BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


LAS FALACIAS DEL CAPITALISMO

José López



Esta página muestra parte del texto pero sin formato.

Puede bajarse el libro completo en PDF comprimido ZIP (60 páginas, 359 kb) pulsando aquí

 

 

7. El sistema capitalista es el único posible. No hay un sistema económico serio alternativo.

Esta falacia es esencial para la supervivencia del capitalismo. El día en que la mayoría de la gente deje de creer en el sistema actual y, lo que es más importante, crea que hay alternativas, ese día, el capitalismo tendrá los días contados. El pensamiento único es la armadura del sistema capitalista.

A lo largo de la historia, el sistema económico-político ha cambiado mucho (por lo menos en las formas). Esto cualquiera que conozca mínimamente la historia lo sabe. El sistema capitalista no tiene más de cinco siglos, en el mejor de los casos, y en su forma moderna no más de tres siglos (un “instante” en la historia de la humanidad). De hecho, la humanidad ha sido capaz de vivir durante mucho más tiempo en base a sistemas más parecidos al comunismo o al anarquismo que al capitalismo. En muchas sociedades primitivas, por ejemplo, y esto es algo que aún hoy en día es posible observar en ciertas tribus que han permanecido aisladas hasta el presente, los medios de producción, la tierra, pertenecen al conjunto de la comunidad. Los frutos del trabajo de todos es disfrutado más o menos por todos. Los asuntos públicos se discuten en reuniones tribales donde la mayor parte de sus miembros (con la exclusión normalmente de las mujeres) opinan y deciden sin intermediarios. En dichas sociedades “primitivas”, la participación de los individuos es mayor que en la sociedad “moderna”, la democracia es más o menos directa. Si bien es cierto que esto parece difícil de aplicar a grandes grupos humanos, ¿por qué no puede aplicarse a grupos humanos pequeños que a su vez se coordinarían mediante federaciones? En la edad media, por ejemplo, las ciudades-comunas europeas se organizaban libremente respetándose unas a otras en base al principio federativo. La historia se puede silenciar o manipular, no cabe duda. Se podría analizar también aquí las experiencias llamadas “comunistas” o “anarquistas” de la historia reciente, pero esto cae fuera del alcance de este trabajo (remito al capítulo “Los errores de la izquierda” de mi libro “Rumbo a la democracia”). Simplemente decir que la URSS, a pesar de las indiscutibles barbaridades del estalinismo, fue capaz de pasar en poco tiempo, de ser el país más atrasado de Europa a ser una superpotencia mundial. Fue capaz, a pesar de la revolución, de la guerra civil, de las guerras mundiales, de las hambrunas, de pasar de ser un país atrasado a ser una potencia espacial, hasta el punto de sobrepasar en los primeros años de la carrera espacial a los Estados Unidos de América y ser el primer país en mandar un objeto, un ser vivo y un ser humano al espacio. No ha habido en la historia semejante crecimiento económico tan intenso y tan rápido. El caso de la URSS es único. Esto debe hacernos reflexionar sobre si el sistema soviético era tan inviable como nos pueda parecer a primera vista, o como nos quieren hacer ver, a pesar de que el socialismo “real” careciera de una de las características básicas del concepto del socialismo, como es el control democrático de las fuerzas productivas. Alguien podría rebatir que la humanidad también ha sido capaz de hacer grandes gestas bajo sistemas deleznables (por ejemplo, la construcción de las grandes pirámides de Egipto, mucha gente sólo la explica mediante un sistema basado en la esclavitud, aunque también hay otras teorías que dicen que no fue así). Por esto, incluso aun admitiendo que los sistemas que existieron en el pasado reciente no son ejemplos a considerar (lo cual es muy discutible), de lo que no cabe duda, es que el sistema económico-político no ha sido siempre el mismo. Incluso aunque se tergiverse la historia, aunque se pueda interpretar ésta de distintas maneras, de lo que no cabe duda, es que el sistema a lo largo de la historia ha cambiado. De lo que no cabe duda tampoco es que ha habido intentos de cambios que han sido reprimidos y que siguen siendo reprimidos en el presente. Aquellos que proclaman que el sistema actual es el único posible, bien que se guardan de dar ninguna oportunidad a cualquier otro distinto. Por consiguiente, como demuestra la historia, si la sociedad ha cambiado tanto, ¿por qué no puede seguir cambiando? ¿Cómo puede afirmarse que el sistema actual es el único posible cuando el sistema siempre ha cambiado en el tiempo? ¿Es que la sociedad deja de cambiar en algún momento? ¿Es posible detener el tiempo, la evolución de la sociedad humana?

