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OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO

Mauro Beltrami




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EL COMERCIO, LA DIPLOMACIA Y LOS VIAJES

Claramente, puede establecerse una división en cuanto al tipo de viaje, de acuerdo al origen y destino de los mismos. Y, básicamente, se encuentran dos grandes categorías :

• Los viajes con Egipto como lugar de destino;

• Los viajes desde Egipto hacia el extranjero.

Los viajes con Egipto como lugar de destino

A partir del desarrollo de la civilización egipcia, y del aumento de las relaciones de ésta con otros estados, mercaderes y miembros de otros pueblos acudían a las ciudades de Egipto por diversos motivos, principalmente comerciales o diplomáticos. Tanto en el Egipto predinástico como en el dinástico, las relaciones comerciales con los países de Oriente fueron estrechas, además de mantenerse fuertes vínculos comerciales con las islas egeas. Pero las relaciones comerciales no se limitaron a los intercambios con las sociedades mencionadas, pues también los egipcios mantuvieron relaciones comerciales con países meridionales, desde los que se importaba oro, incienso, plumas de avestruz, marfil y esclavos. Egipto, por su parte, exportaba a estos pueblos bienes manufacturados de distintos tipos.

Sin embargo, no hay que engañarse en este aspecto. La egipcia fue una sociedad relativamente cerrada y orgullosa de sí misma, por lo que los contactos y las influencias con civilizaciones distintas no resultaron tan marcados; a esto, naturalmente, ha contribuido también el medio geográfico. Aymard y Auboyer mencionan respecto al carácter de la civilización egipcia que “(…) los contactos belicosos tienen por inevitable corolario los contactos entre las civilizaciones diferentes; pero habiendo sido aquellos ampliamente evitados, estos fueron a su vez reducidos al mínimo”. El comercio exterior era, en sí mismo, escaso; en el mismo sentido, cabe mencionar que la moneda fue desconocida en Egipto hasta una época bastante tardía.

Egipto no fue receptor de una gran cantidad de viajeros no comerciales; al menos, no durante sus épocas de esplendor. La civilización egipcia mantuvo siempre un relativo aislamiento con respecto a las demás civilizaciones mediterráneas, y este hecho generó que fuese poco visitado. Asimismo, aún no existían en el mundo Mediterráneo ni condiciones de seguridad, ni vías de comunicación, ni una moneda que facilitase los desplazamientos.

Claro que, de todos modos, se realizaban viajes circulares entre civilizaciones, como, por ejemplo, viajes diplomáticos. Estos se practicaban con civilizaciones con las que se tenían relaciones comerciales, como, por ejemplo, con la civilización Egea. Respecto a aquellas, sucedió que, para entrelazar las relaciones político-comerciales, se produjo la llegada a Egipto de embajadores cretenses, con el fin de acercar regalos y homenajes a Tuthmosis III (1480-1447 a. c.). Khatchikian observa que quiénes viajaban hacia Egipto no sólo acudían a mostrarse frente a los faraones, sino que también aprovechaban los viajes para contemplar la arquitectura egipcia, en especial, las pirámides.

Fueron los griegos los que preferentemente llegaban hacia Egipto. Aunque no se realizará ahora un estudio detallado de esto; del mismo modo que tampoco se estudiarán ahora los viajes que los romanos emprendieron hacia Egipto desde los tiempos finales de la República y durante los primeros siglos imperiales. Ellos serán tratados más adelante, cuando se haga referencia a las civilizaciones griega y romana. Sólo se citará aquí la visita que hiciera Heródoto, quién, durante su visita a Egipto, transitó por Menfis, Heliópolis y Tebas, tras haber partido desde Halicarnaso en 464 a. c. Con motivo de su visita a tierras egipcias, sugiere que “cuando el Nilo se ha desbordado, dice, no se ven más que las ciudades sobresaliendo de las aguas, semejantes a las islas del mar Egeo” . Es interesante observar como el viajero, en este caso Heródoto, toma, como puntos de referencia para realizar comparaciones, elementos de la sociedad histórica a la que se pertenece. En lo referido a lugares visitados que resultaron admirados por el padre de la historia, pueden mencionarse tanto las pirámides –de las que realiza una detallada descripción-, como la fascinación por distintos templos. Entre estos últimos, refiere su entusiasmo por el templo de Minerva en Sais y los de Vulcano e Isis en Menfis. En la civilización egipcia, al igual que en todas las civilizaciones mencionadas hasta ahora, existía una profunda vinculación entre la sociedad civil y la religión, a partir de lo cual en el imperio se produjo una proliferación de celebraciones religiosas, conjuntamente con la construcción de lugares de culto. Heródoto, precisamente, observó la diligencia que mostraban los egipcios en asistir a las fiestas en honor de Isis, fundamentalmente en Busiris.

