BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


EL TÚNEL MÁGICO DE LOS PARADIGMAS ….LA CIENCIA REGIONAL AL ALCANCE DE LOS JÓVENES

Andrés E. Miguel Velasco y otros



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SEGUNDA PARTE. EL OCASO DE LA CIENCIA ANTIGUA

CAPÍTULO 3. El CANTO DEL JILGUERO

--“La vida es como una flor. Sí, una flor que ansiosa espera el rocío de la felicidad que las nubes le bajarán del cielo, para que enjuague la tristeza y dolor que le producen sus raíces al hundirse en la tierra”, se decía el pequeño Uno Venado Corazón de Jade, mientras contemplaba las pencas de maguey atrás de las cuales se acurrucaba esa noche fresca y clara de diciembre, iluminada por una luna nueva que presurosa se encaminaba hacia el fondo del cielo.

Con agrado respiraba la fragancia de la hierba verde y la flor de muerto que parecía desprenderse de las peñas y montículos de Monte Albán, y que a ratos se confundían con el sereno que daba la impresión de provenir de las estrellas de esa noche profundamente azul.

--“¿Es la vida una flor de muerto ?,...en verdad que esta florecita, tan frágil, fragante y delicada, es el solecito, pequeñito y oloroso de la esperanza, pues la vida es un don de la fe por un mañana cada vez mejor”, se reafirmaba a sí mismo.

Al cerciorarse que la luna se encontraba a un paso de la posición que indicaba la medianoche, comenzó a silbar como el jilguero. Se quedó extrañado al escuchar como respuesta el canto del búho y la melodía del gorrión únicamente; y por eso con mucha duda se atrevió a emitir su silbido nuevamente, siendo precedido de la misma respuesta.

Una vez convencido de lo que escuchó se levantó de prisa para cruzar cojeando la silenciosa plaza principal del abandonado pero majestuoso cerro del Danni Dipáa, Monte Albán, reluciente entonces como un plateado monumento. Lo mismo hicieron otras dos figuras, que juntas lo siguieron hacia una cámara de uno de los templos de la ciudad de los dioses zapotecas.

En el interior de la cámara, sólo alumbrada por un rayo de luna que se colaba por una rendija del techo, las tres figuras se colocaron en cuclillas en los puntos cardinales del pequeño recinto con olor a antigüedad. Por ser el anfitrión, el pequeño Uno Venado Corazón de Jade dio inicio a la reunión:

--En esta noche clara de temporada de muerte y eternidad, honramos la sabiduría de Quetzalcóatl, quien nos dio el mensaje de la unidad de la Ciencia. Y esta noche no me queda sino anunciar que los tiempos aciagos que hoy se ciernen sobre nosotros no solamente han destruido lo creado sobre estas tierras, sino que han roto para siempre los lazos que nos unían. Imitador del dulce trino del gorrión, ¿a qué horas trabajaban los ausentes?, preguntó a Donají, quien respondió:

--A media noche, jilguero cantador, porque es el momento en que las tinieblas se ciernen como un espeso velo sobre la vida que espera el mañana para volver a renacer.

Y después de un breve silencio, intervino quien imitaba el lúgubre canto del búho, que era José Pablo, leyendo:

--El solemne mochuelo y la insigne águila, el mirlo juguetón, el inquieto zanate, el majestuoso guajolote, el abejón contagiado de primavera, la chicharra, así como el candoroso pato de las aguas, desoyen ya nuestra voz. Ellos representaban a nuestros pueblos. Hoy ya no volvieron. Apenas ayer, como llamas flameantes del ocote y del encino, alumbraban el camino de la Ciencia, pero que el actuar de Bezelao, Controlador de la Muerte, a través del invasor “blanco y barbado” que ha venido más allá del mar, ha bastado para extinguirlos en el viento frío y misterioso de Mictlan: cortarán tus frutos, trozarán tu tallo, pero no acabarán con tus raíces, las cuales sobrevivirán en la Ciencia de tu pueblo.

Luego intervino Donají, quien leyó:

--Los que se han marchado nos han dejado la misión de encontrar y preservar la Verdad de la Ciencia en los días por venir.

Cuando Donají calló, la cabeza del pequeño anfitrión se dobló hacia su pecho en señal de resignación. Después de unos instantes, éste se dirigió a los niños preguntando:

--¿Ustedes quiénes son?.

