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ARLEQUINES Y DESENCAJES. INTRODUCCIÓN A LOS PROBLEMAS DE UNA REFORMULACIÓN DE LA TEORÍA FOUCAULTIANA DEL PODER

Edgardo Adrián López



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Capítulo II

“… Los lenguajes son siempre conservadores; van … con los archivos a cuestas y detestan las actualizaciones …”

José Saramago

Podemos efectuar ciertas observaciones “aisladas”, escuetas, modestas, circunscriptas en torno a algunos problemas que Foucault articula, pero que pareciera no haber tenido en cuenta o que desestimó (es el caso con el asunto de las ideologías). Quizá tales cuestiones marginadas, excluidas, marginales a nosotros nos servirían para delimitar otros espacios de reflexión.

1) Un campo de saber general que instaura en la comuna, determinados visibles y enunciables posee ciertos límites históricos que son líneas de perspectiva. Esas líneas dejan abierto un topoi en el cual algunos visibles y enunciables son virtuales, porque todavía no han sido puestos en funcionamiento por los discursos, pero aquellos están en el campo de saber en calidad de substrato de tales discursos.

El francés sentencia:

“… La objetivación del delincuente al margen de la ley, … no es todavía sino una virtualidad, una línea de perspectiva, donde se entrecruzan los temas de la crítica política y las figuras de lo imaginario …” (Foucault, 1989 a: 106).

2) La ideología parece atravesar a todos los discursos y a cualquier tecnología:

“… el discurso … constituido de los ideólogos … daba … una especie de receta general para el ejercicio del poder sobre los hombres …” (1989 a: 107).

3) El poder construye una Semiótica de las pasiones a manera de una tecnología, a fin de someter a varones y mujeres no por el uso de una violencia explícita, sino por la administración de la sensibilidad y de las pasiones:

“… contra una fuerza, otra fuerza, pero se trata de la propia sensibilidad y de la pasión, no … de (las violencias) del poder con sus armas …” (Foucault, 1989 a: 110).

4) A cada discurso y a cada tecnología le corresponde una economía de la publicidad, mediante la cual se hace los sujetos internalicen las artimañas del poder:

“… toda una economía docta de la publicidad(, en la cual) … el suplicio corporal (implicaba) el terror como soporte del ejemplo …” (1989 a: 115).

5) El poder genera territorializaciones, dispersiones del castigo, pero a veces lo realiza procediendo por órdenes jerárquicos: “… el encarcelamiento … (se inscribe) en la realidad, de acuerdo con toda una jerarquía penal, administrativa, geográfica …” (Foucault, 1989 a: 119).

6) La cárcel a modo de forma y no como simple aparato, funciona tornando factible la tarea de una tecnología –el castigo.

El autor afirma al respecto:

“… El alto muro, no ya el que manifiesta, por su prestigio, el poder y la riqueza, sino el muro que cuidadosamente cerrado, … encierra el trabajo … del castigo …” (1989 a: 119/120).

Ahora bien, tal vez se pueda generalizar esta apreciación, sosteniendo que la forma puede ser condición de posibilidad de la tarea, y de la separación entre poder y tesoro. En efecto, para el barbado de Prusia, en las sociedades de clases , el reino abstracto de la economía, subsume al trabajo y en consecuencia, las formas irreales económicas aparecen como condiciones de posibilidad reales de la faena. El caso más patente es el del capital.

La separación microfísica del poder respecto de la riqueza, implica que todos ejercen y distribuyen el poder, pero no todos disponen de valores de uso. Esta perspectiva es consecuente con la idea de Foucault, respecto a que el poder no se posee, sino que es un efecto de conjunto que viene de abajo a arriba, de manera horizontal, arriba abajo y de modo transversal. Amo y Esclavo ejercen poder en cada uno de los puntos del campo social.

