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OCIO Y VIAJES EN LA HISTORIA: ANTIGÜEDAD Y MEDIOEVO

Mauro Beltrami




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DESTINOS DE LOS VIAJES DE LA ROMA CLÁSICA

Los destinos de los viajes pueden diferenciarse tanto desde el punto de vista motivacional como desde el punto de vista geográfico. No se incluirán, aquí, destinos de viajes comerciales, sino solo aquellos que vienen siendo tratados como preturísticos. Desde el punto de vista cronológico, puede afirmarse que el horizonte de los viajes romanos fue ampliándose al mismo tiempo que se ampliaban territorialmente los límites imperiales. Lugares que antes se encontraban territorialmente en manos de otras civilizaciones, y cuyo acceso resultaba dificultoso, fuese por problemas de infraestructura, de seguridad u otros, fueron volviéndose accesibles. No debe tampoco obviarse el hecho de los cambios psíco-sociales que operaron dentro de las aristocracias romanas; aunque esto no es objeto de estudio de este apartado.

Grecia

Puede decirse que Grecia siempre representó un destino ideal para los romanos. Y se dice destino ideal, porque, independientemente de si se accediese físicamente -o no- al corazón de la civilización griega, el propio intercambio comercial y político hizo que los romanos posaran los ojos en el mundo egeo. Con en transcurrir del tiempo, la pax romana, entre otros elementos, fueron permitiendo un acceso más sostenido de los romanos a Grecia, por motivos no comerciales: religiosos, artísticos, educativos. Entre los destinos religiosos de Grecia, se encontraba Delfos y su célebre oráculo. El Apolo pítico alcanzó prestigio durante la República romana; aunque ya durante los últimos años de esta el oráculo inició su decadencia.

Por supuesto que Atenas también fue un destino del viaje romano. Centro educativo y artístico que conservaba su prestigio, se vio en ella a romanos aristócratas que viajaban hacia allí para cultivarse. Además, se convirtió en un mercado de arte, en el cuál se adquirían obras que posteriormente eran trasladadas a las residencias de la península itálica. También los forasteros romanos tenían tiempo para cumplir deberes religiosos mientras se encontraban en Atenas. Es así que varios jóvenes se iniciaron en los misterios de Eleusis.

Norval apunta que la mayor parte de los romanos que visitaban la antigua Grecia, pasaban también por Rodas, en donde sus templos y sepulcros resultaban muy ricos en esculturas y pinturas, y su clima y paisaje también significaban un atractivo para el viajero.

Finalmente, Grecia contaba también con grandes celebraciones, que sirvieron de incentivo a buena parte de la alta sociedad romana. Los Juegos griegos fueron secularizándose y perdiendo su carácter cívico; de este modo, comenzaron a participar romanos de ellos. Incluso emperadores, como Nerón, prestaron gran atención a las celebraciones, viajando junto a su comitiva para tomar parte de aquellos.

Italia

Pero fueron los destinos italianos los que tuvieron mayor celebridad. Allí, viajar era más seguro y rápido, y se realizaba, fundamentalmente, por vías terrestres. Principalmente, fueron lugares de la región de la Campania, los que se transformaron en destinos predilectos, y donde se encontraban villas de altos ciudadanos. Las localidades situadas a orillas del mar fueron los lugares elegidos para la edificación de sus lugares de descanso. Bayas, Napoli, Cumas, Pompeya, Sorrento, Stabia, Herculano y Puteoli fueron algunos de los destinos de temporada o de descanso visitados por los romanos. Asimismo, los romanos poseían villas en los paisajes agrestes de los montes Albanos o del Lacio, como Tusculum –donde, por ejemplo, Galba acostumbraba pasar el verano- y Tibur. En el Lacio, también, se encontraban situadas Preneste (Palestrina) y Gayeta (Gaeta). Esta última, se encontraba a orillas del actual golfo de Gaeta, sobre el mar Tirreno; mientras que Tusculum, Tíbur y Preneste fueron destinos mediterráneos. Octavio Augusto, por ejemplo, prefería como lugares de retiro tanto los lugares cercanos al mar, como las islas de la Campania, del mismo modo que los pueblos cercanos a Roma, como Lanuvio, Preneste y Tíbur , hacia donde viajaba en litera –aunque prefería, si era posible, viajar por mar- y, frecuentemente de noche, avanzando lentamente: tardaba dos días en ir a Preneste o a Tibur.

Respecto al lugar de residencia temporal en el destino, se buscaba no únicamente que satisficiera la necesidad de alojamiento, sino que fuesen destacables por la espectacularidad de la posesión en sí. Críticamente, Salustio observaba que “¿A qué recordar cosas que nadie cree sino lo que han visto que muchos particulares han abatido montes y ganado terreno a los mares?”. Aquí, hace referencia a las construcciones que mandaban a hacer muchos particulares sobre el mar, y al allanamiento de montes para el levantamiento de villas. Las villas no sólo eran lugar de residencia en el destino, sino que también servían como escala para arribar a aquel, pues las posadas, por lo general, no gozaban de buena reputación como lugar de alojamiento para las clases acomodadas.

Gayeta –la actual Gaeta- se encontraba situada en la costa occidental de Italia, a orillas del golfo, en la actual provincia de Latina (región de Lacio). Tíbur –la actual Tívoli-, se encontraba situada en el Lacio, en la actual provincia de Roma, en la orilla izquierda del río Aniene. Por su parte, Preneste –actual Palestrina- se encontraba también en el Lacio, y también en la actual provincia de Roma.

