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J.M. KEYNES, EL PROFETA OLVIDADO

Mario Guillermo Gómez Olivares

 

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Conclusiones

La aplicación del método de Lakatos, permitió cumplir exactamente el objetivo de demostrar como se produce la desocupación involuntaria, justamente el problema macroeconómico más relevante de la época keynesiana. La desocupación involuntaria y la demostración de que los mecanismos automáticos no funcionan. Para eso se formulan teorías explicativas que defiendan la idea de que el capitalismo individualista del laissez-faire era éticamente insustentable, políticamente inconveniente e socialmente ultrapasado. Esas hipótesis constituirían el auxilio teórico a la observación de la inestabilidad y falta de mecanismos que corrigiesen eficazmente las perturbaciones. Los mecanismos, aunque existiesen, eran social e éticamente ultrapasados por la sociedad democrática y por el senso-común.

La conclusión de nuestro análisis asienta en dos ideas. Primero, si por un lado Keynes buscó demostrar la existencia de la desocupación como siendo involuntaria, también no negó la existencia de la desocupación voluntaria, permitiendo así ampliar el análisis de los tipos de desocupación. Justamente, como el propio autor escribe explícitamente, más allá de la desocupación friccional, donde se registran todos los casos de desocupación que emergen por intermitencia de la demanda -- debido a malos cálculos o por dificultades en la movilidad de la mano de obra, o por desequilibrios surgidos en los recursos especializados, por tanto un conjunto de recursos no-ocupados--, asiente también la desocupación voluntario, que surge por la obstinación de no aceptar la remuneración en consonancia con la productividad marginal atribuida, negación que puede ser libre o impuesta por la legislación, por la negociación colectiva de los contratos o por la simples obstinación humana. Tal seria la desocupación normal, que provoca atrasos en los ajustes, sean sectoriales, regionales, inter o intra profisionales, propio de la dinámica capitalista, en relación sistema en expansión.

La visión de Keynes, fundada en la observación y percepción de la conducta económica y social de los agentes, se manifiesta en la idea central de que el sistema capitalista no posee mecanismos de ajuste automático capaces de mantener un estado aceptable de producción e empleo, lo que determina la necesidad de formular con precisión un conjunto de hipótesis sobre el funcionamiento del sistema capitalista

La determinación del nivel del output del empleo como un todo es el objetivo de la teoría keynesiana. En este sentido, en consonancia con su visión, Keynes estudia las determinantes del nivel del equilibrio del output y del empleo, elucidando previa-mente por que motivos la teoría dicha clásica, ancorada en la idea del laissez-faire, no consigue ser una Teoría General, por que el salario monetario es rígido a la baja, lo que invalida la política de reducción de los salarios nominales para conseguir más empleo e, por que la tasa de interés es recalcitrante, cuando la eficiencia marginal del capital baja, lo que reduce la eficacia de la política monetaria. Justamente, la disminución del salario monetario solo faria sentido si este contribuyese para la disminución de la tasa de interés, a través de las variaciones en la cantidad de moneda. Más una posición abajo de la posición de pleno empleo no es determinada por tendencias naturales ni existen principios que impidan que se tomen medidas a fin de corregir las fallas del sistema.

En segundo lugar, la visión keynesiana se manifiesta en la demostración de que, en el mundo capitalista, las decisiones de los agentes económicos son inevitablemente tomadas en la base de las expectativas sobre el futuro económico en condiciones de incertidumbre y que la inestabilidad del capitalismo reside en la variabilidad de la tasa de inversión, lo que provoca en última instancia la variabilidad del nivel del empleo. Keynes, asumiendo que los empresarios son agentes maximizadores, dado el consumo, presupone que las decisiones de inversión en empleo dependen de las expectativas de los retornos, no solo de los precios de demanda como de las cantidades demandadas. Una comunidad que posee una riqueza considerable aumenta su ahorro, debilitando la propensión al consumo. De ese modo, se concluye que las oportunidades de las nuevas inversiones son menores, a menos que la tasa de interés baje suficientemente rápido a fin de aumentar el incentivo a la inversión. Keynes utiliza un desarrollo metodológico, una noción de probabilidad, para reconocer en la realidad capitalista los elementos perturbadores y generadores de incertidumbre, las posibilidades de generar inversión en situación de precariedad informativa.

