BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

RECUERDOS NO OLVIDADOS. MEMORIAS Y TESTIMONIOS PERIODÍSTICOS

Raúl Quintana Pérez




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LA ENTREVISTA

Durante mi larga experiencia profesional he practicado la entrevista como uno de mis géneros preferidos, tanto para diarios impresos o revistas, como grabadas y en directo para programas o espacios radiales. A esa especialidad consagré largo tiempo en Radio Habana Cuba en sus primeros años, durante los cuales realicé un promedio de 650 a 700 entrevistas anuales. Estas incluían delegaciones nacionales y extranjeras a congresos internacionales, personalidades revolucionarias, políticas, sociales, económicas o sencillos obreros y trabajadores en fábricas y cooperativas.

Toda entrevista, como es lógico suponer, tiene características distintas y campo propicio para la creación. Es indiscutiblemente la forma más directa de comunicación del personaje o protagonista, con el lector u oyente y el camino más valedero y sostenido para reflejar una situación dada y enmarcar un ambiente determinado. Naturalmente que el interés de la charla es el interés de la motivación, y considero que este género es, por su complejidad, uno de los más difíciles.

La motivación, como centro de la entrevistas, tiene que estar vinculada al interés del entrevistado y de los lectores u oyentes. Pero su intensidad se mide no sólo por las respuestas, sino por las preguntas, enlace que debe ir llevando al entrevistado, aunque él no lo perciba, hacia los temas que guían nuestros propósitos.

Considero que para que la entrevista atraiga la atención del tercero en discordia, tiene que responder a las inquietudes, curiosidad y ansia del público. Es preciso, a mi juicio, que el periodista se sitúe un poco o bastante, en una tercera posición- no confundir el término- y trate de satisfacer e interpretar por tanto sus aspiraciones y anhelos. Es decir, colocarse en el pueblo, situarse dentro de las masas expectantes y darle una cabal interpretación didáctica.

Considero este punto de vital importancia. No trato en forma alguna de crear cátedra de conocimientos, sino exponer algunas de mis experiencias en ese campo del periodismo. Por ello no debo soslayar otro aspecto importante. La entrevista, tanto la radial como la televisada, debe tener un definido giro conversacional, de naturalidad, que llegue al oído receptor como una charla amena, no como una lectura de conceptos monótona, blanca, sin inflexiones en la voz y ausencia de matices emocionales. Presumo lo desagradable que debe ser para el oyente, percibir que ambos-entrevistado y entrevistador- se encuentran enfrascados en la lectura rígida, inexpresiva, de unas cuartillas previamente elaboradas y expresadas con frialdad. E incluso que la frotación del papel le llegue a través de la sensibilidad del micrófono.

Es motivo de satisfacción profesional para mí, haber podido entrevistar en momentos culminantes de la lucha de liberación de los pueblos, a figuras de reconocido prestigio revolucionario, como Camilo Cienfuegos, Carlos Fonseca Amador, Fabricio Ojeda, Luis Augusto Turcios Lima, Amílcar Cabral y Salvador Allende.

Además de las mencionadas, entre cientos de ellas, recuerdo algunas de significación histórica o con cierto valor anecdótico. Entre las primeras, dos relacionadas al Comandante en Jefe en circunstancias muy especiales.

Una de ellas se produjo un 15 de mayo de 1955. El dictador Batista, obligado por la impresionante presión de las masas, dictó una amnistía que condujo a la libertad de los principales protagonistas de la gesta del Cuartel Moncada: Fidel, Raúl, Juan Almeida, Jesús Montané, Armando Mestre y otros.

Tuve el privilegio de ser el único periodista, que con un foto reportero, Floro Portuondo, permanecimos más de 34 horas al pie de la escalinata del Presidio Modelo, en la entonces Isla de Pinos, esperando la salida de los dirigentes revolucionarios. Junto con nosotros estaban Lidia, hermana de Fidel y Raúl; Haydée Santamaría, Melba Hernández y algunos otros familiares.

¿Por qué esa espera tan prolongada luego de haber sido liberados otros presos políticos? Ello se debió, según conocí posteriormente y no sé si fue la única razón, a que las autoridades del penal, con noticia de que había un fotógrafo del periódico "La Calle", junto a la garita de salida, decidido a tomar fotografías de ese hecho, dilataron deliberadamente los trámites de excarcelación.

