BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA EN EL DESARROLLO
UNA VISIÓN DESDE AMÉRICA LATINA

Silvana Andrea Figueroa Delgado y otros


 

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ACERCA DE LA POTENCIALIDAD SECUESTRADA DE LA CIENCIA Y TECNOLOGÍA. POR UNA IDEA DEL DESARROLLO MULTIDIMENSIONAL

Luis Manuel Lara*

Introducción

Es indudable que el fomento a la ciencia y la tecnología se presenta como un elemento primordial para el desarrollo de las naciones, de ahí que las políticas públicas aplicadas en este tenor sean tan urgentes. En el continente latinoamericano, sin embargo, se asoma una fuerte contradicción en relación a lo anunciado. Por un lado, se reconoce la premura de impulsar la actividad científica-tecnológica, afirmación que se expresa de forma permanente en los discursos pronunciados, en los cuales se alude a la necesidad de estar a la altura de los tiempos globales, mientra que por otro, los hechos -registrados en datos (financiamiento público, proporción poblacional de investigadores/as, patentes, publicaciones, etcétera)- exhiben el atraso de la política en el rubro. Se puede apreciar un desfase total entre lo que se dice y las acciones efectivas encaminadas a vigorizar a la ciencia y la tecnología. Lo anterior constituye un problema mayor. Su atención, consideramos, implica ir más allá de la noción oficial del desarrollo, construida de manera unidimensional desde el economicismo político; ahora altamente subordinado al poder trasnacional y del mercado. Esta idea, así proyectada, somete a una suerte de dependencia al espacio educacional y cultural respecto al ámbito económico-político local/global de cada Estado. En un sentido opuesto, en las siguientes líneas se argumenta la importancia de la ciencia y la tecnología para el desarrollo integral, bajo un razonamiento holístico.

Una significación personal de la ciencia y la tecnología. Más allá de la concepción dominante

Nuestra concepción de la ciencia y la tecnología, trasciende el enfoque positivista o pragmático, que pretende calificar dichas operaciones por sus efectos utilitarios. Por el contrario, concebimos a la ciencia y la tecnología como expresiones de un proceso complejo del ser humano, en cuanto a la significación y transformación que producen en su entorno; representan, por tanto, un acto socio-cultural. En efecto, la ciencia y la tecnología son manifestaciones -si bien no las únicas- de la creatividad e intelecto del ser humano en su discurrir histórico. Por tanto, la ciencia, al igual que la tecnología, son elementos que conforman el contexto cultural1. Estamos convencidos de que al no haber un reconocimiento "oficial" de esto último, se permite una práctica política que ha mutilado sus potencialidades. A saber, la ciencia y la tecnología han sido generalmente abordadas desde su contribución al terreno económico, lo mismo vale en su tratamiento con relación al desarrollo, donde los otros planos (político, social, cultural) han sido relegados. Persiste una visión unidimensional, que nos permite sugerir una suerte de "secuestro" por parte del ámbito económico. Con ello, no pretendemos negar la importancia de dicho sector, es claro que el conocimiento se torna en una herramienta vital para el desarrollo económico, pero pierde de vista una concepción más integral del desarrollo humano. Dentro de la noción oficial del desarrollo, la ciencia y la tecnología (no falta quien diría que predominantemente la tecnología) son empresas que desde la esfera económica, someten a otras: la política, la educativa, la biológica, la social, la cultural y espiritual. Este aspecto ha sido denunciado, desde una diversidad de enfoques disciplinares (véase a Bunge, 2002 y 1998; Fernández Radaña, 2003; Morin et al., 2006, Morin, 1999 y 1984), los cuales no pretendemos abordar aquí. Basta decir que la ciencia y tecnología, como áreas de actividad del ser humano, son despojadas de su significado como manifestación cultural; cuasi-mutilando aquellas otras dimensiones para ubicar la preocupación en la dimensión de desarrollo oficial (la económica). Así, aquel país que no fomente la ciencia y la tecnología como factor de desarrollo económico es un país atrasado, en el mejor de los casos en "vías de desarrollo". A continuación nos referiremos a la forma específica en que se inserta la educación dentro de esta visión unidimensional.