Por otro lado, si según afirman los “apóstoles” del sistema actual, no hay alternativas, ¿por qué se empeñan tanto en silenciar las ideas distintas a las proclamadas por ellos? ¿Por qué no se enfrentan directa y abiertamente a otras ideas alternativas si tan seguros están de que éstas son inviables o poco serias? ¿Hay mejor manera de llegar a la verdad que contrastando entre versiones o ideas opuestas (y cuanto más opuestas mejor)? ¿Por qué no se ve en los grandes medios de comunicación debates entre personas que defiendan ideas radicalmente distintas? Suponiendo que un periodista pudiera actuar con plena libertad, suponiendo que no tuviera presiones de sus jefes, ¿no sería interesante traer a un programa de debate a gente de vez en cuando distinta (en vez de traer siempre a los mismos) que diga cosas realmente distintas para contrastarlas con las que se suele oír habitualmente? ¿Cómo puede saberse la verdad en un juicio si sólo puede oírse a una de las partes? ¿Cómo se puede saber que lo que preconizan en la televisión o los grandes medios es serio? ¿Cómo se puede saber que lo que se dice en dichos medios no es sólo lo "políticamente correcto", lo que los jefes de los distintos medios dicen que hay que decir porque sus jefes (los grandes empresarios) les dicen lo que debe decirse o no? El problema con las ideas alternativas es que no tienen ninguna oportunidad de ser defendidas o contrastadas con las oficiales en los grandes medios porque dichas ideas ponen en cuestión el status quo fomentado y apoyado por dichos medios. Si no es así, ¿qué otra explicación lógica podemos encontrar a la ausencia de ideas alternativas en los grandes medios (ideas que sí abundan en la prensa alternativa en Internet)? No confundamos lo establecido con lo verdadero. Durante milenios se creyó que la verdad era que el único sistema "serio", el único posible, era el basado en la esclavitud. Durante milenios, lo establecido decía que la Tierra era el centro del Universo.

Conviene que aquellos que tienen fe ciega en los medios oficiales, se pregunten quiénes son los dueños de dichos medios y a qué intereses benefician. Lógicamente, los dueños de un medio, sus socios capitalistas, nunca propagarán opiniones o noticias que pudieran poner en peligro sus intereses. No es suficiente contrastar entre distintos medios oficiales porque todos ellos se basan en los mismos principios. Son empresas privadas o gubernamentales cuyo único criterio es el beneficio o el servicio a los intereses de sus amos, que deben responder ante sus socios capitalistas o ante los políticos que los controlan, que no pueden poner en cuestión el sistema del que forman parte y del que ellos son parte fundamental. Sin embargo, la prensa alternativa funciona de distinta manera porque muchas veces en ella colabora gente de forma desinteresada. La prensa alternativa es independiente, no depende del sistema, no depende del gobierno de turno, ni por supuesto está supeditada al poder económico o al mercado. Su lógica de funcionamiento es radicalmente distinta de la de la prensa oficial (en la mayoría de los casos, también hay prensa alternativa basura que responde a intereses partidistas). ¿No es evidente, por ejemplo, la falta de pluralidad en la televisión? ¿Por qué son tan parecidos los telediarios de las distintas cadenas de televisión? Ves uno y prácticamente los has visto todos. Por esto, fundamentalmente, se ha impuesto el "pensamiento único". El control de los medios de comunicación por el poder económico, el verdadero poder en la sombra, es el instrumento fundamental para evitar recuestionar el sistema y evitar los cambios. Pero Internet está poco a poco rompiendo el monopolio de la información y de las ideas. Internet parece imparable, a pesar de que hay intentos de censurarlo, desprestigiarlo y controlarlo. Internet puede que sea la única esperanza para evitar el triunfo definitivo del pensamiento único.