Desde luego que no lograron su propósito. La paciencia y el interés de los que esperaban resultaron superiores a las intenciones de los carceleros. Y Floro obtuvo la fotografía al pie de la escalinata del Presidio Modelo- hoy museo- que reprodujeron el diario "La Calle", al día siguiente, y una década después, la revista "Verde Olivo", en su edición del 28 de julio de 1963, ilustrando una entrevista con Jesús Montané. En la misma, a la izquierda, junto a Haydée, aparece el autor.

Las primeras y amplias declaraciones públicas de Fidel, ya en libertad aparecieron publicadas en las páginas del diario "La Calle", en entrevista que le hiciéramos horas después, en el hotel Isla de Pinos, hoy inexistente.

Recién salido de la prisión, Fidel daba a conocer que continuaría la lucha sin tregua ni descanso contra la tiranía de Batista, convencido de que su liberación se la debía al pueblo y no a la magnanimidad del dictador.

El único periódico que difundió sin cortes, ni temores, esa entrevista, lo constituyó el periódico "La Calle", aunque estaban presentes en el hotel, reporteros de otros órganos de prensa de La Habana. ¿Qué otra publicación hubiera sido capaz de hacerlo sin correr el riesgo, que luego se materializó con el asalto y destrozo por fuerzas policiales de su redacción y talleres, en la calle San José?

Años después hice otra entrevista, con singulares características, a Fidel. Esta vez en un corte de caña, durante una jornada de trabajo voluntario. Lo curioso es que durante los 45 minutos que duró la entrevista, fuego graneado de preguntas y respuestas, Fidel en momento alguno dejó tranquila la mochan apenas unos segundos para secarse el sudor que corría abundante por su rostro.

En varias oportunidades, preocupado por no herirme, éste me advirtió:

- Sepárate un poco Quintana, que te voy a alcanzar con la mocha.

Como era una entrevista grabada en pleno cañaveral, al ser transmitida por las ondas internacionales de Radio Habana-Cuba, su voz tenía de fondo el rítmico golpe de la mocha y el eco persistente de la paja de caña que caía al suelo.

Como un preciado tesoro conservó esa grabación, una de las más interesantes de mi colección.

Otra entrevista que reviste cierto interés, tuvo un protagonista al luego campeón mundial de ajedrez, el norteamericano Robert (Bobi) Fisher. Se celebraba en el Hotel Habana Libre el Campeonato Mundial del llamado juego-ciencia.

Fisher era indudablemente una personalidad en ese evento y entre las muchas entrevistas que hice allí, no podía faltar la de éste. Además constituía un reto periodístico. Varios compañeros me dijeron:

- Ni te preocupes de verlo. No quiere dar entrevistas.

Eso constituía un desafío. Solicité en repetidas ocasiones que me recibiera. Y fue tanta mi insistencia, que al fin con la colaboración Reynaldo Peñalver, concedió a recibirme a las 2 p.m. en su habitación.

- Señor Fisher-dije sin más preámbulo- usted sabe cual es mi propósito. Y desearía no sólo hacerle una entrevista en inglés, sino otra en idioma español, pues conozco que usted lo domina lo suficiente para poder expresarse.

- Mi español es muy malo- me respondió- pero además quisiera hacerle una pregunta, ¿cuánto paga Radio Habana Cuba por esas entrevistas?

La observación no la esperaba realmente. Una negativa más, si, pero ese "disparo" me sorprendió un poco. Sin embargo, con alguna audacia, le respondí rápidamente:

- Señor Fisher, mi emisora no acostumbra a pagar por las entrevistas. Pero, ¿usted no cree que es un honor y un privilegio que le demos la oportunidad de expresarse a través de nuestra emisora?

Esperé una respuesta explosiva, dado los antecedentes de la forma airada en que se enfrentaba a los periodistas. Hubo un silencio que nadie se atrevió a interrumpir. De pronto, movió la cabeza, esbozó una sonrisa ligera, dulcifico la severidad de su rostro, y exclamó con voz suave y gesto que quería ser amable:

- Está bien…Usted ha ganado, ¿cuándo empezamos?

- Ahora mismo si usted no tiene inconveniente.

Media hora después los compañeros, convencidos del fracaso de nuestra gestión, nos recibieron con palabras de cierta compasión:

- Se lo dijimos…y fuiste…- dijo uno.

- ¿Te botó de la habitación?- preguntó otro.

- Ya te habíamos dicho que ese tipo es intratable…- exclamó el tercero.

