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TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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EL HOMBRE VIVE PARA EVOLUCIONAR

El hombre vive para evolucionar. Su vida es evolución. Esta es su razón de ser.

La evolución del hombre no solo es biológica, pero la biología nos sirve para entender su propia evolución.

Cuando el hombre esté en su última etapa, verá las cosas tal como son y no por su apariencia exterior. Ahora vemos todo en apariencia sin que muchas veces recapacitemos sobre lo que hay detrás de todo lo que vemos. Nuestra vida está llena de símbolos que hablan de algo que normalmente no estamos capacitados para ver. Cuando el hombre evoluciona, deja a un lado los símbolos, y empieza a ver las cosas tal como son.

Cuando un automovilista va por la carretera, encuentra avisos que le advierten sobre cosas que él no está capacitado para ver: símbolo de curva, de cercanía de una gasolinera, etcétera. Una vez que él ve la curva, ya no necesita el aviso, porque ahora puede ver con claridad lo que está adelante.

Si queremos medir el grado de evolución del hombre, tendremos que averiguar su capacidad de ver lo que otros no pueden. Su capacidad de ver la esencia misma de las cosas, sin dejarse engañar por las apariencias; esto es su inteligencia.

La vida del hombre está llena de estos símbolos. Le gustan las ceremonias, las formalidades. Todo es un darle sentido a lo que de otra forma no podría tenerlo. Un día el hombre empieza a perder el gusto por las cosas vanas y superficiales. Se empieza a dar cuenta de que todo es ritos y ceremonias, papeles escritos y costumbres que condicionan su ser y su actuar a la forma de ser y actuar común y corriente.

Un día se percata de que aquello que le parecía muy interesante se está volviendo carente de valor. Ve las actitudes de los demás infantilescas y simploides y empieza a suponer la existencia de algo más trascendente y profundo, y en torno a esto, sin comprenderlo aún, empieza a organizar su existencia.

Para un hombre en este punto, la vida es totalmente diferente a la de los demás. Los problemas que aquejan a la humanidad no son tan problemas, ni las carcajadas son tan sonoras. Como que se empieza a ausentar de este mundo, como que medio vive una realidad distinta a esta realidad. Su cuerpo vive y se alimenta de lo de este mundo, pero su ser más íntimo está en una dimensión más gloriosa, más profunda, más íntima con algo que nosotros no conocemos.

Un hombre así prefiere escuchar que hablar, porque a cada cosa le empieza a ver un lado que no le había visto antes. Es como volver a nacer, como empezar a conocer el mundo de nuevo. Pero un mundo nuevo y diferente al que se conocía. Reexamina y analiza. El sol ya no es el sol y ya, sino que es algo más que el astro que estaba acostumbrado a ver, tiene un algo, un detalle maravilloso y bello que no se puede explicar pero que, sin embargo, está y es.

Parece que las cosas te hablan, sin decir palabras: parece que a señas nos quisieran comunicar algo, aunque no puede hacer ademanes; pero el caso es que tú estás seguro que en su luminosidad tiene un mensaje para ti, un mensaje no expresivo, sino implícito. Todas las cosas tienen una belleza que no estás acostumbrado a ver. Una belleza que no tiene nada que ver con el colorido, ni con ninguna otra manifestación de su presencia, que se pueda percibir con los sentidos. Es la belleza que lleva dentro todo lo que es, por el hecho de ser.


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