RESEÑAS BIOGRÁFICAS DE FIGURAS SIGNIFICATIVAS EN LA HISTORIA DE CUBA (SEGUNDA PARTE)

Raúl Quintana Suárez

José Fernández Mirabal

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Relevante médico cubano. Nace en 1926 en Melena del Sur, entonces provincia de La Habana. En una escuela pública de su pueblo natal cursa la escuela primaria con sobresalientes notas. La Segunda Enseñanza sería para él continuación ininterrumpida de triunfos académicos. Sobresaliente en todas las asignaturas y tres premios ordinarios sería el balance final de la misma, pero además le abriría el horizonte de la cultura general que le permitiría adentrarse por su cuenta en el conocimiento de la mejor música y la mejor literatura. Matricula en la Universidad de La Habana  en el año 1945 para emprender la  carrera de medicina  que cursa con grandes  sacrificios propios en estudiantes procedentes de familias de escasos recursos económicos. Con libros ajenos o con los de la biblioteca de la Facultad de Medicina, sin profesores repasadores, y recorriendo a pie la larga distancia desde la casa de los familiares que lo acogen,  hasta la Universidad, cursa  los cinco primeros años de la carrera. No obstante  su sobresaliente expediente,  le permite alcanzar sucesivas matrículas gratis y una de las escasas plazas de alumno interno del Hospital Universitario General Calixto García, entonces uno de los dos hospitales docentes del país y para lo que se necesitaban las más altas calificaciones.  Esta plaza que se podía perder en el séptimo año, si no se mantenía un alto aprovechamiento académico, es conservada por éste en los dos cursos finales de su carrera, lo que le permite  terminar en uno de los primeros lugares de su promoción, con treinta sobresalientes en treinta y ocho asignaturas, cinco premios ordinarios y sobresaliente en los ejercicios para el grado de doctor. La tesis que presenta, “Fisiopatología de la ictericia”, una completa revisión de ese tema, no solo bibliográfica sino también de historias clínicas, merece que el tribunal que juzgó examinador  recomendara su publicación, lo que se realiza en la Revista Medicina Latina en los meses finales del año de su graduación, en 1952, y que al año siguiente viera la luz en forma de monografía. Este expediente le gana también la difícil plaza de médico interno del  hospital Calixto García. Dos años después, en 1954, vencía el tiempo de su internado hospitalario, tan necesario en la formación de todo médico, que en aquella época sólo podían disfrutar los primeros expedientes y que hoy lo obtienen todos los estudiantes de medicina en el último año de su carrera, y se presenta ante él la prueba más difícil a que podía ser sometido un joven graduado de medicina en aquel entonces, que eran los ejercicios de concurso-oposición para la plaza de médico residente del hospital universitario, lo que le permitiría completar plenamente su especialización. Conocedor de la magnitud del esfuerzo que debía realizar, se prepara concienzudamente lo que le permite aprobar con buenos resultados  y en la que tuvo que competir contra los mejores médicos internos de su promoción. El cierre de la Universidad de La Habana a finales de 1956 le mantendría en esa plaza hasta el triunfo revolucionario en 1959. Su estancia completa de alumno interno, de 1950 a 1952, la va a realizar en la Sala Clínica Altos, del pabellón Gutiérrez del Hospital Universitario General Calixto García, sede de la Cátedra de Patología General No. 6 donde inicia su labor docente junto al profesor Raimundo Llanio Navarro, su verdadero maestro en la clínica, que entonces era profesor adscripto de esa cátedra. Con su plaza de médico interno le llega su nombramiento de instructor de Patología General en 1952 que le permite ejercer la docencia en la Facultad de Medicina y convertirse en mentor de varias generaciones de médicos. Al triunfo revolucionario de 1959, se le nombra médico asociado a la cátedra de Patología General, con funciones docentes. Allí es testigo y actor en la lucha ideológica que se entabla dentro del claustro de la Facultad de Medicina en los primeros años de la Revolución, que tendrá sus momentos culminantes a principios de febrero de 1959 cuando se produce el llamado “colinazo universitario” y a finales de julio de 1960, cuando más de setenta profesores reunidos en claustro se declaran en rebeldía contrarrevolucionaria y son suspendidos de empleo y sueldo primero, y separados definitivamente después, por la Junta Superior de Gobierno de la Universidad, lo que unido a las renuncias que se venían produciendo desde los primeros meses de 1959, deja a la Facultad de Medicina con sólo diez y nueve profesores de los ciento sesenta y uno con que contaba al cerrarse la Universidad en 1956. A finales de 1960,  presenta su documentación y obtiene por concurso la plaza de profesor agregado interino de Patología General, verdadero primer escalón en el profesorado universitario de la época. Un año después, cambiado el nombre de la asignatura, primero por el de Semiología y después por el de Propedéutica Clínica, se le promueve a