Su raciocinio demuestra el carácter particular de la hipótesis neoclásica, segundo el cual los empresarios invierten hasta al punto en que el salario sea igual a la productividad marginal del trabajo, a fin de que el gap entre ingreso y consumo, con la presunción de ingresos constantes o decrecientes, sea compensado suficientemente por la inversión.

El hecho de no se verificar la ley de Say, obliga a Keynes a una reflexión sobre la demanda global. En primer lugar, esclarece como se utiliza el ingreso. En segundo lugar, clarifica que el gasto del ingreso puede ser realizado más allá de las razones de consumo e inversión, es decir, puede ser atesorada, lo que acontece solo en una economía monetaria.

Así, el nivel de empleo no depende del nivel prexistente de los ingresos pero si de las decisiones de invertir y de las estimativas actuales de los montantes de consumo, corrientes y futuros. Este carácter anticipado y estimativo de las decisiones, unido al carácter probabilístico de las previsiones de los agentes sobre el futuro, representa una innovación teórica fundamental de la teoría de la demanda efectiva, lo que nos permite realzar que esta observación no es independiente de la posición metodológica previa, revelada como ideal metodológico.

La existencia de un equilibrio múltiplo es una novedad teórica que se desprende del carácter anticipado de las decisiones de los empresarios y de la propia incertidumbre del volumen de empleo. Una vez determinado ese volumen, el equilibrio es único, aunque pueda ser un equilibrio de subempleo.

La demanda efectiva de pleno empleo es un caso especial que se realiza solo cuan-do la propensión marginal al consumo y el incentivo a la inversión se encuentran en una relación óptima, donde la utilidad del salario real es igual a la desutilidad del trabajo. Tal como en una economía de trueque o de moneda neutral, en la cual el salario real y el empleo están correlacionados, los ingresos generados en pleno empleo permiten la realización de la demanda, sobre la vigencia de la ley de Say. Dada la propensión al consumo y la tasa de nuevo inversión, existe un nivel de empleo compatible con el equilibrio. Un otro equilibrio produciría una desigualdad entre el precio de la oferta global de la producción es el precio de su demanda global. Si ese nivel pudiera ser inferior al nivel de pleno empleo, el salario no podrá ser inferior a la desutilidad del trabajo. En ese caso, los precios de la oferta deberán reducir y los ingresos deberán adecuarse. Si eso no fuese posible, si el ajuste por los precios no funcionase, el nivel de empleo reducirá, presionando el precio del trabajo a bajar, generando la desocupación involuntaria.

La conclusión más importante a retirar de la teoría de la propensión marginal al con-sumo decreciente de Keynes es que, con cada disminución en la propensión marginal al consumo de hoy, aumentando el ahorro marginal, no se provoca una subida del capital en el futuro; por lo contrario, cada debilitamiento en la propensión marginal al consumo, considerada como hábito permanente, hará quebrar la demanda de capital y por tanto el consumo, o ingreso y el empleo, una especie de destrucción ex-post de la ahorro. No es posible un aumento de la inversión medido en unidades salariales, a menos que el público este dispuesto a aumentar sus ahorros, computa-das en unidades salariales. Pero los individuos solo o harán cuando su ingreso aumentar.

La decisión de invertir es la decisión económica más importante que los agentes económicos toman, pues ella representa la ligación entre el presente del consumo y el futuro del lucro. Pero esa decisión depende de la eficiencia marginal del capital; los problemas con que se deparan los empresarios para decidir la inversión, son los problemas de la resolución de la contradicción entre las varios intereses presentes y provisionales de inversionistas, productores, y banqueros.

El más importante resultado del estudio sobre la empresa en la óptica macro-económica es que la inversión influencia decisivamente el ingreso y el empleo. Pero Keynes descubre, en las expectativas de los ingresos esperados, una variable esencial a examinar. La importancia de alteraciones en las expectativas deriva de los efectos que estas mutaciones provocan sobre el deseo de producir nuevos bienes. Un efecto estimulante de precios mayores en las expectativas, no se debe a un aumento de la tasa de interés, antes al hecho de elevarse la eficacia marginal de un volumen dado de capital o de la expectativa de una disminución en el valor del dinero estimular la inversión y, por consecuencia, el valor del dinero a influenciar el nivel del empleo, porque eleva la curva de eficiencia marginal del capital, moviendo la curva de demanda de inversiones a la alta.

