BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


TEMAS

Francisco Javier Contreras Horta

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APRENDIERON LETRAS

Aprendieron letras

y se fueron riendo,

me quedé mirando

su sonrisa y faz.

Por la otra noche

consulté a los cielos

y en el negro intenso

los oí gritar.

Se marcharon riendo;

su mochila en mano...

y las florecillas

los vieron jugar.

En la noche oscura

se escuchó su risa,

me la trajo el viento

en su caminar.

Aprendieron letras

y se fueron riendo,

yo los vi llorando...

y los oí cantar.

NUESTRA EBRIEDAD NATURAL

Un ebrio no se da cuenta de que lo está. Supone que anda bien y que en todo caso los que andan mal son otros. Si sus amigos le dicen que ya no beba, él los ignora, pues está absolutamente seguro de que anda bien. No hay forma de convencerlo de que está mal, de que modifique su actitud.

El borracho tiene una visión de la realidad que para nosotros está mal fundada. Suponemos que él ve empañado, que juzga sin fundamento, pero desde su punto de vista nosotros somos los que andamos mal.

Nosotros entendemos al borracho y no le tomamos en serio sus disparates, pues decimos "ignóralo, está emborrachado" y lo decimos partiendo del supuesto incuestionable para nosotros de que por supuesto que andamos bien. Al otro día, cuando se le pase la cuetiza, nuestro personaje se apenará dándose cuenta de los disparates que dijo e hizo en su ebriedad y se asombrará de lo natural que le parecía todo y lo lúcido que creía que andaba y lo certero que le parecían sus juicios.

La embriaguez por vino tiene entre todos sus inconvenientes, la ventaja de que se quita al siguiente día y uno puede en breve transitar de un estado de conciencia a otro, y por ello comparar los resultados... Pero hay una forma de borrachera que no se quita tan fácilmente: la ebriedad natural.

La embriaguez natural, al igual que la que produce el vino, no la nota el que la tiene. Sólo la notan quienes conviven con él, si no andan igual. Y así como en el estado alcohólico, el beodo se siente rey, se siente listo, supone que canta bonito y que se le hace chiquito el mar para echarse un buche de agua; del mismo modo el briago natural se la pasa creyéndose bien listo y supone que todos los que le rodean tienen una opinión de él que sólo en su cabeza anida, y por ello va por la calle pavoneándose creyendo que hace destilar en los que le rodean, frases de aprobación y gloria.

El briago natural, igual de todo borracho de cantina, es insufrible; pues trata de imponer su criterio en las reuniones sociales, pues está absolutamente seguro de que tiene la razón e incluso se llamará a ofendido si alguien trata de hacerle ver su error. Intenta llevar la voz cantante en las reuniones de café y tertulias, y poco a poco va aislándose de la sociedad al distanciarse de los demás, por creerlos intransigentes para con la verdad que él cree portar.

Al igual que los pisteadores de cantina que sólo se soportan entre sí, el briago natural va cerrando su círculo social en grupúsculos cada vez menores de personas que tienen en común creerse poseedores de la verdad y la representación de valores y tradiciones que suponen que alguna vez existieron y que los utilizan como bandera para justificarse ante sí mismos, de por qué es el mundo el que anda mal y ellos la salvación del género humano. A fin de cuentas, son cada vez menos los que entre sí se apoyan y terminan siendo viejos amargados que sobreviven su senectud, rumiando su impotencia ante un mundo que imaginan que va de mal en peor.

El verdadero problema de la ebriedad natural es que así como una borrachera, puede empezar sutilmente, imperceptiblemente y terminar en el caos, la ebriedad natural nace de una copa de vanidad que uno se toma de vez en cuando, para sentirse bien o reponerse de un mal rato. Pero un mal día en vez de una copa se toma uno dos... y empieza a sentirse uno a gusto, como flotando, como feliz... porque las cosas le salen bien, porque los demás te dan buenas opiniones sobre las cosas que haces, porque cada vez más dominas la actividad a la que te dedicas. Y el trabajo es que aceptes el primer halago, que es la primer copa, porque aceptarás la segunda y la tercera y las que siguen y de ahí en delante ya no sabemos en que va a parar la cosa.

La ebriedad natural nace de no querer ver un día las cosas como son, de aceptar engañarse una sola vez insinuando que el mundo no es como existe sino como yo quisiera que fuera, de mentirse a uno mismo. En la medida en que se es capaz de decirse una sola mentira, se será capaz de mentirse toda la eternidad. Y una sola mentira, y un solo halago no merecido que aceptemos, es una copa que nos conduce a la ebriedad en la vida y que llamamos natural, porque somos tantos los que así nos conducimos, que a fuerza de ser común al género humano, ya suena a natural.


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