La verdadera manera de saber si las ideas son viables o no es llevándolas a la realidad para comprobar si lo que se propugna en la teoría funciona en la práctica. En eso se basa el método científico. En toda ciencia, la teoría debe ser contrastada con la práctica. Por consiguiente, hasta que no se intente llevar a la práctica las ideas, no se puede saber a ciencia cierta si las ideas propugnadas son viables o verídicas o serias. En ocasiones se pueden rebatir las ideas sin necesidad de llevarlas a la práctica, pero realmente la prueba del algodón de cualquier teoría es su puesta en práctica. Algunos ya advertían de los peligros del capitalismo cuando aún no había evolucionado tanto. Se podía dudar acerca de las críticas que vertía Marx sobre el capitalismo en el siglo XIX. Pero su degeneración en el siglo XXI no ha lugar a dudas. Desgraciadamente, las críticas, las advertencias que hacía dicho filósofo-economista sobre el sistema que se ha impuesto, se han cumplido, se están cumpliendo. No ha habido nadie que haya analizado, hasta ahora, más a fondo al capitalismo que Marx. Que se haya equivocado en algunas de sus predicciones, no significa que se haya equivocado en todo. No es casualidad que, en momentos tan críticos para el capitalismo como el actual, renazca el interés por leer El Capital. El contraste y el enfrentamiento directo y libre de las ideas (es decir, en igualdad de condiciones) es imprescindible para llegar a alguna "verdad". No puede afirmarse tan alegremente (como hacen algunos) que ciertas ideas no se consideran porque no son serias. La forma de saber si son serias o no, es, primero, conociéndolas, segundo, contrastándolas con las opuestas, y tercero, intentando llevarlas a la práctica. Es imprescindible que dichas ideas puedan ser, por lo menos, conocidas. Pero si no se difunden, ¿cómo van a ser conocidas? Y por tanto, ¿cómo llevarlas a la realidad? La pescadilla que se muerde la cola.

¿Es serio el sistema actual? ¿Es serio un sistema donde unos pocos individuos acumulan tanta riqueza como países enteros? ¿Es capaz alguien de trabajar cientos (ni siquiera decenas) de veces lo que otros? Y si no es así, entonces, ¿por qué hay gente que gana miles de veces lo que otros? ¿Es serio que el trabajo de todos sea disfrutado sólo por unos pocos? ¿Es serio que una empresa que no tenga pérdidas pueda hacer despidos colectivos? ¿Es serio que alguien dependa de otros para subsistir? ¿Ocurría esto antes? Si antes la gente era capaz de ganarse la vida sin vender su fuerza de trabajo (como así fue más o menos casi siempre), ¿por qué ahora es casi imposible? ¿Es serio decir que no hay trabajo hasta el punto de que mucha gente se queda en el paro, mientras muchos de los que trabajan no tienen tiempo para sus asuntos personales, mientras las horas extras son habituales (y muchas veces no remuneradas)? ¿Es serio que al mismo tiempo que aumenta el paro (hasta proporciones alarmantes), que se extiende la congelación salarial (cuando no el impago de los salarios), se abogue desde las instancias de la economía oficial por que la gente tenga confianza en el sistema y consuma más o no deje de consumir? ¿Para analizar o descubrir dichos contrasentidos es necesario ser un "gurú"? ¿Es serio que se den ayudas multimillonarias a los bancos (que son los que han provocado la crisis con la complicidad y pasividad de los políticos), sin pedir cuentas por dicho dinero “prestado” (mejor dicho “regalado”), sin pedir garantías de que se use adecuadamente, y al mismo tiempo, no se aumente la cobertura de los más necesitados, de las víctimas de la crisis? ¿Es serio ayudar a los ricos con un dinero que en otras muchas cuestiones básicas nunca existe (se ha calculado, por ejemplo, que con la ayuda dada a los bancos por el gobierno USA podría erradicarse el hambre en el mundo) mientras se deja a los pobres, a los más necesitados, que se busquen la vida (o se les da "ayudas" claramente insuficientes, cuando no ridículas)? ¿No sería lo lógico primero proteger a los más débiles, a las víctimas? ¿Por qué hay dinero para los ricos y no para los pobres?

