, Frías, Hurtado, Salcido & Figueroa, 2011). En ese sentido, concreción, regulación y defensa se constituyen como elementos fundamentales de las representaciones sociales, aunque ocurran en la mente humana, en realidad son convenciones por no decir construcciones de la realidad que al ser compartidas por un grupo organizan no sólo a las personas, sino a su entorno. Es decir, las representaciones sociales son organizaciones de la realidad que impacta al individuo y al grupo, pero es una obra social que por ser invisible pensamos que se transforma en imágenes, pero sólo basta con cambiar de contexto para dar cuenta de la diversidad de representaciones.
De este modo, en un contexto en el que los símbolos están orientados por representaciones sociales y los significados por sus procesos de objetivación y anclaje, los sentidos o direcciones de símbolos y significados son orientados por la defensa de las representaciones que ante conflictos y cambios repercuten en su centralidad porque la periferia es tan abrupta que devela una interrelación con la centralidad y ello hace suponer que las representaciones sociales en realidad son interpretaciones más que comunicación, cognición o persuasión, son información que puede ser sesgada para transformar usos y costumbres (Vargas & Arenas, 2012).

En el caso de la migración y el emprendimiento sus representaciones sociales parecen estar confinados a una dinámica de corto plazo ya que los costos y beneficios son quienes más modificarían la centralidad de la representación social. Es decir, ante préstamos, créditos, financiamientos, inversiones y demás apoyos económicos, los migrantes, comerciantes y caficultores están expuestos a tomar sus decisiones ya no a partir de su sentido común, sino a partir del balance entre sus ingresos y egresos (Vargas & Mota, 2013).

De acuerdo con el estado del conocimiento, migración y emprendimiento son procesos psicológicos y sociales explicados desde la representación social, clima organizacional, confianza (Velasco, Spencer & Navarra, 2011), liderazgo (Anwar & Norulkamar, 2012), compromiso (Danes & Juyoung, 2013), capital, habitus y satisfacción.

A partir del estado de la cuestión es posible anticipar un modelo reflejante para ilustrar las representaciones sociales centrales y periféricas en torno a la caficultura en Xilitla, San Luis Potosí, México.

Antes bien, las representaciones sociales únicamente explican los contextos de migración y emprendimiento, pero no aclaran su permanencia. Es decir, por qué México es un país expulsor de migrantes y ahora por qué se transforma en un país de emprendedores son cuestiones que sólo pueden ser explicadas desde la Teoría del Habitus Discursivo.

Teoría de Habitus Discursivo (DHT)

El concepto de habitus alude a un conjunto de disposiciones ancladas, si se quiere relacionar con las representaciones sociales, en el núcleo o centralidad de un contexto (Bourdieu, 2011). En tanto sistema de disposiciones, están indicadas por asociaciones entre personas, comportamientos, sentimientos, oportunidades, capacidades, responsabilidades o libertades (Capdevielle, 2011). Sin embargo, sus síntomas psicológicos son sólo parte de dimensiones sociológicas desde las que es posible advertir diferencias entre grupos, comunidades, sociedades, culturas o generaciones (García, 2011). Se trata de relaciones entre las estructuras, creencias, normas y valores, que pueden estar en organizaciones o instituciones, pero al no ser exclusivas de tales contextos abre la posibilidad de que los habitus sean en sí mismos contextos de escenarios (Vega, Madrazo & García, 2011). En tal proceso, el habitus discursivo se enlaza con prácticas que enaltecen las diferencias entre individuos ya que pueden actuar bajo el mismo contexto, pero la significación o resignificación de espacios, objetos o personas es diferente. Esto es así porque los habitus son producto de asimetrías, discrepancias, controversias, desencuentros o tensiones que pueden ser de corta duración, aunque puedan extenderse dada la magnitud del conflicto y sobre todo, la influencia del contexto (Castro & Martins, 2010). Lo cierto es que un contexto impacta acciones, sentimientos, percepciones y pensamientos de un modo más duradero porque se infiltra en la estructura de las habilidades discursivas y al ser naturalizadas, siguiendo el discurso de las representaciones sociales, ya no sólo están en la periferia, sino se han incorporado al núcleo central. Es decir, los habitus son el resultado de la penetración del contexto en el repertorio cultural de los individuos y al haberse infiltrado en los conceptos de defensa han logrado familiarizarse con los elementos centrales (Castro, 2011). 

