BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EL TÚNEL MÁGICO DE LOS PARADIGMAS ….LA CIENCIA REGIONAL AL ALCANCE DE LOS JÓVENES

Andrés E. Miguel Velasco y otros



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CAPÍTULO 8. RECUERDOS DE LA REBELIÓN

Donají y José Pablo fueron testigos de los problemas de poder en las jurisdicciones propiamente españolas, que se extendieron ese año de 1532 a las poblaciones indígenas del Valle de Oaxaca, pues el marquesado propiedad de Hernán Cortés alegaba mantener control sobre Jalatlaco y otras poblaciones que rodeaban a la Villa de Antequera, como Santo Tomás Xochimilco y San Martín Mexicapan. En realidad, el Marqués Hernán Cortés deseaba con la alianza de dichas poblaciones impedir el crecimiento del recién fundado asentamiento español, y de ser posible, eliminarlo.

Fueron testigos de cómo en Jalatlaco un grupo de principales se declaró partidario abierto del Marqués, en tanto que el resto, la gran mayoría, deseaba mantenerse al margen de los conflictos de los españoles avecindados en los valles oaxaqueños. Y esta fue la postura del pequeño Uno Venado Corazón de Jade esa mañana en la asamblea que se reunió en el patio comunal de Jalatlaco para discutir el asunto, en la cual estuvieron presentes Donají y José Pablo:

--El problema de quien obedece a quien suscitado entre Antequera y el Marquesado es algo que no nos compete, pues para los españoles nosotros debemos acatar lo que ellos autoricen, comentó el pequeño Corazón de Jade en medio de los reunidos que lo dejaron opinar a nombre de su familia, agregando:

--Considero conveniente que permanezcamos al margen de dicho asunto, pues mucho hemos sufrido para no meditar las consecuencias de declararnos partidarios de uno de los bandos en pugna.

Los demás asistentes a la asamblea, después de dar a conocer sus propias opiniones, finalmente decidieron hacer a un lado la proposición de declararse partidario de algún grupo español en particular, ya que consideraron que hacerlo los perjudicaría más de lo que los beneficiaría. También descartaron presentar una acusación formal contra el recientemente detenido Alcalde Mayor Juan Peláez de Berrio, como lo solicitaba el nuevo Alcalde de Antequera Juan Núñez Cedeño, aunque aquel había cometido muchos abusos con la gente de Jalatlaco, a la que en varias ocasiones despojó de sus escasas mercaderías en Antequera para su beneficio personal.

Mientras continuaba la asamblea, contemplaron un hormiguero que se encontraba en el patio de tierra, al cual los niños arrojaban piedrecillas, provocando que las hormigas se agitaran con desesperación. El pequeño Uno Venado se dirigió a sus amigos describiendo los avatares que su familia había sufrido a raíz del cambio de su sociedad:

--Nuestros pueblos fueron destruidos bruscamente, y ahora nosotros somos las hormigas de la discordia y lucha entre facciones de quienes aquí llegaron.

El pequeño Uno Venado Corazón de Jade se llenó de tristeza al platicar a los niños la pérdida de sus dos hermanos con la llegada de los españoles, quienes en 1528 murieron en la insurrección de Tututepec, cuando decidieron unirse al llamado del cacique del lugar que atacó a un contingente de españoles que meses antes habían traicionado la confianza del anterior monarca del lugar, ya que éste último, después de haberles mostrado hospitalidad y saciado su codicia con regalos de oro, murió de ira y despecho al ser encarcelado y tratado despóticamente por el conquistador Pedro de Alvarado, el que se cuenta, con el oro reunido mandó hacer los arneses de su caballo.

El pequeño Corazón de Jade también recordó que la participación de sus hermanos en tal rebelión disgustó al cacique Tres Mono Montaña de Fuego de Soyaltepec, quien no deseaba enfrentamiento alguno con los españoles que conquistaron Mixtecapam, como lo demostró al no participar en la guerra contra los blancos convocada por los demás caciques mixtecas. Por tal motivo, a su padre le fueron quitadas sus tierras, sólo disponiendo de la parcela comunal, lo que en la práctica significó reducir su categoría de principal de la nobleza mixteca a la que pertenecía, a la de los macehuales y mayeques.

El pequeño Uno Venado continuó diciendo:

--Para que declarara entonces donde se escondían sus hijos, a mi padre se le sometió a diversos tormentos, en uno de ellos, al ser arrastrado por un caballo, quedó lastimado de su pierna derecha, la misma pierna de la que sufro yo. También se le enterró hasta el cuello en un pozo húmedo durante varios días, lo cual fue la causa de la reuma que el resto de su vida molestó las articulaciones de todo su cuerpo.

--Corazón de Jade, lamentamos mucho lo que has sufrido con estos cambios sociales, le comentó Donají.