El mecanismo del secuestro, expresado vía educación

Parafraseando discursos, comúnmente se inscribe a la esfera educativa como aquella panacea de casi todas las problemáticas sociales. Y si bien, se reconoce el papel tocante a la familia respecto a solventar la crisis de valores que se alude estamos viviendo, se voltea también hacia la responsabilidad que tiene la institución escolar para dar solución en el rubro. Se destaca que en sus primeras etapas la educación forma y en la etapa superior prepara para la vida, que en la práctica refiere, en lo esencial, a la vida laboral. Aun cuando desde el terreno educativo se puedan cumplir una variedad de tareas, predomina el hecho de que a la institución escolar se le asigna el papel de crear no sólo individuos, sino escenarios y climas que posibiliten el desarrollo referido. De hecho, con el surgir de nuevas tecnologías se demanda en un mayor grado de la educación, elemento que permite, entre otros, ir acorde con las pautas que el desarrollo en marcos globalizados requiere. Si se hace un análisis, no necesariamente riguroso, se observará que desde la visión política de cada nación (su filosofía), de su quehacer (las políticas públicas), y su administración (prioridad de financiamiento), se finca una dependencia del espacio educativo -y ni que decir de la cultural- respecto al económico. Es suficiente observar el organigrama administrativo de cualquier país para dar cuenta de ello. En ese sentido, la búsqueda del desarrollo correrá transversalmente por una a una de las esferas, pero de forma vertical. Así, el papel de la educación se aduce como un elemento crucial del desarrollo, y desde su trinchera debe potenciar tanto la producción de conocimiento como de innovación. Esos dos elementos son la ciencia y la tecnología, si bien revestidas de diferente forma y con diversas tácticas. La ciencia y la tecnología en su visión institucional, no se constituyen en dimensiones propias como la económica, la política, la cultural y la educativa, son elementos transversales a ellas. En efecto, la ciencia y la tecnología en la discursiva y estructura institucional se asignan al quehacer educativo en cuanto a la formación de conocimiento para la vida, y al económico en lo que refiere a la producción de innovación. Es decir, dentro de la organización política de cada nación, la ciencia y la tecnología son factores de desarrollo, lo cual se afianza con la visión de organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, y, de cierta manera con la UNESCO; junto a otros actores de vital importancia como las transnacionales empresariales -el mercado como ente de decisión-. Por ello, respecto a la ciencia y la tecnología, las políticas públicas dependen de la visión y la estrategia económica que tenga el país en cuestión en un momento particular y, sobre todo, lo que le sea "aconsejado" a nivel global. La ciencia y la tecnología se insertan a la esfera educativa como factor de formación que responda a tal desarrollo, siendo obvio que esta acción implica la mutilación de las otras dimensiones propias del desenvolvimiento en la ciencia y la tecnología. En ese sentido, la educación conlleva herramientas y estrategias de formación científico-tecnológica, visto como la preparación para el ejercicio profesional y técnico que coadyuve a garantizar un desarrollo progresivo de la economía de las naciones, y en lenguaje político, el bienestar social. Podemos verlo en los criterios de financiamiento de investigación en las universidades públicas -estatal y privado-, y en la conformación de los planes educativos, lo que se traduce en: la aberrante clasificación de ciencia básica y ciencia aplicada, y la ponderación por consiguiente de la segunda; en el rezago de empatía y de valoración respecto a las humanidades; en la percepción de que las ciencias sociales no logran ajustarse al método científico positivista, propio de las ciencias naturales, físicas y matemáticas. Y aún más aberrante y preocupante, la ciencia como empresa de legitimación conveniente para sectores de mercado y medios de comunicación ("el científicamente comprobado"). Derivado de la situación anterior, destacan dos tipos de políticas públicas complementarias referentes a la ciencia y la tecnología, mismos que están comúnmente en el debate de especialistas. El primero, apunta a ser exclusivo de la esfera económica: abarca procedimientos que tratan, en forma directa, acerca de la producción e innovación científica (incluyendo infraestructura, equipamiento y capacitación). El segundo, es asignado a la esfera educativa, y administrado por la misma: consiste en formar y preparar (comenzando del nivel básico hasta el superior) en los fundamentos teóricos y técnicos del conocimiento científico, condición necesaria para la capacitación/innovación tecnológica. La segunda es requisito de la primera. Otras políticas públicas que son de reciente demanda y estudio son las concernientes a la divulgación de la ciencia. Sin embargo, encuentran problemas para que se les reconozca su importancia, situación que parece explicarse por el hecho de que, como hemos mencionado reiteradamente aquí, el desarrollo es concebido de manera unidimensional a partir del pragmatismo económico; y las primeras sugieren en gran medida el elemento cultural. Con ellas se desprenden requerimientos de fincar una "cultura científica," nosotros agregaríamos también, una "cultura de pensamiento crítico." Cultura, es su referencia. En efecto, desde la divulgación de la ciencia se crean condiciones para establecer o facilitar una cultura científica en las sociedades, dada la importancia de estar atentos de aquellos adelantos científicos y tecnológicos que irrumpen en cambios sociales drásticos, dilemas éticos, morales y de posible afectación a los derechos humanos y la seguridad de los individuos. En ese tenor, una cultura científica se apunta para la participación en la toma de decisiones en temas cruciales; escenario que se posibilita o se requiere ante el supuesto advenimiento de democracia en las sociedades. La participación en la toma de decisiones exige de un tipo de conocimiento y un cierto grado de interés de tomar parte en las mismas, además de estructuras y estrategias que la hagan viable (normatividad, mecanismos de difusión, y espacios de debate). No sólo nos enfrentamos a un déficit en materia de infraestructura, sino a uno que nos impide valorar y potenciar los recursos con los que se cuenta, y no convertir a la empresa científica en mero desarrollismo o economicismo. Aun en esta línea hay grandes ausencias.


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