BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

ENSAYOS DE GERENCIA SOCIAL
OTRA GERENCIA ES POSIBLE

Roberto Carlos Oñoro Martínez

 

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ESPECIALIZACIÓN FLEXIBLE

La tercera gran teoría del posfordismo es la de la especialización flexible. A partir de ésta nace el interés por los encadenamientos productivos como ventaja comparativa (Piore/Sabel). En sus formulaciones originales, la especialización flexible anunció el agotamiento de la producción en masa estandarizada, aunque derivándola de los cambios en las preferencias de consumo, es decir, el paso de una economía de productores a otra de consumidores, con cambios frecuentes de presentación y de productos y a la producción en pequeños lotes. La articulación entre tecnología reprogramable barata, y pequeña y mediana empresa, daba la clave a Piore y Sabel para acuñar la utopía de la pequeña producción competitiva frente a las grandes corporaciones. Se trataba también de la emergencia de un nuevo artesanado de las pequeñas y medianas empresas (PyMes): polivalente, flexible, con capacidad de decisión en el proceso de trabajo y con relaciones cordiales con sus patrones. A lo anterior se agregó la posibilidad de que las PyMes formaran tejidos de empresas en territorios pequeños, con relaciones de solidaridad e instituciones locales de apoyo que dieran ventajas competitivas con relación a las empresas grandes. Es decir, el futuro del trabajo humano no era otro que un nuevo artesanado laborando en pequeñas y medianas compañías de alta calidad y competitividad, conformando redes sociales y empresarias en ambientes locales. Sin embargo, la teoría de la especialización flexible no logró comprobar, fuera de argumentos lógicos basados en el supuesto tránsito hacia la producción en pequeños lotes y ciertos ejemplos en Italia, Alemania o Estados Unidos, que la gran corporación estuviera en decadencia, sobre todo que por su gigantismo fuera menos innovadora que las PyMes. En particular la producción en masa no tendió a desaparecer, sino que alimenta a la producción por lotes a través de insumos o componentes; además, la producción por lotes dirigida a sectores de ingreso medio y alto no asegura el crecimiento del producto a nivel internacional, y, sobre todo, oculta que buena parte del éxito o permanencia en el mercado de las PyMes se debe a que funcionan como subcontratistas con salarios y condiciones de trabajo peores que las grandes.

La obra pionera de Piore y Sabel (The New Industrial Divide) marca un primer giro en la definición de las formas y modalidades de la transición del modelo fordista de producción monoproducto y rígido a un modelo de producción multi-producto y flexible. El punto de partida de este enfoque es el papel nuevo que parecen jugar las PYMEs tras el desencadenamiento de la crisis. En cierta manera, apunta a elevar los fenómenos de descentralización productiva al rango de nuevo modo de funcionamiento global de la economía. A pesar de la riqueza del debate provocado, esta modelización del espacio posfordista se ve sesgada por la formalización del período fordista que acepta. En otros términos, el determinismo estructuralista rebota en la interpretación del nuevo modo de regulación, tal y como había caracterizado la modelización "a posteriori" de las armonías del fordismo. Sobre este tema, la descripción del paso histórico del fordismo al modelo de especialización flexible es iluminadora. Para Piore y Sabel, el fordismo se basaba en condiciones técnico-económicas de producción (producción en serie) cuya viabilidad se veía asegurada por las dimensiones de los mercados y la composición de la demanda. En este sentido, el "productor fordista" como "productor en masa" se organizaba para producir en grandes volúmenes un único bien poco diferenciado. De este binomio, producción en serie/consumo de masa, se desprendía una organización correspondiente del trabajo (y por tanto de la relación salarial) basada en la doble jerarquización taylorista: horizontal (parcelización de las tareas) y vertical (entre concepción y ejecución) (Montmollin y Pastré 1984).

La coherencia macroeconómica se veía asegurada entonces por la casi-virginidad de los mercados durante la fase expansiva del ciclo de vida de los bienes de consumo duraderos. De ahí la preeminencia de los grandes oligopolios integrados, dedicados a la gestión de un producto gracias a las economías de especialización realizadas mediante un proceso lineal a gran escala (Coriat 1990). Enfrente, las PYMEs se veían confinadas a un papel marginal repartiéndose los mercados subalternos de bienes de equipo y de bienes de consumo de lujo cuya producción no podía estandarizarse o masificarse. Con el mismo determinismo con el que se llegaba a la definición del dualismo de la estructura productiva se circunscribía, por extensión, la existencia de una segmentación correspondiente del mercado de trabajo, entre un sector central con garantías (el de las grandes concentraciones industriales fordistas) y un sector precario no-protegido (el de las PYMEs). Finalmente, se considera que el papel regulador del Estado Providencia y en especial de los convenios colectivos aseguraba un crecimiento armonioso de los salarios y la productividad. Las políticas económicas y monetarias de tipo keynesiano debían rizar el modelo al asegurar un contexto macroeconómico de crecimiento estable de la demanda que permitiera la planificación de las inversiones. La definición del modelo de "especialización flexible" deriva precisamente de la inversión del dualismo industrial descrito arriba. El estrechamiento progresivo de los mercados de bienes estandarizados habría trastornado las normas de rentabilidad de las grandes concentraciones industriales fordistas. En efecto, la supremacía de la gran industria taylorista, cuyo símbolo era la industria del automóvil, se basaba en equipos especializados y muy costosos. Pero, a consecuencia de la inestabilidad cuantitativa y cualitativa de la demanda, la rentabilización de semejante aparato productivo se hacía cada vez más difícil.

El paso a un crecimiento lento e inestable, marcado por una demanda sometida a una obsolescencia rápida, habría determinado la nueva centralidad de las pequeñas unidades productivas. Gracias a su flexibilidad, incluso a su capacidad de reaccionar casi instantáneamente a las fluctuaciones de la demanda, las PYMEs superarían a las grandes empresas "rígidas". De ahí la afirmación de una nueva forma de especialización "plegable". Se trataría de la instalación tendencial de un nuevo paradigma industrial, más descentralizado y más innovador, cuyas condiciones técnicas y relaciones sociales representarían una verdadera superación del modelo fordista. En fin, se trataría de la conjugación de formas nuevas y más "democráticas" de integración entre firmas, según un modelo de casi-integración vertical (Enrietti 1987), que daría vida a zonas de desarrollo (los distritos industriales) territorialmente homogéneos (Becattini 1987), con relaciones sociales que permitirían el consenso y excluirían el dualismo en la sociedad (Lipietz, Leborgne 1988).

La "bifurcación" hacia el nuevo paradigma aparece entonces como un "desplazamiento de centralidad", del segmento de la gran industria al de la pequeña empresa innovadora y dinámica. Más en general, habría una especie de retorno a las tradiciones artesanales y a sus instituciones. Precisamente, la inercia institucional de las tradiciones y las formas sociales antiguas permitiría a determinados países y regiones, más que a otros, realizar con éxito esta mutación (A. Bagnasco 1977). Estos complementos antropológicos completan una modelización cuyo determinismo evacua toda localización de las relaciones de causalidad subjetivas y contradictorias de un desplazamiento semejante.


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