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EL TÚNEL MÁGICO DE LOS PARADIGMAS ….LA CIENCIA REGIONAL AL ALCANCE DE LOS JÓVENES

Andrés E. Miguel Velasco y otros



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CAPÍTULO 27. EL UNIVERSO DE LA CIENCIA

José Pablo apareció seguido del Morrongo y varias pequeñas y pequeños corsarios, quienes mostraban los cuadros que representaban a los Doce Discípulos de la Ciencia de la Armonía y el Bienestar, y que junto con Donají habían descubierto en la sala secreta del Gran Templo del Saber:

--Ésta es la prueba que la Ciencia Regional si existió. Lo que aquí ven son sus discípulos, señaló José Pablo hacia las imágenes sostenidas por los pequeños corsarios que lo acompañaban.

--¡Mienten!, ¡esas pruebas que los Niños Piratas nos muestran son tan falsas como ellos!, expresó enérgico Bezelao repuesto del asombro de sus congéneres.

--¿Ven estos cuadros de los discípulos?, ¿qué opinan que se encontraban ocultos aquí mismo en Tecno-Monte Albán?, comentó José Pablo.

--Son falsos, pues esos discípulos nunca existieron, insistió el oscuro dios.

--Pero la prueba más importante es ésto, en el cual se muestra la propia letra de la Ciencia negada, que además, encontramos en ¡la legendaria ciudad de Monte Albán de las Ciencias!, dijo José Pablo extendiendo un códice con la firma de la Ciencia Regional, y al verlo, los Niños de la Ciencia no pudieron ocultar su asombro.

--¡Monte Albán de las Ciencias no existe, es solo una leyenda. Nadie puede demostrar que esas pruebas sean fidedignas!, insistió el que se consideraba el Gran Rubicundo.

--¿No?, pues gracias a la ayuda de la Arqueología y la Antropología encontramos la Ciudad antigua de Monte Albán de las Ciencias. Aquí se anexan los expedientes y las firmas de los científicos que testificaron a favor y en contra de la Ciencia de la Armonía y el Bienestar, y acá están las pruebas del carbono catorce para certificar las fechas, las cuales corresponden a la época de la aparición de la Ciencia personificada, insistió José Pablo.

Bezelao aun trató de responder, pero la euforia espontánea de los Niños Piratas y los propios Rubicundos se lo impidió, quienes lanzando al aire sus gorras, mascadas, espadas, y todo lo que pudieran arrojar, manifestaban por primera vez toda su alegría por la noticia recibida, incluyendo el repicar de las campanas del Gran Templo del Saber que los propios Rubicundos comenzaron a sonar después de siglos de estar en silencio.

Lo que sucedió es que mientras iniciaba el Banquete de celebración del Tratado de la Armonía y el Bienestar, José Pablo y un grupo de Niños Piratas encabezados por el Morrongo, furtivamente se deslizaron hacia el salón donde fueron entrevistados por el Gran Rubicundo. Disponían de tres horas, las que duraría el banquete, para realizar su trabajo, que consistía en obtener evidencias de la existencia de la Ciencia de la Armonía y el Bienestar.

“Rápidamente José Pablo condujo al grupo hacia la cámara secreta, en la cual penetraron, decididos a tomar las evidencias posibles que demostraran la existencia de la Ciencia de la Armonía y el Bienestar. Su sorpresa fue mayúscula, pues descubrieron que la sala donde se encontraban los cuadros de los Doce Discípulos solamente era la antesala, el muelle, del Universo de la Ciencia.

Lo primero que José Pablo y el grupo de pequeños corsarios que lo acompañó vieron fue que frente a ellos se bifurcaban los caminos hacia el Universo de las Ciencias Duras, y hacia el Universo de las Ciencias Blandas. El primero de ellos a su vez se bifurcaba en varios sub-universos como el de la Física, Química, Matemáticas, etcétera; y el segundo también se bifurcaba en los Sub-universos de la Economía, Sociología, Sicología, Administración, y muchas más:

--¿Qué debemos hacer?, preguntó el Morrongo.

--¿Qué camino debemos tomar?, inquirió una niña pirata.

--El que nos conduzca a la Ciencia de la Armonía y el Bienestar, declaró José Pablo. Así que junto con el grupo se dedicó a deducir la ruta que podía conducirlos hacia dicha Ciencia.

