COOPERACIÓN Y CONFLICTO EN EL MERCOSUR

COOPERACI?N Y CONFLICTO EN EL MERCOSUR

Coordinadora: Noemí B. Mellado

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4. La sociedad de riesgos

Todas las sociedades tienen temores compartidos, comunes a todos sus integrantes, que todos ellos reconocen y los que les preocupan colectivamente: el rayo, las riadas, los aludes, los terremotos y otras catástrofes naturales, las pestes, las guerras, la inseguridad política, la delincuencia incontrolada, el desempleo, el deterioro ambiental, etc.

Las sociedades al conocer, o creer conocer los riesgos colectivos que les preocupan y amenazan, procuran evitar sus daños, minimizarlos, repararlos o compensarlos.

A lo largo del tiempo la manera de aceptar y enfrentar estos temores compartidos ha variado y esto ha permitido a algunos sociólogos referirse a diferentes tipos de sociedades los que, para los últimos tiempos caracterizan como: sociedad dogmática, sociedad positivista y sociedad del riesgo.

En las sociedades basadas en la ideología especialmente religiosa, típicamente la medieval, pero también muchas anteriores y algunas posteriores, los daños se consideran como castigos divinos o de la naturaleza divinizada, razón por la cual los riesgos no se enfrentan, sino que se asumen y cuando se concretan, se trata de atemperarlos mediante el procedimiento de satisfacer a su causa motora, la divinidad o las fuerzas naturales.

En las sociedades positivistas, propias de la época moderna y que actualmente mantiene sus características en algunos países en desarrollo, se consideraron a los daños como el efecto de ciertas causas derivadas especialmente de los enfrentamientos humanos y, para superar los riesgos que ello generaba se recurrió a la idea de lucha de clases y a propuestas de reparto de los bienes y de los beneficios que se encontraran repartidos inequitativamente.

En la sociedad de los riesgos, perspectiva sociológica asumida por las sociedades que han satisfecho sus necesidades primarias, algunas de las del llamado primer mundo, y ciertos grupos aislados fuera de él, pero cuyas consecuencias tambi
én impactan en los países atrasados o insuficientemente desarrollados, se perciben o, al menos, deberían percibirse, las nuevas amenazas determinadas por los descubrimientos científicos y adelantos tecnológicos de una nueva civilización, de una manera diferente a la forma en que lo hacían las sociedades anteriores.

No se trata de amenazas originadas en la justa o caprichosa ira de la divinidad, sino de amenazas y daños que pueden asumirse y enfrentarse.

Pero tampoco son amenazas derivadas del mero desarrollo de las fuerzas naturales y/o de la sociedad, que en todos los casos puedan determinarse con cierta precisión aceptable que permita analizarlas y dominarlas si son fuerzas de la naturaleza, o estudiarlas y encausarlas si se trata de fuerzas sociales.

Estas nuevas amenazas provienen de los propios seres humanos que, más allá de conocerse y encaminarse a sí mismosyasu entorno natural, han descubierto algunas de las claves del desarrollo de la naturaleza y la vida y pretenden manejar y a veces sustituir su devenir natural y espontáneo18.

Si bien estos nuevos riesgos no pueden predeterminarse con certeza y, en ocasiones, demoran mucho tiempo en ponerse en evidencia, tampoco cabe despreocuparse por ellos, ni prescindir de considerar su posible acaecimiento, porque, de actualizarse, pueden ser irreversible, irreparables y de profundas consecuencias negativas: desaparición de la vida humana, o la degradación de ella y del ambiente en que discurre.

Este problema se agrava si se tiene en cuenta que el conocimiento disponible actualmente y posiblemente también en un futuro bastante extendido, resulta insuficiente para confiar sólo en las ciencias y su autocontrol, para tener posibilidad de enfrentar las nuevas situaciones con resultados aceptables.

Todo esto es consecuencia del positivo y bien venido avance de las ciencias y la tecnología.

Pero también debe tenerse en cuenta que se han traspasado ciertos umbrales peligrosos.

Haciendo un balance general puede afirmarse que sería negar la realidad creer que es posible dar una fuerte marcha atrás que permita retornar al tiempo del .buen salvaje” o que, al menos, logre detener el destino de la humanidad.

Esto no es posible y me atrevería a decir que, por eso mismo, tampoco es deseable.

Las nuevas técnicas y las que vendrán se hacen necesarias para atender los requerimientos de un mundo que debe ocuparse de las necesidades de cada vez más seres humanos19; son buenas y será difícil prescindir de ellas.

Pero, dentro de ese mismo balance general, debe tenerse conciencia de que no todos los adelantos de la ciencia y de la tecnología están acabadamente dominados y controlados; en consecuencia sus resultados colaterales, generalmente en forma indirecta y mediata, también pueden ser altamente dañosos 20.

En estas condiciones todo emprendimiento importante (y la instalación de las pasteras es uno de ellos) implica siempre, a mediano o largo plazo, un riesgo no conocido, que podrá o no actualizarse, pero que potencialmente existe.

Ante esta realidad en la cual la única certeza es la incertidumbre, no cabe la respuesta resignada de la so19 Que los nuevos recursos no se utilicen con estos fines sino para crear más problemas y ahondar la brecha entre opulencia y pobreza, no es óbice para renegar de las nuevas posibilidades disponibles, sino que lo que se hace necesario es emplearlas para el bien y sin egoísmos.