Joignant (2012) reconoce que los habitus son, en esencia, una consecuencia del contexto en forma de esquema y organización de símbolos. Esta dualidad hace más factible reconocer la complejidad del contexto ya que los habitus son sus indicadores. Se trata de un contexto, en términos de vida humana, corto ya que son estructuras heredadas y aprendidas en los primeros años de vida. Tal proceso devela una dimensión sociohistórica del habitus y por ende otra dimensión sociopolítica consistente en la socialización de los esquemas y estructuración de las disposiciones cual si fuese un proceso dialéctico, pero no lo es porque más bien se trata de la influencia del contexto en los esquemas personales (Robles & Leso, 2012).

Al igual que las representaciones sociales que se defienden de la emergencia de otros símbolos, el habitus no reparara en contrarrestar la influencia de otros habitus mientras define las acciones a seguir según los contextos a disuadir puesto que nuevos acontecimientos implicarían una diversidad de respuestas, pero tales recursos son más bien homogéneos gracias a que cada persona incorporó un sistema de símbolos, significados y sentidos que los diferencian de otras personas o de sí mismas bajo circunstancias similares o diametralmente diferentes (Basta, Cavalleri, Fink, López, Maiola, Stancanelli & Vdovsov, 2012).

En suma, los habitus provienen del pasado ubicado en la infancia, pero también al ser adquirido y no sólo heredado, supone disposiciones emergentes que indican la penetración del contexto en la estructura de disposiciones (Martínez, 2013).

En el caso de la migración y el emprendimiento, los habitus explican el proceso por medio del cual una sociedad transita de expulsores a comerciantes (Chinchilla & Cruz, 2010). Esto desde luego, va más allá de la influencia del contexto en las comunidades o individuos, supone la incidencia de políticas públicas relativas al turismo ya que la comunidad huasteca de Xilitla obtiene sus ingresos a partir de la promoción de su espacio ecoturista, zonas montañosas y boscosas así como sus usos y costumbres cafetaleros. De este modo, los habitus del pasado comunitario explican la migración ya que en su afán de construir un patrimonio los residentes de Xilitla tuvieron que buscar empleo fuera de su territorio. Una vez edificado un patrimonio, los exmigrantes retornaron a su comunidad para establecer los discursos adquiridos en el exterior y que es posible identificar como un proceso de emprendimiento si se asume que para tal propósito se generó un clima de confianza, compromiso y satisfacción. Es decir, las nuevas generaciones de emprendedores son el resultado de una generación que heredó un habitus migratorio y/o transformó en un habitud emprendedor, pero tal proceso debió ocurrir en un contexto en el que las políticas de fomento empresarial estratégicamente se orientaron al turismo y sus derivados. Se cumple así la premisa sociohistórica del habitus según la cual una coyuntura es el resultado de una estructura, aunque no del todo influida, si ha sido trastocada en sus fundamentos ya que la comunidad de Xilitla ahora es emprendedora. La repavimentación de sus calles, la remodelación de sus edificaciones, la reubicación de sus residuos, el financiamiento de su comercio y la inversión en infraestructura hotelera, restaurantera y carretera hacen suponer que la comunidad apuesta por el turismo como alternativa de progreso y prosperidad, pero existe un sector cafetalero que ha sabido insertarse en el habitus migrante y ahora en la nueva dinámica emprendedora ya que emplea a otros trabajadores de pueblos circundantes y comercializa con otros grupos de caficultores de la región huasteca.

Si bien es cierto que el habitus migrante y empresarial son discursos relativos a la búsqueda de oportunidades, capacidades y responsabilidades, llama la atención que en el caso del habitus migrante las emociones predominan sobre las acciones o deliberaciones que corresponden al habitus emprendedor (Vargas, 2011). Es decir, la diferenciación entre uno y otro habitus estriba en que la situación económica impedía la realización de innovaciones y orientaba las acciones a la migración mientras que en la situación actual parecen conjuntarse los factores mínimos para la realización de proyectos que son financiados por el Estado a través de la secretaria de turismo y del trabajo, pero que son aceptados y desarrollados por la comunidad (Vargas, 2013).