--Guiémonos por los antecedentes de la Ciencia de la Armonía y el Bienestar...así que busquemos la Ruta de la Geografía.

--Pero necesitamos una nave, ¿dónde la encontraremos?, intervino otro pequeño corsario.

--Allí, señaló José Pablo hacia una parte del muelle donde se encontraba una vieja barca anclada, con las velas caídas.

--¡Rápido!, ¡cada uno a su puesto, a revisar y tratar de levantar la nave!, ordenó el Morrongo.

--¡Manos a la obra!, respondieron los demás mientras se trepaban a la barca dedicándose a levantar las velas, checar sus motores y toda la nave; lo que hicieron en cuestión de minutos. Para sorpresa de todos, la nave se encontraba en perfecto estado.

--Esta barca es una verdadera reliquia por su antigüedad, y nos demuestra que los constructores del pasado fueron unos grandes maestros, expresó emocionado el Morrongo asumiendo la capitanía de la barca.

--¡Adelante!, insistió José Pablo, cuando la nave comenzó a desplazarse a velocidades impresionantes por esos mares del conocimiento.

Después de algunos minutos de navegación, la nave descubrió la Ruta de la Geografía, la cual era hermosamente compleja, pues estaba rodeada de montañas, valles, cordilleras, ríos, en fin:

--Debemos encontrar el entronque de la Geografía con la Economía, se mostró seguro José Pablo.

Rápidamente el Morrongo tomó su telescopio y comenzó a dar instrucciones:

--Giren en dirección a babor, vamos...bien, aumentemos la velocidad, ¡adelante!.

--Miren, allí se nota la senda de la Microeconomía, y más allá de la Macroeconomía, señaló una pequeña corsaria que controlaba las velas.

--Tenemos que encontrar algo que se relacione con el “desarrollo económico”, insistió José Pablo.

--Allá está la “Tierra del Desarrollo”, ¿será ese el lugar al que debemos dirigirnos?, preguntó el Morrongo como capitán.

--¡Exacto!, ¡vamos para allá!, reforzó la decisión José Pablo.

Pronto se encontraron en la “Tierra del Desarrollo”, la cual era un lugar lleno de cosas materializadas como empresas, sistemas de inversión, flujos financieros, mercados, sistemas de trabajo, y muchas más, todas ellas muy abstractas:

--Debemos encontrar la conexión con el Campo de las Ciudades y Regiones, instó José Pablo a la tripulación de la nave.

--Tenemos que apresurarnos, porque los motores de la barca comienzan a mostrar algunas fugas de presión, y esto me preocupa, comentó el Morrongo a José Pablo.

--¡Ojalá y que lo hagamos pronto!, fue el comentario que recibió del terrícola.

--Allá se ve algo como ciudades y regiones...¡pero está precedido por un gran abismo de gravedad, y esta nave no trae sistemas de navegación para estos casos!, comentó con desilusión el Mayor de los Filibusteros.

--¿Qué podemos hacer entonces?, insistió José Pablo.

--Tratar de cruzar a pie el abismo, con cuerdas, escalando las montañas, aunque solamente para ver que hay más allá.

--Pero eso nos llevará mucho tiempo, expuso José Pablo.

--En tal caso tomaremos el riesgo de intentar cruzar el abismo, pero si la nave comienza a fallar inmediatamente nos regresamos, ¿de acuerdo?, sentenció el Morrongo, quien ordenó a su tripulación:

--¡Adelante!, ¡hacia el campo de la Ciencia de las Ciudades y Regiones!.

La nave comenzó a avanzar dificultosamente, a tal grado que parecía atascada, sin poder avanzar un solo centímetro:

--¡Vamos, un último jalón!, suplicó José Pablo.

--¡Con toda la presión posible, adelante!, insistió el Mayor de los Filibusteros, y para sorpresa de todos, la nave comenzó a desplazarse primero lentamente, y después a toda su velocidad posible.

--¡Bravo!, ¡lo logramos!, celebró José Pablo.

--¡Hurra!, fue el grito de júbilo de la tripulación.

Pronto se encontraron superando lo escarpado del abismo, ingresando al campo de la Ciencia de las Ciudades y Regiones, que era verde, lleno de paisajes:

--¡Qué maravilloso es este campo del saber, lástima que esté un tanto desconectado de la Ciencia Económica y otras más!. Con razón estas áreas no proporcionan todo el Bienestar deseado, reflexionó el terrícola.

