EL ACOSO LABORAL COMO DELITO Y FENOMENO SOCIAL

EL ACOSO LABORAL COMO DELITO Y FENOMENO SOCIAL

José Manuel Barranco Gámez
Abogado

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1-Es imputable el acosador?

Una de las autoridades en el estudio del cerebro, fue el Dr. Rodríguez Delgado (José Delgado, nombre con el que se hizo famoso)1 . Recogía en uno de sus artículos: “La neurofisiología nos enseña que hay una dependencia sensorial tanto en la mente infantil como en la mente adulta.
Al nacer, casi el 90% de las neuronas del cerebro están aún por formar y su estructuración en esta fase de crecimiento sináptico muy rápido depende tanto del aporte alimenticio como del aporte informativo. Podríamos decir que la experiencia individual cincela las neuronas, dejando sus trazos en forma de cambios nucleoproteicos.
Ahora bien, a esta edad apenas hay funciones mentales desarrolladas, por lo que falta la capacidad de juzgar la información recibida del medio ambiente. De igual manera que la papilla alimenticia hace que el cuerpo crezca, sin que el niño pueda prepararla ni elegirla, la "papilla informativa" de conocimiento y de experiencias va formando la mente, con sus prejuicios, creencias y emociones. Al niño hay que enseñarle a andar, a hablar y a querer. Este determinismo educativo será decisivo para la evolución de la mente individual. La responsabilidad de esta estructuración mental no es personal, sino social.
Así es que por la “inculcación” infantil se establece la personalidad de cada uno de nosotros y las reacciones de pensamiento y de acción, lo que supone una tremenda responsabilidad de los padres, de los maestros.
En el pasado, la agresividad y la inteligencia superior determinaban una expansión de los genes agresores a expensas de los que eran poseídos por poblaciones menos agresivas y menos inteligentes
La supervivencia de los seres humanos depende de la posibilidad de inhibir conductas destructivas mediante el uso de medios culturales. Afortunadamente, la gran flexibilidad del comportamiento social humano, tan bien estudiado por Wilson, permite ser optimistas respecto a la efectividad de estos cambios culturales que han de ser promovidos por sistemas educativos adecuados”.

Cuando Rodríguez Delgado se refiere al comportamiento humano, y dentro de él, a la agresividad, no lo concibe como una patología o enfermedad, sino que es una forma más de actuar del ser humano. Ahora bien, esta agresividad no está controlada por la voluntad humana, sino que depende de ciertas variables cerebrales, que no domina la persona, que el sujeto quiera o no quiera ser agresivo, no depende de “su voluntad”, sino que actúan con independencia de su conocimiento y voluntad. ¿Tenemos dolo?, o ¿ni siquiera imprudencia?.

Las posibilidades que ofrecen la selección y el control inteligente de los determinantes del comportamiento no están exentas de controversias éticas, médicas ni jurídicas; precisamente el libro referencial de Rodríguez Delgado 2, concluye, proponiendo un plan en torno a la educación, la reorientación del talento, la investigación científica o la comunicación.

Sus experimentos no brotaron de la nada. En 1935, el neurocientífico estadounidense John Fulton anunció que había conseguido reducir la agresividad de una chimpancé llamada Becky extrayéndole la corteza prefrontal del cerebro. Poco después, el neurocirujano portugués Antonio Egas Moniz empezó a aplicar la técnica, la lobotomía, en personas con esquizofrenia, depresión o instintos violentos. Este tratamiento se fue haciendo cada vez más popular para el tratamiento de las enfermedades mentales.
Lo que hoy es una barbaridad le valió el premio Nobel en 1949. Un año después, Delgado se incorporó al departamento de Fulton en la Universidad de Yale.

Allí, el médico español, disgustado por la brutalidad de las lobotomías, pensó que era una "agresión innecesaria al cerebro", el método le parecía demasiado dañino e irreversible, quería conseguir los mismos objetivos pero ciñéndose a la estimulación eléctrica de determinadas áreas cerebrales. Desarrolló un sistema de electrodos que, implantados en el cerebro de monos y gatos, le permitían mover sus extremidades a su antojo o provocarles distintas sensaciones. Sus ensayos comenzaron en una institución psiquiátrica del estado de Rhode Island, con 25 pacientes de epilepsia y esquizofrenia para los que entonces no había tratamiento. En algunos casos, sus resultados, publicados en 1952, fueron sorprendentes.

