BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

EL MIEDO EN EL NUEVO MILENIO: UN ABORDAJE ANTROPOLÓGICO PARA COMPRENDER LA POSTMODERNIDAD

Maximiliano E. Korstanje




Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (197 páginas, 604 kb) pulsando aquí

 

 

Comprendiendo el 11 de Septiembre de 2001

Estadísticamente, el atentado al World Trade Center provocó –aproximadamente- unos tres mil quinientos muertos y desaparecidos generando un sentido de pánico sin precedentes en la población estadounidense la cual inmediatamente recurrió a su recuerdo más cercano el bombardeo japonés en Pearl Harbor, hecho que desencadenó su entrada en la Segunda Gran Guerra; los resultados de esta tragedia se han circunscripto no sólo en atemorizar a la población civil sino en la búsqueda de apoyo político y re-encauzarlo hacia una causa mítico-apocalíptica generando fervor y entusiasmo (Kepel, 2002). Es cierto, que el 11 de Septiembre de 2001 marcó un antes y un después en la vida cultural de Occidente; algunos a favor de una supuesta lucha mítica de los Estados democráticos y libres contra “los autoritarios y fascistas” como escribió Mario Vargas Llosa (Vargas Llosa, 2002) o supuestamente predijo el ya fallecido Samuel Hungtinton (Hungtinton, 2005); o posturas más críticas y realistas contra la propia estructura estadounidense cuya política de manipulación ideológica canalizó el miedo y dolor que causó la tragedia por una embriagante pseudo-realidad (Sontag, 2002) (Eco, 2002) (Said, 2002). Como sea el caso, a favor o en contra es innegable el efecto psicológico que a corto, mediano y largo plazo ha generado tal evento. Los medios tecnológicos y de transporte públicos se han presentado como los vehículos fundamentales para la concreción de los atentados. Según Jean Marie Dupuy todo sentimiento de pánico colectivo va acompañado de un carácter simbólico interno que le da sentido. Cuenta el autor que durante el terremoto de San Francisco en Octubre de 1989, una multitud de gente se disponía a presenciar un importante encuentro entre San Francisco y Oakland para lo cual las “violentas sacudidas” no generaron el menor pánico; en otras ocasiones el pánico es generado cuando los espectadores se abarrotan en las salidas o las vallas aplastándose entre sí (Dupuy, 1999).

Comenzar una guerra es un atentado a la dignidad humana y una forma de generar temor en la ciudadanía nos recuerdan John Holloway y Eloísa Peláez (2002), pero esto dista mucho de ser una frase armada, sino una interesante tesis en el sentido marxiano clásico de la “lucha de clases”. En el mercado, dos empresas no son competidoras directas entre sí sino más bien para adoctrinar internamente a sus miembros y dirigir sus esfuerzos a la propia acumulación capitalista. Al respecto los autores afirman “en una guerra los estados luchan por intereses particulares, exactamente como lo hacen las empresas en la competencia. Sin embargo el resultado más importante no es la victoria de una empresa u otra, de un estado u otro, sino la re-estructuración de las relaciones sociales que se impone a través de la competencia o de la guerra, a espaldas de los actores …es la guerra la que conduce a una destrucción masiva del capital constante, a un aumento brutal de la tasa de plusvalía, a un disciplinamiento general de toda la sociedad y al refuerzo de todos los valores de hombría, disciplina y nacionalismo que son esenciales para el mantenimiento del orden capitalista” (Holloway y Pelaez, 2002: 162). Cualquiera sea el resultado, lo que subyace en el mercado no es la competencia directa, sino la propia restructuración de la empresa en vistas a la posibilidad de acumular mayor volumen de capital. “Churchill quería vencer a Hitler pero no fue por el estado de bienestar de la posguerra por lo que estaba luchando. Después de todas las guerras, los hombres armados preguntan horrorizados, ¿fue por eso que peleamos?. Y claro que no fue por eso, porque el resultado de las guerras no depende de las armas y las bombas. Depende de procesos mucho más profundos, de los cuales nosotros y nuestro grito somos parte activa” (Holloway y Peláez, 2002:165).

