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LAS RELACIONES ECONÓMICAS ENTRE ARGENTINA Y VENEZUELA (2003-2008). EL IMPACTO SOBRE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Mariano Roark


 

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2.6 Síntesis

Tras la grave crisis del 2001- 2002, donde el PIB se contrajo en alrededor de 11%, la economía argentina comenzó a mostrar signos de recuperación. El nuevo contexto interno y los cambios en la economía internacional cumplieron un rol clave. En primer lugar, gracias al notable aumento de la demanda externa asiática, sobre todo de China, se produjo un alza sostenida de los precios internacionales de las materias primas que mejoró notablemente los términos de intercambio de Argentina. Paralelamente, la llegada de Néstor Kirchner a la Presidencia de la Nación en 2003, marcó una serie de rupturas importantes en materia de política económica. El Estado recuperó nuevamente la iniciativa y se convirtió en un actor clave para la recuperación económica. El régimen de convertibilidad llegó definitivamente a su fin y se impuso el denominado “modelo de dólar alto” que tuvo un impacto positivo sobre la competitividad-precio del sector externo nacional.

En este nuevo contexto, las exportaciones argentinas luego de oscilar en torno de los US$ 25.000 millones anuales entre 1997 y 2002 llegaron a alrededor de US$ 71.000 millones en 2008, siendo las MOA (principalmente la industria agroalimentaria) y MOI los rubros de mayor participación en el total exportado (34% y 32%, respectivamente). Respecto a los destinos de las ventas al exterior, es posible concluir que Argentina presenta una importante diversificación de sus mercados internacionales, siendo Brasil el principal socio comercial (absorbió el 18% del total de las exportaciones en 2008). La composición de los intercambios con la región latinoamericana, por su parte, se destacó por su relevancia como principal mercado de destino de las exportaciones argentinas de productos elaborados.

Por su parte, la composición de la estructura importadora argentina del 2008 presentó una serie de cambios moderados respecto a la imperante en 1998. En este sentido, las transformaciones más sobresalientes tienen que ver con el surgimiento de una tendencia a la reducción de la participación de los “bienes de consumo” (su contribución al total disminuyó en 4 puntos porcentuales) y “bienes de capital” (redujo su participación en 5%). En contrapartida, dentro de un contexto interno de crisis energética, los “combustibles” duplicaron su peso en el total de las importaciones argentinas; y los “bienes intermedios” se consolidaron como el agregado más relevante, incrementando su participación en alrededor del 3% respecto a 1998.

En suma, la recuperación económica se explica esencialmente por el pasaje a un modelo productivo orientado a la sustitución, que apuntó a la revitalización de un sector de la industria nacional, así como por la rentabilidad de las exportaciones (maíz, soja transgénica, entre otros), beneficiadas tanto por la devaluación como por los altos precios internacionales.

De este modo, durante el período 2003-2008 la economía argentina creció a un promedio anual del 8,5% y mantuvo un superávit de $6.504 millones de dólares anuales, lo que permitió un aumento de las reservas internacionales de alrededor del 342%. Al mismo tiempo, se produjo una reestructuración de la deuda externa que redujo el volumen de las obligaciones y alivió los flujos de pagos comprometidos (la relación deuda externa/PIB se ubicó en 72% luego de la reestructuración, después de alcanzar 160% durante el 2002).

Finalmente, la contribución de los derechos de exportación y el fuerte incremento de la recaudación por impuestos sobre la actividad y los ingresos internos elevó el coeficiente de tributación a niveles netamente mayores que en períodos previos. Esto sostuvo apreciables superávit primarios y, al mismo tiempo, permitió un considerable incremento del gasto del gobierno que resultó clave para el incremento de la demanda interna y la expansión del gasto social.

En consecuencia, gracias a esta recuperación económica los indicadores de pobreza, indigencia y desempleo se redujeron notablemente. El IDH y la distribución del ingreso también experimentaron una mejoría, y, si bien la participación de los trabajadores en el valor agregado ha retrocedido, esto se debe en gran medida a que el PIB creció más que la masa salarial


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