Una cierta clase de inversión se realiza por la media de las expectativas de los especuladores de la bolsa de valores y no por las expectativas genuinas del empresario profesional, lo que se manifiesta en el precio de las acciones; las avaluaciones y re-avaluaciones sobre el estudio de las expectativas y del estado de confianza, implica que la realización de las inversiones se basa en el método convencional utilizado por los inversionistas bolsistas; las valorizaciones sobre los mercados se realizan tomando en consideración toda clase de conjeturas, que de modo ningún se relacionan con el ingreso probable, lo que torna el financiamiento de las inversiones extremamente delicado. Si existen mercados organizados para la inversión y se puede confiar en que la convención no variará, se puede animar o inversión.

La intervención del estado como agente catalizador de la inversión, agente de la confianza en la credibilidad de la información, de recuperación de los ´animal spirits´ que animaran el crecimiento capitalista del siglo XIX no es solo figura de retórica que se desprende de esta análisis, es una forma de tornar el cálculo probable más fiable, la confianza del inversionista más razonable. El estado debía ser el garantizador del nivel del gasto que asegure el pleno empleo, una conclusión no solo económica, de cierto modo también moral e política, correspondiendo a su antevisión.

En una economía monetaria la moneda debe tener, por definición, el poder de ser mantenida en la cualidad de reserva de riqueza, para que el ingreso pueda ser en parte acumulada (atesourado) y la demanda de bienes se pueda revelar insuficiente para igualar la oferta a un nivel que permita la plena utilización de los recursos productivos. En ese caso, la demanda constituiría un límite al aumento de la oferta, permitiendo la existencia de la desocupación involuntaria.

Así, segundo Keynes, el problema central de la política de estabilización parece asociarse a la dificultad en realizar el pleno empleo en un ambiente económico don-de una eficiencia marginal del capital demasiado baja e inestable se conjugue con una tasa de interés demasiado alta, convencional y bastante estable como todos los fenómenos de la psicología colectiva de base convencional. En esa situación, los cambios en la tasa de interés normal a través de la autoridad monetaria, deberán asumir un carácter discricionário y social, buscando cambiar las convenciones sobre aquello que los diferentes grupos sociales hegemónicos consideran ser normal, asegurando sobre todo el paso de un nivel de producción a otro superior.

Estas explicaciones se conjugan de modo a reforzar el hecho de Keynes no atribuir al sistema una capacidad de corrección automática, de modo que el empleo podrá ajustarse a través de la intervención directa del estado sobre la inversión y no solo sobre la oferta de moneda. En ese sentido, Keynes establece una relación entre la tasa de interés y la preferencia por la liquidez, entre la tasa de interés y la cantidad de moneda, entre las expectativas de la tasa de interés y las posibilidades de la política de la tasa de interés, a fin de saber por que razón la tasa de interés monetaria de largo plazo es persistentemente alta, esclareciendo definitivamente por que motivo las tasas de interés y los salarios nominales son recalcitrantes a la baja. Para Keynes la tasa de interés monetaria “sets the pace” a todas las otras tasas de interés de otros bienes, impidiendo simultáneamente su producción mismo antes de alcanzaren el punto de elasticidad de producción y substitución nula. la importancia de la tasa de interés monetaria surge como una combinación de factores que actúan a través del motivo liquidez, haciendo con que, primero, la tasa de interés sea insensible a un cambio en la proporción que la cantidad de dinero mantiene con las otras formas de riqueza, medidas en dinero, y, segundo, que tenga o pueda tener elasticidades nulas de producción y substitución.

