BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

PARTIDOS POLÍTICOS E INDICADORES YOUTUBE EN LAS ELECCIONES EUROPEAS DE 2009. ESPAÑA, ITALIA Y PORTUGAL

Alberto Prieto Rodríguez


 


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2. LAS TIC Y LA COMUNICACIÓN POLÍTICA

El papel de las TIC en la política de gran número de Estados de todo el planeta ha ido creciendo progresivamente en la última década. De una estructura de comunicación electoral unidireccional, organizada de arriba abajo, controlada, prácticamente en exclusiva por las fuerzas políticas y estructurada en torno a mítines en estadios y pabellones deportivos, octavillas y espacios publicitarios en los medios tradicionales (radios, televisiones, prensa escrita), hemos pasado a un escenario en que los partidos políticos se “enfrentan” a unos votantes pertrechados con un gran número de interfaces digitales (Pew Internet, 2008) a través de los cuales se nutren de información y que les permiten, al mismo tiempo, intervenir como elementos activos en los procesos de comunicación en los que hasta hace bien poco eran simples sujetos receptores, agentes pasivos. Cada individuo puede actuar en cada uno de esos procesos de comunicación, plantear su punto de vista, defender su enfoque individual, hacerlo valer, ser escuchado y obtener respuestas, esperar que sus opiniones sean tenidas en cuenta.

La consiguiente fragmentación y personalización experimentada en los canales de comunicación son dos factores que ninguna fuerza política puede ya ignorar, los media generan “una pluralización que parece irrefrenable y que torna imposible concebir el mundo y la historia según puntos de vista unitarios” (Vattimo, 1996: 87). Paradójicamente, el panorama se ha simplificado y se ha complicado al mismo tiempo para los grandes emisores de mensajes políticos, los partidos. Se ha simplificado porque los instrumentos de participación ayudan a las fuentes de información a estar más cerca de su audiencia, facilitan el intercambio de roles entre ambos agentes en el proceso de comunicación (Lara, 2005: 2) y, al mismo tiempo, permiten a las formaciones políticas segmentar mejor sus mercados destino, establecer con más precisión el enfoque que más les conviene en los mensajes que lanzan, evitar los puntos de vista no deseados a los que se podían ver sometidos en el uso de los media tradicionales, y dirigir contenidos distintos a audiencias distintas, alcanzando así a “públicos objetivo” acostumbrados hasta ahora a recibir un mensaje indiferenciado y uniforme (Hernández, 2007)¸ públicos que pueden agradecer el esfuerzo realizado por una estrategia de comunicación más personalizada, más aún teniendo en cuenta el hecho de que los partidos no cuentan con el aparato ni los recursos suficientes para articular soluciones y mensajes para todos los posibles “nichos de mercado” de esa sociedad que se diversifica (Vega, 2003). Al mismo tiempo, el escenario se ha complicado porque la distribución de mensajes políticos a través de Internet, y más concretamente mediante plataformas como YouTube, ha inaugurado una nueva era en la que, “los votantes experimentan de cerca los acontecimientos, sin los filtros de las cadenas de televisión ni las limitaciones de la publicidad” (Gomes, 2008). El mensaje llega puro, sin modulaciones, sesgos, ni interpretaciones de creadores de opinión (Schwieterman, 2007), y de hecho, frecuentemente, sin el control de los propios agentes políticos que ven distribuidos a través de la Red mensajes emitidos por ellos mismos que nunca hubieran querido sacar a la luz al ser grabados haciendo declaraciones desafortunadas o en actitudes no favorables, y que al hacerse públicos generan en su electorado reacciones contrarias a las deseadas. Este fue el caso, por ejemplo, de los senadores estadounidenses Joseph Lieberman, demócrata, y George Allen, republicano, en el transcurso de las elecciones primarias (Lizza, 2006).

En resumen, el mensaje emitido en YouTube, o en otra plataforma de la Red, es descodificado de forma individual y sin que ningún elemento homogeneizador actúe para buscar un efecto determinado entre los receptores. Internet plantea de esa forma nuevos desafío a los directores de campañas electorales al reducir enormemente el nivel de control que éstos tienen sobre la imagen y los mensajes de sus candidatos (Gueorguieva, 2008), y al obligarlos al mismo tiempo a tener en cuenta las respuestas y reacciones generadas fruto de la su interacción con los usuarios de Internet.

Las TIC posibilitan transformar a los receptores en emisores de contenidos políticos para decidir cómo y qué asuntos creen que deben ser incorporados en una agenda política que les afecta (Finquelievich, 2008: 9); estos receptores son ahora consumidores de mensajes políticos y productores de los mismos, “prosumers” políticos, aplicándoles el viejo término acuñado por Alvin Toffler (Toffler, 1979).

A cambio de haber ganado esa condición de “prosumer político” en la Red, el usuario de las plataformas en las que interactúa deja “huellas”, huellas que es posible investigar, medir, huellas que se pueden seguir, y que pueden reflejar las actividades e intenciones políticas de sus dueños. Es decir, estamos ante una interacción medible, cuantificable, y por lo tanto, de la que es posible extraer conclusiones. Internet, y en este caso YouTube debe ser entendido como un campo de relaciones (Hine, 2004: 76).


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