Bayas (Baiae) fue, desde el último siglo de la República, un destino de gran prestigio para los romanos, no solo por favorecer el descanso de la ciudad, sino también por las virtudes terapéuticas de las aguas termales. Se transformó en una localidad de veraneo de la alta sociedad romana, en donde el termalismo alcanzó un gran desarrollo. Allí se encontraban las Termas Posidianas, cuya construcción fue dirigida por Posides, liberto de Claudio. Juvenal menciona que con la construcción de las termas “el espadón Posides sobrepujó nuestro Capitolio”. Personajes de primerísima importancia como Julio César, tenían su villa allí. Séneca, mientras recorría las playas de la zona, observó una de las villas del lugar, la de Servilio Vatia, de la que escribió que “lo más cómodo de esta quinta es que tiene a Baiae entre sus muros y que goza de sus delicias sin participar de sus molestias. (…) Con razón eligió Vatia este paraje para encerrar en él su ociosidad arraigada y vieja ya”.

Cumas también alcanzó relevancia, aunque se trataba de un lugar mucho más tranquilo y menos poblado que Bayas, como lo mencionara Juvenal. Si se proseguía desde Bayas hacia Miseno, se llegaba hasta Bacoli, la cual también había alcanzado notoriedad. Allí también se concentraban ricas villas patricias; y allí se encontraba también el Sepulcro de Agripina. Este, se trata en realidad de un teatro-ninfeo, en donde se podían unir los placeres del refrigerio con los placeres de la representación teatral.

La Puteoli de los romanos (hoy Pozzuoli) fue una importante ciudad comercial, fundada bajo el nombre de Dikearchia –la “ciudad de la justicia”- por un grupo de ciudadanos griegos de Samo que huían de la tiranía de Polícrates. Allí también los aristócratas poseían villas hacia las que se dirigían para evadirse de la agitada vida de Roma. Es de destacar que, en la ciudad, se levantaba el majestuoso Anfiteatro, sólo superado por el Coliseo y el Anfiteatro de Capua.

Por su parte, Pompeya también alcanzó la gloria, como centro comercial y de descanso. Se encontraba en auge al momento de su desaparición, en el 79, y muchos destacados ciudadanos, como Cicerón, poseían una villa allí. La Strada dell’Abbondanza conducía al Foro, y allí se encontraban tabernas, baños públicos y salas para juegos de dados. Tácito recuerda que, durante el principado de Nerón, se produjo un conflicto entre visitantes y residentes hacia el año 59. Un juego de gladiadores que congregó gran número de pompeyanos y nucerinos acabó en tragedia. Ambos pueblos comenzaron provocándose con burlas e injurias; luego comenzaron a tirarse piedras; por último, a empuñar las armas. En la pelea, los nucerinos, inferiores en número, se llevaron la peor parte; y los pompeyanos acabaron por prevalecer. Finalmente, los heridos fueron trasladados a Roma, junto con otros ciudadanos para reclamar al Senado que tomase medidas por el hecho acaecido; es así que acabó por prohibirse a Pompeya la realización de éste tipo de espectáculos por un lapso de 10 años, mientras que los organizadores fueron castigados con destierro perpetuo.

Herculano, quién acompañó a Pompeya en su desaparición, también fue un centro de importancia, por su agradable situación sobre las faldas del Vesubio. Contaba con un puerto natural y, durante las últimas décadas de la República, se convirtió en un refinado destino de los acomodados campanienses y romanos. No obstante, es de destacar que Herculano debía de disponer de una base económica poco sólida, destacándose el hecho de que todos sus beneficios procedían de la moda del tiempo, es decir, el veraneo en el Golfo de Napoli.

Napoli fue un destino visitado por los romanos que sentían una profunda atracción por lo griego. Alcanzó relevancia durante los primeros siglos del Imperio. De este modo, se construyeron una cantidad importante de edificios como baños, gimnasios, hipódromos y anfiteatros.

Egipto

También el Egipto fue destino de visitas de los romanos. La arquitectura del lugar incentivaba al recorrido de determinados lugares que se habían vuelto célebres. Entre ellos, pueden ser mencionados la antigua Tebas, las pirámides, la Esfinge y el Valle de los Reyes. El flujo de individuos hizo que se inaugurara un servicio regular de transporte marítimo. El modo más lógico de viajar por Egipto era navegando por el Nilo. Alejandría fue uno de los lugares que mayor atracción ejercía sobre los espíritus romanos. Tebas, por su parte, era una ciudad que conservaba “grandiosos vestigios (…), donde para ostentación de su primera grandeza permanecen todavía los soberbios obeliscos, y en ellos esculpidas letras egipcias en que se hace mención de la primera opulencia de esta ciudad (…)”.

No obstante, su importancia es mucho menor que la mencionada respecto a otros lugares del Imperio; pues el viaje desde la península itálica hacia Egipto raramente pudiera haber sido considerado un hecho placentero, como ya se lo ha mencionado oportunamente. Además, existieron durante el Imperio restricciones para viajar hacia allí para con senadores y caballeros romanos ilustres. Augusto prohibió a estos ingresar sin su licencia a Egipto, por la facilidad con que podían llegar a ocupar y defender por las armas aquella provincia en caso de que se lo intentase. Es así que el viajar hacia Egipto no era una tarea ni fácil ni deleitable.


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