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HISTORIA NATURAL DEL HOMO SCIENTIPHICUS O CARTA DE UN PRIMATE A LOS ANTROPÓLOGOS

Alfonso Galindo Lucas




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1.5. Acerca del diseño inteligente

Pero el planteamiento de Morris, a pesar de mis críticas, no deja de ser esencialmente científico. Distinto es el caso de la moda del “diseño inteligente” . Ha sido necesaria una sentencia judicial en Estados Unidos (el célebre proceso de Arkansas, 1980) para declarar esta doctrina como religiosa; los científicos serios han tardado, por no disponer de medios, en hacer frente a semejantes propuestas, pero finalmente, han conseguido desmentir esta teoría. Han tenido que perder el tiempo valioso que habrían deseado emplear en otras investigaciones; lo que se puede traducir como: Han faltado recursos públicos para la verdadera investigación científica.

Hay un error muy común en la ciencia, que consiste en suponer que los organismos más parecidos al ser humano son más complejos o incluso, directamente, superiores. Por eso, los entusiastas del diseño inteligente argumentan que determinados organismos considerados simples, como las bacterias, ostentan elementos, como los flagelos, que sólo pueden haberse ideado y creado de una sola vez y no como acumulación de mejoras. Por supuesto, se ha demostrado que el mecanismo de giro del flagelo contiene vestigios de etapas en que el mecanismo era más simple y que la complejidad se debe a un cúmulo de coincidencias favorables. Pero además, es preciso comentar varios errores conceptuales implícitos en la teoría del diseño inteligente.

1. La complejidad no es un valor absoluto en todos los casos. Por ejemplo, el ser humano se supone que tiene un cerebro más complejo que el del perro o el del gato, pero en cambio tiene un sentido del olfato más simple que el del primero y una vista más rudimentaria que la del segundo.

2. Un organismo más evolucionado tiene más facilidad para desarrollar un mecanismo complejo, por mera probabilidad. En este sentido, como se sigue defendiendo más adelante, considero a una bacteria como un organismo más evolucionado que un mamífero, porque transcurren más generaciones en menos tiempo, lo cual facilita la adaptación al medio. Por lo tanto, es perfectamente comprensible que hayan tenido ocasión de desarrollar un flagelo.

3. Pero la complejidad sólo se alcanza si es necesaria, es decir, si supone una mejora en la adaptación al medio, por eso, los organismos unicelulares no tienen dientes, ni ropa, ni títulos universitarios, pero sí cilios y flagelos.

Hoy podemos considerar demostrado que los defensores del “diseño inteligente” no tienen ni un atisbo de credibilidad, aunque tienen medios para hacer creer a sus seguidores que sí la tienen. La Teoría de la selección natural sigue vigente, a pesar de las hostilidades que padece (especialmente en modelos educativos privatizantes), y en ella me voy a basar a lo largo de este libro. En cualquier caso, se ha comprobado que algunos lectores vehementes confunden la noción de un “universo inteligible” con una supuesta voluntad de diseño.

En cualquier caso, aunque llegásemos a aceptar la existencia de un creador cósmico, los científicos han demostrado suficientemente (Dawkins, 2009) que no se trataría realmente de un diseño “inteligente”, sino de un diseño torpemente improvisado.


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