APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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La absorción de la RPI

Los productos de exportación ofrecen las divisas necesarias para importar en cualquier economía conectada al mercado mundial. La división internacional del trabajo y las especializaciones productivas hacen que todos los países guarden relaciones comerciales, siendo cada vez más importantes los intercambios de integración vertical de las cadenas de producción corporativas. La configuración de los Estados nacionales paulatinamente se ha convertido en una barrera para la expansión y hegemonización del modo de producción capitalista, lo que se ha venido resolviendo mediante el acomodo geopolítico de los nichos de acumulación y realización mercantil en compartimientos de valorización y distribución, que no necesariamente coinciden con la división político-territorial. 1 Este acomodo viene acompañado de un menoscabo ideológico de la noción de soberanía. Los enclaves industriales o maquiladores, los centros mineros y los bolsones agroproductivos, constituyen hoy en día compartimientos de valorización del capital, son piezas estructurales de un macro-sistema al cual pertenecen también los países petroleros. Los subsistemas de valorización industrial brindan a sus países anfitriones flujos de divisas por exportaciones y recepción de inversiones, fortaleciendo además sus reservas estratégicas. Los BRICS constituyen hoy un bloque semi-periférico que reúne estas características.2

En general, las intervinculaciones comerciales del actual esquema de división capitalista conforman una red de intercambio de equivalentes, con la única excepción de las mercancías cuyos precios que contienen renta diferencial. Para una nación o compartimiento de valorización no constituye un problema el cambio de divisas, excepto cuando intervienen deformaciones financieras por sobreacumulación de deudas o corridas especulativas globales. La monetización de las divisas (conversión a moneda local) es pareja al flujo de las exportaciones que forman parte del valor agregado nacional. Pero para la economía rentística, el cambio de divisas es problemático por el hecho de que el equivalente monetario no proviene del valor agregado, haciendo necesario resolver la fuente de demanda, el origen de la masa monetaria equivalente. El Estado recibe las divisas que se ofrecen a los compradores. ¿De dónde han obtenido los compradores de divisas la capacidad adquisitiva para cambiar? Aquí remitimos nuevamente al asunto de la acumulación originaria, ya visto, que es esencial para comprender la formación de la demanda rentística en Venezuela. Sólo resta complementar lo allí comentado con el análisis del mecanismo de monetización de la demanda: la capacidad adquisitiva actual de los agentes económicos deriva de los medios históricos distributivos de la renta y de la formación de capitales, pues el Estado dejó en manos de las oligarquías privadas el papel de proveedores mercantiles. El Estado no importa directamente el grueso de mercancías porque necesita bolívares para pagar sus proveedores nacionales y empleados. Analicemos pues de qué forma se monetizó la renta y quienes actuaron para constituir la esfera circulatoria adosada.

El excedente de divisas puso en manos del Estado poder de compra exterior y un compromiso distributivo complejo, toda vez que hablamos de un Estado dirigido por estamentos dominantes en un ámbito de fuertes contrastes de clase, destacando una importante población rural. El solo hecho de que fuesen estos estamentos los encargados de administrar los ingresos fiscales a lo largo del siglo XX, explica la facilidad como los capitalistas locales lograron grandes fortunas y su sólida atadura orgánica con el Estado. La modernización del país, que puede decirse arrancó a partir de la Segunda Guerra Mundial, obedece a una combinación entre una relativa visión nacionalista y los intereses de las clases beneficiarias. La modernización era una necesidad objetiva, pero sirvió igualmente para consolidar el poder económico de unos pocos grupos de influencia. La neo-burguesía empleó el nacionalismo liberal como recurso político para disputar una parte de la renta a los monopolios petroleros, y lograron su objetivo.3 En palabras de Sergio Aranda: “…la burguesía, no teniendo otras alternativas, adopta una posición mucho más firme para obligar a las empresas extranjeras a dejar una porción algo mayor de sus utilidades en el país.”4 Recordemos el comentario de Mommer al respecto, citado supra.

