BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


MIGRACIONES, CONFLICTOS Y CULTURA DE PAZ

Vicent Martínez Guzmán y Eduardo Andrés Sandoval Forero



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Refugio y problemas estructurales

Alex Arévalo Salinas
alexarevalosalinas@yahoo.es

Introducción

Millones de personas en el mundo deben huir de sus países ante el peligro inminente de perder sus vidas producto de la violencia irracional. Algunos deben dejar a sus familias y comenzar un futuro en soledad. Según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (acnur, 2006), 32.9 millones de personas se encuentran bajo su amparo: entre refugiados, solicitantes de asilo, desplazados internos, retornados, entre otros.

La situación de los refugiados y desplazados en el mundo se convierte en un tema prioritario para la comunidad internacional, debido a la aparición en los últimos años de un conflicto de carácter interno que tiene a la población civil como principal blanco de la extorsión y la violación de los derechos humanos de los grupos enfrentados. “En general, se trata de guerras civiles que se definen por el enfrentamiento armado entre dos o más actores, uno de ellos el Estado, que se enfrentan por el poder político o el territorio” (González, 2005: 122). La grave situación humanitaria ocasionada por estos conflictos ha provocado un aumento de 56% en el número de personas bajo la responsabilidad de acnur respecto de 2005.

La imposibilidad de muchos países del Sur de insertarse en la globalización económica y de dar respuesta a las necesidades sociales de sus poblaciones ha sido un factor para que emerga este tipo de conflicto, luego de la confrontación bipolar entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Asimismo, los cambios tecnológicos y el desvanecimiento de las fronteras configuran un escenario ideal para la formación de redes criminales. “El anonimato de las transacciones financieras electrónicas, la atenuación de la regulación y el enorme incremento del volumen del comercio y de los viajes facilitan la actividad delictiva transnacional” (acnur, 2000: 304).

Debido a este contexto, las mafias organizadas, guerrillas, paramilitares, narcotraficantes toman el control de amplias zonas destruyendo el tejido social e instaurando la violencia como mecanismo de resolución de conflictos. Por su parte, la respuesta de los Estados no ha sido la más apropiada debido a que se basa exclusivamente en el control militar, lo que supone no comprender que “las amenazas contemporáneas suelen estar interrelacionadas, […] el terrorismo o el conflicto armado no puede abordarse con independencia de los problemas de pobreza extrema o degradación medioambiental” (Abott, 2006: 27).

Lo anterior plantea a la comunidad internacional el reto de ir más allá de dar acogida a un determinado número de personas y buscar soluciones reales que atiendan a las causas de los conflictos internos y la marginación generalizada.

En este sentido, el siguiente artículo busca analizar las violencias estructurales (Galtung, 1998) que fomentan los conflictos internos en las periferias y fuerzan a millones de personas a desplazarse ante el peligro de perder sus vidas. Asimismo, describe las contradicciones de la comunidad internacional para responder a estas crisis humanitarias en relación con el papel de la cooperación para el desarrollo, el sistema económico y las multinacionales.

Por último, se destaca la necesidad de los países del Sur de organizarse en foros de cooperación Sur-Sur para actuar concertadamente a nivel internacional.

Las contradicciones de la cooperación internacional y el negocio de las armas En las numerosas cumbres internacionales todos los gobernantes prometen transformar al mundo en un lugar más pacífico, armónico y justo. Sin embargo, más allá de estos bonitos discursos, la cooperación internacional no pretende romper con las reglas generadoras de la exclusión, puesto que responde a numerosos intereses comerciales de las multinacionales. El modelo económico se nos presenta como una fortaleza, que ante la menor percepción de amenaza externa se cierra e impone una serie de barreras.

