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LAS REFLEXIONES DE FIDEL CASTRO: EXPRESIÓN DE UNA ÉTICA REVOLUCIONARIA

Raúl O. Quintana Suárez




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TERCERA PARTE (Año 2009)

“La traición del siniestro Jefe del Ejercito Chileno, que fingió a todos y a todos engañó hasta el ultimo momento, no tuvo precedentes”

Los años 2008 y 2009 fueron pródigos en visitas de Jefes de Estado o Gobierno a Cuba, particularmente de América Latina. En su mayoría fueron recibidos, a solicitud propia, por el Comandante en Jefe, al margen de los encuentros oficiales y protocolares.87 y el encuentro personal con los mismos, reseñado en sus reflexiones. En “El encuentro con Cristina”, escrita el 21 de enero del 2009 y “Encuentro con la Presidenta de Chile Michelle Bachelet”, escrita el 12 de febrero, se expresa la satisfacción personal del dirigente cubano por las conversaciones sostenidas.

Acerca de Cristina, Presidenta de la República Argentina, expresa como…“….la conversación duró 40 minutos, el intercambio de ideas fue intenso e interesante como esperaba. Es una persona de convicciones profundas. No hubo debates. Cuando habló en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, respondía rápidamente las preguntas de los estudiantes mostrando talento y capacidad de respuesta” (138).

La visita de la mandataria Michelle Bachelet tuvo especial significación pues como expresa el dirigente cubano…“…a Michelle le correspondió el mérito de ser electa como Presidenta de Chile por el voto mayoritario otorgado al Partido Socialista que la postuló. Por primera vez en los últimos años en América Latina una organización de izquierda había obtenido tal victoria, sin apoyo del dinero, las armas y el aparato de publicidad yanqui.

Aun mas esa distinción correspondió al Partido Socialista de Salvador Allende, que murió bajo el artero ataque aéreo directo a La Moneda donde ejercía ese cargo como Presidente Constitucional de Chile... No pidió ni concedió tregua. Estaba resuelto a morir en su puesto como había prometido La traición del siniestro Jefe del Ejercito Chileno que fingió a todos y a todos engaño hasta el último momento no tuvo precedentes”. (139)

Recordemos como en su última alocución radial, desde La Moneda, ya acosada por los golpistas, el 11 de septiembre de 1973 proclamó como…“… esta será la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes...La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado su juramento: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, mas el general Mendoza, general rastrero, que solo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno y que también se ha auto designado director general de Carabineros. Ante estos hechos solo me cabe decir a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico pagare con mi vida la lealtad del pueblo y les digo que tengan la certeza de que la semilla que entregamos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales, ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y en su destino. Superaran otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Vida el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará a la felonía, la cobardía y la traición”. (140)

Tradicionalmente la oligarquía chilena y sus fuerzas armadas, tal como se registra en este país del cono sur, han sido particularmente reaccionarias.

Ya Fidel Castro había valorado en su discurso de despedida el 2 de diciembre de 1971, durante su visita a Chile, en el Estadio Nacional, el mismo que serviría de campo de concentración, tortura y muerte para el pueblo tras el golpe de estado, menos de dos años después, como…“…nosotros sabemos donde están nuestros amigos, en que clase social. Y nosotros sabemos que donde están los obreros y los campesinos y los humildes están nuestros amigos.

Y por eso el recibimiento que hemos tenido en todos los pueblos, en todas las universidades, en los campos; el recibimiento extraordinariamente afectuoso que hemos tenido en todos los centros de trabajo ¡en todos!, sin una sola excepción. Ni aun en aquellos sitios donde los reaccionarios se empeñaron más en deformar la conciencia del obrero ¡ni en esos!....Desde luego, no podíamos nosotros ni siquiera imaginarnos, y habría que estar absolutamente locos para creer que íbamos a ser recibidos afectuosamente por los intereses opuestos de los obreros, de los campesinos y de los humildes del país. Nosotros no íbamos a ser bien recibidos por los poderosos, los terratenientes, los reaccionarios….En dos palabras chilenos: nosotros no esperábamos ser bien recibidos por los fascistas.

Pero repito, hemos aprendido otra cosa: hemos aprendido la comprobación más de otra ley de la historia: hemos visto el fascismo en acción. Y hemos podido comprobar un principio contemporáneo: que la desesperación de los reaccionarios, la desesperación de los explotadores en el mundo de hoy<<como ya se ha conocido nítidamente por la experiencia histórica>> tiende hacia las formas más brutales, mas bárbaras de violencia y reacción”. (141)

No podía faltar el reconocimiento de Fidel Castro a la actuación de la dirigente comunista Gladys Marín, ya fallecida físicamente, que desempeñó un papel relevante tanto en el enfrentamiento a la dictadura pinochetista, como en la época de restauración de la democracia representativa, pero democracia al menos, en el país andino más meridional, dado que…“…en momentos muy duros de aquella etapa cuando detrás quedaban miles de torturados, asesinados y desaparecidos, una mujer muy joven, Gladys Marín, dirigía al Partido Comunista de Chile, forjado durante decenas de años de esfuerzos y sacrificios de la clase obrera chilena, que la llevo a esa responsabilidad. Gladys Marín y su Partido no se equivocaron, dieron todo su apoyo a Michelle Bachelet determinando así el fin de la influencia de Pinochet. No se podía admitir que el tirano diseñado y llevado al poder por el imperio dirigiera una vez más los destinos de Chile”. (142)


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