LA ECONOMÍA MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

LA ECONOM?A MEXICANA. CRISIS Y REFORMA ESTRUCTURAL. 1984-2006

Hilario Barcelata Chávez

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VENCER LA CRISIS

1989

Un exagerado optimismo ha invadido los círculos oficiales, sin quedar claro si es auténtico o parte de la alquimia subliminal para contagiarnos y convencernos de que el acuerdo al que se llegó con los bancos acreedores para la reducción de la deuda externa es en sí mismo la personificación de la solución de la crisis económica que vive el país. Así lo deja ver el propio Presidente Salinas de Gortari quien en su mensaje a la nación del pasado 24 de julio aseveró: “...la solidaridad nos permitió vencer la crisis sin enfrentamientos, con paz social...” Asumir que la crisis ha sido vencida por el simple hecho de que se acordó una reducción de la deuda externa es adoptar una actitud demasiado riesgosa, ya que si bien es cierto que dicho acuerdo puede ayudar a salvar la situación del país, también es cierto que existen muchos otros factores que habrán de ser manejados adecuadamente para poder vencer la crisis (algunos de estos factores son quizá de la misma importancia que la propia deuda externa y su manipulación se encuentra aún en punto muerto).

El susodicho acuerdo se reduce a 3 opciones que han sido planteadas a los bancos acreedores para reducir el débito del país. La primera es reducir en un 35% el valor nominal del principal, lo que, a decir, de la Secretaría de Hacienda es que “al amortizar la deuda, México de la tasa de interés al 6.25% lo que significa una reducción aproximada del 40% (actualmente la tasa de interés es alrededor del 10%). En ambos casos la reducción de los montos del servicio de la deuda en más o menos el mismo. La tercera opción, obligaría a los bancos acreedores a aportar a partir de este año y durante cuatro más, al país un equivalente al 25% del valor nominal de la deuda original a su favor.

El alivio financiero para el país será, de concretarse el acuerdo, de aproximadamente 3,100 millones de dólares (md.) Si bien ésta no es una cifra nada despreciable, de ninguna manera es suficiente para asegurar la reactivación económica ya que dado el caso, el destino primordial de ese ahorro será el fortalecimiento de las reservas internacionales que en los últimos meses llegaron a niveles muy peligrosos. Pero además, el gobierno recibirá nuevos créditos del exterior para financiar la actividad económica, pero también para la compra de instrumentos de reducción de deuda. Razón por la cual México podrá recibir de 3 a 7 mil md anuales del exterior, lo que finalmente conduce a reproducir el esquema de endeudamiento.

Quizá uno de los efectos positivos más importantes de dicho acuerdo sea el proporcionar certidumbre al interior de la economía nacional, lo cual creará un ambiente adecuado para estimular la inversión privada y extranjera. Sin embargo, mientras variables económicas como salarios, e inversión pública sigan deprimiéndose y el mercado de divisas y el de importaciones sigan abiertos y a expensas del libre juego de la oferta y la demanda con su dosis de irracionalidad que esto conlleva, no podrá haber ni estabilidad ni crecimiento seguro. Y es que como ya lo mencioné en este mismo espacio hace algunas semanas, lo importante no es lo que pase en el exterior sino qué tipo de proyecto económico se instrumenta para hacer frente al reto del desarrollo nacional, con qué instrumentos se asegurará la reactivación económica y se evitará que el problema de la deuda que ahora se soluciona en parte, vuelva a resurgir como un virus moribundo que cobra nueva vida.

Ese proyecto ya se ha definido y es con el que se pretende impulsar la economía, pero es imperfecto y perfectible, mas también es por desgracia, un proyecto inadecuado para las condiciones económicas y sociales del país, porque el concepto de racionalidad económica del cual parte y en el cual se fundamenta es un frío parámetro que no sabe medir la miseria de la nación. ¿Cuánto nos va a durar el gusto de la negociación? ¿Será, que, como dice el refrán, el gozo se nos vaya al pozo?