Francisco Javier Izquierdo Carbonero
Nos hemos planteado una monografía  –casi breviario- sobre un tema de permanente actualidad, como no es otro que el  de la inmigración.
  Es una situación continua, el flujo  migratorio de países pobres a países ricos, en busca de de unas expectativas de  vida que en aquellos países no se tienen.
  Los países pobres sufren de una serie  de lacras (guerras, hambres, enfermedades, pocas esperanzas de futuro, y un  sinfín de penurias) que enraízan unas con otros formando el “manglar de la  pobreza”.
  Los nacionales de los países que  forman el llamado Tercer Mundo, a veces, muchas veces, no tienen otra salida  que buscar futuro en los Estados más desarrollados en una carrera a vida o  muerte que puede acabar en cualquier momento de las más diversas maneras, una  inmensa mayoría con el fracaso de no haberse  conseguido.
  Pero no acaba ahí el calvario de  estos seres humanos sino que después la inmensa mayoría de países receptores  les sorprenden con una serie de normas que le van a condenar –casi de por vida-  al silencio de su existencia: desde las normas de extranjería, un derecho  laboral que no les protege lo suficiente, un derecho penal excesivamente laxo y  dulcificado hacia los infractores de las normas mínimas de lo que podríamos  llamar “el nuevo derecho de gente”…En definitiva, las sorpresas no acaban en el  trayecto de llegada si no que pueden continuar en el lugar de destino.
  Como iremos leyendo a lo largo de  este trabajo son cada vez más los Tratados Internacionales, y de ahí a las  legislaciones nacionales, los que van dando carta de naturaleza a los derechos  que a estas personas, seres humanos como cualquiera de sus congéneres, les  corresponde con un mínimo vital que se debe respetar allá donde quiera que se  encuentren.