La escasa disposición de cambiar las reglas estructurales se refleja en la dualidad entre los proyectos de desarrollo y el comercio de armas. Mientras las agencias de cooperación gastan millones de euros o dólares en proyectos de desarrollo en el Sur, las potencias del Norte se constituyen en alimentadoras de los conflictos al vender armamentos y expoliar sus recursos naturales. De acuerdo con el informe anual del Instituto Internacional de Investigación para la Paz (sipri, 2008: 10), el gasto militar creció desde 1998 45%, lo que significa que cada persona del mundo gastó por año, aproximadamente, 202 dólares. En 2006, estas cifras representaban 11.6 veces más recursos que los movilizados para superar la pobreza (Intermon Oxfam, 2008). Al respecto, Francisco Rey (2007: 40) considera que “[...] no hay voluntad manifiesta por solucionar este tipo de problemas, sino que la comunidad internacional parece conformarse con gestionarlo de tal manera que no afecte a los intereses vitales de los Estados más poderosos”.

La dualidad cooperación-armas se explica por la necesidad de las transnacionales de mantener los conflictos para expoliar los recursos naturales de las periferias. Las multinacionales actúan financiando y armando a los grupos para que defiendan sus intereses en la explotación de yacimientos de minerales como petróleo, gas, diamantes y otros.

“Es habitual que los grupos armados enfrentados en un conflicto estén financiados y protegidos por diferentes multinacionales e intereses económicos. En realidad, la causa de las guerras no es la etnicidad, sino los recursos naturales por los que se enfrentan las distintas multinacionales” (Pedrero, 2006: 126).

En el plano práctico, aplican el refrán “divide y vencerás” para mantener las desconfianzas y el ambiente de inseguridad. La actitud pasiva de los gobiernos del Norte se entiende también por un estrecho nexo entre la élite económica mundial y la clase política.

Los líderes mundiales de los países del Norte se convierten en defensores de las empresas en el extranjero utilizando parte de los flujos de cooperación para expandir los intereses comerciales en el país receptor, conseguir menos barreras para los negocios e influir ideológicamente. Algunos países como España muestran esta falta de coherencia en los siguientes aspectos: “En su posición en materia comercial (en la Organización Mundial de Comercio y en las negociaciones regionales de la Unión Europea), el debate en el Consejo de Cooperación, el uso de la ayuda para promover inversiones españolas en el exterior, la comercialización de armas y municiones o la política migratoria [...]” (Intermon Oxfam, 2008).

A la hora de analizar los principales productores, encontramos que cerca del “[...] 80 por ciento del volumen de exportaciones de las principales armas convencionales para el periodo 2003-2007 fueron realizadas por los cinco principales abastecedores —eeuu, Rusia, Alemania, Francia y el Reino Unido” (sipri, 2008: 14).

En este sentido, la región de Sudamérica es una zona tentadora para las empresas y Estados productores de armas, debido al aprovechamiento del exacerbado nacionalismo y las disputas limítrofes que se convierten en pretextos para cerrar millonarios negocios. No es casualidad que el gasto militar en los últimos 10 años se haya incrementado en 30.54%, por la dominación del modelo de seguridad nacional que evita las potenciales agresiones militares mediante la disuasión bélica (Fundación Seguridad y Democracia, 2008: 22). “Tradicionalmente, desde los Estados se ha confiado en la disuasión basada en el poderío militar y la amenaza de la fuerza, más que la capacidad de articular políticas preventivas” (Fisas, 2004: 40).

En estas redes, los únicos beneficiados son los actores que están detrás de las operaciones comerciales y ven incrementar sus utilidades e influencia dentro de los países importadores. A su vez, estos países pierden ingentes recursos para ser utilizados en planes sociales, en zonas donde la pobreza supera los dos dígitos.

Por ejemplo, el costo económico de los conflictos armados para el desarrollo de África equivale, aproximadamente, a la pérdida media del 15% anual del pib y supone una vez y media el presupuesto africano para salud y educación en su conjunto (Intermon Oxfam, 2007: 8).

Estas dinámicas nos llaman a cuestionar de forma crítica la difusión de la noción de enemigo externo e interno, que es argumento para comprar armas. Debemos ser críticos y actuar preventivamente, en especial, cuando se tergiversa el culto a la bandera y los héroes patrios porque afectan los procesos de integración regional y los planes conjuntos para disminuir el sufrimiento humano.