Su mayor logro3 fue la creación de unos pequeños electrodos denominados "estimoreceptores" (Stimoceivers) que una vez insertados en el cerebro podían manejarse a decenas de metros de distancia mediante ondas de radio. Durante su estancia en la Isla de Hall (en las Bermudas), consiguió dirigir el comportamiento de toda una comunidad de monos gibones, a pesar de estar dispersos en un radio de kilómetros, y provocar una rebelión de los más jóvenes contra el "macho alfa" 4.

El experimento que lo  dio a conocer a nivel mundial, tuvo lugar en una pequeña plaza de toros de Córdoba frente a una docena de testigos. Los toros de lidia constituyen una raza seleccionada, durante generaciones, para aumentar su comportamiento agresivo, un excelente modelo de ensayo. En las imágenes vemos al profesor Rodríguez Delgado colocarse delante del toro, citarle con el capote y conseguir que se detenga un instante antes de la embestida. ¿El truco? El animal era incapaz de continuar con su movimiento porque el profesor había colocado previamente un radiotransmisor en su cerebro. Con un simple mando a distancia, el científico era capaz de controlar sus movimientos. La radioestimulación de diferentes áreas cerebrales provocaría reacciones similares a las observadas en otros animales: giros de cabeza, flexiones de las patas, giros en círculo, vocalizaciones (hasta cien mugidos). Pero el resultado más llamativo fue el detener bruscamente la embestida del toro, inhibiendo toda hostilidad. Publicado el 23 de mayo de 1965, en el diario The New York Times, lo calificó como “la más espectacular demostración llevada a cabo de la modificación deliberada del comportamiento animal mediante el control externo del cerebro”.

En una ocasión, Rodríguez Delgado estimuló eléctricamente el lóbulo temporal, localizado detrás de la sien, de una chica epiléptica de 21 años mientras esta tocaba la guitarra. De repente, la muchacha se enfureció y reventó la guitarra contra la pared. No quería hacer lo que hizo, no tenía voluntad de realizarlo, pero su cerebro, eléctricamente estimulado, “le obligo” a llevarlo a cabo.

Ciertas psicopatologías pueden llegar a desencadenar comportamientos agresivos en extremo, tan violentos como los manifestados por una paciente del Dr. Rodríguez Delgado, una joven de veinte años con imprevisibles ataques de rabia que, reiteradamente, la llevaban a agredir con arma blanca al más próximo. Le fue implantado un estimoceptor para seguir, telemétricamente, su actividad cerebral. Radio estimulaciones de la amígdala derecha desencadenaban actitudes agresivas, aunque la paciente estuviese relajada. Bien: se localizó el punto exacto de la amígdala responsable de este comportamiento violento, se destruyó por electrocoagulación y la joven quedó recuperada5 .

Frank Ervin, uno de los colaboradores de Rodríguez Delgado había propuesto en 1970, en su libro “La violencia y el cerebro”, que la estimulación eléctrica podría ser útil para reprimir “los actos vandálicos de los negros” 6.

Las características más meritorias del  trabajo de Rodríguez Delgado presentan dos aspectos fundamentales 7. Fue pionero en la implantación de electrodos cerebrales con el objeto de estimular eléctricamente zonas específicas cerebrales. El tiempo, con infinidad de ensayos y datos, ha venido a confirmar los riesgos mínimos de la implantación de electrodos en el cerebro humano y ha puesto de manifiesto su potencialidad técnica. Postuló, con múltiples ilustraciones más o menos entendidas, que con la estimulación cerebral de zonas adecuadas se podrían inducir o modificar conductas básicas de manera previsible (como la agresividad y el placer). Demostraría como determinados estímulos podían provocar conductas previsibles y que el miedo, la memoria, el placer, la ansiedad, la agresividad, el dolor o las fobias podían ser inducidos o modificados por estimulaciones eléctricas en el cerebro, lo que se han denominado “marcapasos cerebrales”.