Empero, a la par de que se forjó un habitus emprendedor, se redistribuyeron los recursos, principalmente los discursos y sus bienes simbólicos que dieron origen a escenarios de poder sin los cuales sería imposible explicar las diferencias entre jornaleros y caficultores, autoridades y ciudadanos, políticos y comerciantes.

Teoría de los Campos de Poder (PCT)

Un campo de poder es el equivalente a uno electromagnético, ya que denota un espacio construido por fuerzas internas en referencia a externas (Berdecia, González & Carrasquillo, 2012). No obstante, un campo de poder es simbólico más que físico o magnético, pero funciona de un modo similar porque atrae a propios y expulsa a extraños (Díaz, 2013). Sin embargo, un campo de poder sólo refleja relaciones asimétricas respecto a bienes o capitales simbólicos que estructuran a grupos frente a conflictos que los diferencian de otras comunidades (Joignant, 2012). De este modo, los campos de poder se enlazan con representaciones y habitus al circunscribir el anclaje y defensa de símbolos, empero a diferencia de estos mismos, los campos de poder reflejan asimetrías y por ello se asumen como una causa de las representaciones y habitus.

Más que la socialización de las diferencias, los campos de poder son la interrelación de recursos o capitales que definen el poder de un grupo sobre otros similares en sus habitos o representaciones (Fortich & Moreno, 2012). En este sentido, si un campo de poder emite símbolos que serán resignificados por individuos, entonces se trata de ámbitos en los que la defensa de representaciones y habitus predomina sobre la producción de símbolos. Rivas (2012) sugiere que tales escenarios de defensa simbólica indican la actividad profesional de un grupo. Se trata de un espacio deliberado en el que la producción de símbolos esta confinada a la defensa de dicho territorio más que a su resignificación o cambio. 

En el caso de la migración, un campo de poder es inferido por el discurso en torno a la travesía, la permanencia o el retorno. Es decir, los migrantes construyen símbolos para defender su estilo de vida como migrantes a diferencia de quienes residen con todos los derechos y garantías individuales. Empero, los migrantes construyen un campo de poder no para preservar sus modos de convivencia, sino para resguardarse de otros discursos que les impliquen el abandono de sus raíces y el recorte de remesas para sus familiares (Giddens, 2011). Es por ello que el monto de envíos de dinero sobrepasa otras fuentes de ingreso como el turismo, pero además la migración parece sustentarse por las redes de capital o bienes simbólicos que los mismos migrantes llevan consigo cada vez que relatan sus experiencias. En contraste, el espíritu emprendedor parece configurarse a partir de múltiples espacios de poder (Lanier, 2012). Cuando menos caficultores, intermediarios y vendedores construyen discursos a partir de la distribución de sus espacios interactivos. Piénsese en los caficultores que delimitan sus acciones y discursos a la siembra y cosecha, naturalmente están en desventaja con respecto a quienes gestionan sus recursos financieros, logísticos o productivos.

No obstante, un campo de poder es simbólico y como tal se entiende que los conflictos y cambios que en el ocurren también lo son. Es por ello que ante sequias e inundaciones los símbolos de poder que están en juego se refieren a pronósticos y estrategias relativos a tecnologías y gestión del conocimiento. Es decir, quien accede a información especializada tiene el control del campo simbólico de poder.

Pueden observarse como indicadores del campo de poder relativo a la migración algunos rituales vinculados con la travesía, la permanencia y el retorno. En el caso opuesto, los indicadores del emprendimiento, en tanto campo de poder, estarían concretados en los saberes y conocimientos deliberados o heurísticos, planificados o improvisados, sistemáticos o automáticos. Es decir, mientras los migrantes utilizan como escenarios de influencia a los afectos y emociones, los comerciantes aluden al conocimiento administrativo o jurídico para diferenciarse de otros grupos económicos con los que compiten.

Precisamente, es aquí donde la comunidad de Xilitla en referencia a otras aledañas, ha construido discursos alusivos a la generación de oportunidades y capacidades para un crecimiento responsable social y ambiental. Ello implica elementos relativos a sus bienes o capitales simbólicos.