En este sentido, una alternativa de paz tiene que estar dirigida a desestructurar este nacionalismo excluyente en la escuela y los medios de comunicación.

A nivel mundial, para alcanzar mayores grados de estabilidad en los conflictos internos en las periferias se deben imponer restricciones enfocadas, sobre todo, al comercio de armas ligeras por su alto impacto en la población civil. En la actualidad, la mayoría de los Estados del mundo se encamina al eventual establecimiento de un Tratado Internacional de Comercio de Armas en la Asamblea General de Naciones Unidas, que podría ser un avance en esta materia, si realmente existe la disposición de disminuir este negocio. Para el Informe Alerta de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona (2008: 14), “el hecho de que en diciembre de 2006, 97 de los 153 países apoyaran la resolución 61/89 de la Asamblea General de la onu, relativa a un tratado internacional y jurídicamente vinculante sobre el comercio de armas, es una clara muestra de la voluntad política global de abordar la proliferación descontrolada de este tipo de exportaciones”.

Un tratado que interprete de manera certera el contexto internacional y las redes que forman este negocio permitirá disminuir la intensidad de los conflictos internos y la grave situación humanitaria de millones de desplazados y refugiados, en especial si consideramos que “[...] la inmensa mayoría (más del 95%) de las armas más utilizadas en los conflictos de África (el Kalashnikov y sus derivados) proceden de fuera del continente” (Intermon Oxfam, 2007: 24). Se calcula que entre 80 y 90% de todas las armas ligeras ilegales provienen en su origen de transacciones aprobadas por los Estados.

Al respecto, el Programa de Acción Global para la Prevención de la Guerra propone como primer paso cortar la producción global y la comercialización de armas mayores y ligeras en 25%. En relación con las ligeras, considera que una reducción en el tráfico reducirá la probabilidad de actos terroristas y la transformación de los conflictos internos en una violencia masiva y generalizada (cip-fuhen, 2005: 29).

Hay que aprender de la experiencia, sobre todo cuando nuestra historia nos enseña que la inercia de la comunidad internacional por no establecer restricciones en zonas de alta conflictividad ocasionó tragedias de grandes proporciones. El genocidio en Ruanda en 1994, provocado por el grupo hutu contra los tsusis mediante el uso de machetes vendidos por China, es un excelente ejemplo de esta realidad.

Estas contradicciones deben motivar a la sociedad civil para que exija a los gobiernos del Norte una actuación coherente y sincera en relación con la cooperación internacional. “Una verdadera generosidad radica en la lucha por la desaparición de las razones que alimentan el falso amor” (Freire, 1970: 39). Por su parte, los gobiernos del Sur deben abandonar la ilusa seguridad basada en la disuasión militar y el gasto militar, y comprender las dinámicas estructurales de dependencia.

Romper con las reglas sagradas Como observamos con anterioridad, las claves de muchos conflictos están en disminuir los intereses económicos subyacentes que se ocultan y se maquillan bajo amenazas de distinta índole, como el terrorismo y los conflictos limítrofes.

Para cambiar esta situación es necesario establecer otro sistema económico que rompa con las reglas sagradas del capitalismo: producir al mínimo costo y acumular ilimitadamente. “La acumulación de capital implica, por definición, la ampliación de las fronteras de la explotación y de la enajenación humana. A más crecimiento, más acumulación de capital, por lo tanto, más explotación, más degradación, más enajenación” (Ortega, 1999).

Este sistema económico no tiene sustento medioambiental en el largo plazo, lo que está llevando a la humanidad a una situación peligrosa dado el creciente peligro del cambio climático. “El calentamiento global ya es un hecho. Las temperaturas han aumentado un 0.7% en el mundo desde la era industrial y la tasa de aumento se está acelerando” (pnud, 2007: 6-7). De continuar esta tendencia, los cambios de temperatura afectarían los medios de subsistencia y forzarían los desplazamientos masivos de seres humanos. En este aspecto, los países del Norte deben dar mayor importancia a las energías renovables para modificar su matriz energética y apoyar este mismo proceso en los países del Sur.