Lo importante a estos efectos, que destaca el autor, es que la conducta humana, en sujetos mentalmente sanos, en gran medida, no depende de su voluntad.
No obstante, todavía hay mucho que investigar, y pudiera darse el caso, que personas que actualmente consideramos sanas, posteriormente se descubra que padecen algún tipo de trastorno mental, que en el actual estado de la ciencia, nos es desconocido.

1              José Manuel Rodríguez Delgado nació en Ronda (España) en 1915. Recibió un doctorado en Medicina en la Universidad de Madrid justo antes del estallido de la Guerra civil española, en la que trabajó como médico de campo en el lado republicano. Tras la misma, pasó cinco meses encerrado en un campo de concentración. Después de la guerra tuvo que obtener de nuevo su título y luego hizo un doctorado en el Instituto Cajal de Madrid. En 1946 recibió una beca de la Universidad de Yale, y fue invitado por el prestigioso fisiólogo John Fulton para unirse al departamento de fisiología en 1950. El profesor Rodríguez Delgado es especialmente conocido por haber inventado el Estimociver (o Stimociver en inglés) en los años 1960 del siglo XX. Con este aparato, que permite la estimulación y el registro del cerebro por control remoto en varios canales, demostró en enfermos que la estimulación del cerebro, además de influir en el comportamiento autónomo, somático y motor, puede modificar manifestaciones psicológicas como la ansiedad o la agresividad. El Estimociver puede utilizarse para estimular las emociones y controlar el comportamiento. Según Rodríguez Delgado, "La radioestimulación de diferentes puntos de la amígdala y el hipocampo en los cuatro pacientes produjo una variedad de efectos, entre ellos sensaciones agradables, alegría, concentración profunda y reflexiva, sentimientos extraños, súper relajación, visiones coloridas, y otras respuestas". Rodríguez Delgado declaró que "los transmisores del cerebro puede permanecer en la cabeza de una persona de por vida. La energía para activar el transmisor cerebral se transmite por medio de radiofrecuencias." Estuvo vinculado a la CIA, donde colaboró en proyectos de control mental durante la Guerra Fría. Fue uno de los científicos más activos del denominado "Proyecto Pandora". Este consistía en modular voces y sonidos en la cabeza de los soldados mediante la creación de campos electromagnéticos y hacerles perder el control ante una situación de estrés por hallarse en el campo de batalla. En 1974, Delgado regresó a España para ayudar a organizar una nueva escuela de medicina en la Universidad Autónoma de Madrid. Fallece el 15 de septiembre de 2011 en San Diego (California)

2              Rodríguez Delgado, José Manuel. “Control físico de la mente. Hacia una sociedad psicocivilizada”. Espasa-Calpe. Madrid., 1983.

3              El primer investigador que implantaría electrodos en el cerebro (diencéfalo) de animales no anestesiados (concretamente en gatos) fue el alemán W. R. Hess en 1932: finos alambres que eran estimulados eléctricamente. Hess lograría provocar efectos motores y reacciones bien emotivas. Entre 1954 y 1961 Rodríguez Delgado, Olds, Milner y Sheer perfeccionarían tanto la técnica (materiales y precisión quirúrgica) como los objetivos concretos (alcance de determinadas áreas del cerebro). Los resultados de estos autores iban más allá de los obtenidos por Hess (provocar reacciones): la estimulación eléctrica era capaz de controlar fenómenos psicológicos. Una innovación reseñable fue el aislamiento de los electrodos (de oro, platino o acero inoxidable y con un espesor de 0,1-0,2 mm) con teflón: lo que posibilitaba dejarlos instalados por tiempo indefinido en el cerebro. Cada electrodo penetraba, buscando determinadas zonas, una cierta profundidad en el cerebro. Un enchufe múltiple terminal posibilitaba distintos contactos: cada uno de los cuales permitía “acceder” a una determinada profundidad cerebral. Los experimentos realizados con miles de animales demostrarían que la implantación no es peligrosa, no perturba las funciones normales, apenas destruye neuronas ni causa grandes hemorragias: no hay, en fin, daños cerebrales. Algunos de los chimpancés con que experimentó Rodríguez Delgado llegaron a tener implantados hasta cien electrodos durante más de cuatro años.

