BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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EL PODER ES UN RESBALÓN.

El poder es un resbalón, es un tropiezo que nos damos algunas personas en el diario vivir. Es difícil predecir una caída y todos estamos propensos a sufrirla; es algo que a todos nos puede ocurrir: No hay nadie que pueda asegurar que a él no le pasará.

El poder no es algo exclusivo de los grandes políticos. Lo vivimos y lo ejercemos en nuestra cotidianeidad todos nosotros. Expliquémonos: una cosa es el uso y otra el abuso del poder; y todos nosotros, de una u otra manera, hacemos unas veces uso y otras, abuso, del mucho o poco poder que tenemos en la mano; nos demos o no cuenta de ello. Cáchese ésta: si no tuviéramos poder, nunca haríamos enojar a nadie; si alguien se ha enfurecido alguna vez contra nosotros, fue por que le echamos a perder la tarde con alguna buena idea que tuvimos y que a él no le gustó y no lo pudo evitar.

El poder, es poder imponer nuestro punto de vista a los demás. Es poder hacer que se haga algo como nosotros queremos que se haga.

Cuando tenemos un puesto del que dependen más personas, parece como que tenemos más poder, pero no necesariamente es así: Tenemos más poder cuando queremos abusar más de los demás.

Si alguien tiene un puesto muy importante, pero cuida de no imponer su punto de vista, no está abusando de su poder. Si éste no se cree infalible, no intentará obligar a los otros a pensar como él; pero si comete el error de crecerse un sabelotodo, no escuchará a los demás y se impondrá: ejercerá el poder.

Si cualquiera impone su punto de vista, se sentirá bien de haberlo hecho, como si se tomara un vino, y deseará volverlo a hacer; lo hará otra vez y volverá a sentirse bien; lo seguirá haciendo y se le hará vicio.

La gente que trabaja ejerciendo poder, debe cuidarse de no abusar de su uso, algo que es muy difícil de lograr, pues es como andar en lodo: fácilmente te resbalas. Una persona así, debe de mantener los ojos muy abiertos a la primera señal de su propio abuso, porque si se permite un sólo exceso, luego deseará otro y luego otro, y ya se le hizo vicio; y a ver cuando se lo puede quitar. Es como si alguien trabajara probando vinos, casi seguro que se hace alcohólico.

Y esto es aplicable a los que tienen un alto puesto y a los que no lo tienen. Porque a veces nos equivocamos al creer que sólo los grandes gobernantes ejercen poder y por ello pueden ser abusivos en su uso. Cada uno de nosotros nos podemos volver adictos al poder, cuando las circunstancias de la vida nos permiten imponer nuestro punto de vista a los demás.

Veremos algunos ejemplos de cómo personas, aparentemente sin poder alguno, imponen su punto de vista a los demás: es decir, abusan de su posición. Un caso muy frecuente es el que se da en algunas oficinas de gobierno: el ciudadano debe hacer algún trámite, conseguir tal documento; entonces va a la oficina de gobierno que corresponda: si los empleados son atentos, que bien; pero puede darse el caso de que los empleados se pongan a platicar y no atiendan bien, y entonces al ciudadano sólo le queda estar esperando hasta que a aquellos (sus servidores) se les antoje atenderlo.

En este caso, esos empleados de baja categoría estarían haciendo un abuso del poder que tienen de hacerse patos un rato, mientras el usuario (léase, patrón) se desespera y se gana lo mismo, porque tiene que perder tiempo por la ineficiencia de “sus” servidores públicos.

Aclaremos que legalmente el ciudadano puede quejarse por el mal servicio recibido, pero luego resulta que ese mal servicio sólo se da en aquellos casos en los que las instancias superiores, consiente o inconscientemente lo permiten, y luego las quejas irán a parar ante el mismo que por indolencia permite que sus subalternos abusen, con lo que se genera un círculo vicioso, en el que normalmente sale perdiendo el ciudadano, porque es su tiempo, que si vale, contra el de los malos burócratas, que no tiene ningún valor.

Los burócratas de este ejemplo, pues, abusaron del poder que les da su corrupto medio, aunque a decir verdad, si platicáramos en confianza con alguno de ellos, y les dijéramos que abusan de su poder, nos contestarían extrañados, que cuándo, que dónde, que los únicos que tienen poder son los altos jefes.

En otros casos, el abuso se presenta más sutilmente, en forma de ineficiencia del jefe, cuando su impericia hace que se dupliquen esfuerzos y trámites innecesarios. Así, habrá ocasiones en las que el empleado que lo atiende a usted, coincidirá con nosotros en que tal procedimiento podría simplificarse mucho de tal y tal manera, pero no está en sus manos autorizar tal situación, y quien sí puede hacerlo, está por allá muy lejos de la acción, en su torre de marfil, soñando con los tiempos de cambio que su progresista gestión ha hecho soplar. Si a este tipo le decimos que abusa de su indolente poder, nos dirá que cuándo, que dónde, que a qué hora, que si él es bien buena onda.

Como estos ejemplos, usted y yo podemos anotar muchos más, y podremos coincidir en que los que abusaron, lo hicieron sin creer que estaban haciendo un ejercicio indebido de su capacidad de imponer su criterio, y nos dirán que ¡Que bah! Que ellos jamás han sido o serían como aquel gobernante que ante nosotros tiene fama de arquetipo de corrupto y abusón.

Cualquiera puede abusar de su poder y eso constituye la primera vez tan solo un resbalón, pero si a alguien se le forma hábito seguirlo haciendo, ya no es traspié, se convierte en vicio y el desenfreno nos llevará como un tobogán, cada vez más de bajada, alejándonos de la perfección humana.


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