A nivel personal, sólo hay que pensar en el daño al ecosistema si todas las personas utilizaran un auto o todos los países crecieran a ritmos acelerados mediante la destrucción de la naturaleza. La situación anterior nos plantea una reflexión a nivel micro sobre el consumo responsable y la urgencia de una nueva ética que “piense en contra del mercado y del interés individual. Ética y crecimiento económico son dimensiones contrapuestas” (Dávalos, 2008: 2).

El complejo escenario medioambiental hace más realista la idea de imponer sanciones a las acciones depredadoras de las élites de los países centrales y periféricos, o bien, establecer límites a sus ganancias. Más aún en época de crisis donde existen mayores márgenes de cuestionamientos y posibilidades de cambiar la carta de navegación mundial. Sin embargo, esto dependerá del surgimiento de líderes que no teman a los poderes económicos y mantengan una relativa independencia.

A nivel académico, existen desafíos como investigar profundamente las redes entre el poder político y la élite económica y pensar en alternativas para lograr modificar las conductas de estos grupos. Nos hemos centrado en estudiar la pobreza y sus consecuencias, dejando en un segundo plano investigaciones sobre la extrema riqueza. Al parecer, estamos obsesionados por hablar de la pobreza, representada con la imagen de un niño africano desnudo y desnutrido, que sirve para desviar nuestra atención de los verdaderos promotores de la violencia que, entre otras cosas, son los principales culpables, por ejemplo, del desmantelamiento de los servicios sociales en América Latina, y de que amplias capas de la población se mantengan excluidas y marginadas.

“La captura del Estado por parte de los grandes grupos financieros internacionales y por las grandes corporaciones hizo posible un cambio radical en la orientación de las políticas públicas. El Estado abandona el criterio de defensa del interés público y pasa a adoptar para la orientación de las políticas públicas la lógica del mercado” (Caccia, 2006: 4).

En un escenario ideal donde existan trabas a las multinacionales y se cumplan las reglamentaciones, ningún producto creado con base en el trabajo infantil o la esclavitud laboral podría entrar en los mercados. Como requisito de acceso se debería exigir una acreditación de buenas prácticas en relación con el respeto de los derechos medioambientales y laborales. Cambiar con estos esquemas, implica terminar con el crecimiento basado en la explotación infantil y la esclavitud laboral. “Las empresas tienen una responsabilidad importante por cuanto determinan las condiciones de trabajo y los salarios y, en el caso del trabajo infantil pueden ser cogeneradoras de pobreza a escala mundial ofreciendo empleos de baja calidad” (Prandi, 2006: 2). En el mundo, hay más de 200 millones de niños trabajando, entre ellos 126 millones, o uno de cada 12 niños en el mundo, están expuestos a las formas más peligrosas del trabajo infantil, lo cual pone en peligro su bienestar físico, mental y moral (oit, 2008: 12). Sin embargo, en los últimos 15 años se ha observado una reducción progresiva en la cantidad de niños trabajando en el sistema productivo.

Tal vez pocos hemos cuestionado los métodos de fabricación de los productos que compramos en las liquidaciones. ¿Cuál es el costo real de producción de un pantalón a un precio sorprendentemente bajo? A pesar de este sombrío escenario, la crisis que se ha propagado por los países del centro abre oportunidades para replantear mayores reglas a la especulación y el continuo deseo de acumular.

Esto fundamentalmente porque el centro se contaminó y el temor a la marginación social generalizada ya no es algo exclusivo del Sur, lo que puede aumentar la presión para que se suavicen algunos de los principios básicos del neoliberalismo. Las crisis en el centro ya no se observan sólo desde la televisión como algo propio de los países de África, América Latina y parte de Asia. Tal vez. Debido a estas crisis en el futuro muchos se cuestionen cosas más importantes que la acumulación de autos y casas.