7) Lo que denominamos Sujeto Reactivante tal vez encuentre su equivalente en la Cuasi/mente de Peirce. La misma consiste en que el Intérprete que sufre los efectos del Interpretante, o sea, la Cuasi–mente es un sujeto que actualiza el signo y el discurso. El asunto es que desde alguna lectura de Foucault, se podría vincular el Sujeto Reactivante con una máquina de recodificación. Dicho sujeto no sería sencillamente algo que actualiza el signo, sino que recodifica los procesos de significación mismos, a través de una máquina apropiada a ello. La cita que serviría de base para esa interpretación es:

“… (el) funcionamiento del poder penal (le hace posible estar) … presente por doquier como escena, espectáculo, signo, discurso; … operando por una recodificación permanente del espíritu del ciudadano …” (1989 a: 135).

La prisión vendría a ser aquí el medio por el cual el poder penal recodifica el “espíritu del ciudadano”. Por otro lado, el “delincuente” en tanto Sujeto de castigo es la Cuasi/mente que actualiza los regímenes de signos y de discursos que el poder penal hace circular.

8) Las máquinas de recodificación de las relaciones entre materialidades, parecen funcionar a dos enormes niveles:

a- un plano en el cual la recodificación disemina, esparce, amplía, sistematiza, los nexos de poder hasta en los más insignificantes espacios sociales;

b- universalización de las ortopedias (id est, de las tecnologías que poseen por objetivo el buen encauzamiento), y de la presencia de “centros” de poder, dando lugar a efectos paradójicos. Uno de tales efectos es el hecho de que si bien con la multiplicación de los centros de poder (f. e., las instituciones) disemina las relaciones de dominio, al mismo tiempo separa un espacio determinado (el institucional, precisamente) y una cierta porción de poder se desvincula del resto que atraviesa la sociedad. Es lo que ocurre en la cárcel: “… la emergencia de la prisión (implica) la institucionalización del poder de castigar …”, pero denegando el funcionamiento de la sociedad como una ciudad punitiva, es decir, rechazando la presencia general del poder y del derecho de castigar.

Para confirmar el modo de procedimiento de una máquina de recodificación, podemos cotejar el siguiente fragmento:

la cárcel ocasiona que “… de un lado … el poder de castigar … (corra) a lo largo de todo el sistema social … De otro lado, (exista) un funcionamiento compacto del poder de castigar … (a través de) … una ortopedia concertada que se aplica a los culpables …” (Foucault, 1989 a: 135).

Ahora bien, parece haber una contradicción respecto del lexema “máquina”, puesto que delineamos que jamás puede estar compuesta de “durezas”, de aparatos y dispositivos. Mas, también sostuvimos que la prisión es un aparato y un dispositivo. No obstante, la alucinada contradicción se disuelve si consideramos la posibilidad de que sólo a cierto nivel la cárcel funcione en calidad de máquina de recodificación, y que en ese hojaldre no opere como aparato o dispositivo. Y en efecto, es eso lo que ocurre porque la recodificación no puede hacerse de forma inflexible o no molecular, aunque el objetivo final de todo código sea cristalizar los movimientos azarosos de fuerzas y materias.

9) Los modos específicos de organización del poder, introducen diferencias en el nivel de los dispositivos, de los objetivos estratégicos y de las “acciones comunicativas” que legitiman, por la senda del consenso inconsciente e implícito, el poder de castigar. Es el caso de la lógica del poder en el Absolutismo y en la Revolución Francesa: mientras en uno, el poder de penalizar se dibuja en dispositivos de suplicio del cuerpo, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, el castigo se orienta hacia una “corrección” de lo que todavía hay de buena humanidad en el “criminal”. En el Absolutismo, el poder punitivo tiene por propósito el volver conscientes los límites de los ilegalismos que el Soberano está dispuesto a tolerar, a la par que en la nueva Francia, el poder de castigar detenta por finalidad disciplinar por un terror “más discreto”, menos revulsivo pero tanto más eficiente.

Por último, en la “servidumbre del patíbulo”, la clase explotada y le resto de lo que entonces muy intuitivamente denominamos “grupos populares” (mendigos, huérfanos, ancianos, prostitutas, etc.), aceptan la “racionalidad” del poder de castigar, a partir de que se “respeten” los ilegalismos que pueden cometer, sin atraer sobre sí la pesada mirada del Rey. Por el contrario, en el siglo XIX la “acción comunicativa” que se construye legitima el poder punitivo, siempre que a los buenos ciudadanos se les garantice gozar de los derechos del individuo que no ha violentado a la sociedad, y se los proteja del fantasma de la Sinrazón.

