RESEÑAS BIOGRÁFICAS DE FIGURAS SIGNIFICATIVAS EN LA HISTORIA DE CUBA (SEGUNDA PARTE)

Raúl Quintana Suárez

Ramón Pintó

 

Nace en Barcelona, el 20 de junio de 1803.en aquel entonces la ciudad más progresista de España. En su juventud, estudia para sacerdote. A punto de culminar sus estudios como seminarista, cuando la revolución liberal en Madrid, contra el absolutismo de Fernando VII de 1820 a 1823,  lo hace cambiar la celda sombría del convento y el sayón del cura, por el traje de soldado y el bullicio del cuartel de la milicia liberal. Cuando, auxiliado por Francia, el monarca Fernando VII vuelve a reinar, suprimiendo la constitución, viaja a Cuba como apoderado del Barón de Kessel y maestro de sus hijos., temeroso de la venganza de los reaccionarios, A poco de estar en Cuba es nombrado contador del crédito público, cargo del que no llega a tomar posesión, debido a que el jefe de hacienda, que había de ser su superior jerárquico, no quiso aceptarlo como subordinado, dado sus ideas progresistas.  Pensar libremente y no tolerar vejámenes, así como ser un ferviente partidario de la justicia  no le permitía tener cabida dentro de la administración del gobierno español en Cuba. Obligado, para poder vivir, a agenciar distintos negocios, se desempeña  al cabo de poco tiempo como director del Liceo de La Habana, y redactor del Diario de la Marina. Durante el primer período del mando del General Concha, supo ganarse la amistad de éste. Palpa la injusticia de España en Cuba, sometida a la más inicua esclavitud, y valora positivamente la justicia en la aspiración de los cubanos a la plena libertad. Puesto en tal dilema, prefiere estar con los oprimidos. Su plan era conquistar y atraer, por medio de la persuasión, la unidad por  la causa independentista a blancos y negros,  ricos y pobres,  siervos y amos.. Enamorado de su idea, no pierde oportunidad para buscar adeptos e formando el ejército con que ha de hacerla triunfar. Así, cuando por haberse declarado contrario a la trata de negros, el General Pezuela, Capitán General de la Isla, suspende su entrada a Cuba, los españoles intransigentes que, con la misma se habían enriquecido, pedían su relevo, Pintó cree llegado el momento de actuar para materializar sus ideas. Intenta convencer a sus propios paisanos, en tanto que se comunica con los cubanos desterrados,  hombres de tanto valer como Gaspar Betancourt (El Lugareño), Pozos Dulces, Valiente, Goicouría y otros, y les envía recursos monetarios para preparar la expedición del general norteamericano Quitman, en realidad un nuevo intento anexionista. Relevado  Pezuela,  es enviado a Cuba, como nuevo Capitán General  el reaccionario general Concha. Pintó continúa conspirando,  y le acompaña  como Director de la Caja de Ahorros de la Junta Revolucionaria, a Carlos del Castillo; a Cecilio Arredondo como encargado de comprar las armas necesarias y a Juan Cadalso como propagandista en la provincia de Villa Clara. La organización toma forma y son designados  los hombres que han de dirigir el movimiento en sus distintas ramificaciones,  para actuar en el lugar donde gozan de más prestigio y buenos  conocedores del terreno. La conspiración es descubierta por las autoridades por una delación, obra, según unos de presidiario nombrado Claudio González, escapado de Ceuta, donde había estado con algunos cubanos deportados; según otros, por un norteamericano al servicio del Gobierno de Washington, conocedor de los planes revolucionarios por otros compatriotas complicados en la empresa, y para otros, por uno de los españoles ricos a quienes le había hablado de su empeño. El 6 de febrero de 1855, el coronel Hipólito Llorente comienza a instruir la causa por conspiración para hacer la independencia de la isla de Cuba, ordenando el mismo día numerosas detenciones tanto en La Habana como en el interior. Los primeros en ser detenidos  Pintó, Juan Cadalso y el doctor Nicolás Pinelo. Constituido el Consejo de Guerra, después de deliberar, pide pena de muerte para los tres. El auditor, Miguel G. Gamba, estimando injusta la sentencia, pide que se suspenda su aprobación y que de nuevo se vea la causa por un consejo de revisión, pasando entonces la causa a manos de los magistrados de la Audiencia Pretorial, y éstos, a pesar de no ser tantos ni tan convincentes los datos que contra los tres procesados arroja el sumario, solicitan pena de muerte para Pintó y cadena perpetua para Cadalso y Pinelo. Contra este nuevo fallo, el auditor García Gamba insiste en su dictamen anterior. De lo expuesto por el auditor hace caso omiso  el general Concha, quien aprueba la condena a muerte, en garrote vil, de  Pintó, y la de diez años de prisión, en Ceuta, de Cadalso y Pinelo. Vanos fueron los esfuerzos hechos para lograr que Pintó revelara el nombre de sus demás compañeros de ideales. Más de una vez intentan las autoridades  ofrecerle a éste la suspensión de la pena de muerte a cambio de revelar la identidad de los otros complotados. “Dejadme morir tan honradamente como he vivido”, respondía a las preguntas que se le hacían. El 21 de marzo de 1855 es ejecutado.

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