MERCOSUR Y UNIÓN EUROPEA

MERCOSUR Y UNI?N EUROPEA

Manuel Cienfuegos Mateo y otros

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4. Reflexiones finales

La construcción de un espacio sudamericano es un reto de primer orden para los países de esta región. Llevar a cabo esta tarea es posible, siempre y cuando exista tiempo, paciencia, recursos y, sobre todo, la voluntad política necesaria para canalizar el proceso de complementariedad económica y se utilicen métodos de trabajo adecuados para optimizar los esfuerzos. Sólo con esta visión estratégica a largo plazo será viable la empresa común51.

La primera condición parece cumplirse en este momento, en tanto constituye una de las prioridades de las agendas externas de los países sudamericanos. Así lo testimonian las reuniones periódicas de los Jefes de Estado de los 12 países de la Unasur, así como la pasada I Cumbre Energética Sudamericana de abril de 2007, en las que se pone énfasis en la trascendencia de primer orden de la integración sudamericana. Son también frecuentes los contactos a nivel ministerial y de altos funcionarios y los encuentros entre las secretarías de los bloques subregionales implicados.

La segunda condición requiere precisar el contenido de sus relaciones con realismo, porque no todo objetivo puede acometerse, por deseable que sea, de manera que hay que jerarquizarlos, y las finalidades priorizadas deberán acometerse gradualmente y con flexibilidad.

Es, pues, preciso fijar una hoja de ruta.

La situación actual del comercio entre los países sudamericanos refleja un cierto estancamiento en su volumen y una escasa diversificación de los intercambios. La primera secuencia de la hoja de ruta debería pasar, por lo tanto, por incrementar los flujos comerciales, porque el comercio intrarregional es bajo todavía, así como por mejorar notablemente los términos de los intercambios comerciales entre los dos principales bloques subregionales (el Mercosur y la CAN), pues la estructura actual se caracteriza por su fragilidad.

Una vez conseguido este objetivo habría que franquear un nuevo paso para ir más allá de los aspectos comerciales, ya que la integración en América del Sur debe ser multidimensional y, por lo tanto, englobar temas como la gobernabilidad democrática, la cooperación financiera, la protección del medio ambiente, la cohesión económica y social, etcétera. Integración, sí, pero con una agenda que no se reduzca al comercio. Y en este sentido convendrá establecer una jerarquía entre los muy numerosos objetivos –así como métodos- que se ha fijado la Unasur desde la Cumbre de Cochabamba de 2006 si no quiere acabar siendo un ejercicio discursivo más de pura retórica, de “diplomacia narcisista”.

En definitiva, pensamos que Unasur puede convertirse en el instrumento que permita el desarrollo de la integración regional y servir a la vez de palanca para una mejor inserción de Sudamérica en las relaciones internacionales. Claro que no somos tan ingenuos como para no tener presente que lo viable no siempre deviene realidad, y puede perfectamente suceder que no progrese la integración sudamericana. Lo que significa que los países de la región tendrán que trabajar con ahínco para que madure el maridaje sudamericano.

Queda todavía un largo camino por recorrer.