Teoría del Capital Humano (HCT)

El concepto de capital es equivalente a bienes o recursos que son utilizados para enaltecer a un individuo sobre otro respecto a libertades y oportunidades de elección (Castel & Freundlich, 2010). Sin embargo, el término es volátil ya que supone indicadores económicos, culturales, naturales o sociales. Empero, la literatura sobre el capital humano parece converger en cuanto a que se trata de valores, habilidades y conocimientos adquiridos por la formación profesional (Coronel, 2010).

Incluso los elogios son parte del capital humano ya que la motivación de talentos es un aspecto fundamental para un clima de confianza, compromiso y satisfacción (González & Pérez, 2012). En este sentido, el capital humano es discursivo, aunque tenga un contenido simbólico, opera de un modo peculiar a través de la motivación y el liderazgo (González, Sánchez & López, 2011). En principio, el capital humano supone la subsistencia, pero también la consolidación de un sistema de símbolos que operan a favor de una representación, habitus o campo de poder (Guillén, Lleó & Perles, 2011). En efecto, el capital humano es un instrumento de objetivación, anclaje, herencia, adquisición y construcción de escenarios de símbolos que dan poder a quienes los utiliza (Joignant, 2012).

Empero, el capital humano es un instrumento frágil ya que puede romperse si existe un intersticio de desconfianza o ausencia de compromiso (Manning, 2010). O bien, es un medio de manipulación que consiste en materializar las expectativas o consolidar las redes colaborativas desde las que se tejen representaciones, habitus y campos como discursos en torno al poder (Sen, 2011). Del mismo modo que el crédito financiero opera como respaldo de confianza y certidumbre para las relaciones comerciales, el crédito del conocimiento, valores y habilidades que se le otorga a un grupo o individuo expresa confianza en que tal persona es capaz de satisfacer una necesidad, solucionar un problema o simplemente ampliar la brecha simbólica entre grupos (Sobrados & Fernández, 2010). Es decir, se trata de talentos humanos que pueden llegar ser líderes de opinión y movilización a favor de intereses económicos, políticos, sociales o culturales.

En el caso de la migración, el capital humano atiende a la expulsión de talentos no sólo por sus conocimientos o habilidades, sino por sus valores de honestidad como es el caso de jornaleros o cuidadoras que en el mercado son vistos como ejemplos de dedicación y esfuerzo. En el caso de las organizaciones, los valores de lealtad y compromiso son requisitos indispensables para la calidad y competitividad de las pequeñas y medianas empresas frente a la inserción de las trasnacionales en la comunidad.

Ambas dimensiones del capital humano, migratoria y empresarial parecen aproximarse dado que ambas comparten valores que hacen únicos a los migrantes y emprendedores de Xilitla con respecto a otras comunidades que vieron partir a sus jóvenes, pero no los vieron retornar, o bien, observaron como las ganancias de sus empresarios no se reinvirtieron en sus comunidades y al final quedaron abandonadas sin recursos naturales ni infraestructura para el turismo ya que sus migrantes no regresaron y pasaron de ser pueblos originarios a pueblos fantasmas sin haber sido pueblos mágicos.

Tal diferencia se explica por la generación de oportunidades no sólo de empleo, sino de vida y crecimiento personal que conlleva habilidades y responsabilidades.

Teoría de las Capacidades Económicas (ECT)

Una capacidad es el resultado de libertades y oportunidades al mismo tiempo que es la causa de la generación de responsabilidades sociales y ambientales (Arnau & Montané, 2010). En tal sentido, la Teoría de las Capacidades Económicas asume que la libertad de elección, difundida por políticas públicas liberales o neoliberales, es el contexto propicio para el surgimiento de oportunidades que obligarán a los individuos a perfeccionar o especializar sus conocimientos y ajustar sus habilidades a los requerimientos del mercado (Cuesta, 2012). Ello implica saberes de anticipación y comprensión de las problemáticas. Sobre todo frente a crisis, la selección de los elementos más adaptativos es menester para afrontar los retos de cambios inesperados que no suponen conflictos o diferencias entre las partes involucradas en la competencia por los recursos (Borjas, 2010). En el caso de los grupos y sus dinámicas diferenciales internas, las capacidades son una fuente de estabilidad ya que la diversidad de oportunidades genera ideas innovadoras de las cuales la más óptima será elegida por el grupo (Long, 2013).