Los hiperricos como generadores de violencias estructurales Por lo general, cuando pensamos sobre los problemas que aquejan al mundo tenemos la predisposición de hacerlo en clave estatal y centrarnos exclusivamente en culpar a los mandatarios de las potencias como George Bush, Nicolás Sarkozy u otros. Esto es un error porque obviamos el papel que tienen los hiperricos o grandes magnates en la generación de las violencias estructurales.

¿Qué entendemos por hiperricos? En lo medular, son magnates que controlan las transnacionales y que disponen de cierto grado de poder en las decisiones mundiales.

Según la revista Forbes (2008), que desde 1997 elabora un listado con las personas más millonarias del mundo, el estadounidense Warren Buffet es el más rico del planeta seguido por el mexicano Carlos Slim. En el siguiente cuadro, se muestran las quince personas más ricas del mundo. Por nacionalidades destacan: cuatro estadounidenses, tres hindúes, dos rusos, entre otros.

Fuente: revista Forbes.

Sus relaciones con el poder político han sido históricas y se mantienen bajo un velo oculto. En esta dirección, Miguel Pedrero (2004: 24) expresa que la banca internacional financió los proyectos políticos de Adolf Hitler y Vladimir Lenin para tener mayor influencia en sus gobiernos. En el caso de la revolución bolchevique, la banca internacional “ansiaban controlar la banca rusa e introducir sus intereses industriales en un nuevo y extenso territorio sin explotar”. Según el autor, los vínculos entre Lenin y la familia Warburg se comprueban cuando en plena Primera Guerra Mundial el revolucionario bolchevique viajó a Europa con más de seis millones de dólares, de los cuales, la mayor parte fue entregada por Max Warburg.

En la actualidad, su creciente poder los posiciona como los nuevos reyes del siglo xxi. Por ejemplo, existen multinacionales como General Motors que tienen mayores cifras de negocios calculadas en millones de dólares que países como Polonia, Grecia, Portugal, Colombia. Asimismo, el Foro de Política Global (2000) señala que de las 100 economías más grandes del mundo 51 son Warren Buffett Carlos Slim Helu & familia
William Gates III
Lakshmi Mittat Mukesh Ambani
Anti Ambani Ingvar Kamprad & familia KP Singh Oteg Deripaska Kari Albrecht Lika-shing Sheldon Adelson Bernard Arnault Lawrence Ellison
Roman Abramovich Forbes 2008: Hombres mas millonarios del mundo Valor Neto (miles de millones de USS) empresas multinacionales. “Las grandes compañías transnacionales han superado efectivamente la jurisdicción y la autoridad de los Estados Nación. Parecería pues que esta dialéctica que ha durado siglos llega a su fin: ¡el Estado ha sido derrotado y las grandes empresas gobiernan la Tierra!” (Hardt y Negri, 2002: 171).

José María Tortosa (2008: 10) explica que esta élite mundial de carácter cosmopolita actúa concertadamente y se enfrenta contra el resto de la población mundial. Asimismo, menciona que existe un fuerte vínculo entre las élites locales de los países periféricos con sus pares de los países centrales. Junto a esta lucha de clases, existen otros conflictos como la imposición por parte de los países centrales de políticas neoliberales a los países pobres; la lucha de clases dentro de los Estados, siendo más aguda en los países periféricos y la hegemonía contemporánea de Estados Unidos.

La unión de la élite mundial se da en distintos foros, los cuales tienen como finalidad debatir y alcanzar un consenso en las estrategias globales para difundir el neoliberalismo como regla sagrada.

Uno de ellos es el Club Bilderberg, que nace en 1954 y reúne secretamente cada año a industriales, financieros, banqueros políticos, líderes de corporaciones multinacionales, presidentes, primeros ministros, ejecutivos de medios de comunicación, líderes militares y representantes de la omc, bm y fmi.

Según Daniel Estulin (2007: 48-49), los objetivos de dicho club son:

• Un solo gobierno planetario con un único mercado globalizado.