--No solo yo, sino todo mi pueblo, reafirmó el pequeño.

Donají y José Pablo entendieron que su amigo había saboreado con creces el rigor del castigo español hacia sus padres. Comprendieron que no obstante lo anterior, su antigua condición de principal aún le permitía gozar de ciertas canonjías, como la libre movilidad y de morada que le había facilitado a su familia integrarse al contingente que acompañó a la Villa de Antequera a Don Bartolomé de Astorga, así como elegir un asentamiento individual en Jalatlaco, separado de la restante servidumbre que también viajó con el encomendero.

Corazón de Jade les platicó que la condición de los macehuales y mayeques empeoraba, al grado tal que ahora se parecía más a la de los esclavos que a la de los hombres libres:

--Las jerarquías son producto de nuestra cultura y pensamiento social. Este pensamiento va a durar varios siglos en nuestras regiones, comentó José Pablo.

--Si las Ciencias Sociales tuvieran más desarrollo, este tiempo seguramente se abreviaría, comentó Donají.

Y el pequeño Uno Venado, conmovido, en lugar de piedras, arrojó restos de nixtamal al hormiguero. Donají y José Pablo, en silencio, entendían la tristeza que vivía el amigo que los había acogido en el pasado de su región.

Ya anochecía, y cuando los asistentes a la Asamblea estaban a punto de partir, se escuchó una gruesa voz que los hizo reaccionar:

--¡Es conveniente que emprendamos la lucha contra los invasores, debemos correrlos de aquí!.

--¿Y tú quién eres?, le preguntó el más anciano de la Asamblea.

--¿Yo...?, una luchadora social que está dispuesta a dar su vida por las causas nobles, respondió el ser que invitaba a la insurrección.

--¿Y por qué debemos seguir tus consejos?, le preguntó otro asistente.

--Porque aquí hay alguien que posee un tesoro que puede guiarnos hacia la victoria, insistió enigmáticamente el extraño ser.

--¿A quién te refieres?, interrogó el más anciano de la asamblea.

--A alguien que esconde entre sus ropas el mensaje de Quetzalcóatl, insistió el personaje.

--¿El mensaje de Quetzalcóatl?, ¿por qué tiene que aparecer en esta época?, intervino el representante religioso de Jalatlaco.

--¡Esto es blasfemia y nos puede meter en problemas con los españoles!, se escucharon varios gritos, por lo que el personaje calló, poniendo en alerta a Donají, José Pablo y al pequeño Corazón de Jade. Afortunadamente otro anciano insistió:

--¿De dónde vienes?.

--Pues de un lugar que está detrás de esa colina, respondió el extraño personaje.

--¿Cuál colina?, enfatizó otro asambleísta.

--Esa que se ve allá en el cielo azul, señaló hacia las alturas el ser de ronca voz, que se hacía acompañar de un enigmático perro negro, el cual comenzó a mostrar su colmillos a los presentes.

--Creo que tratas de engañarnos, pues en esa parte del cielo no existe ninguna colina, la refutó el pequeño Uno Venado.

--Es verdad, esa parte ni siquiera tiene cielo azul, ya que está llena de nubes, intervino Donají.

--¡Tú cállate chamaca, que a ti ya te conozco y eres muy chismosita!, respondió enojado el personaje de ronca voz.

--¡Pues nosotros también te conocemos a ti, tú eres la Matlacihua!, remarcó José Pablo, cuya intervención provocó que los presentes se levantaran tratando de atraparla, mientras la Matlacihua corría despavorida en medio del patio comunal. Los niños fueron rápidamente en pos de ella, y cuando estaban a punto de atraparla, el perro negro se lanzó furioso contra los presentes, mientras la Matlacihua se convertía en zopilote, que volando se perdió en medio de la oscuridad.

--¡Qué la virgencita nos proteja!, se santiguaron unas ancianas que presenciaron el suceso.

--¡A mi no me va a espantar!, recalcó Donají.

--¡Ni a mi!, afirmó también José Pablo.

--¡A mi tampoco!, enfatizó el pequeño Corazón de Jade, mientras perseguían al perro negro que se perdió en la oscuridad.

Esa noche los habitantes de Jalatlaco se mantuvieron en alerta, sorprendidos de la visita de los seres de la oscuridad. Limpiándose el sudor de su frente, José Pablo comentó:

--De la que nos salvamos...Si la Matlacihua hubiera abierto la bocota, el problema que tendríamos encima.

--A mi me preocupa más nuestro amigo Corazón de Jade, aclaró Donají.

--Por mi no se preocupen: tanta tragedia he vivido ya, que una más no creo que me produzca ningún daño, comentó el pequeño Uno Venado, quien agregó:

--Descansemos hoy, pues mañana será otro día.


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