Mostrándoles la cinta magnetofónica, y aún ellos poniendo en duda mi afirmación, exclamé con aire de triunfo:

- Pues los que fallaron fueron ustedes. Aquí están las entrevistas. Sí, las entrevistas, una en inglés y otra en español.

Algunos tuvieron que oírlas poco después para admitirlo como algo real y tangible. La voluntad y la persistencia ganaban una nueva batalla.

Sin embargo una de las entrevistas- la primera que hice cuando aún no había ingresado en el periodismo, ni siquiera lo pensaba- no se ha borrado jamás de mi mente. Transcurría la década del 20, no puedo recordar el año.

Un día, ¿quién puede acordarse de la fecha exacta?, para una tesis de examen final del curso, mi maestro solicitó de los alumnos que hicieran una entrevista a alguien, con selección libre. ¿A quién podía escoger que me permitiera realizar un trabajo de alguna calidad?

Yo sentía una gran admiración entonces- acrecentada luego- por una figura de altas virtudes patrióticas y ciudadanas, de una personalidad agigantada por sus estrechos vínculos revolucionarios con el prócer José Martí y que había sobrevivido inmaculado a las corrupciones y vicios politiqueros de la seudo república: Juan Gualberto Gómez.

Luego de realizar indagaciones, logré localizar su domicilio en la calle Campanario- ¿o Lealtad?- en La Habana. Y acompañado de mi prima hermana Aida Batista, también con cierta inclinación a las travesuras literarias, me dirigí al hogar de Juan Gualberto.

¿Nos recibirá? ¿Accederá a darnos una entrevista? ¿No era demasiada audacia nuestra pretender una charla con quien era una reliquia viva de la patria? Todo esto lo pensaba mientras me encaminaba a su casa.

El patriota, ex senador de la República y periodista brillante, residía en una modestísima y antigua casa carente de todo lujo, con muebles de mucho uso, pero todo muy ordenado y con una abundante biblioteca.

El diálogo se produjo así cuando una joven, quizás una nieta o sobrina, nos abrió la puerta:

- Desearíamos hablar con don Juan. Somos estudiantes y nos han pedido que hagamos una entrevista. Y lo hemos escogido a él. ¿Usted cree que nos atienda?

-Pasen ustedes- nos respondió- El nunca se niega a recibir a los jóvenes y mucho menos si son estudiantes. Esperen unos minutos…

Resultaron, recuerdo, instantes de ansiedad y hasta creo que hubo un momento que sentí, al menos yo, el deseo de irme ante el temor de fracasar en mi empeño. Pero me quedé…o nos quedamos.

Pasados unos minutos, salió de las habitaciones interiores nuestro futuro entrevistado. Pequeño de estatura, de fuerte complexión y ágil de movimientos, con su pelo blanco, espejuelos al aire y una sonrisa que le iluminaba el rostro de piel negra, tersa, sin una arruga.

Aquella expresión tan cordial, acompañada de unas manos que se extendían en gesto espontáneo y amistoso, me devolvió el alma al cuerpo.

-Siéntense muchachos- nos dijo con voz franca y gesto sencillo- Ustedes dirán qué es lo que desean.

Alentado por aquel recibimiento tan generoso, le expuse en breves palabras mi propósito, pero momento difícil cuando debía hacerle la primera pregunta:

-Quisiera don Juan hacerle una entrevista, pero no sé que cosa preguntarle, que tema plantearle de inicio.

-Empezaré yo entonces- respondió con una amabilidad que me dio alientos.- ¿Les parece bien recordar algunos episodios de mis trabajos con Martí, anécdotas de esa época de lucha intensa por la independencia, de lo que ocurrió después…que nunca debió ocurrir?

- Si, si, don Juan. Eso mismo. Hable usted.

Transcurrieron más de dos horas, durante las cuales no hice, no tuve que hacer, pregunta alguna. Fue una lección de historia inolvidable que nos tuvo inmovilizados en las butacas y diría que apenas sin respirar... Cuanto lamento hoy no haber conservado las cuartillas de aquella, mi primera entrevista "periodística", hace más de 50 años, con don Juan Gualberto Gómez, a quien José Martí, en cartas que a él dirigiera en la etapa conspirativa de 1895, calificaba con afecto entrañable de…"amigo de veras" y "amigo queridísimo"

Y en el periódico "Patria", el 11 de junio de 1892, Escribió el Apóstol:

"El tiene el tesón del periodista, la energía del organizador y la visión distante del hombre de estado"

Juan Gualberto falleció en La Habana, el 5 de marzo de 1933 (9).


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