No es un problema de disponibilidad o no de recursos, sino de su empleo con arreglo a pautas axiológicamente valiosas.

No se puede, ni se debe resignarse a esperar lo que ocurra sin intentar objetivamente investigar qué consecuencias21 puedan ocurrir, ni se puede, ni debe dejar de intentar evitar el acaecimiento de los resultados negativos.

Pero tampoco se puede ni se debe, por previsión sólo sospechada detener todo avance científico, paralizar todo emprendimiento que tenga facetas positivas sólo por ser o parecer peligroso22.

Creemos que no se deben vetar los adelantos, sino que la ciencia que produce estas nuevas técnicas, eficaces y peligrosas y aquellos que las utilizan, deben someterse a las reglas jurídicas y al contralor de las instituciones estatales y de la sociedad civil.

Algo semejante ya se intentó en tiempos pasados para impulsar avances y evitar peligros.

Esto ocurrió cuando se crearon las diferentes instituciones que se concretaron en las constituciones de los siglos XVIII y XIX afirmando la libertad política y científica en su lucha contra la tiranía y los oscurantismos y las que se concretan o procuran concretarse en las constituciones más modernas poniendo límites a la libertad de investigación científica para atender a la dignidad humana (normas sobre clonación, manipulaciones genéticas, fecundación in vitro), los derechos humanos (derecho a una vida digna) y la protección ambiental (derecho a un ambiente sano).

Este posicionamiento, que propone un análisis serio, científico y objetivo, para recién después de él intentar resolver sobre sus conclusiones y que nosotros creemos que es el único adecuado para enfrentar los complejos desafíos de nuestra civilización, no ha sido adoptado en el asunto de las fábricas de pasta de celulosa de Fray Bentos, sino en forma ocasional y parcialmente.

En muy esporádicas y secundarias ocasiones se negoció teniendo como tema central, conjuntamente, la importancia de la necesidad de desarrollo y avances y la posibilidad de controlar, evitar y minimizar los riesgos que de ellos puedan resultar y constituyen una amenaza desconocida.

Esta actitud de las partes ha determinado que muchos de sus posicionamientos resultaran caprichosos si se les ubican en el marco que les corresponde en una sociedad de riesgos, donde no deben permitirse los daños ambientales, ni tampoco impedirse las inversiones, el avance tecnológico y el desarrollo sustentado, porque también la desocupación.

No obstante la ocurrencia de estos errores y lo incomprensible de los planteos más importantes intentados por las partes, en el caso han funcionado satisfactoriamente algunos de los principios aconsejables para enfrentar los riesgos de nuestras sociedades y su nueva civilización.

El Principio de la Vigilancia aunque en forma parcial, ha funcionado correctamente.

Lo puso en acción la sociedad argentina de Gualeguaychú en relación a la protección del medioambiente; pero, ni las sociedades argentina o uruguaya, ni sus respectivos gobiernos han actualizado el Principio en relación a los problemas del hambre, la desocupación y la necesidad de inversiones en las sociedades carenciadas.

Y debe comprenderse que, en el caso, estos asuntos son inseparables del anterior.

El Principio Precautorio en cambio, no ha funcionado correctamente, porque las incertidumbres que son propias de una sociedad de riesgos que no quiera perecer deteniendo su marcha, no se han tratado de disipar sino parcialmente.

Sólo como acciones tangenciales se ha procurado la última información disponible, el conocimiento científico, la excelencia cognoscitiva, la independencia del informante y la objetividad de todos.

Se han rechazado por sospechosos muchos dictámenes que, en principio, por su origen, contenido y forma de presentación, reúnen las condiciones de imparcialidad necesarias para su aceptación; y los referidos rechazos en la mayoría de los casos se han hecho a través de meras afirmaciones voluntaristas; además, otras de las opiniones que ha trascendido a la opinión pública, en su gran mayoría, son afirmaciones voluntaristas y de .principio., opiniones de grupos con escaso y en algunos casos dudoso respaldo objetivo, informaciones de internet con origen no verificable, opiniones oficiales de gobiernos o empresas involucradas en el caso, en fin, declaraciones acerca de que los emprendimientos contaminan o no contaminan, cuando lo que exige una sociedad de riesgos son dictámenes científicos, objetivos, fundados, aunque sean posibilísticos por las características del fenómeno analizado, cuyos autores se conozcan y pertenezcan al grupo de la excelencia académica y sean insospechables en su imparcialidad24.

Por último, los Principios de Información y Transparencia han funcionado de manera aceptable y el mérito corresponde a la Asamblea Ciudadana de Gualeguaychú, aunque también en otros campos est ha procedido muy mal al recurrir a acciones ilegítimas para respaldar sus posturas, como ocurre con algunos de sus métodos de lucha.

Se evitó lo peor que pudiera haber pasado y de lo que hubieran sido responsables los dos gobiernos25, aunque quizá uno por acción y otro por omisión.

Los emprendimientos no se concretaron a espaldas de los pueblos, de la sociedad civil, como se intentó hacer mediante un acuerdo verbal, reservado al conocimiento de las cancillerías y los círculos oficiales.

La actitud de buena parte de la sociedad civil determinó que el asunto se expusiera a la opinión pública, con una información mediática, a veces sensacionalista, pero en general seria y ponderada.

Esto que ocurrió es bueno en relación al problema de preservar un ambiente sano, aunque las repercusiones que produjo en el trámite de las negociaciones, las condujeron a un punto de bloqueo.