¿Es lógico que las decisiones que afectan a la mayoría sean tomadas por minorías? ¿Tiene futuro un sistema basado en las injusticias, en las escandalosas desigualdades, un sistema cuya ley básica es la de la jungla, cuyo único principio es el beneficio a toda costa (a costa de las personas o del medioambiente)? ¿Tiene futuro un sistema cuyo destino está en pocas manos? ¿Tiene sentido un sistema que atenta contra el más elemental sentido común, contra la lógica más básica? ¿Tiene futuro el sinsentido? ¿Tiene futuro un sistema a todas luces irracional? ¿Es serio empeñarse en defender ciegamente un sistema que cada vez muestra más síntomas de su inviabilidad? ¿Es serio cerrarse a otras ideas que lo replanteen? ¿Es serio el dogmatismo (de cualquier signo)? A la vista de todo lo anterior, ¿no podemos concluir, como decía Bertolt Brecht, que el capitalismo, que tanto demoniza la palabra radical para blindarse ideológicamente, es él mismo radical? ¿No atenta radicalmente contra la inteligencia y la ética? ¿No atenta radicalmente contra la humanidad?

En el capitalismo, el dinero pasa de ser un medio a ser un fin en sí mismo. El capital se transforma en la principal mercancía. La especulación se convierte en el motor de la economía. La economía se vuelve artificial. El sector financiero predomina. Los bancos son los verdaderos dueños de la economía. La financiarización de la economía es inevitable. Las burbujas especulativas son la norma. La cultura del pelotazo sustituye a la cultura del esfuerzo. El robo adopta formas cada vez más sofisticadas y sutiles, cada vez más difíciles de detectar. La ingeniería financiera se convierte en la “carrera” de moda. Tras periodos de grandes beneficios surgen repentinamente e “inexplicablemente” las bancarrotas. Los casos de corrupción se disparan. Las crisis cíclicas son parte del sistema. Son cada vez más intensas y frecuentes. El sistema necesita regenerarse con frecuencia. El capital, tras cada crisis, se fortalece y las personas normales se debilitan. Lo único que parece amenazar al sistema es la cada vez mayor resistencia de ciertos colectivos de personas. Las intensas contradicciones del sistema económico provocan intensas contradicciones sociales. La resistencia anticapitalista aumenta al mismo tiempo que la opresión capitalista. El sistema procura evitar crear grandes masas de personas desesperadas que pudieran rebelarse contra el mismo. El sistema procura autolimitarse para sobrevivir. Pero el monstruo es cada vez más difícil de controlarse a sí mismo. La amenaza de la hecatombe es cada vez mayor. El castillo de naipes puede desmoronarse por cualquier lado. El sistema es cada vez menos seguro, menos estable.

