BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


MARCO INSTITUCIONAL DE LA CONTABILIDAD Y LAS FINANZAS

Alfonso Galindo Lucas



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5.2. Composición de las necesidades de fondo de maniobra

Ya hemos comentado que el fondo de maniobra debe ser lo más parecido posible a las necesidades de fondo de maniobra (NFM) y que éstas dependan del sector. Existen trabajos46 que demuestran que el sector (y no factores organizativos, ni de tamaño o cuota de mercado) es el principal determinante de la rentabilidad empresarial. En general, un sector estratificado (concentrado), en el que existen empresas muy poderosas, se presta a actividades en las que se trabaja con fondo de maniobra muy bajo o negativo. Lógicamente, sólo es posible trabajar con FM < 0 cuando las NFM < 0. Las NFM se definen como

NFM = Promedio Existencias + Promedio Clientes + Tesorería mínima – Promedio Proveedores

Esta fórmula ilustra que las empresa con gran poder de negociación frente a clientes y proveedores son las que se podrán permitir mantener un fondo de rotación negativo. Esta idea nos lleva a relacionar los saldos de circulante con las distintas fases del ciclo de explotación, ya que el poder de negociación frente a clientes determina menores plazos de cobro y, por lo tanto, menores saldos de activo circulante. Inversamente, el poder de negociación frente a proveedores determina un mayor periodo de pago y un mayor saldo de cuentas a pagar o crédito de provisión (que aparece restando). Esto justifica que, en trabajos empíricos, se utilice con éxito la ratio de Fondo de maniobra como indicador del tamaño empresarial, mediante la idea de poder de negociación. En Galindo (2005b) se usa la ratio de fondo de maniobra como un indicativo del capital intangible (poder de negociación).

Los distintos promedios de las partidas de circulante se pueden expresar en función de los distintos sub-periodos del PMM (Cuervo, 1994).

Materia prima = Compra anual × PMCompra (Aprovisionamiento) / 365

Producto en curso = Consumo anual MP × PMFabricación / 365

Producto terminado = Venta a precio de coste × PMAlmacenamiento / 365

Clientes = Venta anual a crédito a precio de venta × PMCobro / 365

Proveedores = Compra anual a crédito × PMPago /365

En estas ratios o divisiones, es frecuente la utilización del "año comercial", de 360 días, sobre todo, porque los cálculos suelen ofrecer menos decimales y eso tradicionalmente era engorroso.

Los saldos medios de circulante dependen directamente de los periodos del ciclo de explotación, especialmente de los periodos de cobro y pago. Aquí se aprecia claramente que el FM, como magnitud, no indica mucho acerca de la solvencia a corto plazo de la empresa, sino más bien acerca de sus NFM e, indirectamente, acerca de su poder de negociación y de su potencial de rentabilidad. El ejemplo típico de empresa rentable es el de las grandes superficies, cuyo periodo de fabricación es nulo, el de cobro a clientes es, en promedio, casi nulo y el de pago a proveedores es bastante amplio, sin dejar de configurarse como corto plazo.

Estos pormenores nos llevan a una última reflexión de gran trascendencia: Si la rentabilidad de la empresa depende en gran medida del mantenimiento de un FM negativo, eso significa que las empresas con éxito serán las que operen en un determinado sector, en el que se pueda mantener una cierta liquidez a expensas de los proveedores. En tal caso, la competitividad no dependería de aplicar las recetas propuestas por la Economía de la Empresa, sino simplemente de elegir correctamente el sector en el que se van a invertir los capitales. Esto significa que, en el esquema actual, supuestamente basado en los mercados, el capital especulativo, que busca la rentabilidad inmediata trasladándose de un sector a otro es la opción económicamente más racional y puede perjudicar a las actividades productivas, por tener un resultado poco rentable a corto plazo.

Esta idea, expuesta con más detalles por autores como Perelman (2006) significa que el inmovilizado, siendo el elemento realmente productivo de la empresa (con proyección plurianual) no es atractivo para el inversor; no representa para éste un incentivo. Por el contrario, el jugar con las cuentas de circulante puede marcar una diferencia competitiva a expensas de la liquidez. Por eso, Perelman afirma que el inmovilizado (capítulo 7) tiene un cierto carácter de bien público (lo cual no impide que los Gobiernos accedan a privatizar estas inversiones, incluso cuando han sido públicas durante cientos de años).

Por otra parte, la actual Economía de la empresa tendría que renunciar a sus actuales recomendaciones (como la "regla de oro" de la solvencia), puesto que no es capaz de explicar el éxito empresarial, basándose en los recursos y capacidades (p. ej., en Man y Chan, 2002; Wernerfelt, 1984) de una forma más exacta que el estudio de los mercados (Roquebert et al., 1996), incluido el fenómeno de la especulación financiera, y la tradicional Economía Industrial. En este sentido, perdería independencia como ciencia y estaría más inmersa en la Economía General de lo que hoy se suele divulgar.

La discusión entre el sector de actividad versus las capacidades empresariales como factor de éxito empresarial se discute en multitud de artículos (Rodríguez y Gómez, 2002; Hernández et al., 2001; Mauri y Michaels, 1998; McGahan y Porter, 1997, inter alia).

En los años ’70 y ’80, en los que la inflación era preocupante, en las Universidades europeas enseñábamos a los futuros economistas de empresa que era recomendable mantener, por motivos de solvencia a corto plazo, un determinado importe de activos ociosos financiado con pasivos caros; el denominado “fondo de rotación”. La práctica empresarial optó, sin embargo, por gestionar cada céntimo de tesorería para contrarrestar la erosión monetaria y, durante esa época, triunfaron las empresas que eran capaces de financiar parte de los activos productivos con crédito gratuito, es decir, tenían fondo de rotación negativo. La ventaja competitiva de las grandes superficies con respecto al comercio tradicional no era de tipo productivo, sino en costes de financiación. No es fácil determinar si la Economía de la empresa se encontraba en una fase de novatada o si por el contrario, algún capital interesado del sector financiero había fomentado un tipo de enseñanza que se importó de Estados Unidos y que procuraba un mínimo de solvencia en las PYME. A esto se le llegó a denominar “regla de oro”. En la vida real, las empresas menos poderosas respetan este fondo de maniobra, no porque les haya sido recomendado, sino por falta de poder de negociación frente a clientes y proveedores. Como se ha comentado, el poder de negociación es una de las características que definen el tamaño empresarial.

Aunque la financiación se estudia en el capítulo siguientes, es preciso ir apuntando que el poder de negociación de los prestamistas puede obligar a la empresa a mantener un determinado porcentaje de disponibilidades y recursos ociosos, porque así es más fácil que el acreedor se asegure el cobro de sus derechos, aunque ello vaya en detrimento de la rentabilidad de la empresa. Esta miopía, que históricamente ha acabado con muchas empresas y ha terminado arrastrando al propio banco (como en la crisis de las hipotecas basura de 2008) y todo el sistema financiero (véase Perelman, 2006) es uno de los fallos del sistema capitalista, basado en el interés privado como único incentivo posible.


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