--Hay muchas ciudades, ¿en cuál nos detendremos?, se dirigió el Morrongo a José Pablo, quien después de pensarlo brevemente aseguró:

--Tiene que ser una ciudad muy antigua.

--Comprendo, dijo el Mayor de los Filibusteros, quien tomando su telescopio comenzó a observar a su alrededor. Después de un momento volvió a comentar:

--Allá, hacia el poniente se encuentra una ciudad con tales características, ¡oh, parece ser la legendaria ciudad de Monte Albán de las Ciencias!, ¡vamos tripulación, que el tiempo apremia!, dijo emocionado el Morrongo.

Pronto la barca se dirigió a lo que podía ser la ciudad leyenda de Monte Albán de las Ciencias, aterrizando cerca del lugar donde se encontraba el primer Gran Templo del Saber:

--Hagamos lo mismo que hicimos en Tecno-Monte Albán: busquemos en la sala donde se guardan los Tesoros del Saber, tal vez allí encontremos la evidencia de la presencia de la Ciencia de la Armonía y el Bienestar.

Rápidamente José Pablo y el grupo de Niños Piratas se dirigieron hacia el Gran Templo, a la sala que buscaban, donde encontraron una hermosa pirámide antigua resguardando una gigantesca y milenaria biblioteca:

--¿Esta maravilla es lo que existe en este lugar?, preguntó el Morrongo contemplando la impecable vista hacia el exterior.

--Son millones de libros, aquí está toda la Ciencia del Universo, intervino una pequeña corsaria.

--¡Busquen algo más por todas partes!, ordenó el Morrongo.

Pero por más que se movieron no encontraron nada más que libros, disquetes, filmes, etcétera, de todas las áreas del conocimiento, como Física, Química, Biología, Geografía, Estadística, Economía, etcétera. José Pablo también salió a buscar a los alrededores para detectar algo diferente, pero no encontró ninguna evidencia que lo dejara satisfecho, así que regresó al Gran Templo con una sola idea:

--Bueno, tenemos que regresar, pues han transcurrido más de dos horas, y el Banquete debe estar a punto de terminar, comentó el Morrongo.

--Si, ¡vámonos ya!, apuraron los demás Niños Piratas.

--¡Un momento nada más!, la evidencia que buscamos debe estar entre los libros de esta inmensa biblioteca, los interrumpió José Pablo.

--Pero esto nos llevaría no unos minutos ni horas, sino incluso meses y años, comentó el Morrongo.

--Es cierto, pero la metodología de indagación debe ser lo más directa posible, así que propongo que busquemos entre los libros más antiguos, en el periodo de la aparición de la Ciencia de la Armonía y el Bienestar, insistió José Pablo.

--¿Y cuál es ese lugar?, inquirió el Morrongo un tanto impaciente.

José pablo miró para todos lados, y finalmente señalando hacia el oriente de la biblioteca donde justo en ese momento pasaba un rayo de sol, dijo:

--Propongo que todos busquemos en ese estante, y si no encontramos nada, pues nos retiramos inmediatamente.

--De acuerdo, ¡vamos a buscar!, recalcó el Mayor de los Filibusteros.

Se dirigieron a la dirección de la biblioteca señalada por José Pablo, cuya decisión se había guiado por la intuición, pues buscando descubrió un brillante de gran tamaño incrustado en la boca de un jaguar en la parte más alta del techo de la biblioteca, alineado al estante, y cuya luz multicolor se dirigía preferentemente hacia los que parecían los libros más antiguos de todos. Los pequeños corsarios comenzaron a buscar entre los textos. José Pablo se dirigió especialmente hacia un gran libro que llamaba su atención por su apariencia diferente a los demás libros, y al abrirlo se llevó la sorpresa que el mismo era un gran códice doblado, en el que se encontraba estampado un texto de reflexión hecho por la misma Ciencia de la Armonía y el Bienestar durante su estancia en Monte Albán de las Ciencias:

--¡No puedo creerlo!, ¡tengo la evidencia que buscamos!, fue el grito de alegría de José Pablo, mostrando a los demás el códice encontrado.