El motor del capitalismo es el insaciable afán de lucro. Es la necesidad de aumentar a toda costa el beneficio, a costa de las personas o del medio ambiente. El capitalista está preso de su avaricia, de su inconformismo respecto al dinero. Cuanto más tiene, más quiere. Cuanto más gana, más quiere ganar. Cualquier persona que se convierta en capitalista se arriesga a caer en esa dinámica imparable. El capitalismo, si no se le restringe, no tiene límites. Sólo se auto-restringe para evitar que sus excesos le pongan en peligro (y a veces, ni siquiera, basta considerar el ejemplo de la reciente crisis). Es una droga que está llevando al abismo a la humanidad. Para el capitalismo, como su propio nombre indica, lo único importante es el capital, ya ni siquiera la calidad de los productos o de los servicios, ni por supuesto las necesidades reales de los consumidores. Las necesidades de los consumidores se crean incluso artificialmente porque la economía no está al servicio del consumidor. Es el consumidor el que está al servicio de la economía. El trabajo está también al servicio del capital. El trabajo es el medio de reproducir capital en vez de ser el medio por el que las personas se ganan la vida. Las personas, los trabajadores, son sólo recursos, están al servicio del capital. En el capitalismo TODO está al servicio del capital. Incluso la salud de las personas. La industria farmacéutica juega con la salud de las personas con tal de obtener más beneficios. No se producen medicinas para curar viejas enfermedades que afectan a países del Tercer Mundo porque no son rentables. Se empastilla masivamente a la población sin importar las consecuencias. Las personas mayores se hacen dependientes de cada vez más medicamentos. Se disparan los casos de muertes provocadas por los efectos secundarios de algunos medicamentos que no son suficientemente probados porque los organismos que los deben controlar no son independientes. Incluso se crean enfermedades nuevas, se inventan enfermedades. Se exageran reacciones naturales que antes nadie consideraba como enfermedad. Por ejemplo, la lógica tristeza de la vuelta al trabajo cuando se acaban las vacaciones ahora es el síndrome post-vacacional. Según indica Teresa Forcades i Vila en su libro Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas, supuestos organismos independientes (en realidad pagados por empresas farmacéuticas) estipulan que cierto porcentaje de la población está enferma cuando realmente no lo está. ¿Quién no ha tenido la sensación de que el médico al que acude le receta algo innecesario o incluso contraproducente? ¿Quién no ha vivido la escena de un médico que rápidamente se pone a recetar sin ni siquiera esperar a que el supuesto enfermo le explique lo que le pasa? ¿Quién no ha sufrido alguna vez los efectos secundarios de algún medicamento, efectos casi peores que la dolencia combatida? ¿No es famoso el refrán que dice que muchas veces es peor el remedio que la enfermedad? ¿No se ha tachado muchas veces a los médicos como “matasanos”? Incluso, ya se está hablando del abuso de los medicamentos, de la ineficacia de ciertas vacunas, de la resistencia de ciertas bacterias a las medicinas. Ésta es una característica típica del capitalismo, inventar necesidades que aumenten artificialmente el consumo. En el capitalismo, todo está (cada vez más) en venta. La salud es una mercancía. La cultura se mercantiliza. Los derechos de autor sustituyen al libre intercambio de ideas (afortunadamente Internet contrarresta esta tendencia). La felicidad se compra en los centros comerciales (las “mecas” de la nueva sociedad de consumo). La dignidad se convierte en un bien escaso. La guerra es el negocio más lucrativo. Las muertes de personas son efectos colaterales. Al negocio de destruir le sucede el negocio de la reconstrucción. El plan Marshall es el paradigma del crecimiento capitalista. La desesperación de seres humanos, una oportunidad de negocio. No es de extrañar que los bancos, la industria militar y la industria farmacéutica sean los motores de la economía capitalista. El capital, la muerte y las personas son las principales mercancías.