Las características que determinan las particularidades del dinero es que hacen con que su tasa sea la más importante, están ligadas al hecho que la moneda es el padrón de valor y de con ese padrón se fijan las deudas y los salarios, por lo que los individuos demandan moneda por la conveniencia de expresar en el mismo padrón los contratos vencidos y los salarios a pagar, lo que hace con que el premio de liquidez sea tan importante. Es un problema de confianza sobre el futuro, por lo que el padrón de valor deberá tener una elasticidad de producción que asegure su estabilidad.

El resultado de la investigación utilizando el método de Lakatos encuentra así su punto alto. Partiendo de una visión explicitada en un núcleo duro, se sugieren modelos que dan cuerpo a un conjunto de teorías auxiliares, de las cuales se deduce que la existencia de un equilibrio abajo del pleno empleo asienta en la combinación de una eficacia marginal del capital, baja e inestable, con una tasa de interés de largo plazo convencional y recalcitrante la baja, lo que se explica por las peculiaridades de la moneda. En este sentido, la moneda determinaría la insuficiencia del nivel de in-versión y de la demanda global y, por tanto, del nivel del empleo. Así, el fenómeno de la desocupación podría ser interpretado como intrínseco a una economía monetaria de producción, donde la tendencia de un exceso de demanda relativamente la oferta, no es compensada por los mecanismos de ajuste atribuidos la tasa de interés. El papel de la moneda, como elemento de ligación entre el presente y el futuro, se refleja en la preferencia por la liquidez sin que sea posible—con una política monetaria creíble y en el cuadro de un padrón monetario determinado, que cumpla el papel de referencia de confianza en el sistema, -- restituir una tasa de interés compatible con el pleno empleo, por lo que la desocupación se torna un fenómeno tenaz y persistente.

Keynes no considera que la desocupación involuntaria sea el resultado de un mal funcionamiento de los mercados, bien por lo contrario, es el desenlace del funcionamiento normal de los mercados en una economía monetaria; la hipótesis de la desocupación involuntaria no resulta de un cuadro de competencia imperfecta, pues permanece rigurosamente en el cuadro de la competencia pura y perfecta, o, mejor, en el cuadro de una economía esencialmente diferente del punto de vista cualitativo, siendo una de sus características esenciales el hecho de producir desocupación in-voluntaria.

La crítica positiva dedicada al trabajo teórico y político de J.M.Keynes constituye, después casi siete décadas, objeto de reflexión, de crítica y controversia, dando prueba de la importancia y relevancia para el pensamiento económico y su historia. El pensamiento de Keynes es frecuentemente susceptible de una «traducción de contenido», dando lugar a las más diversas exposiciones y corrientes interpretativas que pretenden afirmarse en la investigación y enseñaza de la teoría económica, como también en la política económica.

El keynesianismo, como corriente del pensamiento, nunca se afirmó como una es-cuela monolítica. Los diferentes intérpretes han desarrollado lecturas que suscitan el debate a vuelta del significado y contenido del pensamiento de Keynes, perpetuando la controversia. Mi propósito fue dar una visión de las diferentes interpretaciones y de caracterizarlas brevemente, comparando-as con el propio pensamiento de Keynes, distinguiendo en cada interpretación el énfasis colocado sobre aquello que consideran se la esencia del pensamiento de Keynes.

Descubrimos que estas interpretaciones se refieren casi exclusivamente a lo que hemos designado por conjunto de hipótesis auxiliares o anillo envolvente del pro-grama de investigación. Solo los autores neoclásicos es que continúan a insistir en la posibilidad de existieren fuerzas que automáticamente restablecen el equilibrio del empleo, aunque admitiendo como Patinkin que el tiempo do ajuste obliga a pensar en la acción correctiva del estado.

Debemos subrayar, que la mayor parte de las críticas a la teoría de Keynes, no considera su programa como un todo, sino toma elementos de este que se expresan en teorías específicas. De hecho el modelo sugerido en la Teoría General fue atacado escasamente, porque en verdad el pensamiento de Keynes, comercializado en el mundo occidental, fue siempre la mayor parte de las veces el modelo de Hicks en la versión IS-LM. Mismo admitiendo que la crítica de Hicks haya sido bastante importante, ella constituye una revisión destinada a aumentar el poder heurístico de las teorías auxiliares, completándolas con nuevos elementos que en lo esencial confirman la antevisión de Keynes.