Egipto supuso un punto de interés tanto para las civilizaciones romanas como para la griega. Desde aquellos lugares alejados del Nilo, se emprendieron viajes para visitar y conocer estas tierras y sus monumentos. Conquistado por Alejandro Magno, acabó luego por caer 300 años bajo el dominio de los Tolomeos, para finalmente acabar uniéndose al Imperio Romano en el 30 a. c., tras el asesinato de Cesarión (Tolomeo XIV) -hijo de Cleopatra y César-, por orden de Octavio.

Desde su fundación y durante el reinado de los Tolomeos, Alejandría acabó por convertirse en una de las capitales intelectuales del mundo Mediterráneo, manteniendo fuertes vínculos con griegos y romanos. Pero para tratar estos temas, es conveniente pasar a hablar precisamente de Grecia y de Roma, las dos civilizaciones de la antigüedad que más han contribuido y más nos han legado con respecto al desarrollo histórico del viaje preturístico y, en última instancia, turístico.

En aquello que hace a la hospitalidad y los servicios de albergue, dentro de la civilización egipcia no hay prácticamente nada digno de ser destacado. En sí, son similares a los que presentan otras civilizaciones de la antigüedad. Quizá pueda mencionarse que en templos egipcios del Imperio Nuevo (1570-715 a. c.) existían instalaciones vagamente orientadas al alojamiento. Los destinatarios de dichas instalaciones eran, por lo general, nobles y mercaderes.

Los viajes desde Egipto hacia el extranjero

Entre los grandes viajes realizados desde la civilización egipcia hacia el extranjero, pueden mencionarse varias expediciones importantes para la época. Todas estas son empresas de carácter estatal.

En primer lugar, podría mencionarse el viaje realizado durante el tercer milenio a. c. por un servidor del Faraón, que “recorrió, en expedición comercial, el sur de Etiopía y llegó, tal vez, tan al sur que tocó el reborde septentrional del país selvático del Congo, dado que uno de los regalos que llevó consigo a Egipto fue un pigmeo”.

Siguiendo con las grandes expediciones comerciales, cabe citar también al célebre viaje a Punt, organizado por la reina-faraón Hatshepsut (alrededor de 1479 a. c. hasta aproximadamente 1457 a. c.). El objeto era la obtención de incienso y mirra, y Punt, aparentemente, presentaba los mejores árboles para su obtención. La naturaleza del viaje era comercial, y se utilizaron vías de comunicación tanto terrestres como marítimas.

Finalmente, otro de los grandes viajes de la civilización egipcia fue aquel que fuera organizado por el faraón Necao II (o Necho) (610 a 595 a. c.). Este faraón continuó con la política de su padre Psametik favoreciendo el comercio y la navegación. Necao patrocinó la expedición de los marinos fenicios que aparentemente realizaron exitosamente un viaje de circunvalación, alrededor del continente africano.

Asimismo, se emprendieron otras varias expediciones que han logrado menos celebridad, hacia los mismos lugares o hacia el sur, más allá de la Nubia.

Obviamente, ninguno de estos viajes mencionados reviste el carácter de viaje turístico. Más aún, quizá ni siquiera presenten parentescos marcados con ellos. El interés de mostrarlos reside en observar tanto la grandiosidad de las empresas, como la organización del viaje en sí, observándolos como medio para el desarrollo y la organización de viajes que sí presenten, en otras sociedades, características preturísticas. Sumando a ello, naturalmente, el ansia de exploración y de descubrimiento que incentivaron su realización, que no deja de asemejarse a las motivaciones que en reiteradas ocasiones guiaron y guían al turista a revelar, para sí, nuevas sociedades.


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