En la dinámica capitalista, siempre se requiere aumentar los márgenes, ya sea aumentando las ventas o los precios, ya sea disminuyendo los costes, ya sea incluso las dos cosas a la vez. La competencia manda. O te adaptas continuamente o no sobrevives. No ha lugar para humanismos. El capitalista que no es agresivo y que no sigue a rajatabla la ineludible lógica del capitalismo, sucumbe tardo o pronto. El capitalista más agresivo es el que sobrevive. El pez grande y más agresivo se come al chico. Por el principio del darwinismo social, las peores tendencias del ser humano se van imponiendo sobre las mejores. El capitalismo amplifica y realimenta las peores características del ser humano. Se nutre del egoísmo, de la ambición desmedida, de la avaricia. La solidaridad no es rentable. La competencia sustituye a la colaboración. Sacrosanta palabra la competencia. En nombre de ella todo lo demás es irrelevante. El triunfo es idolatrado. Lo que importa es ganar, no participar. En la sociedad de la imagen, ésta lo es todo. En la sociedad de la publicidad, lo importante es saber venderse. La persona se vuelve un comercial. El ciudadano un actor continuo. La sociedad un gran escenario teatral. La belleza física se convierte en una obsesión. El culto al cuerpo en religión. La posesión de mercancías en el paradigma de la felicidad. Lo importante es aparentar. La superficialidad se impone. La felicidad se vende ante los demás. Infelicidad interior disfrazada de satisfacción cara al exterior. El fracaso está mal visto. La soledad se abre paso. Curiosa sociedad ésta, por un lado masificada, por otro lado aislada. Sociedad superpoblada de solitarios. La malicia y la picaresca, imprescindibles en el currículum de todo triunfador que se precie. El sistema depredador vuelve al individuo depredador. La imaginación para inventar nuevas formas de depredación no tiene límites. Se acosa al trabajador para que se dé de baja o se vaya de la empresa, se le provoca para que cometa un error que justifique un despido disciplinario que salga gratis, se le aísla de sus compañeros, se le tortura obligándole a pasar la jornada laboral completa sin hacer nada. La psicología, la nueva área de investigación en el departamento de “Recursos humanos”. Se acosa al inquilino que resiste y no quiere vender. La voracidad de las grandes constructoras es insaciable. El mobbing, la nueva moda. El stress, en consecuencia, la nueva plaga. La empresa, el epicentro de la guerra social. La rumorología, la permanente incertidumbre, la amenaza sutil y latente, el miedo administrado en pequeñas dosis diarias, las nuevas armas de destrucción mental masiva. La desmotivación, a la orden del día. No hay futuro laboral, algo que todo trabajador va asumiendo a medida que adquiere experiencia, no hay futuro ecológico, algo de lo que la naturaleza nos pasa factura de forma cada vez más intensa y frecuente. El capitalismo quema todos los recursos. Su filosofía es usar y tirar. El proclamado reciclaje ecológico, pura demagogia. Sin duda, el capitalismo empeora al conjunto de la humanidad. No es de extrañar que, con el tiempo, las injusticias y las desigualdades aumenten. No es de extrañar que las adolescentes se vuelvan anoréxicas. No es de extrañar que la fama enloquezca a los que tienen la dudosa fortuna de caer presa de sus garras. No es de extrañar que se disparen los suicidios de los que no soportan el fracaso. No es de extrañar que la agresividad contenida se desboque en violencia doméstica o infantil. No es de extrañar que se disparen los casos de niños que, imitando lo que ven alrededor, “incomprensiblemente”, jueguen a la caza mayor humana. No es de extrañar que en sociedades especialmente agresivas, donde el capitalismo es especialmente duro, se disparen los casos de enloquecidos que la toman a tiros contra todo ser viviente que se cruce por su camino. No es de extrañar que el stress afecte a niños de cada vez menor edad. Los padres no sólo se obsesionan con su triunfo sino que también con el de sus hijos. Niños que cada vez son menos niños. Niños envejecidos casi desde que nacen. Niños que crecen prematuramente. A los niños del Tercer Mundo se les roba la infancia porque tienen que trabajar en edad de jugar, y a los niños del llamado Primer Mundo se les hace mayores porque se les hace jugar a ser mayores, se les prepara desde temprano a ser consumidores, a cumplir su papel en la sociedad. Cachorros del sistema que, en el peor de los casos, usan la esvástica nazi como símbolo de su equivocada rebeldía. Rebeldía de la juventud redirigida contra los enemigos del sistema, en defensa del sistema. Rebeldía domesticada y reconducida hacia ellos mismos. Juventud domesticada que sólo aspira al botellón. Juventud más conservadora que sus padres. Las calles se convierten en el hogar de ex-ejecutivos agresivos. En el capitalismo, de la noche a la mañana, uno puede pasar de ser un “triunfador” a ser un vagabundo. Si uno tiene hipotecada su casa y repentinamente se queda sin empleo, es muy probable, si no dispone de cierta cobertura familiar (ésta se ha convertido casi en el único “seguro” contra los peligros del sistema), acabar durmiendo en la calle. Es cada vez más difícil no sucumbir ante la presión constante que ejerce el sistema. No sólo el capitalista sucumbe a la endiablada lógica del capitalismo, también el consumidor. Todas las personas están sometidas a su lógica, quieran o no. El capitalismo fomenta el consumismo infinito, la insatisfacción permanente. Cuando ya tienes un coche, quieres otro mejor o más grande, otro para tu mujer, otro para tus hijos. Ya ni siquiera esperas a que tu coche envejezca para cambiarlo. Simplemente te “cansas” de él. Si ya tienes una casa decente y pagada, aspiras a una más grande, con lo cual te vuelves a endeudar. Si ya has acabado de amueblar tu casa, te da por redecorarla. Antes de sacar partido a tu nueva cámara digital, antes de saberla usar, te encaprichas con otra nueva que acaba de salir porque tiene unas prestaciones que realmente no necesitas ni vas a emplear y que a veces ni siquiera comprendes realmente. Poco a poco, vas coleccionando un montón de cacharros que no te da ni tiempo de utilizar, hasta que te hartas y para hacer sitio te desprendes de ellos, eso sí procurando reciclar. No llegas a final de mes, pero a la mínima de cambio, te desprendes de objetos seminuevos que no sabes muy bien porqué compraste en su día. El ahorro se convierte en una ilusión. Te endeudas cada vez más, y en consecuencia, te sometes cada vez más en el trabajo, justo lo que quiere el sistema. Eres lo que consumes. Cuanto más tienes, más vales. Cuanto más tienes, más quieres. Si no consumes, no te sientes realizado. Si no consumes no estás bien visto por los demás. Si no estás a la última, a la moda, eres ridiculizado por los zombis que te rodean. Para integrarte socialmente, sucumbes ante la sociedad de consumo. Para poder comprar más y más, te vendes más y más……La sociedad capitalista es la sociedad de la alienación del individuo. La proclamada libertad individual es en realidad la coerción individual. El individuo, normalmente, no es explícitamente reprimido porque lo es implícitamente. No es necesario reprimirlo desde el exterior porque él mismo se auto-reprime, en la mayor parte de los casos. El capitalismo representa el más sutil e inteligente totalitarismo inventado hasta la fecha.