Respecto de ese último punto, el autor sugiere que el encarcelamiento de los “criminales” no sólo repite en el acto mismo del castigo, la ceremonia por la cual todos “aceptamos” el Contrato Social, sino que resguarda a los “buenos” ciudadanos “juiciosos” de ser acusados de viajeros absurdos de la Sinrazón. El estar del lado de los ciudadanos “ordenados”, disciplinados, “racionales”, “no violentos” protege contra las acechanzas de un poder que está siempre propenso a encerrar, estigmatizar, destruir:

“… al final del siglo XVIII … (existen) tres maneras de organizar el poder de castigar …, pero son muy diferentes … (en el) nivel de los dispositivos que dibujan. (En) el derecho monárquico, el castigo es un ceremonial de soberanía … (que) despliega a los ojos de los espectadores un efecto de terror … En el proyecto de los juristas reformadores, (la pena) es un procedimiento para recalificar a los individuos como sujetos de derecho: utiliza … signos …, a los que la escena del castigo debe asegurar la circulación más rápida y la aceptación más universal posible” (1989 a: 135/136).

10) Una máquina puede ser productora de otras. Parece ser que la competencia de una máquina para ser gestora de otras, depende de si es más abstracta que las máquinas que suscita.

Al respecto, puede ser que la máquina productora opere en el plano de abstracción de los programas, acciones, roles de comportamiento y actantes. En el caso de los actantes, las máquinas creadoras de otras parecen generar actantes paradigmáticos , es decir, actantes que no controlan sólo las acciones, sino las relaciones mismas entre los sujetos, pudiendo hasta crearlos.

En ese aspecto, los actantes paradigmáticos se diferencian de los sintagmáticos, dado que los primeros funcionan como la “gramática” de operación de los segundos.

Un ejemplo de lo que pincelamos lo hallamos en el ejército, el cual es una máquina que produce, a partir de una subjetividad dada, cuerpos con las articulaciones necesarias para que se constituya un soldado, id est, un actante sintagmático que asuma funciones militares diversas (1989 a: 139).

11) El poder no es sólo microfísica, esto es, que actúa a escalas infinitesimales, sino que también es molecular: elabora sus propios Cuerpos Flexibles, no jerarquizados, a fin de desplazarse mejor sobre cualquier espacio social. Procede por precipitación, a modo de las manchas de aceite en el agua, desplazándose por capas, pero también por “filamentos”.

Al poder le importa que sus segmentaciones finas, deshilvanadas lleguen a todos los lugares, aunque estén situados a “alturas” y escalas diversas. Moverse desde al ámbito de la lucha de clases, hasta el caosmos de las relaciones cotidianas con el cuerpo; lo interesante es segmentar lo más fino que sea factible. Foucault enuncia:

“… no estamos en el caso de tratar al cuerpo en masa, en líneas generales, como si fuera una unidad indisociable, sino de trabajarlo en sus partes …” (1989 a: 140).

12) La anatomopolítica y la biopolítica no se superponen, palmo a palmo, con la lógica de la producción en sentido marxista, porque las operaciones sobre el cuerpo y en torno de las poblaciones insuflantros objetivos. No dejan de poseer nexos con un modo de producción determinado, pero no son subordinables a su dinámica.

Aunque en cierta escala lo anterior sea así, debemos tener en cuenta que para el pobre Marx las fuerzas de producción subjetivas se constituyen históricamente, de manera que lo señalado por el intelectual galo, en calidad de ámbitos de operaciones de la anatomo y biopolítica, pueden concebirse como medios de construcción de las fuerzas formales productivas (y tal vez, de las mismas potencias de producción de las labores). Al respecto, encontramos:

“… Las disciplinas han llegado a ser unas fórmulas generales de dominación … Distintas del vasallaje, que es una relación de sumisión extremadamente codificada, pero lejana y que atañe menos a las operaciones del cuerpo, que a lo productos del trabajo … El momento histórico de las disciplinas es el momento en que … (el) cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo recompone. Una ‘anatomía política’, que es igualmente una ‘mecánica del poder’ …” (1989 a: 141).


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