Andrés A. Correa
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El escritor- Uno de esos sentimientos para contar, lo viví en 1971.
A los 24 años de edad traté de traducirlo en un planteo científico para convencer a un jurado de curas jesuitas doctorados en Filosofía y Teología, de que el marxismo no era esencialmente ateo, en contraposición de lo que ellos sentían. (que el marxismo era esencialmente ateo).
Puse en riego mi graduación; pero salí ileso y conforme con mi sentimiento.
Ingresé a la docencia. Allí viví tanto en la privada como en la pública, cosas decentes e indecentes para un docente.
En el 2004 me retiro para conservar la decencia. (de lo contrario tiraba a un alumno por la ventada y eso no se hace, menos siendo profesor de Etica). También salí ileso.
Otro sentimiento para contar me sucedió entre 1967 y 1972.
Sentí que me estaban privando de sentir, de pensar y de hacer. Milité contra las fuerzas armadas (que no sentían ni pensaban) que se habían hecho cargo de respaldar a los subversivos y sediciosos de aquella época que querían imponernos por la fuerza lo que ellos sentían y pensaban ( es decir: el sector que manejaba la economía del país, un gran sector de la Iglesia jerárquica, gran parte de la dirigencia política y sindical , quienes “asociados”, preferían prescindir del sistema democrático para seguir con la suya, corruptos en un 99, 9 % ).
En 1973 militando desde la función pública en la Educación de Adultos, fui públicamente tildado junto a otros compañeros de “ex seminarista peronista y comunista” por la prensa de “esos tipos” (le aclaro que en aquellos años, eso era pecado). Pero salí nuevamente ileso (al menos en su conciencia ética).
Entre 1972 y 1974 sentí un gran sentimiento de éxito: Asumí y ejercí mi gobierno democrático primero con Cámpora a la cabeza, luego con Perón. Duró poco ese sentimiento, pero lo tuve. (nadie nos regaló nada - y me incluyo como relator - , menos la democracia)
En 1973 sentí que a los mismos tipos de siempre no les gustaba lo que yo sentía entre 1971 y 1972. Porque ahora no solo lo sentía, sino que lo decía y lo hacía desde el poder político que me otorgaba nuestro gobierno democrático.
No lo soportaron. Matan a Perón y a unos cuantos compañeros militantes más.
Entonces en 1974 tuve otro sentimiento: me secuestraron, me torturaron, me robaron todo, me procesaron , me echaron de la función pública y de mi barrio. Pero comparado con los que murieron a mi lado, se puede decir que salí nuevamente ileso (con algunas cicatrices en el alma por supuesto).
Hoy, año 2008, en esta última etapa de mi vida laboral como docente y empleado público , tengo otro sentimiento quizás más desafiante que los anteriores: explicar el sentido de mi existencia.
Lo que en sentido común se denomina: “para qué carajo vivo , aquí en mi país”.
¿ será nada mas que para salir ileso?
Por las dudas, me quedo.
Porque siento que yo soy mi país.
(fin de este sentimiento)