--Mi nombre es Donají.

--Y el mío José Pablo, y somos hermanos.

--Yo tengo dos nombres: para el español soy Santiago Astorga, y por parte de mi pueblo mi nombre es Uno Venado Corazón de Jade.

--Estamos buscando a Quetzalcóatl, completó Donají.

--Queremos solicitar tu ayuda para encontrarlo, remató José Pablo.

--Para eso traemos este mensaje, indicó Donají extendiendo el códice que le había dado Flor de Luna.

El pequeño Uno Venado lo tomó entre sus manos, y después de contemplarlo un momento dijo:

--Es la escritura de la Ciencia Antigua.

--Queremos que nos ayudes a descifrarlo, insistió José Pablo.

--A mi no me es posible, pues no conozco estos símbolos. Toda esta sabiduría antigua se ha extinguido muy rápido en los últimos años, insistió el pequeño Corazón de Jade.

--¿Pero podrías presentarnos a alguien que si pueda descifrarlo?, preguntó Donají a Uno Venado, quien respondió:

--Tal vez en mi pueblo...Trataré de ponerlos en contacto con las personas que pueden leerlo.

--¿Crees que su traducción nos guíe hacia Quetzalcóatl?, inquirió José Pablo al pequeño, quien respondió:

--¿Y por qué saben que se encuentra en este lugar?.

--Parece que él fue enviado aquí por Bezelao..., trató de explicarse Donají.

--Haré lo que esté de mi parte para encontrarlo. Por lo pronto, debemos conservar viva nuestra fe en la Ciencia Antigua, la cual asegura que en el universo todo es destrucción y reproducción, una alternancia continúa entre la vida y la muerte, pues todo cambia. El pequeño Uno Venado Corazón de Jade agregó:

--Debemos irnos en paz, y ustedes llegarán a vivir conmigo, donde juntos trataremos de encontrar la Ciencia Antigua, pues si ello no sucede, el legado de mi pueblo se perderá para siempre. Entonces calló.

Hacía más de diez años que en esta misma temporada los soldados españoles capitaneados por Francisco de Orozco penetraron el valle de Oaxaca. Sin embargo antes, en 1519, los ahora conquistadores bajo el mando de Gonzalo de Umbría, habían explorado estas tierras y las de Mixtecapam, de donde el pequeño Uno Venado Corazón de Jade provenía.

Transcurría ya el doceavo año de que los reinos mixteco y zapoteca pasaron a manos del hombre blanco que de oriente llegó. Corazón de Jade, en sueños, había recibido el mensaje de una mariposa dorada, la cual le indicó que ya era el año Nueve Técpatl, y que en Monte Albán encontraría nuevos amigos, y por eso asistió puntual a su cita, esperando encontrarse con los niños dignatarios de todos los pueblos de Oaxaca, donde solo llegaron, aparte de él que personalizaba a los mixtecos, los nahuas y zapotecas, representados por José Pablo y Donají, faltando los embajadores de los demás grupos étnicos que formaban la fraternidad de los pueblos indios de Oaxaca.

La humedad de sus lágrimas de bienvenida por la emoción que le producían sus nuevos amigos refrescaba sus mejillas, mientras sus piernas presurosas cojeaban por las faldas de Monte Albán, ya que deseaba llegar con sus acompañantes a su morada antes de que la nueva mañana de ese diciembre de 1531 hiciera su arribo. Avanzaban atentos para no tropezar en la oscuridad, cuando un perro negro saltó de una roca abalanzándose sobre Donají:

--¡Guau, guau!.

--¡Aléjate!, corrió José Pablo auxiliando a su hermana, mientras el pequeño Corazón de Jade tomaba una piedra amenazando al animal, que al sentirse acorralado, huyó.

--¿De dónde saldría ese animal?, se levantó aturdida Donají.

--De las sombras, pues es un animal de mal agüero, comentó el pequeño Uno Venado.

--Trató de llevarse el pergamino que nos entregó Flor de Luna, pero no pudo tomarlo con su trompa, comentó Donají sacudiéndose el polvo.

--Guárdalo bien, es importante para la misión que nos ha sido encomendada, le sugirió José Pablo.

--¿Te encuentras bien?...Si es así, avancemos lo más aprisa posible...ya pronto amanecerá, y es necesario llegar a mi pueblo antes que la gente despierte, apresuró a los hermanos.


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