• Una Iglesia universal que canalizará a la gente hacia los deseos del Nuevo Orden Mundial. El resto de las regiones serán destruidas.

• El control de toda la humanidad a través de medios de manipulación mental. En el Nuevo Orden Mundial no habrá clase media, sólo sirvientes y gobernantes.

• Un férreo control sobre la educación con el propósito de destruirla.

En relación con el último punto de los objetivos del Club Bilderberg, el autor se refiere a la promoción de un tipo de educación que forma a futuras generaciones desmovilizadas y que no cuestionan las estructuras excluyentes. El autor agrega que la juventud hoy ignora por completo la historia, las libertades individuales y el concepto mismo de libertad.

Ellos saben que, cuanto menor sea el nivel intelectual de los individuos, menor es la resistencia al sistema impuesto. Para conseguir esto, no sólo hayan manipulado a los colegios y a las empresas, sino que se han apoyado en su arma más letal: la televisión y sus programas basura para alejar a la población de situaciones estimulantes y conseguir así adormecerlas (Estulin, 2007: 18).

A pesar del control de la televisión por los grupos de poder y su manipulación mediática, la sociedad civil en el último tiempo ha encontrado en las nuevas tecnologías instancias para promover el cambio social. Los grupos sociales ocupan los recursos de Internet para denunciar y concientizar a la población sobre la violación de los derechos humanos. Importantes son los aportes de las revistas electrónicas, las páginas web, las bitácoras y otras herramientas para democratizar la información y formar redes de presión. En Internet, no solamente conviven mecanismos de control, sino alternativas de resistencia. “Las minorías y los pueblos en desarrollo (los otros /los oprimidos) necesitan hablar usando sus propias voces y participar en el uso de Internet en su lucha, empoderamiento y representación/sobrevivencia” (M. Chu, 2006: 592).

Sin embargo, aún un porcentaje alto de personas en el mundo recién aspira a contar con electricidad y los servicios básicos, y el Internet se convierte en un lujo u otro elemento dentro del entramado de las desigualdades.

Palabras finales A nivel global y sistémico, el primer paso es replantearnos el modelo de desarrollo y el papel de estos nuevos “reyes”, en especial si consideramos que el cambio climático se está transformando en la amenaza global de las próximas décadas, y su solución requiere el esfuerzo coordinado de todos los actores. Debemos replantearnos la manera en que estamos consumiendo para promover formas responsables que sean armónicas con nuestro entorno.

Ya es tiempo de que se acaben los cinismos, y los gobiernos asuman que los hiperricos o grandes multimillonarios tienen un peso importante sobre las decisiones que afectarán a millones de personas. Se deben incluir de forma transparente y no en oscuros foros como el Club Bilderberg, especialmente considerando el enorme peso productivo y económico de que disponen, incluso a veces más alto que el de muchos países. Las Naciones Unidas deberían dejar de ser sólo una instancia de representación estatal para incluir con más fuerza a estos grupos de hiperricos y a otros actores sociales en las negociaciones internacionales. Sin embargo, es difícil que los hiperricos colaboren para un mundo más justo y cambien las reglas del juego, sobre todo porque el status quo les facilita llenar sus bolsillos y cuentas bancarias, y porque no existe un mecanismo de coerción que los obligue a pensar en las claves para la cooperación y la paz.

A nivel estatal, los países del Sur deben aumentar el diálogo político para fortalecer la cooperación y aunar posturas en los foros internacionales. Hasta el momento, se actúa de forma dispersa y con escasa fuerza, lo cual facilita el camino para que las potencias se nieguen a romper con las reglas del sistema que las beneficia. Una opción válida es un nuevo impulso de las organizaciones que funcionaron durante la Guerra Fría como el pacto de los No Alineados y el Grupo de los 77, mediante una reestructuración de sus objetivos, estrategias y fundamentos para adaptarlas al contexto actual. No se debe descartar, incluso, refundarlas con distinto nombre. En el caso del pacto de los No Alineados, se han hecho esfuerzos para revitalizar este bloque, pero con escasos resultados debido a la imposibilidad de fijar una posición común en los temas clave.

