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TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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LA IGNORANCIA II

Cuando nos dimos cuenta de que estábamos en el mundo, lo primero que dijimos fue: ¡Ah!, estoy en el mundo; y luego nos preguntamos cuáles eran las reglas del juego, o sea que cómo se manejaba esto de vivir y volteamos a los demás, a los de más edad para ver como se navegaba en la vida, y resultó que nos dimos cuenta de que en realidad todos creían tener la clave , pero no coincidían entre ellos sino en lo más insustancial, por lo que, ¡Oh! desilusión, nos dimos cuenta de que el mundo nos lo dejaron sin instructivo; y ahí estamos dándonos topes unos con otros, aprendiendo a vivir por acierto y error.

No sabemos qué hacer ni cómo actuar, pero queremos caminar; y ahí vamos haciendo hoy cosas que creemos bien hechas y que mañana nos damos cuenta de que no debimos hacerlas. Pero las hicimos, y queriendo mejorar el asunto volvemos a regarla y nos metemos en camisa de once varas. Luego pensamos que la mejor manera de componer lo mal hecho es actuando de tal o tal forma y así procedemos y al cabo sentimos que en verdad lo que hicimos no fue lo más acertado.

Un día nos movemos para allá y lastimamos sin querer a alguien. Ese se siente víctima y nos guarda rencor y desea desquitarse, pero en realidad todo esto no fue un acto premeditado, sino un acontecimiento inconsciente, más una infantilada que un acto agresivo. Sin embargo el dolor causado es auténtico, como lo es también el rencor y deseo de desquite que esto genera.

La ignorancia está flotando en el ambiente, y todo lo llena, y todo lo baña. Nosotros actuamos como niños. Como niños que creen que son adultos y que en su ignorancia creen haber crecido porque sólo ven las apariencias y no alcanzan a notar el fondo o esencia de las cosas. En nuestras relaciones con los demás somos como niños discutiendo por niñerías a las que les damos la mayor importancia.

La forma más clara de entender esto es con un ejemplo de Jardín de Niños: Un pequeño está sentado con sus manos apoyadas en su mesita y a un lado su lápiz. Fácilmente se distrae y voltea para ver algo que llamó su atención. Al hacerlo, como mueve su cuerpo, con su mano tira involuntariamente su lápiz sin darse cuenta. Cuando vuelve a su posición original nota que no tiene con que escribir, lo busca y al no encontrarlo trata de hallar una explicación o causa de la desaparición de su lápiz.

Lo único que se le ocurre al ver a su compañero más próximo, es que éste se lo robó, y como no alcanza a ver otra posible explicación al caso, descarta toda duda y afirma categóricamente: Fulanito me robó mi lápiz. Si el profesor es prudente, lo primero que hará será decirle que busque en el suelo por si está tirado, lo ayudará a buscarlo, lo encontrarán y asunto arreglado.

Esto sucede entre niños, y entre adultos sucede algo semejante. Vemos que pasan cosas a las que no podemos encontrarles explicación y con frecuencia buscamos un culpable, y generalmente lo encontramos entre quienes tengan alguna relación con nosotros y con el hecho. En términos generales, siempre pasa esto: cuando sucede algo que no nos gusta, buscamos a un culpable en quien desquitar nuestra frustración; y ésta es una de las grandes características de la ignorancia: buscamos un culpable para justificarnos y no admitir que el problema está dentro de nosotros mismos.

Un ignorante, lo primero y lo principal que ignora, es que él es el que anda mal; y grita, y patalea, y jura, y afirma en voz alta para opacar la voz de su conciencia, que le dice que él es el culpable. Habla mucho para no escucharse a sí mismo, y ese es su principal pecado: que se niega a la evidencia de que no sabe y de que la causa de sus males está en él.

La ignorancia pues, es causa de la mayor parte de nuestros males y problemas, y lo seguirá siendo mientras no nos decidamos a atacarla en su raíz. Terminamos con José Martí, el Padre de la Patria Cubana, que sobre el tema dijo: "La ignorancia mata al hombre; es preciso matar a la ignorancia".


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