En la digestión temprana de las divisas se articula el Estado junto a la banca privada, especialmente antes de la creación del Banco Central, aunados a los comerciantes y contratistas del Estado. Era necesario crear una plataforma distributiva capaz de sostener la renta, lo que da origen a la burocracia pública y la abultada institucionalidad que comenzó a caracterizar el funcionamiento del Estado, así como el gasto social en educación y salud. La emisión monetaria  fue entonces consustancial con las necesidades crecientes del gasto público, el consumo privado y la constitución de capitales. Hemos comentado que hasta 1945 la asimilación de las divisas fue preferentemente consuntiva, para entrar seguidamente en escena un cierto desarrollo económico como efecto multiplicador. Pero rápidamente entra en circulación una porción de masa monetaria a partir del estímulo directo de la demanda rentística. El prodigio de la acumulación originaria es que prácticamente de la nada fue creada esta demanda, que contribuyó a la formación de los capitales contemporáneos a través de un sistema de pagos sin contrapartida real o sin equivalencia mercantil sustantivada en el valor agregado nacional. Dicha demanda forma la esfera circulatoria adosada, que vasculariza el sistema económico mediante la legitimación de poder adquisitivo a partir de los mecanismos de crédito en complemento de los mecanismos de transferencia. No hay que perder de vista la diferencia entre la distribución de la renta como parte del proceso metabólico social y la apropiación o transferencia de renta como enajenación neta o privatización de renta. Sobre este aspecto habremos de comentar en extenso más adelante, aunque ya hemos visto algo al tocar lo relativo a la acumulación originaria, la estabilización funcional y la formación de los precios internos. Por ahora seguimos focalizando el fenómeno de la absorción (el cómo de la asimilación).

El problema que se le plantea al Estado es, en definitiva, cómo distribuir la renta y quiénes han de ser los beneficiarios. Es un problema vigente hasta hoy, siendo la fuente de las distorsiones recurrentes de los agregados macroeconómicos. La maduración del capitalismo rentístico ha impuesto el fortalecimiento de la propiedad privada mercantil y sólidas bases financieras de acumulación, regularizando el sistema de asimilación de renta mediante la funcionalidad capitalista normal, a la cual se le asocia un factor de apropiación circulatoria de carácter contingente. La estabilidad ha dependido de la robustez de la realización petrolera, del grado de emisión de deuda y de la dinámica social endógena. El Estado, como sabemos, es el eje indispensable de este sistema, de allí que, como es sabido, la dirección estatal haya cumplido un papel de árbitro distributivo (no re-distributivo, como corresponde a un Estado cuyos ingresos dependen sólo de la tributación interna).5 Tal papel de árbitro distributivo confiere a la administración estatal un atributo cuasi-autónomo de poder económico-político, que se ha desempeñado históricamente plegado o asociado a los intereses de oligarquías económicas. Los vínculos de poder se desenvuelven en el marco de la normalidad funcional entre los agentes privados, entre el Estado y sus proveedores, y entre el Estado-árbitro y la sociedad civil. El oportunismo y la facilidad de concentración de beneficios, la cartelización, el dolo, y en general toda la red de relaciones entre los agentes de poder económico constituye la estructura distributiva típica del capitalismo rentístico, entrando en ella el alto funcionariado, los proveedores y los bancos.

Hallamos en esta estructura un esquema de valorización privilegiado, elevadas ganancias logradas por proveedores mercantiles y de obras y servicios, rendimientos bancarios apuntalados mediante el crédito público y la política monetaria. La absorción histórica de la renta ha obedecido a la emisión crediticia y la astucia de la clase mercantil en dominar el ámbito de la circulación. De esa manera se crea la base de demanda rentística, apareciendo con ella los grupos sociales intervinculados a la distribución de la renta, como el propio estamento estatal y los segmentos pertenecientes a los sectores económicos que generan poco o ningún valor tecnológico (comercio y servicios). El Estado vende las divisas a cambio de bolívares emitidos a partir de esta base de demanda, y será así mientras se perciba renta internacional. Necesariamente los beneficiarios de la renta son, primeramente, los capitalistas (en especial los comerciantes), y luego la sociedad civil en abstracto a través de la inversión pública y los subsidios directos, aspectos históricamente derivados de la modernización y la legitimación clientelar de la democracia formal.

1 Ciertos “Estados fallidos” son compartimientos periféricos en curso de definición donde se ejecutan actividades extractivas, como Libia o Sudán, bajo dominio de pandillas locales en asociación con intereses corporativos.

2 Este grupo está constituido por dos Estados que no formaban parte de la periferia capitalista (Rusia y China). Actualmente se pueden considerar dos bloques con características diferenciadas: mientras Rusia procura una re-industrialización sobre bases más autónomas, China ha sido receptora de grandes inversiones extranjeras volcada al mercado externo. Por su parte, Brasil y la India son típicos representantes de la periferia capitalista con importantes bolsones industrializados.

3 Ningún capital podía disputarle a los poderosos y agresivos monopolios petroleros el dominio de las fuentes de renta diferencial, que provenía de territorios prácticamente “enfeudados”. La presión por un mínimo “reparto” de la renta le tocó a la burguesía nacional.

4 Aranda, op. cit. p. 116.

5 “Políticamente hablando, en Venezuela el Estado es un agente distribuidor y no redistribuidor…” (Mommer / Baptista, “Renta petrolera y distribución factorial del ingreso” CENDES/ILDIS, 1988, Caracas, p. 16). “El gasto público basado en la renta no es, por lo tanto, una redistribución, sino una distribución.” (Melcher, op. cit. pp. 60-61.)