DERECHO: ¿CUÁL DERECHO?
DE LA CONSTITUCIÓN BURGUESA A LA CONSTITUCIÓN DE NUEVA DEMOCRACIA

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Álvaro Bedoya Salazar

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4.4 El robo de Panamá y los enclaves gringos

El atentado contra la soberanía nacional se firmó el 22 de enero de 1903, entre el señor Tomas Herrán, quien actuaba como secretario encargado de la embajada colombiana en Washington actuando en representación del presidente Marroquín, y Mr. Hay, secretario de Estado de Estados Unidos. Mediante el vergonzoso Tratado, Colombia le permitía a Estados Unidos la construcción del Canal de Panamá en una zona que pasó a ser territorio norteamericano y reconocía la “independencia” de una llamada República de Panamá.

En las noticias de prensa de la época aparecieron muchos artículos y declaraciones de organizaciones y hombres que patrióticamente defendieron la soberanía y la unidad nacional, como lo hizo el senador colombiano nacido en Panamá, Juan Bautista Pérez, quien escribe el 12 de mayo de 1903, en el diario El Nacional, lo siguiente:

Herrán ha ultrajado la magestad de Colombia. Una bofetada al rostro de la Patria le ha estampado esa mano sacrílega al estampar esa firma en semejante convenio. Ante la obra de Herrán, se queda uno absorto, abismado, no sabiendo qué nos confunde más, si la vileza de nuestro apoderado diplomático, o su imbecilidad como negociador. El baldón que Herrán ha echado sobre el nombre de Colombia, ese no se borrará jamás. Para criminal de esa laya, la horca le viene chica.

Pero a pesar de las denuncias, de la protesta y la ira del pueblo en todas partes, los traidores cocinaron la venta y separación del Istmo, el 3 de noviembre de 1903.

Como este baldón no se borrará jamás, precisamente el pasado 3 de noviembre de 2006 se cumplierón ciento tres años de esta afrenta. Que sea este el momento histórico para que levantemos la bandera por la reunificación pacífica de la Patria, que ante tal vileza, tendrán que respetar todas las naciones de la Tierra. Es el derecho inalienable del pueblo colombiano a exigirle a la comunidad internacional un territorio como el de Panamá, arrebatado violenta y criminalmente por el imperio norteamericano y sus lacayos, y para lograrlo, hemos de fortalecer los bastiones patrióticos por la segunda independencia de la nación colombiana.

Después del golpe de Panamá, los gobiernos solo se preocuparon durante toda la pasada centuria por legislar en beneficio de los intereses yankys, para facilitar el saqueo y explotación sin tasa ni medida de nuestros recursos humanos y naturales, además de la violenta opresión a la clase obrera y en general al pueblo trabajador.

Así es que desde principios de siglo comenzaron a penetrar nuestras fronteras las empresas monopólicas del imperio, que en su primera arremetida ocuparon miles de hectáreas en la cuenca del mar Caribe y otras muchas miles en el Magdalena Medio. En el departamento del Magdalena se instaló como amo y señor la United Fruit Company. Y en la zona de la Concesión de Mares, alrededor de Barrancabermeja, la Tropical Oil Company, subsidiaria de la Standard Oil de Nueva Jersey.

Durante este siglo de ignominia, no todo ha sido oscuridad. El pueblo colombiano ha librado numerosas batallas en defensa de la independencia y de sus derechos democráticos, especialmente los que ha abanderado la clase obrera en la ciudad y en el campo, los estudiantes, la burguesía nacional y muchos otros sectores patrióticos, conscientes de que los grandes males que padece la nación se han derivado en lo fundamental de la dominación del imperio gringo sobre Colombia.