Ante los desafíos del entorno, los grupos buscan a toda costa solventar sus carencias mediante la mejora continua de capacidades vía el adiestramiento o entrenamiento, pero al ser un proceso externo, transforma de un modo u otro la dinámica del grupo (Sen, 2011). A medida que tales respuestas a la contingencia interna proviene de diversos saberes y conocimientos, mayor es la probabilidad de que permanezcan en constante competencia para beneficio del grupo (Genesí, Romero & Tinedo, 2011). Es así como un grupo adquiere ventajas competitivas respecto a otro similar en representación, habitus, campo o capital, pero diferente en cuanto a libertades, oportunidades, capacidades y responsabilidades (Henao & Londoño, 2012).

Las capacidades económicas explican las diferencias grupales en una misma comunidades y la competencia por sus recursos sean financieros o naturales (Ríos, Téllez, & Ferrer, 2010). En el caso de la migración y el emprendimiento, las capacidades son el resultado de una serie de políticas públicas relativas a la expulsión de mano de obra barata y al fomento empresarial para el desarrollo del turismo a gran escala.
 
Es posible observar que las capacidades económicas migrantes obedecen a una serie de intenciones y acciones bajo riesgo frente al emprendimiento de procesos productivos, distributivos y logísticos bajo un contexto de flexibilidad. Ambas dimensiones desreguladas por el Estado y sus políticas de fomento empresarial a costa de reducir los derechos laborales. Sin embargo, el apoyo financiero supone una planificación mínima de las organizaciones siempre que se justen a los objetivos de los programas de públicos para emprendedores, microempresarios o comerciantes en torno a la caficultura. En contraste, la migración desamparada del Estado, asume comportamientos de riesgo que implican una mayor probabilidad de improvisar la práctica migrante, inserción laboral, redes de apoyo, o bien, mayores posibilidades de fraude, extorsión o robo de bienes. En este sentido, las capacidades denotan habitus de riesgo y representación de incertidumbre para el caso de la migración y habitus de microfinanciamiento así como representaciones de flexibilización  o alianzas entre pymes y trasnacionales para el caso del espíritu empresarial.
 
En síntesis, ambas dimensiones, migratoria y empresarial parecen diferenciarse, pero más bien son parte de un mismo proceso que va de la exclusión a la inclusión pasando por la marginación y la vulnerabilidad de una comunidad huasteca a lo largo de dos sexenios en los que las políticas públicas contribuyeron al desarrollo del espíritu empresarial en la micro región. Son precisamente, las representaciones, habitus, campos, capitales y capacidades los indicadores de dicho proceso que va de la migración al emprendedurismo.

Estado del conocimiento

Los estudios de las capacidades humanas (véase figura 2) plantean relaciones de dependencia entre las capacidades sustentadas por la RST, DHT, DCT, HCT y ECT. Cada concepto supone una incidencia sobre otro a fin de predecir las capacidades emprendedoras a partir de las capacidades de representación social del mercado laboral.

El espíritu emprendedor (véase tabla 1 en anexo) ya sea heredado en el lugar de origen o adquirido en el lugar de estancia migrante supone un proceso que culminaría con la satisfacción de vida a medida que la remuneración se incrementa o las oportunidades se diversifican (Chiang, Méndez & Sánchez, 2010). Es decir, la satisfacción de vida parece tener un vínculo con el espíritu emprendedor en cuanto a la búsqueda de utilidad, ganancia y beneficio por una actividad sistemática y que implica un compromiso con una organización.

Es por ello que en contextos de incertidumbre el Mobbing inhibe la satisfacción de vida y resignifica el espíritu emprendedor ya que los obstáculos que representan las relaciones de tarea están socavados por las relaciones humanas (López, Vázquez & Montes, 2010). En efecto, si las relaciones entre compañeros se sobreponen a los objetivos del grupo, entonces en el espíritu emprendedor emergen dimensiones de orden resiliente en los que el individuo desarrollará estrategias de afrontamiento ante los inconvenientes de laborar bajo un clima de tensión.