profesor auxiliar. Integradas todas las materias de clínica en el Departamento de Medicina Interna, su labor docente  será verdaderamente agotadora. En su sala de Clínica Altos, del Hospital General Calixto García, enseña, al lado del enfermo, semiología a los alumnos de tercer año y medicina interna a los de cuarto y quinto, y en el salón de clases, con sus conferencias magistrales, los informaba de la materia del programa de ambas asignaturas. Es colaborador en la primera edición del libro del profesor Reinaldo Roca Goderich, Temas de Medicina Interna, y años más tarde en la edición definitiva, en tres tomos, de este mismo libro. En 1978 ejerce simultáneamente la docencia,  durante seis meses, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pinar del Río y  en el Hospital Clínico Quirúrgico de esa ciudad, para convertirse en uno de los fundadores de ese alto centro docente. Su actividad incansable dentro de este campo incluye además: quince cursos de pre-grado sobre “Coagulación de la sangre” y diez sobre “Agua y Electrolitos”, todos en el Hospital Calixto García; más de treinta de post-grado impartidos en distintas instituciones científicas del país para médicos residentes, especialistas y profesores; la publicación por la Editora Universidad de La Habana de sus monografías, Agua y Electrolitos (1966) y Trastornos del sistema hidromineral (1969) y por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana su libro Trastornos del sistema hidromineral y del equilibrio ácido-básico (1977); asesora dieciséis trabajos de investigación estudiantil y doce tesis de especialización, formando parte desde su creación de numerosos tribunales de estado,  para los exámenes de especialistas. Esta brillante carrera docente se ve coronada en 1977, con la más alta categoría docente  de la enseñanza superior en Cuba, la de Profesor Titular. Dado el nuevo profesorado a la tarea de confeccionar textos actualizados, más acordes con los objetivos de los programas encaminados a la formación de un médico distinto, éste colabora con el profesor Raimundo Llanio en la confección del Manual de Historia Clínica y de los dos tomos de Propedéutica Clínica, aparecidos en 1963, primeros libros de texto escritos por la entonces nueva generación de profesores revolucionarios; lo mismo hará después con la segunda edición de ese último libro y dos años más tarde con el nuevo texto de Propedéutica Clínica y Fisiopatología. El mismo año de su graduación aparece publicada en la revista Medicina Latina su tesis de grado y al siguiente verían la luz sus tres primeros artículos científicos, productos todos de su naciente labor investigativa: “Ulcera gastroduodenal e insuficiencia coronaria” y “Neumonía por aspiración de gasolina”, ambos en la revista Archivos del Hospital Universitario, de la que era miembro de su comité editorial y “Adenocáncer con cirrosis” en la Revista Cubana de Gastroenterología. A partir de 1954, en que aparece en la Revista Cubana de Gastroenterología su trabajo “Las hemorragias digestivas como complicación de la cirrosis hepática”, el tema de la coagulación de la sangre va a constituir el principal objetivo de sus investigaciones. El producto de estos estudios aparece publicado en trece artículos científicos, en sus monografías Concepto de la coagulación de la sangre. Las discracias sanguíneas (1965) y Coagulación de la sangre, primera edición en 1967 y segunda en 1970 y en su libro La coagulación de la sangre (1975), que se edita en la antigua Unión Soviética, Bulgaria, Perú, Venezuela, España y República Dominicana, anunciándose en revistas cubanas internacionales como Cuba y Prisma. Esta enorme experiencia ganada a lo largo de veinticinco años de estudio de la coagulación de la sangre constituye el tema de su tesis, para la Candidatura al Doctorado en Ciencias Médicas, modalidad libre, presentada con el título de Trastornos de la coagulación de la sangre el 27 de diciembre de 1979. Un lustro más tarde el resumen de su experiencia alcanzada en treinta años en dichos estudios, presentado como una nueva tesis con igual título, lo llevaría el día 21 de diciembre del 1984, a defender por primera vez en Cuba una tesis para la obtención del Doctorado en Ciencias Médicas, en el Anfiteatro del que ha sido escenario de estas investigaciones, así como de toda su brillante carrera médica, el Hospital Clínico Quirúrgico Docente General Calixto García. Al crearse en 1968 el Grupo Nacional de Medicina Interna en nuestro Ministerio de Salud Pública, éste es escogido para integrarlo,  del que es miembro  hasta sus últimos días. Pertenece a una sociedad científica internacional y a cuatro nacionales, entre ellas a la Sociedad Cubana de Medicina Interna, de la que ha sido vocal, vicetesorero, secretario y desde 1970, ininterrumpidamente su presidente por elección. También es el presidente del comité organizador de todos sus congresos científicos nacionales. Fallece en La Habana, el 4 de marzo de 1994, de una grave dolencia cardíaca y es inhumado en el Cementerio de Melena del Sur.

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