En este sentido, los autores sostienen que -desde una perspectiva superficial- en una guerra existen dos ejércitos o bandos enfrentados, sin embargo si nos adentramos profundamente en el análisis, nos daremos cuenta que se trata de un conflicto que tiene como objetivo re posicionar el papel hegemónico de los Estados-Nación y en consecuencia del capital en contra de la gente. Todo Estado que se precie de tal experimenta una serie de subversiones internas que intentan desestabilizar la estructura capitalista. Esta supuesta guerra contra el “terrorismo” es un intento de los Estados por imponer el orden institucional en forma interna, dirigir las solidaridades individuales hacia “el sentimiento nacional” y en contra de un “enemigo externo” a la vez que consolida económicamente la reproducción capitalista. Una de las tantas formas de insubordinación que los Estados occidentales no han podido controlar en épocas de paz, ha sido la migración ilegal, precisamente atraída por los grandes aglomerados de capital, la migración ilegal se ha transformado recientemente en prioridad de los Estados desarrollados bajo pretexto de promover la seguridad interna.

El trabajo de Holloway y Palaéz de una enorme profundidad intelectual nos permite comprender una parte del problema (la que hace a lo estructural) en donde emerge la imposición del temor como mecanismo profiláctico para evitar los grandes flujos migratorios de los cuales el turismo es parte. Siguiendo esta misma línea de análisis, el miedo se presenta como un instrumento útil a la construcción hegemónica, en dos sentidos principales: por un lado como ya lo ha indicado Hobbes, somete al individuo a la obediencia civil interna mientras por el otro prohíbe y circunscribe a la extranjería fuera de las fronteras geopolíticas pre-existentes. En ese contexto, también ciertos flujos turísticos se ven afectados (como veremos a continuación). En realidad, podemos decir que “son re-adaptados a destinos específicos cuya seguridad inspira y reproduce la transacción capitalista. La simbolización de un evento como divino o catastrófico depende de las circunstancias y la contextualizad política; y en eso sencillamente se han de diferenciar el 11 de Septiembre con Hiroshima; mientras el primero es el comienzo de un proceso, el segundo es el cierre.

Pongamos el siguiente ejemplo, tres puntos comercial entre si A, B y C. Entre A y B las estructuras productivas mantienen cierta semejanza, pero no así con respecto a C. Las desigualdades socio-económicas entre los miembros A-B y C son notables generando una migración constante de C hacia A-B, a la vez que el flujo turístico de los habitantes de A-B se dirige hacia C. El 11 de septiembre parece haber quebrado esa lógica por cuanto militarmente A-B toma posesión de C mientras por medio de la propaganda ideológica como ser “la seguridad interna” crean una barrera simbólica entre C y A-B. Es exactamente esta dinámica la que parece desconcertar a los investigadores sobre la influencia o alcances del 11 de Septiembre en la industria turística y de los transportes masivos de pasajeros.

En realidad la negación de ciertos destinos considerados como peligrosos sugiere la re-dirección hacia otros nuevos funcionales a una nueva reciprocidad económica. A la premisa el turismo se ha visto afectado por los eventos del 11 de septiembre que promueven la mayoría de la investigaciones (Weber, 1998) (Domínguez, Burguette y Bernard, 2003) (Kuto y Groves, 2004) (Aziz, 1995) (Castaño, 2005) (Robson, 2008) (McCartney, 2008) (Schluter, 2008) (Floyd y Pennington-Gray, 2004) (Paraskevas y Arendell, 2007) (Sackett y Botterill, 2006) (Essner, 2003) (Araña y León, 2008) (Bhattarai, Conway y Shrestha, 2005) (Goldblatt y Hu, 2005) (Tarlow, 2003) (Hall, 2003) (Prideaux, 2005) (Kozak, Crotts y Law, 2007) (Yuan, 2005) (Lee, 2008), agregaríamos el 11 de Septiembre se ha visto afectado por el turismo y la lógica capitalista. Somnez afirma que por lo general entre los ataques “terroristas” y la contracción de la demanda por la proliferación del temor pasan unos tres meses (Somnez, 1998). Sin embargo, Floyd, Gibson, Pennington Gray y Thapa (2003) afirman que el 11-09 fue un caso atípico donde los efectos entre los neoyorquinos no se hicieron esperar. En consecuencia, los efectos estructurales no sólo impactan en los agentes sino que se nutren de ellos en forma reflexiva y generar nuevos lazos de solidaridad (nacionalismo). Por lo general como afirma P. Tarlow (2003) asumimos que el turismo es una industria basada en los contra-dones que ofrece la hospitalidad y a la vez que el deber de todo anfitrión es cuidar y proteger a su huésped. No obstante, eso en algunas ocasiones no ocurre y el turismo como fenómeno de atracción masiva se transforma en un blanco de fácil acceso para ataques con reivindicaciones políticas. Como sea el caso, en los últimos años otra hipótesis ha ganado atención en la literatura existente en la materia invirtiendo el eje causal. ¿Es el terrorismo una consecuencia del turismo?.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios