BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales


ÉTICA, PSICOLOGÍA Y CRISTIANISMO

José María Amenós Vidal y otros

 

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3.4. Los problemas de relaciones.

Son muchos los problemas que pueden ir apareciendo a lo largo del acompañamiento como la falta de autocontrol, el dar más importancia a las limitaciones personales que a la felicidad alcanzable. Antonio Pardo en Nuestro Tiempo afirma que el problema se encuentra en la falta de autocontrol: Indudablemente, la vivencia de la tendencia hacia personas del mismo sexo ya resulta de por sí bastante turbadora.

Pero si a este factor se suma una práctica desaforada de la sexualidad, la sensación de culpabilidad se acrecienta, y es difícil mantener una estabilidad psicológica: se impone acudir al médico. Por tanto, dentro de la atención correcta, debe figurar un intento de restablecer la confianza en sí mismos, intento que pasa por proponerles, de modo adecuado a sus circunstancias, el control de su peculiar inclinación”.

Una de las piedras con las que se puede encontrar es el creer la idea muy difundida en nuestra sociedad de que la homosexualidad es una opción más, tan normal como la de varón o hembra, por lo que el Padre Tony Anatrella dice que: Las imágenes mediáticas a través de la televisión, toman la delantera sobre los pensamientos, y de año en año producen escenarios que incitan a las personas a ser corporal y sexualmente impulsivas. Esta erotización de las representaciones sociales crea un clima de excitación sexual y de pasaje al acto con el cuerpo que cambia la concepción de la relación para con el otro. El acompañante no debe cometer el error de mostrar la homosexualidad como una dimensión más de la sexualidad humana. Que Dios los creó hombre y mujer no es algo discutible sino una verdad de la revelación.

Sin descuidar las posibilidades humanas, se debe realizar un continuo reforzamiento que haga ver que el compromiso es el que nos dará una felicidad plena.

También es peligroso cuando se quiere compatibilizar este cambio con la continuación de cualquier modo de vida. Si no hay una ruptura con aquello que llevó a la confusión no se podrá encontrar una nueva forma de vida. Hay que hacer ver que esto sólo puede llevar al acomodamiento y que en este caso la vida alternativa es la que le llevará a la realización personal.

Otro problema puede surgir al creer que todo puede tenerse radicalmente claro, sin dudas ni momentos de oscuridad. Nada mejor en este caso que el acompañante le muestre la confianza en aquel que nunca falla. Por ello no se debe descuidar en que el acompañado no ponga su confianza en alguien distinto de Dios, como señala el Cardenal Medina Estévez: Si el paciente recupera un sentimiento de confianza en Dios, Padre amoroso, y en sus propias posibilidades, se habrá dado un gran paso en su recuperación.

Tampoco se debe caer en la tentación de huir de la propia historia. Esta nos puede hacer ver el cúmulo de circunstancias, personas y acciones que dieron lugar a la confusión de género, y desde el reconocimiento del problema, vivir el presente de la forma apropiada. Es importante partir del papel que ha desempeñado la vida de fe en la vida del individuo y el que representa en la actualidad. Muchos se sienten heridos por las pedradas que les lanzan desde su práctica de fe.

No es raro el caso de algunos que fueron a pedir ayuda a su acompañante espiritual y se les invitó a que abandonaran la congregación, o el movimiento. Otros, debido a las actitudes duramente críticas que encontraban, temían manifestar su problema. En otros casos, si estaban muy distanciados de sus padres, es muy fácil que se distanciaran también de las creencias religiosas de sus padres. Todo lo anterior debe verse como una situación que llevó a una separación que debe ser reestructurada mediante un nuevo plan de vida, por ello deben trazarse un número definido de etapas y condiciones que hagan valedor este camino.

Otro problema puede surgir si no se plantea y visiona todo desde el verdadero amor cristiano. Vano puede ser todo lo que se ha avanzado en el camino si no se contempla la fuerza transformadora del amor de Dios, revelado en su hijo Jesús. Desde allí es desde donde se podrá realizar todo lo demás, desde donde se podrá dar consistencia y estabilidad al amor humano. Este debe verse como el único camino.


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