Durante el desarrollo del Capítulo, se pudo observar que la década pasada estuvo signada por diferentes cambios económicos que modificaron el ambiente económico, en el cual aparecieron nuevas reglas y pautas que las PyMEs debieron afrontar para adaptarse al nuevo cuadro económico.
Por un lado, al momento de implementarse el Plan de Convertibilidad y las reformas estructurales, las firmas habían acumulado ciertas capacidades funcionales a un escenario de creciente volatilidad macroeconómica e institucional, economía cerrada y extensa presencia del Estado. Por consiguiente, el nuevo escenario caracterizado por la fijación del tipo de cambio, la apertura comercial y la oleada de IED, impelía a las diferentes firmas a construir nuevas estrategias en base a nuevas reglas económicas. Como consecuencia, algunas PyMEs optaron por una “estrategia defensiva” consistentes básicamente en la racionalización de actividades, reducción del mix de producción, incorporación de productos de terceros a su oferta y achicamiento del plantel de trabajadores. Y un grupo menor de las firmas optó por una estrategia “ofensiva” caracterizada por esfuerzos articulados de gasto en actividades de innovación, buscando aproximarse a la frontera tecnológica internacional.
En efecto, la respuesta más generalizada y rápida de las firmas frente a las nuevas reglas de juego fue la reducción de personal, el cierre de líneas de producción y aún de plantas completas y la racionalización de estructuras administrativas y comerciales.
Igualmente, el cambio en las reglas de juego, y en particular la mayor competencia en el mercado doméstico producto de la apertura importadora, forzaron a las firmas a modernizarse. En función de la liberalización comercial se abarató el acceso a partes, piezas, subconjuntos y materias primas importadas, lo cual permitió avanzar notablemente en el área de tecnología de producto, a la vez que las tecnologías de proceso se mejoraron, entre otras vías, por la incorporación de bienes de capital de origen extranjero.
No obstante, el acceso a equipamiento importado, tras la liberalización comercial y la apertura del mercado, permitió a las PYMES modernizarse y adaptar tecnologias a su proceso productivo, pero esto produjo como contracara un debilitamiento en los encadenamientos con proveedores y subcontratistas locales, desbaratando la posibilidad de generar una sinergia competitiva local entre los diferentes eslabones de la cadena productiva.
Finalmente, las reformas de los noventa afectaron fuertemente a las PYMES, sólo aquellas empresas “dinámicas” pudieron sobrevivir, en base a sus capacidades tecnológicas acumuladas, sus habilidades gerenciales y su stock de capital humano. No obstante, existió un número importante de ellas que cerró sus puertas o abandonó su fase productiva durante los últimos años de la convertibilidad
Con el fin de la convertibilidad, y el comienzo de la flotación cambiaria, se logró el retorno de la rentabilidad al sector industrial de las PyMES y una mejora de la competitividad de los sectores transables internacionalmente, ya sean exportables o sustitutivos de importaciones.
En definitiva, el nuevo rumbo por el que transitó la economía argentina desde el fin de la convertibilidad, significó para las pequeñas y medianas empresas el inicio de una etapa de revalorización. Con dicha devaluación, las puertas para el mercado internacional quedaron abiertas para las PyMES, que a pesar de estar descapitalizadas, emergieron y tuvieron capacidad de ajustarse rápidamente a una nueva realidad.
Es posible concluir, que las PyMEs a lo largo de los diferentes períodos económicos, demostraron en general cierta capacidad adaptativa y de supervivencia, que les permitió acumular cierta experiencia favorable para desafiar las limitaciones propias de su condición de pequeña y mediana empresa.
El escenario de pos convertibilidad, trajo consigo mayores oportunidades y posibilidades de desarrollo para las PyMEs, la flotación cambiaria permitió un aumento en la base exportadora de las PyMEs, propiciando una participación efectiva de las pequeñas y medianas empresas en las exportaciones generando un ingrediente más en el ciclo productivo y comercial de estas empresas. No obstante, la cantidad de PyMEs industriales argentinas exportadoras es todavía muy baja.
Finalmente, superada la aguda crisis económica de fines del 2001, la Argentina comenzó a moverse hacia la recuperación de su nivel de actividad y las PyMEs ocuparon un lugar destacado en esa recuperación.