BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

CATARSIS POR BARRÍOS

Mario Antonio Turcios Flores


 


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Capítulo 9 Un extraño hombre llamado Calistro

En una mañana de frío en Maryland, Estados Unidos, mientras disfrutaba de mi acostumbrado café en un pequeño restaurante de comida latina, frente a casa “Farabundo”, me reía sólo, tomaba un sorbo de aquel café y venía a mi mente aquel tiempo que pasé en mi caserío Barríos.

En aquel café espeso de recuerdos, añoré una vez más aquel tiempo lleno de malos y buenos momentos. Desde el frente del local, leía por inercia la leyenda “FMLN”; tomaba un sorbo de café y escuchaba el bullicio de la gente y al fondo la música revolucionaria, alusiva a la amarga historia de las décadas de los 60s, 70s y 80s vivida en América Latina; la añoranza se anidó en mí.

Mi imaginación se transportó al pasado; vino a mi mente aquel peculiar personaje de Barríos, ese hombre que nadie supo nunca de donde y como llegó; era “el hijo del caserío”, lo adoptamos todas las familias que ahí vivíamos, era un niño grande, inocente, en su ingenuidad nos respondía con su cariño.

Su instinto de supervivencia lo hacía un buen trabajador, consciente o inconscientemente estaba donde más se le necesitaba; iba por agua, halaba la leña, hacía los mandados de todas las humildes familias del caserío, se hizo experto en cultivos y era muy puntual en la faena; Calistro nunca faltaba, a veces faltaba el capataz, hombre, muchas veces símbolo de represión para los campesinos; ahí estaba siempre Calistro a merced de aquel dios que le permitía entrar el “cielo” en las entrañas de las tierras. Calistro era parte de nosotros.

Lo considerábamos una bendición de Dios, siempre masticando tabaco, tenía el porte promedio de un salvadoreño, era el toque especial de la cuadrilla, introvertido y con rasgos indígenas muy marcados, era la máxima expresión del amor incondicional por los demás, estaba ahí de frente y colaborando con todos en el proceso desde el inicio y hasta el fin de la cosecha, no hablaba casi con nadie, pero en su silencio se comunicaba con todos.

Luego de terminada la faena del cultivo y sacábamos la cosecha; Calistro se convertía en un experto artesano del carbón; las lluvia se alejaban y el verano entraba con vigor; era el momento de arrancar raíces para hacer el carbón y ponerlas al sol estaban listas un par de semanas después, con un poco de ayuda las transportaba al río , preparaba un lugar adecuado, y por las noches hacia la quema del carbón, que yo sepa nadie logro superarlo en el arte del carbón, conocía el punto exacto para su mejor calidad, era el productor y proveedor, que suplía a todos los herreros de la Cañada , El Corozal y San Pedro Carrizal, cantones donde la actividad económica principal era la herrería.

La herrería consiste en la fabricación de pequeños utensilios o medios de producción, tales como: cumas, machetes, azadones, piochas y otros. Sin los cuales el agricultor se le es imposible labrar la tierra, pero esa felicidad que dentro de su misterioso, silencioso he incomprensible mundo vivía, pronto terminaría, al inicio del conflicto armado en los años 80, su demencia no lo salvaría de la despiadada, persecución militar en contra de Barríos.

En muchas ocasiones fue brutalmente golpeado, por los soldados, que aun conociendo su condición de “retraído”, se empeñaban en joderlo, y se burlaban de su reacción ante el temor de morir, a todos nos molestaba la actitud de los “cuilios” y con el riesgo de morir salíamos en su defensa, aterrorizado y confundido ante la incapacidad de entender la situación Calistro desaparecía hasta por 2 semanas del caserío. Lo buscábamos por todas partes y nunca lo encontrábamos, nunca supimos donde se refugiaba, era muy misterioso.

Le llamábamos “Calistro” pero en verdad nunca supimos su verdadero nombre, no había registro de su estado civil en ninguna alcaldía, o parroquia, ninguna señal de su procedencia,- ¿Quien será? — ¿nos preguntábamos?, ¿de dónde vino? Creíamos que era un sobreviviente de “los virulentos” (de la peste de la viruela); pero era muy joven para eso, pues tenía unos 40 años de edad quizá. También especulábamos que quizá era un espíritu que resucitó de “los virulentos”, comentábamos entre los niños, el pensar así nos llenaba de suspenso, el miedo se apoderaba de nosotros y preferíamos inventarle un hermano ficticio por ahí.

Continúo aquí con el mismo café y con Barríos en mi mente; y de nuevo me asalta aquel 18 de Abril de 1982, ese día apocalíptico que terminó con Barríos y busco en mi subconsciente algún pequeño registro de haber visto a Calistro en algún lugar ese fatídico día, pero es imposible, no recuerdo haberlo visto, no sé como escapó de la muerte.

Al día siguiente día de la masacre, el Estado Mayor de la Fuerza Armada ordenó ejecutar un bombardeo aéreo en Barríos, con el objetivo de destruir por completo las viviendas animales y cualquier otra cosa existente que aún quedara en el lugar.

Hilario Valladares, se encontraba en su casa, ignorando lo sucedido, recién llegaba de San Miguel, encontrándose con la amarga realidad de que su esposa Ana Josefa y toda la demás gente del lugar habían sido brutalmente asesinadas, mientras lloraba la pérdida de su querida esposa y sus hijos , una bomba lanzada desde un helicóptero de fabricación norteamericana, lo alcanzó, herido de muerte quiso escapar, imposible sus piernas estaban mutiladas, y su abdomen gravemente herido, difícil de creer pero Calistro estaba ahí, lo auxilió por más de dos horas, según declaró el médico que reviso el cadáver, habían señales de que se le aplicaron vendas improvisadas de tela y nadie mas estaba en el lugar solo Calistro.

Encontramos a Calistro sentado frente a un orificio de bomba y en sus brazos acariciaba el cadáver de un gatito, nos miró directamente a nuestros ojos tratando de encontrar respuesta a lo sucedido, su mundo también había desaparecido, fue el último en salir, dicen que se fue a vivir a San Pedro Carrizal y nunca aceptó la realidad, gran parte de su tiempo lo pasaba en Barríos, deambulando en medio de aquel caserío fantasma y de aquel cementerio improvisado, quizás porque en su interior alimentaba también la esperanza de que Barríos volvería a vivir, o quizás porque no se acostumbró solo, a vivir sin los que siempre creyó eran los suyos.

Talvez trataba de descifrar ese misterio de odio y desigualdad y del cual, él también era parte. El extraño hombre, llamado Calistro, nunca conoció el valor del dinero, el oro y la plata, pero conoció la pobreza y el amor incondicional por sus semejante, eso que con dinero no se compra. Poco tiempo después de la masacre Calistro murió, llevaba en su bolsillo tres moneditas de 2 reales cada una, no se supo de que murió se supone que de depresión o de soledad.

Terminé mi café y es hora de entrar a la rutina fría en Estados Unidos; he comenzado el día con el recuerdo de aquel extraño hombre al que llamamos Calistro.


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