BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


MARCO INSTITUCIONAL DE LA CONTABILIDAD Y LAS FINANZAS

Alfonso Galindo Lucas



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7.7. El riesgo y la incertidumbre

Desde hace décadas, un ámbito de estudio muy interesante, por su implicación en la realidad económica es el problema de la falta o asimetría de información en las transacciones. El coste de información, como elemento disuasorio en la toma de decisiones52 y de distorsión en la formación de precios, se estudia por primera vez en la obra de Coase (1937), en la que se habían detectado otros dos tipos de los denominados “costes de transacción”. Su obra fue desarrollada ampliamente por Williamson (1975, 1985) y por el propio Coase (1994). En sus trabajos se trata el coste o la ausencia de información como impedimento para que los mercados existan. Los mejores frutos del estudio de esta nueva variable se están produciendo en las Finanzas, como muestran los trabajos de Hellman y Stiglitz (1986) o Stiglitz y Grossman (1980), que fueron comentados en el capítulo anterior.

Aunque supone un avance incorporar al análisis económico tradicional la problemática relativa al coste de la información, la modelización resultante sigue sin ser completamente fiel a la realidad. Enunciar que existe un coste para la información es equivalente a suponer que existe un mercado para ésta, pero si el coste de la misma era un inconveniente para que los mercados convencionales funcionasen, entonces, la ausencia de un mercado para la información indica la posibilidad de no poder cuantificar el problema de la información asimétrica.

El funcionamiento actual del sistema económico está basado, en gran parte, en la desigual información, en la denegación de su contenido. Algo similar sucede con lo que podemos denominar “asimetrías de la formación”. Para el tratamiento de la información como recurso, desde la Teoría Económica, hay trabajos recientes (Martínez Coll, 2004; Miró, 2004) que abarcan el tema de la formación y el enfoque de las instituciones.

La incertidumbre es, por definición, un elemento que no se puede modelizar; se define precisamente como la posibilidad de que la previsión se equivoque. En cambio el riesgo es un concepto que hace referencia a la probabilidad y no a la mera posibilidad, es decir, tiene asociado un porcentaje de casos en que la predicción no fallará. La introducción del riesgo, mediante funciones de probabilidad, en los modelos de evaluación de inversiones no es sencilla.

A veces, se asocia un porcentaje (que sería la media de una distribución probabilística) a los valores previstos. Por ejemplo, la cantidad obtenida en el año j será 100€, con una probabilidad de 85%. Entonces, en lugar de 100, se coloca 85. Eso es incorrecto, puesto que ese porcentaje de probabilidad indica que en un 15% de los casos, el valor puede no ser 100 sino, por ejemplo 1.000 o -100; por lo tanto, el valor 85 no representa una previsión válida.

Por eso, a veces se usa el concepto de esperanza matemática, que se calcula del siguiente modo:

Por la forma en que se ha calculado, es evidente que esta forma de estimación, basada en un valor esperado (270€) que es promedio de 100 casos comprobados, no es válida para inversiones aisladas, sino únicamente para aquellos casas en que el capital disponible permite repetir la inversión con los mismos parámetros. Es decir, si disponemos de 50.000€ y la inversión tiene un tamaño de 50€, entonces podemos hacer simultáneamente 100 inversiones similares (por ejemplo, comprar 100 acciones en bolsa) y, en tal caso, sí podemos esperar que, por término medio, cada inversión arroje un rendimiento de 270 en el año j.

En cambio, si no existe la posibilidad de repetir la inversión, entonces el resultado nunca será 250, sino que tendrá que ser o bien 100, o bien 200, o bien 500 o bien -100. A veces, estos repartos de probabilidades se estructuran por medio de complejos árboles de decisión, pero no hay que perder de vista que el concepto de valor esperado sólo es válido si se va a diversificar el riesgo, mediante la repetición equiprobable de la inversión. En caso de que la inversión sea simple (única), el riesgo asociado es virtualmente imposible de asignar, es decir, estamos ante un concepto similar al de incertidumbre. Si los distintos escenarios (la segunda columna) depende, por ejemplo, del clima (resultados de cosechas), entonces el resultado real ni siquiera dependería de la simple repetición de la inversión, sino que habría que diversificar los importes invertidos (en distintos años o en distintas regiones).


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