4              Quizás el resultado médico más prometedor, fue la estimulación de una región límbica denominada "tabique" que podía desencadenar euforia, lo suficientemente fuerte, que en algunos casos contrarrestaba la depresión e incluso el dolor físico. Sin embargo, Delgado no quiso prolongar su investigación en los seres humanos, debido a que los beneficios terapéuticos de los implantes no eran fiables; los resultados variaban mucho de un paciente a otro y eran impredecibles, incluso en pacientes con el mismo trastorno. De esta forma se alejó de sus pacientes tratados, y se negó a volver a implantarles el stimoceiver, a pesar de que los familiares le rogaban que volviese a tratarlos. Delgado se dedicó a investigar más ampliamente en monos y otros animales, centrándose en las regiones neuronales que activan e inhiben la agresión. En una demostración sobre los efectos de la estimulación en la jerarquía social, implantó un stimoceiver en un violento macaco. A continuación, instaló una palanca en la jaula que, cuando se pulsaba, pacificaba al violento simio al hacer que el stimoceiver estimulara el núcleo caudado del mono, una región del cerebro involucrada en el control de los movimientos voluntarios. Una hembra en la jaula pronto descubrió el poder de la palanca y tiraba de ella cada vez que el simio la amenazaba.www.sentadofrentealmundo.com/2011/07/el-espanol-que-logro-manejar-la-men. 12/12/2013.

5              Romero Samper Jesús. “Genio de España: José Manuel Rodríguez Delgado. Una aproximación biográfica a un paradigma para los científicos en España”. Revista Arbil, n.º 110. http://www.arbil.org/110delg.htm. 12/12/2013. Sin embargo, la estimulación eléctrica puede provocar una serie de fenómenos inesperados, no controlables y no deseados, como son: ilusiones (visuales, auditivas, laberínticas, falsos recuerdos, sensación de alejamiento o irrealidad); emociones (soledad, miedo, tristeza); alucinaciones (recuerdos vivos o sueños complejísimos); estereotipias (pensamientos insistentes que se aglomeran en la mente). Distorsiones entre las que la más común es el falso recuerdo: sorpresa, interrupción de la conversación con el médico, inmediata comunicación de que acaba de suceder algo extraordinario, de haber percibido una experiencia espontánea. La causalidad neuronal de estas manifestaciones no puede establecerse con claridad, dada el escaso conocimiento que tenemos de las actividades cerebrales. Pensemos, por ejemplo, en lo absurdo de muchos de nuestros sueños nocturnos. Una hipótesis de peso es aquella que postula que una modificación química o eléctrica de la fisiología neuronal puede interferir en la interpretación de la realidad, algo que sucede tanto en las descargas epilépticas como en la estimulación eléctrica. Los estímulos eléctricos han permitido, asimismo, inducir tres tipos de respuestas inhibidoras: 1) el sueño; 2) la inhibición general, que afecta a todo el cuerpo; 3) la inhibición específica, que afecta a determinados comportamientos (agresividad, apetito,… ). En 1969 Rodríguez Delgado aventuraba que, tras una fase experimental, sería posible tratar el insomnio crónico. Sus investigaciones con monos demostraron que, tras treinta segundos de estimulación de la zona septal, era posible inducir el sueño.

6              En 1970, el trabajo de Delgado se vio envuelto en un escándalo provocado por Frank Ervin y Vernon Mark, dos investigadores de Harvard con quienes el científico español colaboró. En su libro, “La violencia y el cerebro”, Ervin y Mark sugirieron que la estimulación cerebral podrían acabar con las tendencias violentas de los negros estadounidenses en los disturbios que vivían las ciudades del interior. Para colmo, en 1972, un psiquiatra de apellido Heath, de la Universidad de Tulane, levantó más polémica acerca del implante, cuando declaró que había tratado de cambiar las preferencias de un hombre homosexual, estimulando su región septal, mientras mantenía relaciones sexuales con una prostituta.

7              Lerma Juan. “Necrológica: in memoriam. José Manuel Rodríguez Delgado, neurofisiólogo”. Diario El País. 13/10/2011.