BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

DESPERTEMOS

Domingo Dell´Aquila


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INTRODUCCIÓN

Las leyes que se ajustan a la razón, son privilegios de los civilizados.

Su respeto organiza. No respetarla es obrar con libertad.

La escasez de fuerza de voluntad conforma lo rutinario y engaña a sí mismo, haciendo defender lo inexistente, lo inapropiado, o lo inaplicable, solamente por aceptar las eternas ponderaciones oídas.

Las leyes creadas desprovistas de justicia, son engendros de explotadores, desorganizan el andar cómodo y necesario para la convivencia feliz.

Hay que hacer de las leyes un instrumento de justicia, y no un privilegio para pocos a expensas del sacrificio de los más.

Las leyes no legalizan por el simple hecho de estar dictadas y aprobadas como legales, por personas de encumbrada autoridad, sino están inspiradas en el afán de justicia y con profundo sentido de, y hacia el respeto de los derechos humanos.

El juicio ético debe sobreponerse al juicio libre, cuando se confeccionan las leyes, pues la valoración de carácter ético, muestra con mayor claridad cuando los actos son moralmente más sanos, más justos, o si están viciados de nulidad por las injusticias que encierran.

Luego respetando estas leyes y haciéndolas respetar a los irracionales, o a los que peor aún, razonan para provecho propio perjudicando a terceros, se tiene un mundo mejor organizado, y por ende, una comunidad en la que se puede convivir con paz y tranquilidad.

Todos podemos tomarnos libertad, pero ante la realidad que hace imposible el uso de la misma, nos justificamos a sí mismo, o ante los demás, alegando un auto limitamiento.

Esto es hacerse trampa a sí propio. Es engañarse a conciencia, ya que este auto limitamiento, es hijo de la ética, y ata a la misma por que está sujeta a los dictados de una cultura que cuando más elevada, más nos aleja del estado libre al que el instinto empuja.

Se rehúsa el análisis sereno y lógico de lo que significa y representa, y en los más de los casos los eluden con explicaciones vagas, indefinidas, sin consistencia.

Es preciso fuerza de voluntad, avalada por la ética para sobreponerse a la rutinaria idea del conformismo, y rechazar con valentía aquello que carece de valor real, aún cuando haya sido admitida como insustituible por generaciones de todos los tiempos.

La libertad en cuanto que hace libre, que libera, da privilegios, no crea obligaciones, sumerge el pensamiento en las aguas de la discordia, ahoga la sensibilidad de la conciencia, y faculta los abusos y crea desordenes.

El derecho da privilegios, crea obligaciones, eleva el pensamiento hacia la alta luminosidad de la razón, da tranquilidad a la conciencia y llena la mente y el espíritu de responsabilidades que prohíben los abusos, e incitan al orden que respalda la ética.

Reconozco que ha de parecer insólito desvirtuarla así, fríamente. No reconocerle virtudes y poner de manifiesto defectos.

Pero creo firmemente que este parecer es efecto de las ponderaciones que eternamente se vertieron a su favor.

Tanto se ha dicho y escrito defendiendo a la libertad, que pensar en rechazarla provoca en el ánimo, un indescriptible estado de recelo que incita a huir de tal pensamiento, por presunción de ataque o de vergüenza.

Por lo inusitado parece descabellado oponerse a ella, y la misma ética que obliga a anular la libertad cuando que con los privilegios de ésta se puede atacar a la dignidad del humano, suele influenciar en el ánimo, llevando a ese estado de desconfianza que el temor a la incertidumbre suele provocar.


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