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OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO

Mauro Beltrami




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LOS DESTINOS DE LOS VIAJES GRIEGOS

Los griegos tenían diversos lugares como destinos de sus viajes; así como existían diferentes lugares emisores de los viajeros. De modo muy sintético, se ha decidido estudiar algunos centros receptores y/o emisores de viajeros del mundo griego.

Atenas

Durante la Grecia clásica, Atenas era la más importante de las ciudades griegas. Emergió como una ciudad mercantil, centro, a la vez, político y artístico. Atenas alcanzó la supremacía frente a las otras ciudades griegas, principalmente, gracias a su sentido comercial. Fue durante el siglo VI a. c. que se produciría el hecho; habiendo comenzado su evolución más tarde que las otras ciudades. Tucídides escribió sobre el carácter comercial de los ciudadanos de Atenas que “los atenienses se mueven y viajan constantemente para multiplicar su dinero. Muy pocas veces se detienen para gozar tranquilamente de la vida, porque siempre están planeando y pensando en nuevas ganancias” .

A efectos del presente análisis, Atenas presenta importancia por ser, al mismo tiempo, tanto un importante centro receptor de forasteros, como también un relevante centro emisor de viajeros de todo tipo. Desde Atenas partían, hacia las distintas colonias del Mediterráneo, filósofos, médicos, oradores, etc.

Atenas fue un importante centro político, económico y comercial, además de haber sido un polo de atracción educativo. “(…) Atenas ha florecido y brillado en el archipiélago durante tres mil años, faro que gira constantemente, lanzando sus haces de luz sobre buques y costas y enviando al extranjero el anuncio de su brillo por boca de sus navegantes, aun antes que sus pensamientos y creaciones llegaran a las distantes costas” . La fama artística de Atenas creció a partir de la primera mitad del siglo V a. c., transformándose en la segunda mitad de ese siglo en el centro intelectual y artístico de Grecia. Hacia allí acudieron artistas de todas partes; simultáneamente, muchos artistas atenienses llevaron consigo el prestigio de su ciudad trabajando en el Peloponeso, en Figalia y en Olimpia, en las islas y en el Asia Menor.

Pericles fue, sin duda, el gobernante ateniense que permitió que Atenas se elevara decididamente frente a sus rivales. La Acrópolis y el Partenón fueron, ya durante la Edad Antigua, obras admiradas dentro del mundo Mediterráneo. Plutarco elogió el trabajo de Pericles expresando que “a juzgar por su belleza, cada una de estas obras de Pericles pudo haber sido considerada antigua ya entonces. A juzgar por su perfección, todas y cada una son todavía nuevas y frescas hoy. En ellas parece vivir un alma inmortal” .

Como ya se ha referido, también Atenas era un polo de atracción educativa, cuyo carácter sobreviviría a la Grecia clásica. Platón fundó aquí la Academia, que se transformaría en un polo de atracción educativa.

Con el advenimiento de las monarquías helenísticas, Atenas se vio desplazada como centro artístico supremo; aparecieron otras ciudades que competían contra ella. A partir de entonces, Atenas mantuvo su renombre y su prestigio de ciudad intelectual y artística, y continuó siendo protegida y embellecida por los príncipes extranjeros; pero, sin embargo, su papel es secundario. Bajo Demetrio de Falero (317-307) sus talleres son todavía prósperos. Trabajaban entonces Protógenes en el Buleuterion y el arquitecto Filón en el gran pórtico de Eleusis. Por su parte, los hijos de Praxiteles, Kefisodoro y Timarcos, continuarían sosteniendo la reputación de la escuela ática. Desde entonces, Atenas poseerá artistas más hábiles que originales, limitados a combinar los tipos creados por los grandes maestros del pasado.

Los festivales que se celebraban en Atenas también ejercieron atracción para con los habitantes de otros centros urbanos. Las Grandes Dionisíacas –versión ateniense de las llamadas fiestas Dionisias- representaron un polo de atracción para los habitantes del mundo griego. Se conmemoraban desde el siglo VI a. c., dentro del perímetro de la ciudad. Estas fiestas se celebraban durante el invierno y, al principio del buen tiempo, en el campo (de donde eran originarias) y en la ciudad. Se rendía culto a Dionisio con la mayor espectacularidad posible, a partir del sacrificio ritual de grandes cantidades de animales, donde la carne de éstos, una vez cocinada, se repartía entre los competidores, peregrinos, espectadores y otros participantes, mientras que los dioses sólo recibían el olor de las ofrendas que se quemaban en los altares. Se acostumbraba a que, durante el día de la gran fiesta, se concediera la libertad a cierto número de esclavos, permitiéndose al resto que se divirtiera.. El teatro también tuvo su lugar destacado en la celebración del dios. Al igual que otras actividades cívicas, el teatro nace y se desarrolla orientado a la religión, y así se representarán una serie de obras en el teatro de Dionisio. En el teatro, que se levanta en el santuario de Dionisio, se admitía oficialmente a todo el pueblo, además de los embajadores de las colonias y de los estados aliados. El carácter de la festividad excede el mero hecho religioso, sirviendo de propaganda de la ciudad entre los extranjeros y proporcionando entretenimiento al pueblo.

No pueden dejar de mencionarse las Panateneas, las cuales eran fiestas organizadas en honor de Atenea, y se llevaban a cabo anualmente. Pero su importancia aumentaba cada cuatro años. Se instituyeron hacia el segundo cuarto del siglo VI, entre Solón y Pisístrato; los tiranos primeros y la democracia luego, fueron ordenando y diversificando el programa, que duraba nueve días. Los concursos eran artísticos, hípicos y gimnásticos. El principal episodio de la fiesta se llevaba a cabo en el último día, y se trataba de una larga procesión que salía del noroeste de la ciudad y conducía las ofrendas a los templos de la Acrópolis. Los vencedores recibían ánforas llenas de aceite, el cual era producido por los olivares de la diosa.


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