--¡Bravo!, exclamó con satisfacción del resto de los pequeños corsarios que lo acompañaban.

--Si ésta es la evidencia que buscamos, llevémosla con nosotros, ¡marchémonos ya que el tiempo apremia!, ordenó el Morrongo.

--Si, vámonos ya, lo secundó José Pablo.

El grupo se dirigía hacia el exterior cuando una gruesa voz los detuvo:

--¡Un momento!, ¡si creían que todo era así de fácil se equivocan!, ¡entréguennos ese códice, pues de aquí no saldrán vivos!, era la voz de Matacuás Secundino, acompañado de una cuadrilla de soldados Rubicundos que los venía siguiendo desde que salieron de Tecno-Monte Albán, armados hasta los dientes. José Pablo se dirigió al capitán Rubicundo diciendo:

--¡Pues ven por él!, mientras trepaba a la barca junto con el resto de la tripulación que lo acompañaba.

--¡Al ataque!, fue la orden de Trinquete Segundo, por lo que los cañones de su nave empezaron a disparar contra la barca antigua de los pequeños corsarios.

--¡No saldrán vivos de aquí!, replicó el capitán Rubicundo con su vozarrón, abalanzándose contra sus enemigos.

La pequeña barca de los niños piratas comenzó a esquivar los disparos de los Rubicundos, avanzando lo más aprisa que le permitían sus antiguos motores, pero al llegar al abismo de gravedad la barca de los Niños Piratas pareció detenerse pues comenzaron a fallar sus motores, momento que fue aprovechado por el grupo de Rubicundos, que disparó a placer contra la pequeña barca, sacudiéndola, casi al punto de hacerla estallar:

--¡Al abordaje!, ordenó Matacuás Secundino que creía acabados a los pequeños corsarios, desatándose una batalla cuerpo a cuerpo en la estructura de la pequeña barca que solamente se sacudía en el vacío del abismo.

Matacuás Secundino se dirigió directamente contra José Pablo, a quien logró atraparle una pierna:

--Esta vez no te escaparás, date por prisionero, expresó.

--¿Estás seguro?, pues toma ésto, le respondió José Pablo logrando escabullirse de las manos del capitán Rubicundo, asestándole a la vez un golpe con su sable en la retaguardia que lo hizo aullar de dolor.

--¡Con qué esas tenemos, pues ahora verás!, se unió a su jefe Trinquete Segundo, el segundo de a bordo del capitán Rubicundo, quien se abalanzó contra José Pablo portando el estandarte de los Rubicundos.

--¡Oh, se va a caer!, fue el grito de asombro de los Niños Corsarios, quienes vieron como Trinquete Segundo seguía de largo sobre la proa de la nave hasta caer al abismo.

--¡Adiós, que golpazo!, comentaron algunos pequeños piratas contemplando lo sucedido al soldado Rubicundo.

--No dejen de luchar, yo lo rescataré, manifestó con firmeza José Pablo, tomando un cable y balanceándose en él hasta Trinquete Segundo, el cual se daba por muerto.

--¡No puedo creer lo que han visto mis ojos!, replicó Matacuás Secundino.

--¡Ojalá y hayas aprendido algo en ese mar de conocimientos!, gritó José Pablo sosteniendo al soldado Trinquete.

Aunque superados en número por los Rubicundos, rápidamente los pequeños corsarios lograron imponerse en la batalla cuerpo a cuerpo, logrando capturar a la tripulación que quiso aprisionarlos:

--¡La Ciencia para Todo, Todos para la Ciencia!, dijeron después de su triunfo.

--¡Vamos!, ¡amarremos nuestra barca a la nave de los Rubicundos para que la remolque, sería injusto dejarla abandonada en este abismo, pues es un verdadero tesoro!, ordenó el Morrongo, dirigiéndose rápidamente hacia Tecno-Monte Albán con la nave capturada.”

--Las evidencias aquí están, y ellas sugieren que el camino de la Armonía y el Bienestar, y no el de la confrontación inútil del conocimiento, es el correcto, insistió Donají respaldando a su hermano José Pablo, quien orgullosamente sostenía el códice entre sus manos.

--¡Sí, debes rendirte a la evidencia!, exclamó la capitana con voz entrecortada dirigiéndose al que se consideraba el Gran Rubicundo, quien calló no sabiendo como reconocer su derrota.


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