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FIDEL CASTRO Y LA PRENSA ESCRITA: LEGADO Y CONTEMPORANEIDAD

Raúl Quintana Suárez




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3,3.- Del Moncada al exilio. Etapa del 26 de julio de 1953 hasta el 7 de julio de 1955

El revés sufrido en el Moncada parecía confirmar, en el contexto de 1953, los criterios de la oposición pacifista y electorera, de que no era posible derrocar a un régimen, por tiránico que fuese, sin contar con el apoyo del ejército o de una intervención militar de Estados Unidos. A los asaltantes del bastión de la tiranía, se les tildó de jóvenes locos, románticos o aventureros por los “cuerdos” políticos sin principios. De “loco” y “aventurero” tildaron a Martí, no pocos de sus enemigos, cuando se enfrascaba en la aparentemente imposible tarea de aunar voluntades entre veteranos y “pinos nuevos”, en los preparativos de la Guerra Necesaria. De “romántico” y “utópico” fue llamado Eduardo Chibás, por el grave pecado de ser un político honesto en un país caracterizado por gobernantes corruptos, demagogos y servidores de intereses foráneos. Por ello la oposición colaboracionista miraba a los moncadistas, como muchachos sin juicio que provocaban a la dictadura, a un incremento de la represión o cerrar las vías electorales, que los alejara de ocupar cómodos curules como representantes o senadores, a través de tradicionales componendas politiqueras, de espaldas a las ansias, penurias y calamidades del pueblo sin escuelas, atención médica adecuada o sumido en la mayor miseria.

El alegato jurídico-político de Fidel Castro efectuado el 16 de octubre de 1953, en el juicio por los hechos del Moncada, que tuvo como escenario la reducida sala de enfermeras del “Hospital Saturnino Lora” de Santiago de Cuba, no tuvo en aquel momento ninguna divulgación en la prensa, debido a la férrea censura impuesta por la dictadura. Levantada esta comenzó a funcionar la autocensura de los propietarios de los diarios temerosos de perder las prebendas otorgadas por el régimen. Sólo más tarde y particularmente a través de publicaciones clandestinas se iría divulgando su contenido.

Gerardo Poll, obrero ferroviario y militante del Partido Socialista Popular, resultó testigo de excepción de cómo Fidel elaboró su autodefensa, en los días previos al juicio, mientras permanecía en prisión preventiva en la Cárcel Provincial de Boniato, según recoge Arnaldo Tauler López en su libro “Las ideas no se matan”:

“…Él leía bastante, escribió mucho. Yo no sé de donde sacaba tantos papeles, pero tenía bastantes y unos librones. El sacaba textos de los libros que leía y luego me leía esas cosas para que yo le diera mi opinión. ¡Figúrese Vd. yo que era casi analfabeto!....A él no le dejaban pasar literatura marxista, pero si otros tipos de libros, pero literatura política no. Bueno, el hombre aquel nada más que era,, escribe, lee, escribe, lee, busca libros, escribe, lee ¡concho!, ¿ Cuándo va a acabar este hombre de escribir?. Yo creo que esa noche, la anterior al juicio, llenó cuarenta o cincuenta hojas, y después que las llenó- yo me estaba medio durmiendo- comenzó a leerlas en voz alta para que yo las oyera. Eran como las dos de la madrugada….cuando nos levantamos. Él se levantó primero. Ya íbamos para el juicio (el testigo también estaba entre los procesados N. del A.) se había vestido con su traje negro-azul, su camisa blanca y su corbata roja, y veo que no llevaba los papeles. Le digo:

---Óyeme Fidel, ¿y los papeles que tú escribiste no los llevas al juicio?

---No-me respondió- ya no me hacen falta, ya me sé todo eso (41).

Una joven periodista, entonces desconocida y que intentaba abrirse paso en la profesión, propuso a la dirección de la Revista Bohemia, concurrir al juicio del Moncada (Causa 37). Fue testigo excepcional de cada una de las vistas celebradas en la Audiencia santiaguera e incluso del alegato jurídico-político de Fidel Castro, el 16 de octubre. Su nombre: Marta Rojas.

En definitiva ni Bohemia ni ningún otro órgano de prensa publicaron sus reportajes. Primero la censura y luego la cobardía de su director, Miguel Ángel Quevedo, lo impedirían. Posteriormente la gestión de Melba Hernández y Haydee Santamaría, a su salida de la Prisión de Mujeres de Guanajay, permitió la publicación y circulación de la histórica auto-defensa bajo el título de “La Historia me Absolverá” (42).

Ya cumpliendo su sentencia en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, Fidel Castro hace llegar a ambas, su escrito “Manifiesto a la Nación” (1954), que será publicado clandestinamente y en el que denuncia:

“Con la sangre de mis hermanos muertos escribo este documento. Ellos son el único motivo que los inspira. Más que la libertad y la vida misma para nosotros, pedimos justicia para ellos. Justicia no es en este instante, un monumento para los héroes y mártires que cayeron en el combate o asesinados después del combate. Ni siquiera una tumba para que descansen en paz y juntos los restos que yacen esparcidos en los campos de Oriente, por lugares que en muchos casos sólo conocen sus asesinos; ni de paz es posible hablar para los muertos en la tierra oprimida. La posteridad que es siempre más generosa con los buenos levantará esos símbolos a su memoria y las generaciones del mañana rendirán en su oportunidad, el debido tributo a los que salvaron el honor de la patria en esta época de infinita vergüenza (43).


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