En tal escenario, el espíritu emprendedor correlaciona con estilos de liderazgo transformacional en los que cada uno de sus síntomas están sustentados por acciones específicas de innovación que trastocan otros estilos correctivos, evitativos, o motivadores (Molero, Recio & Cuadrado, 2010). En este sentido, las relaciones humanas entre líderes y subordinados parecen influir en el emprendimiento individual más que colectivo o grupal por el simple hecho de incluir valores egocéntricos más que altruistas.

También se observan diferencias entre hombres y mujeres con respecto a situaciones de estrés en las que el espíritu emprendedor es inhibido más en los grupos masculinos que en los femeninos (Moreno, Ríos, Canto, García & perles, 2010). Al parecer, las relaciones que se establecen entre hombres facilita el afrontamiento de ruido.

Es en los grupos masculinos en donde se gesta un clima de confianza que se vincula más con la satisfacción de vida, principal indicador del espíritu emprendedor (Omar, 2010). A medida que las tareas implican la mayor coordinación se incrementa la colaboración entre los trabajadores, pero una reducción de la misma está más próxima a la frustración, aunque ello implica la innovación de ideas como otro síntoma del emprendedurismo.

Sin embargo, los acuerdos entre líderes parece afectar más la dinámica de trabajo entre los subordinados e incluso los motiva a llevar a cabo estrategias para ajustar sus acciones a las decisiones de los altos mandos (Yañez, Arenas & Ripoll, 2010). Ello significa que el espíritu emprendedor también estaría motivado por la dinámica de decisiones y sus efectos sobre la estabilidad laboral de los empelados.

Si la satisfacción laboral es el resultado de un clima de tareas y relaciones positivas, entonces el espíritu emprendedor tendría dos dimensiones. La primera dimensión sería el producto de contextos favorables a la formación de grupos así como a la consecución de objetivos mientras que la segunda sería el resultado de una serie de barreras y obstáculos desde las que se incentiva la creatividad y la innovación (Adenike, 2011).

Empero, si los resultados se alejan de las metas establecidas, entonces surgen una serie de conflictos que avizoran el cambio el cambio de paradigma en las relaciones interpersonales y el modo en que el trabajo en equipo se lleva a cabo (Celik, Turunc & Begenirbas, 2011).
En otros caso, el espíritu emprendedor al correlacionar espuriamente con la satisfacción de vida denota otros factores que le estarían influyendo ya que estaría más bien indicado por factores de orden impersonal y cercanos a niveles de estrés que lejos de aminorar el emprendedurismo lo acreditan como una alternativa ante contingencias organizacionales (Jyoti & Jyoti, 2011).

En referencia al desempeño y la productividad, ambas dimensiones del espíritu emprendedor anuncian la incorporación de estilos de vida que se desarrollan al interior de las organizaciones como respuesta a la ausencia de liderazgos (Rodríguez, Retamal, Lizana & Cortejo, 2011). Esto significa que cuando los canales de comunicación se encuentran bloqueados, entonces los empleados se adaptan a un patrón de producción que los lleva a conseguir las metas. Esto es así porque en ámbitos laborales está de por medio la estabilidad económica de talentos que ante la embestida de problemáticas inherentes a la alta dirección o crisis de reconocimiento, desarrollan habilidades, conocimientos y valores orientados a la innovación de los procesos más que al control de calidad (Rojas, García & García, 2011). El emprendimiento es bajo el contexto del conflicto una construcción de las necesidades, expectativas y competencias de empleados.

Sin embargo, el espíritu emprendedor también subyace por el sentido de comunidad, arraigo e identidad en torno a una región, localidad o espacio (Yuangion, 2011). Es decir, los trabajadores que residen en las zonas aledañas a las organizaciones están dispuestos a aceptar las condiciones de trabajo mientras se generen empleos que favorezcan a la comunidad, aunque la empresa se lleve la mayor de las ganancias.

Son los procesos de identidad los que envuelven el emprendedurismo, pero también la competencia por los recursos. En ambos casos, el compromiso organizacionl se devela como un factor relevante al incidir sobre el desempeño, la satisfacción y las competencias (Anwar & Norulkamar, 2012).