A pesar de esto, en 2003 nace un nuevo bloque de países emergentes, el foro de diálogo ibsa, compuesto por India, Brasil y Sudáfrica, cuya finalidad es aumentar la proyección mundial de estas potencias regionales para fortalecer la cooperación Sur-Sur. Este interesante proyecto refuerza los intentos para aumentar el poder diplomático y hacer presión para modificar las reglas del sistema, en temas como las políticas de inmigración, los subsidios agrícolas, la expoliación de los recursos naturales, el aumento de la cooperación internacional, las reformas de Naciones Unidas, etcétera.

El diálogo de los países de esta agrupación, que tuvo como primera cumbre la ciudad de Brasilia en 2006, ha permitido lograr acuerdos trilaterales en áreas como comercio, transporte, energía y sector social.

“India, Brasil y Sudáfrica están ganando importancia como portavoces de los países en desarrollo en el contexto global. En especial, las diplomacias de India y Brasil son muy profesionales y funcionan muy bien, lo cual distingue a las dos democracias de muchos otros países del Sur” (Souza, 2007: 12).

Asimismo, los países del Sur también tienen que tomar medidas ante la hegemonía del conocimiento desde los países del Norte. En este sentido, deben fortalecer sus centros y universidades para generar conocimiento autónomo sobre sus realidades. Es decir, hay que reforzar la calidad de las universidades del Sur por encima del envío exclusivo de profesionales para que se perfeccionen en los países del Norte, con el peligro de que en el futuro se conviertan en difusores de modelos euro y anglo céntricos. El desafío para las universidades latinoamericanas es la asociación y el fortalecimiento de grupos de trabajo interuniversitarios con miras a su potenciación.

La movilidad de estudiantes dentro de la región es baja, lo cual plantea el rompimiento de la contradicción de que es más fácil salir a Europa de intercambio que dentro del mismo continente.

El aporte no estatal se vincula al trabajar desde el plano local buscando aumentar la participación y la organización con modelos cooperativos, que si bien no modificarán las estructuras globales, serían un grano de arena para comprender que la vida no sólo funciona bajo el modelo de la fortaleza; es decir, aislado del exterior. El desafío para los trabajadores sociales y pacifistas está en sensibilizar a las personas de que los problemas son globales y tienen repercusión en todos, razón por la cual es incongruente funcionar con esquemas individualistas y centrados en la acumulación de bienes.

No debemos esperar que el cambio sea en exclusiva de los Estados y de estos hiperricos, el cambio debe manifestarse a nivel personal, en acciones tan concretas como exigir que el municipio coloque basureros para reciclar, o estar dispuesto a usar la bicicleta en vez de contaminar con el auto. Que cada uno se pregunte para qué necesita tener tres móviles con innumerables funciones o decenas de camisas que no utilizará. No caigamos en una loca carrera por consumir y aparentar.

Como observamos en las anteriores páginas, el problema de los refugiados y desplazados del mundo se comprende bajo una serie de violencias estructurales que provocan que los conflictos internos se prolonguen en el tiempo. No es posible entender a cabalidad el problema, sin antes analizar las violencias que generan en las periferias el sistema económico, los hiperricos y las contradictorias respuestas de la cooperación internacional.

Ante la emergencia de los conflictos internos que tienen como factor la marginación y la exclusión, Sudamérica debe actuar en bloque para reforzar su proyección internacional y poder intervenir de la mejor forma en las crisis humanitarias.

Debemos estar unidos bajo un esquema de cooperación Sur- Sur que tome en cuenta las asimetrías de los países con más urgencias sociales. En este sentido, el reciente nacimiento de la Unión Sudamericana de Naciones (unasur) puede constituir una excelente oportunidad para que salgamos de la retórica y nos centremos en medidas concretas; sólo unidos podremos exigir un modelo real de paz y justicia, y dar mejor acogida a los refugiados y desplazados del mundo.

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