El principal quebracabezas teórico y político de Keynes fue la estabilidad del sistema capitalista, incapaz de reequilibrar la economía en el corto plazo, lo que en lo concreto significaba interesarse por el problema del empleo. Teniendo en atención principalmente el caso británico, esta preocupación remonta a los años 20‘s. El estallido de la Grande Depresión, que afectó las principales economías del mundo capitalista, extiende esa inquietación al mundo entero. Los hechos asociados con la larga depresión, en correspondencia con una visión de largo plazo sobre el funciona-miento de la economía capitalista, provocaran un cambio permanente en la concepción de la política económica. La razón fundamental de ese cambio de opinión reside en las posibilidades abiertas por los avances teóricos conseguidos en materia de la relación inversión y ahorro, tasa de interés y eficiencia marginal, consumo y ingreso, proporcionadas por la Teoría General pero también de la observación sobre la aplicabilidad de algunas de esas políticas.

Keynes propone para el largo plazo una economía donde el estado socialice la inversión, dando prioridad a la inversión productiva de las empresas complementado con la inversión social. El problema básico que Keynes colocaba en evidencia, era la desmoralización que sufrían los empresarios y que los insensibilizaba relativamente la elasticidad de la tasa de interés. Una disminución de la tasa de interés no generaba un aumento de la inversión, dada las expectativas pesimistas relativamente a la actividad económica, inhibiendo la credibilidad y eficacia de la política bancaria. Keynes encorajó el regreso a los valores genuinos del capitalismo empresarial, en que la formación de las expectativas de largo plazo, basadas en el cálculo más perfecto posible, inclusive en la certeza de su precariedad, contribuyese para una inversión estable, que hiciese el empleo estable y seguro. Reclamó un regreso a los “animal spirits” de los empresarios, para quienes la actividad económica es un pro-ceso laborioso, de riesgo, de demanda de oportunidades y nuevos mercados.

Podemos decir que Keynes entendía la intervención política como un medio de producir un grado de bien-estar social y humano mayor a través de medios eficaces y que proporcionase así armonía, paz y estabilidad promoviendo un funcionamiento de la economía, que no comprometiendo el libre juego de las fuerzas económicas, permitiesen realizar al máximo el potencial económico.

El medio más eficaz de alcanzar eses objetivos era el establecimiento de reglas del juego económico, la persuasión de los agentes sobre la manutención y la estabilidad de esas reglas. La conducción política, de acuerdo a Keynes, debería estar supeditada a un cuerpo de funcionarios educados en el espíritu de la «Abbey Road», consejeros incorruptibles arriba de cualquier sospecha y orientados por el servicio al bien común.

Keynes mostró un interese moderado y cauteloso sobre la aplicabilidad de determinadas políticas recomendadas por sus discípulos keynesianos. Este preveía, para el período a seguir a la guerra, que la psicología de los inversionistas podría ser afectada por las obras públicas generando desconfianza, haciendo con que la eficiencia marginal del capital desincentivase la inversión privado.

Keynes pensaba en términos de programas de obras públicas de estabilidad y no en términos de estabilizadores automáticos que permiten al déficit aumentar cuando aumenta la desocupación, de políticas de corto plazo destinadas a ablandar as fluctuaciones. Keynes reconoció que, más allá de las dificultades políticas-administrativas, una demanda adicional generada a partir del gobierno podría tener efectos adversos sobre las tasas de interés y desanimar la inversión, por lo que se debería coordinar mejor la política fiscal con la monetaria.

La aplicación de políticas keynesianas, de gestión de la demanda con recurso al «deficit spending», fueron criticadas por Keynes, pues representarían un fracaso, obligando a contínuas intervenciones con deficit crescentes sin resolver el problema de la estabilidad de la inversión y sin alcanzar resultados duraderos.

La preferencia de Keynes era para programas que implicasen la socialización de la inversión y que evitasen las fluctuaciones violentas y inestables de la eficiencia marginal del capital. No existe suficiente fundamento para atribuir a Keynes la paternidad de la práctica de las políticas keynesianas fiscalistas.