Es cada vez más difícil no sucumbir ante semejante dictadura social porque ello requiere mucha rebeldía y ésta intenta ser anulada por el sistema. No hay nada peor visto por la mayoría de tus conciudadanos que ser un rebelde radical, un “antisistema”, un inadaptado. Se requiere un alto grado de independencia y de rebeldía para pasar del qué dirán, para romper la dinámica de la anulación del individuo. Así pues, cada vez es más habitual ver desamparados en la calle. “Locos” que hablan consigo mismo, desesperados que se desahogan con los viandantes que se encuentran con ellos, por lo menos hasta que ya no les queda energía ni para eso, ni siquiera para pedir limosna. O te adaptas al sistema o éste te echa sin contemplaciones. La libertad se convierte cada vez más en una utopía inalcanzable. Para poder sobrevivir, aunque lo aborrezcas, tienes que prostituirte un mínimo, procurando que el sistema no te cambie demasiado. Te arriesgas a volverte loco porque tienes que estar en permanente lucha entre una parte de ti que sabe que cuanto más cedes, más deberás ceder aún, más dejas de ser tú mismo, y otra parte de ti que te dice que cómo no cedas, acabas en la calle. El corazón está en permanente lucha con la cabeza. Incluso parte de tu cerebro está en conflicto con la otra parte. En fin, un sistema loco que vuelve loco al individuo y al conjunto de la sociedad. ¿Quién puede extrañarse de que la ansiedad, la depresión, las enfermedades mentales, la violencia, la delincuencia, se conviertan en el pan nuestro de cada día? ¿Quién puede extrañarse de que una parte desesperada y desesperanzada de la juventud aproveche las celebraciones deportivas (por otro lado, desproporcionadas, la sociedad está ansiosa de celebraciones, de evadirse de la cruda realidad) para destrozar el mobiliario urbano? ¿Quién puede extrañarse de que mucha gente recurra a las pastillas, al alcohol, a las drogas para llevar el día a día? En Un mundo feliz de Aldous Huxley, la población toma masivamente la droga proporcionada por las autoridades llamada soma, para combatir la melancolía, la tristeza, la monotonía de una existencia alienada, para crear una falsa sensación de felicidad. ¿No estamos, paso a paso, tendiendo hacia un mundo feliz? ¿El soma de nuestros días no es el fútbol? ¿Realmente estamos sólo en crisis económica? ¿No podemos afirmar que el capitalismo es en sí mismo una crisis de la humanidad? ¿No podemos decir que la crisis es también moral, social, humana? ¿El capitalismo no condena a la humanidad a estar en permanente crisis?


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios