BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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EL DUEÑO DE LA CIUDAD II

Decíamos la vez pasada, que el dueño de la ciudad era la totalidad de los propietarios de lotes y construcciones que la integran. Comentamos, que las calles se forman con un pedazo de cada propiedad que se dona en base a un contrato social que realizan entre todos y que nombran a un equipo administrador de sus bienes comunes y ese grupo de encargados recibe el nombre de ayuntamiento.

Por todo aquello que explicamos, concluimos que el administrador (ayuntamiento) no puede hacer nada que no esté explícitamente autorizado por los dueños (ciudadanos), y que de hacerlo, de sentirse los regidores superiores a la población, a quienes sirven, sería ni más ni menos como que la sirvienta de la casa de enfrente, hiciera lo que ella quisiera, le gustara o no a la señora para la cual trabaja. Y eso nadie lo toleraríamos, ¿Verdad?

Las ciudades son muy grandes y sería casi imposible que el presidente anduviera preguntando a cada ciudadano su opinión sobre cada asunto del que deban tomar decisiones. Pero hay ciertos principios básicos que se pueden tomar en cuenta para mejorar la convivencia ciudadana, que no son desconocidos, pues existen desde el año del caldo y que si queremos hacer las cosas bien, las podemos tomar en cuenta. Ellos son:

I. EL AYUNTAMIENTO NO MANDA, ADMINISTRA LO QUE ES DE TODOS, TOMANDO COMO NORMA DE CONDUCTA EL BENEFICIO COMÚN.

II. LA CIUDAD ES DE TODOS. LAS CALLES SON DE TODOS.

III. LA LEY ES PAREJA PARA TODOS (Lo que se puede permitir a uno se debe permitir a todos)

Desde esa óptica, el ayuntamiento no puede tomar decisiones que beneficien a unos en perjuicio de otros con los bienes que son de todos, salvo que lo que deciden hacer beneficie a la totalidad de propietarios. Ejemplo: No puede autorizar el estacionamiento exclusivo en un pedazo de calle (que es en realidad apropiarse de él) con beneficio para el dueño de una tienda en perjuicio del resto de los propietarios. De hacerlo, estaría actuando como si fuera dueño, primero el ayuntamiento y luego el beneficiado de lo que es de todos. Y eso no se vale; pero sí puede autorizar el estacionamiento exclusivo en una porción de calle a una institución que tenga por objeto beneficiar a todos sin excepción, como por ejemplo la Cruz Roja, porque con lo de todos está beneficiando a todos. ¿O.K.?

Pero ojo, esto es permisible, no deseable. Porque lo ideal sería que cada institución tuviera su propio estacionamiento, pero en lo que maduramos como sociedad, podemos dejar ese asunto pendiente y reglamentar el estacionamiento exclusivo de tal forma de digamos: no quiero saber qué tan rico o influyente sea quien me solicita permiso para pintar una rayas amarillas, que le permitan ser el único usufructuario de este pedazo de calle que es de todos, más bien pregunto: la exclusividad beneficia a todos, lo autorizo; beneficia a uno o a pocos en detrimento de muchos; no lo autorizo. PUNTO.

O en su defecto, si doy estacionamiento exclusivo a la tienda de DON FULANO, entonces cada establecimiento comercial tiene derecho a que se le asigne un estacionamiento exclusivo en la puerta de su local. Bueno, esto sería lo derecho, pero se acabaría la ciudad, y nadie queremos eso, ¿Verdad?

Desde este punto de vista, tampoco actúa con justicia el ayuntamiento cuando autoriza el cierre de determinados tramos de calles para hacer quermeses o fiestecitas, pues estas decisiones afectan a todos y sólo benefician a una minoría. Tampoco el ayuntamiento actúa correctamente cuando decide por su cuenta suprimir el estacionamiento en el centro de la ciudad, porque está perjudicando a todos en beneficio de mi tía Cleta, y eso no se vale, salvo que hiciéramos una votación o referéndum y en él, la ciudadanía manifestara su aprobación a la medida ¿O NO?

IV. MI LIBERTAD DE HACER LO QUE YO QUIERA TERMINA DONDE PRINCIPIA LA DE MIS CONCIUDADANOS.

Por ello, el ayuntamiento falla si me autoriza o me disimula el que yo tome la banda de música o el estereo del auto y vaya por la calle a altas horas de la noche con mi musicón, con el pretexto de que ando bien contento porque me visita mi suegra. O lo más común, alguien bajado del cerro a tamborazos, se pone a oír música en su casa y toda la cuadra disfruta de una noche sin dormir. ¿SE VALE?


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