En ese sentido los aspectos más aberrantes de la intervención gubernamental me-recen una mayor discusión y aprofundamiento, pero en ningún caso deben conducir a un regreso al pasado del laissez-faire, como pretenden los representantes de las ideas liberales ortodoxas y como tiene, con cierto éxito, preconizado en la última dé-cada el neo-conservadurismo.

Keynes parece aproximarse doctrinariamente de la escuela histórica alemana en la recuperación de la idea de la nación social, de la nación espacio, no tanto en el sentido de la nación representar el espíritu de misión de la patria, sino en el sentido de diferenciar entre los intereses y los ámbitos de los individuos y del conjunto social y sobre todo por el modo como resolver la contradicción que surge entre el individuo parsimonioso y el estado responsable del óptimo social.

En términos teóricos, a provocación más grave al programa de Keynes partió de M. Friedman, tomando como blanco la supuestamente keynesiana curva de Phillip. Inclusive admitiendo que ella fuese keynesiana, que no estuviese contenida implícita-mente en la Teoría General, en la crítica se delata una otra creencia sobre el funcionamiento da economía capitalista. Se trata de una confrontación de programas diferentes. En verdad las posiciones de Friedman y de la escuela de Chicago ganaron una amplia aceptación y difusión más allá de los limites academicos, cuando esta crítica correspondió a las urgencias de círculos empresariales que utilizaron el regreso político de los conservadores en la Inglaterra en los E.E. U.U. para disciplinar el movimiento sindical y flexibilizar el mercado de trabajo.

Segundo la tradición teórica neoclásica las nuevas corrientes de crítica radical al keynesianismo reconstituyen algunas de las viejas ideas clásicas, las cuales retoman nueva vida a través de la hipótesis de las expectativas racionales, base de la conducta de los agentes, que permite a la nueva escuela clásica encarar nueva-mente el problema de la desocupación. En un regreso a viejas premisas de la teoría “clásica”, el sistema o se encuentra en equilibrio o tiende para el. Todavía el equilibrio con subempleo que explica la desocupación involuntaria permanece inexplicable.

La principal diferencia del programa clásico o de sus heterónimos modernos con el programa keynesiano reside en la caracterización del funcionamiento del sistema. Para el programa keynesiano, una de las principales dificultades de la economía ca-pitalista que es que existen anomalías que impiden de producir el pleno empleo permanentemente, lo que resulta de su naturaleza de economía monetaria, donde el dinero es también una forma de riqueza, un activo transaccionable, una forma de inversión que motiva determinadas conductas, por veces contradictorias con el óptimo social. Si el atesoramiento característico de una economía monetaria, genera expectativas sujetas a revisiones continuas de los productores sobre el estado futuro del consumo, a las que se adicionan las influencias generadas por las expectativas de incertidumbre sobre el futuro de las inversiones, a la incertidumbre sobre la tasa de interés resultado da conducta del público agrega más un elemento de instabilidad relativamente al futuro del empleo.

Cuando Keynes se propuso escribir una Teoría General del empleo, lo hace por la razón de evitar la instabilidad del capitalismo, de acabar con la tensión real y potencial que la desocupación masiva creaba. Buscando resolver el problema de las fuerzas que determinan el output en el corto plazo, lo que da lugar a un programa que enuncia a previsible instabilidad del capitalismo, lo cual produce de manera permanente desocupación.

El programa de Keynes es desde el inicio progresivo, pues explica un hecho empírico, la desocupación involuntaria, y capaz de prevenir que ese fenómeno se repite y persiste, cuando la demanda efectiva es menor que la de pleno empleo. Así podemos decir que Keynes se propone sustituir el programa clásico por su propio pro-grama, no obstante ele estuviese convencido que estaba a adicionar a la teoría microeconómica de la afectación de los recursos una teoría macro-económica del output, de que estaba proporcionando un análisis de una economía monetaria de la producción y empleo en vez de una teoría del equilibrio de pleno empleo. El pro-grama de J.M.Keynes es científico porque propone las condiciones para su refutación y es progresivamente científico porque prevé un tipo de ajuste cuantitativo esencial a la economía capitalista, revelando un fenómeno empírico que caracteriza el funcionamiento del mercado de trabajo en el siglo XXI.


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