En aquellas localidades en donde las trasnacionales implementaron sistemas de gestión de conocimiento y transfirieron a la comunidad un modelo de producción, el compromiso laboral se intensificó (Díaz, Hernández & Roldán, 2012). Esto es, se generó un conocimiento compartido, pero en los casos en donde el conocimiento fue el resultado de la tecnología de trasnacionales y la participación local comunitaria, el compromiso también se incremento sustancialmente (Hallak, Brown & Lindsay, 2012). Los mismos procesos se observaron en aquellos casos en los que las empresas trasnacionales implementaron modelos de gestión de conocimiento en las pequeñas y medianas empresas locales (Hazlina, Mohd & Rohaida, 2012). El compromiso laboral parece haber sido el determinante principal del emprendedurismo siempre que la confianza y la innovación estuvieron correlacionadas con ambas variables (Tayo & Adeyemi, 2012).

A partir de tales revisiones es posible afirmar que el emprendedurismo tiene como indicadores esenciales al compromiso, confianza, innovación, cooperación y resilencia (Cardon, Gregoire, Stevens & Patel, 2013; Danes & Joyoung, 2013). Al relacionarse con la cultura local, los usos y costumbres comunitarios así como con la identidad regional, el espíritu emprendedor incremento sustancialmente sus valores de satisfacción de vida (Rante & Warokka, 2013).

No obstante, la planificación estratégica a partir de estándares internacionales de calidad ha repercutido en una mayor productividad e intensificación de la competitividad más que los modelos híbridos y las alianzas entre trasnacionales y pymes (Zampetakis & Mostakis, 2013).
En síntesis, el estado de la cuestión advierte sobre la emergencia del emprendedurismo en contextos locales desde los que se gestan alianzas estratégicas a nivel regional y local en los que las comunidades adoptan sistemas de gestión, producción, logística y ventas diseminados por las trasnacionales a través de pymes o micro-empresas.

En un contexto en el que las políticas de fomento empresarial se intensifican, el espíritu emprendedor parece ser una respuesta de las comunidades que anteriormente eran migrantes y que ahora son escenarios de inversión federal y local que los adentró en una dinámica sobre la cual construyeron representaciones, habitus, campos, capitales y capacidades orientadas al desarrollo local.

Discusión

El presente escrito ha revisado teórica, conceptual y empíricamente las relaciones de dependencia entre factores determinantes de las capacidades emprendedoras. En referencia al estudio de García, Morales y Carreón (2013) en el que establecieron relaciones significativas entre campos, capitales, habitus y emprendimientos, el presente trabajo ha discutido la diversidad de capacidades que se derivan de los factores sociopsicológicos. En este sentido, las capacidades son el resultado de recursos, disposiciones y discursos en torno al espíritu emprendedor.

De este modo, las representaciones sociales al procesar información acerca de la disponibilidad de recursos generan expectativas que a su vez activan discursos en torno a los recursos y la administración pública de los mismos. Se trata de disposiciones heredadas y adquiridas en torno a oportunidades laborales.
Precisamente, es en el mercado laboral de donde se desprenden las capacidades relacionales y productivas que incentivarán el espíritu emprendedor. Se trata de disposiciones hacia iniciativas del individuo para con el grupo al que pertenece. Es decir, las capacidades de emprendimiento se gestan en organizaciones que promueven discursos, relaciones y tareas orientadas a la libertad de elección y en función de las oportunidades del mercado o la disponibilidad de recursos.

Conclusión

Las capacidades emprendedoras suponen:

  • Representaciones, habitus, campos y capitales que al establecer relaciones de dependencia generan diversas capacidades. Se trata de estructuras y disposiciones interrelacionadas y a partir de las cuales los individuos desarrollan habilidades delimitadas para un mercado laboral local.
  •  
  • Iniciativas, a menudo son establecidas como disposiciones de conocimientos y habilidades en torno a una actividad remunerada. Son capacidades de auto-empleo en referencia a un grupo u organización.
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  •  Procesos organizacionales en los que las relaciones de tareas y las relaciones humanas son el complemento de una estructura organizacional dirigida al desarrollo personal con base en el crecimiento productivo. En este proceso, la satisfacción de vida está indicada por el emprendimiento.
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