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CONTRATIEMPOS Y AFORISMOS IV. FORMAS DE RESISTENCIA Y GRUPOS SUBALTERNOS BRITÁNICOS

Edgardo Adrián López



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2. La sociedad opaca

Otro “jalón” en este derrotero sinuoso, enmadejado, complejo, no lineal, desde las formas de confrontación antiguas a la “ilegalidad” de las trade unions, la hallamos en lo que encierra la ejecución de un tal Despard. Se había gestado en algunos medios periodísticos , sensaciones alarmistas, postulando que centenares de sus seguidores multiplicarían su propósito de alterar el “orden” que se conocía. Pero no fue así; recién vuelven los “disturbios” hacia 1811 y por causas desiguales. Cuando nos toque, ingresaremos a analizar el movimiento ludita .

No obstante, el gobierno aprovechó con suma habilidad el estado artificial de “inseguridad” para agregar más y más articulados, a leyes represivas que “judicializaban” y “criminalizaban” la protesta . Eso a su vez, ocasionó que los insurgentes afinaran su experiencia en el empleo de las sociedades secretas, lo que trajo por reacción, que en esta “etapa” hubiese una enorme cantidad de informantes , espías , entregadores, por cada súbdito . Es más, el Estado mismo generaba insignificantes “estallidos”, inducidos por “provocadores” profesionalizados, para que luego de la represión, los que estuvieran “fraguando” un alzamiento, meditaran las consecuencias. Incluso, se lo hacía para aislar a los “referentes” de los descontentos.

Todo lo cual, nos conduce al problema del tratamiento de las fuentes : ¿hasta dónde son “incompletas” porque no se querían registrar demasiados detalles “comprometedores”?; ¿hasta dónde no se sabe más del funcionamiento y de la diseminación de las colectividades “secretas”, a raíz de que sus integrantes se preocupaban de no dejar rastros? ¿Hasta qué nivel los documentos del Ministerio del Interior , en virtud de lo que se aduce en las notas con respecto a los espías, guardan una inexactitud que es “estructural” e ineliminable? Empero, esas limitaciones reales de las fuentes, no nos debe convertir en tan suspicaces, que optemos por desechar la generalidad de los informes por ser poco creíbles. Lo que se tiene que encarar, es un trabajo, que es tedioso y lento, de corroboración de lo que leemos; recién entonces, se podrá decidir qué adoptar y qué no.

Por otro lado, es impostergable acodarse en los documentos que empleó el Estado para prevenir con una eficacia contundente, los alzamientos diagramados: esto indica que hay fuentes que sí eran fiables, al menos, en el grueso de lo que comunicaban.

Lo seguro es que a estas alturas de los años, emergían dos enormes “líneas” por las que se desplegaría eso que podríamos llamar la “cultura” de pelea de los dirigidos. Por un lado, estaba la tradición de los centros de la Revolución Industrial, que generaban nuevas actitudes, otras instituciones, nóveles pautas de comportamiento comunitario. En esa “línea”, la casi “natural” solidaridad de los que tenían iguales condiciones de vida, era una cohesión de entre ellos con sus pares, pero también, una solidaridad contra la intromisión de los que representaban al gobierno y a los conglomerados privilegiados (que para los subalternos de la época, iban desde el párroco, hasta el magistrado y el patrono ).

La otra tradición , era la de los que continuaban con formas de proceder que los volvían muy frágiles a los infiltrados. Esta “subpolítica” de los dirigidos, aflora a manera de una serie de fracasos sangrientos (Despard, Pentridge, la calle Cato), en comparación con la “línea” industrial clandestina, la que pudo neutralizar a los agentes del gobierno.

Aquello que se podría bautizar como la “gran tradición conspiradora”, va de 1790 a 1848 , pero en lo que a los luditas se refiere, el movimiento tiene su “auge” entre 1816-1820, y 1830/1832. En la década del ‘40, el cartismo se vuelve un partido que no vacila en emplear la fuerza.

Pero, ¿de dónde nace o en quiénes se inspira el “ludismo” ? Uno de sus “primos” son los “comités” de los tejedores de punto, de Nottingham. Existió un tal Gravener Henson, tejedor de punto, autodidacta, interiorizado de las leyes sindicales, capaz de escribir para la prensa, entre otras habilidades, que se cree en la imaginación popular, que fue el mismo “General Ludd”. Acaso haya sido cierto; tal vez no; no lo podremos cotejar. Es uno de los tantos inconvenientes con los documentos de la etapa... Realmente y sin exageración, es impostergable “bucear” a grandes profundidades para entresacar algo que nos sirva .


 

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